sábado, 21 de abril de 2012


Volvieron a sindicar a Rodríguez como torturador Causa Harguindeguy: nuevos testimonios dieron cuenta de cómo secuestraban y torturaban a estudiantes de La Histórica



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Crescenzo volvió a retirarse de la audiencia porque no había "dormido la noche anterior".
“Me sacaron la ropa y me acostaron en el elástico metálico de una cama. Estaba con los ojos vendados con una cinta adhesiva ancha y estaqueado. Me mojaron y comenzaron a darme muchas trompadas. Me aplicaron la picana primero en los testículos, nunca la sacaron de mi cuerpo. Mientras uno me picaneaba, otros dos se divertían haciéndome el submarino que les habían enseñado de la Escuela Francesa”, narró Jorge Felguer este viernes frente al tribunal. Ahogado hasta las lágrimas, contó cada uno de los vejámenes a los que fue sometido mientras estuvo secuestrado. Los militares lo acusaban de ser un subjefe Montonero. Por su parte, Hugo Emilio Angerosa, contó por qué lo secuestraron y torturaron. “Creo que fue porque acompañaba a mi madre a averiguar por el paradero de mi hermano que fue desaparecido”, confió. En tanto, Jorge Pedro Peluffo, juró por Dios que decía la verdad. Sin embargo, el querellante Rubén Pagliotto pidió reserva de casación ante “el flagrante falso testimonio que dio”. El relato de Peluffo guarda importantes disparidades con el de sus compañeros, y según lo que declaró, fue quien mejor transitó su paso por “El Casino de Oficiales”. El debate se reanudará el miércoles a las 10.30. De ANALISIS DIGITAL

Se desarrolló una nueva audiencia en el juicio que se sigue por delitos de lesa humanidad en el Tribunal Oral Federal de Paraná. El debate esclarece los hechos sucedidos en el Área Concepción del Uruguay, el Área Concordia y el Área Gualeguaychú. 

Este viernes declararon tres testigos. Todos lo hicieron en el marco de la Causa 1.960/10, en la que están procesados los imputados en juicio los represores Albano Harguindeguy, Francisco Crescenso, Julio César Rodríguez, y Juan Miguel Valentino. Quien fuera ministro del Interior en la dictadura cívico-militar sigue el proceso desde el Consejo de la Magistratura en Buenos Aires. En tanto, el resto está con prisión domiciliaria, pero viaja a Paraná para presenciar las audiencias.

Tal como sucedió este jueves, Crescenso volvió a retirarse de la sala. “No pude dormir”, justificó ante el tribunal compuesto por Lilia  Carnero, Roberto López Arango y Noemí Berros.

“Creía que de eso no volvía más”

Hugo Emilio Angerosa, contó detalle por detalle los vejámenes que sufrió mientras estuvo secuestrado. Dijo sospechar que fue detenido porque acompañaba a su madre en las averiguaciones sobre el paradero de su hermano (Daniel). “Me arrepientí de haberme dejado detener, en algún momento hubiese preferido que me mataran. Ese fue sin dudas el peor momento de mi vida. Realmente, no hay palabras para describir lo que viví y escuché”, relató. 

Además, dijo que conoce poco “a Crescenso", pero señaló con el dedo como responsables de los ilícitos a El Moscardón Verde (Rodríguez) y a Valentino, ambos sentados en la sala de audiencias. En ese contexto, pidió que se haga justicia. 

Angerosa fue privado de su libertad en el '76. Se dedicaba a la actividad comercial. “Un día llegó la Policía para allanar mi casa. Tenían una orden para buscar objetos que comprometieran a mi hermano, Daniel Martín Angerosa. Él se había recibido de médico e hizo las prácticas en Gualeguaychú. Era muy generoso, vivía en Córdoba y hacía trabajo social en las villas”, recordó. 

“El allanamiento fue terrible, los militares corrían por los techos. Nos revisaron hasta las heladeras y no nos dieron información. Como yo había hecho el servicio militar cuatro años antes, conocía a algunos y les pregunté qué pasaba. No encontraron nada y se fueron”, apuntó. 

“Mi hermano había viajado a Paraná y se alojaba en la casa de unos primos -continuó-. Entonces llamamos y mi prima nos dijo que había salido la tarde anterior pero no había vuelto y que estaban preocupados. Al otro día fuimos a hablar con el jefe de Regimiento. Valentino nos atendió junto al subjefe, Gustavo Martínez Zuviría. Nos dijeron que Daniel había sido detenido, pero que no tenían más información”, afirmó.

La familia decidió viajar a Santa Fe, pero Daniel no estaba por ningún lado. “Cada vez que preguntábamos nos respondían agresivamente y decían no saber nada. Después nos negaban que lo hayan detenido”, indicó. “Lo buscábamos constantemente. Como mi padre había tenido una trombosis y le costaba hablar, yo acompañaba a mi madre a todos lados”, agregó. 

En septiembre del '76, Hugo llegó a su casa una noche y alrededor de las 23.30 le tocaron el timbre. Eran del Ejército. “Entraron y revisaron la casa. Se identificó un tal teniente Anchus, también entró Mondragón que dijo ser jefe de Operaciones de la Policía. Este último me llamó solo y me dijo que iba a ser detenido por orden del Ejército. Le pregunté a Anchus y me lo ratificó. Para dejar una constancia de lo que estaban haciendo -porque en el allanamiento anterior Hugo había pedido una certificación-, Agarraron una hoja del diario El Argentino y Mondragón ahí puso que se hacía responsable de la detención”, refirió.

“Me fui muy nervioso, hacía mucho frío. Entré a un Torino. El chofer era de apellido Álvarez y manejó hasta el regimiento. Me hicieron ingresar a una habitación de suboficiales y me acosté a dormir. Al otro día me trajeron mate cocido. De noche hubo un movimiento que era raro en el lugar. Me acosté vestido, y cuando estaba durmiendo entró alguien que me vendó los ojos, me sacó a empujones y creo que me subieron a un Falcon por el ruido del motor. Ahí adentro me dijeron que hable porque sino iba a desaparecer como mi hermanito montonero. Aseguraban que era el segundo jefe de montoneros en Formosa. Yo respondí que no conocía Formosa, entonces el chofer me pegó una cachetada. En el Falcon iban tres o cuatro personas, aunque no sé quienes eran porque estaba vendado y esposado”, detalló. “Además, en el baúl iba otra persona que cargaron en la ruta. Le decían El Ruso y era Jorge Felguer”, añadió

En el auto viajaron alrededor de una hora y media. Hubo una curva y entraron por un garage. “En el lugar había una escalera caracol donde me subieron y me dejaron. Pasaron unos minutos y escuché que a la persona que había viajado en el baúl la empezaron a torturar”. 

Angerosa contó que oía los desgarradores gritos de Felguer mientras era torturado. “A él le dieron una tortura salvaje durante horas. Gritaba y se escuchaba la picana eléctrica, las patadas y las trompadas. Estaba en una habitación continua”, declaró. Identificó que el lugar donde estaba era la Policía Federal de Concepción del Uruguay porque alguien que trabajaba ahí atendió el teléfono.

“Ahí adentro me pedían que hablara. Me preguntaron por los Martínez Garbino, por Bachetti, por Richardet. Me pegaron chachetadas, me pasaron la picana. Me decía que cuando saliera de ahí mi hermano no iba a existir. Estuve varios días sin comer y sin tomar agua. Tuve muchísimo frío, pero el sufrimiento más grande fue escuchar las torturas que aplicaban a otras personas. Ni los animales son tan salvajes”, refiró. 

Antes de dejarme en libertad me volvieron a llevar a la habitación donde había estado inicialmente. Volví a viajar. Siempre estuve vendado. Llegué débil, delgado, blanco, me sacaron la venda con nafta porque no podían. Me trajeron comida bastante buena, me hicieron bañar y me revisó un médico que era Juan Antonio Zaccaría. Era para ver si tenía secuelas de tortura, me encontró muy débil, me preguntó si tenía dolores. Estuve varios días en el Regimiento. Era 11 de octubre cuando salía a la calle”, concluyó.

“Que sepan los militares que siempre han sido unos idiotas útiles”

“En septiembre del '76 estaba haciendo el servicio militar en Villaguay. Una noche estando de guardia, cayó un pelotón que me apuntó. Me agarraron entre varios y me llevaron de mala manera hasta el edificio de la guardia. Pasé la noche en un calabozo. Después me sacaron y me llevaron a un apartado para que me interrogue un capitán. Esa persona me preguntó por mi apellido. Horas después, me sacaron del regimiento en una ambulancia”, comenzó Jorge Felguer

“Íbamos por la ruta. En un momento hicieron una parada en lo que parecía una Comisaría. Volvimos a emprender viaje y veo una baliza de un patrullero que estaba estacionado en sentido contrario. Nosotros íbamos como rumbo a Gualeguaychú. En el acceso a San Antonio estaba el patrullero de la Policía de la provincia y un Falcon. Ahí me bajaron y llegué a ver a tres personas”, detalló. 

“Fue todo muy rápido. Con una cinta adhesiva ancha me vendaron los ojos, me ataron manos y piernas y me metieron en el baúl del auto. Ahí me preguntaron si era montonero, me pegaron y me tiraron al baúl. Me dí cuenta que el rumbo que tomamos era a Concepción del Uruguay. En un momento dan una vuelta, el auto para y se escucha que abren un portón. Me bajaron y me llevaron a un lugar”, narró. 

“Ahí me subieron por una escalera caracol. Me sacaron la ropa y me acostaron en el elástico metálico de una cama. Estaba estaqueado, me mojaron y comenzaron a darme muchas trompadas. Después me pusieron la picana, primero en los testículos, pero nunca la sacaron de mi cuerpo. Mientras uno me picaneaba, otros dos se divertían haciéndome el submarino que les habían enseñado de la Escuela Francesa”, relató. 

“Todo el tiempo me preguntaban cuál era mi nombre de guerra. Cuando se cansaron de torturarme, me dejaron en la parrilla. Se fueron y sólo quedó uno. Un vigilante que estaba con una vara pegándome e intentando introducírmela en el ano para que no me duerma”, aseguró. 

“Después de eso, me llevaron a otro lugar. El chofer del auto me decía: Polilla, sabés donde estuvimos, le dije Concepción. Me respondió que estaban cruzando el puente internacional, pero intuí que me quería confundir. Luego me tiraron a la caja de un camión que era un unimok del Ejército. En un momento, llegamos. Me llevaron a una habitación. Al rato, vino un suboficial y me sacó la venda con nafta. Tenía los ojos infectados por la cantidad de días. Cuando se aclaró mi vista vi que estaba en una habitación con dos camas y un ropero. Cuando me pude parar, el ropero tenía una inscripción que decía Regimiento de Caballería de Gualeguaychú”, asentó. 

“Antes o después de la comida, vino un médico a revisarme. Lo que recuerdo es que esa noche me trajeron la comida más rica de mi vida: un bife de costilla con papa y huevo. Estaba muy lastimado, por las estacas, me recetaron vitaminas. Estuve como dos meses”, describió. 

Luego de eso lo llevaron a Concordia donde terminó el Servicio Militar. “Siempre me hicieron sentir que no era uno más. Fue una época terrible. Tuve mucho miedo. Pasó el tiempo y me dieron la baja en Villaguay”, aseguró. 

Luego de eso viajó a Buenos Aires y su cuñado lo alojó en un campo de Córdoba. Dijo que deambuló años buscando trabajo, pero cuando le preguntaban sus datos personales no se animaba a darlos. 

“Lo único que espero es que esto sirva para empezar a saldar cuentas. Que esto le sirva a las nuevas camadas de militares para saber que la impunidad no es eterna y en algún momento van a tener que dar cuenta. Que no pueden hacer lo que quieren con la vida de las personas. Que sepan que siempre han sido unos idiotas útiles”, finalizó. 

Peluffo, el detenido que se convirtió en policía

José Peluffo juró por Dios decir la verdad. Dijo que de los imputados, al único que conoce es a Rodríguez por la prensa. Indicó que fue secuestrado mientras participaba de un concurso de ajedrez. “Entraron tres personas violentamente, me sacaron y me metieron en un Falcon verde. Me llevaron a la delegación de la Policía en Concepción del Uruguay. Ahí me preguntaron por libros de Cook y de Marx. Yo respondía que no sabía, ya había terminado 5to. Año”. 

Asimismo, señaló que estuvo en ese lugar seis días, que le daban de comer lo que le llevaba su familia y que se pudo bañar dos veces. Cuando lo sacaron, ingresó a la Policía de Entre Ríos. Como agente se desempeñó durante 15 años en La Histórica. 

Este viernes recordó poco acerca de sus compañeros estudiantes. Describió un ambiente bastante ameno en el lugar de secuestro. Ahora, es periodista y tiene una radio en esa ciudad. Aseguró que en nunca supo del uso de la picana eléctrica en Concepción. 

También, dijo que ingresó a la Policía para ayudar económicamente a sus abuelos, pero que su sueño siempre fue "el estudio", y que ahora se está recibiendo de abogado en la Universidad Siglo XXI. 

Tras el testimonio, Pagliotto consideró: “Estábamos ante un flagrante delito de falso testimonio”, y pidió la reserva de casación. 



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