viernes, 29 de julio de 2011


DR RODOLFO ORTEGA PEÑA ¡PRESENTE!

El 31 de julio se cumple un nuevo aniversario del asesinato del compañero y colega Rodolfo Ortega Peña, quien fuera uno de los fundadores de la histórica Gremial de Abogados que nos precediera, nos honrara y en la que nos sentimos identificados.-

El “Pelado” Ortega Peña fue asesinado por un comando de las Tres A, un grupo fascista integrado por fuerzas de seguridad y militares y por bandas de asesinos de la Derecha y la burocracia sindical peronista durante el Gobierno de Isabel Perón y López Rega.

El compañero Ortega Peña, fue además un militante de la causa Revolucionaria, un colega que prestigió la profesión y el ejercicio del Derecho defendiendo presos políticos, perseguidos o represaliados.- Homenajeamos al mejor de nosotros, al compañero, al historiador que enfrentó la versión liberal de la Historia, al periodista, al duro militante que jamás percibió matices dentro del sistema capitalista de explotación y miseria, e incluso al peronista revolucionario que no transó jamás con las conducciones burocráticas y traidoras tanto sindicales como políticas.-

Rendiremos tributo al abogado comprometido, a quien puso su profesión al servicio de los que lucharon por trasformar una Argentina explotada en una Argentina libre.-

LA GREMIAL DE ABOGADOS convoca a todos a este homenaje, y muy especialmente a quienes lo conocieron, lo trataron y vivieron en su tiempo.-

A todos ellos extendemos nuestro reconocimiento y homenaje por el aporte que hicieron con sus luchas y sacrificios.-

LA GREMIAL DE ABOGADOS llama a los que luchan por un mundo y una Argentina sin explotadores ni explotados, sea cual fuere el lugar desde donde pretenden alcanzar estos objetivos a que participen en este homenaje, sin prevenciones ni exclusiones de ningún tipo y con el único objetivo de estar presentes en un reconocimiento -quizás tardío- pero no por ello menos urgente.- LA GREMIAL DE ABOGADOS llama a los y las colegas, a los abogados y abogadas, los que ejercen la profesión con dignidad, los que estuvieron siempre cuando se los necesitó, los y las colegas que desde años enfrentan en los Tribunales a los genocidas de la Dictadura, los jóvenes abogados que ya se empiezan a foguear en las defensas de luchadores populares, piqueteros, sindicatos, trabajadores, etc.- Llamamos a los abogados y abogadas que en los barrios asisten a los pibes, incluso a los "pibes chorros", a los negritos, a los arrasados por el paco y las necesidades, llamamos a los y las colegas que enfrentan y discuten las cuestiones de genero, como así también a los que ponen su profesión de abogados al servicio de las causas ambientalistas y muchas veces sufren en carne propia las consecuencias de la represión.- A que se presenten a rendir tributo al abogado caído.- LA GREMIAL DE ABOGADOS llama asimismo a los abogados laboralistas, los que trabajan en sindicatos o a disposición de juntas internas y cuerpos de delegados, y los que ejercen libremente la profesión luchando por los derechos de los trabajadores.- LA GREMIAL DE ABOGADOS llama a las organizaciones sociales, sindicales, barriales, y políticas, cualquiera sea el proyecto político e ideológico que sustenten y el espacio que los contenga, a que participen en ésta actividad y rindan homenaje a un abogado compañero, a uno igual al que seguramente los asiste día a día en sus luchas, a uno de los que iniciaron este camino.- Llamamos a los y las colegas de todas las provincias argentinas, los que deben enfrentarse en soledad con estructuras feudales, oprobiosas y arbitrarias, a los y las colegas que viajan cientos de kilómetros para una defensa y/o para acompañar a una pobre familia en los diarios dramas de los gatillos fáciles y muertes nada dudosas a manos de policías con toda la impunidad de los poderes políticos.- A colegas que sufren necesidades económicas no muy diferentes a las de sus representados.-

A todos ellos a que nos hagan llegar sus adhesiones.- LA GREMIAL DE ABOGADOS participará activamente en el acto de homenaje al que se llama desde diferentes agrupaciones y compañeros históricos que han compartido, vivido y acompañado las luchas del querido "Pelado" Ortega Peña.-

HOMENAJE

VIERNES 29 DE JULIO 19HS.

Sindicato de Farmacia Rincón 1044 Cap. Fed.

Buenos Aires, Argentina, julio de 2011


Ragone: acusaron a Guil y ratificaron la conexión entre Ejército y Policía
Tres de los seis testigos que declararon ayer en el juicio oral y público por el secuestro y desaparición del ex gobernador Miguel Ragone hicieron aportes que comprometen más al ex director de Seguridad de la Policía, Joaquín Guil, con los crímenes de lesa humanidad cometidos antes y durante la dictadura cívico-militar iniciada en 1976.
Audiencia en el juicio por Ragone.
La primera testigo, Rosa Muruaga, contó que un policía que era su pareja, Pedro Bonifacio Vélez, desaparecido en 1977, le confesó haber participado del secuestro y que el ex primer mandatario había sido asesinado.
La jueza de Corte Cristina Garros Martínez contó que fue detenida y llevada al Ejército, donde fue sometida a torturas; luego, ya en la cárcel de Villa Las Rosas, reconoció la voz de Guil que se regocijaba reconociéndola entre las detenidas alineadas, con los ojos vendados, con la cara hacia la pared: "Por fin caíste", le dijo tocándole el hombro. Eduardo Sángari, que completó su testimonio en la víspera, ratificó que Guil le pidió permiso para infiltrar policías espías en la Universidad Nacional de Salta.

Muruaga fue pareja de Vélez durante dos años. "Sé que él estuvo en el secuestro y muerte de Ragone", largó ayer ni bien comenzó a declarar, a instancias del abogado Martín Avila, querellante por las secretarías de Derechos Humanos de la Nación y de la Provincia. "Un día llegó a casa y me contó que lo habían secuestrado al doctor Ragone. Solamente sé lo que me contó. Me dijo que lo habían secuestrado, matado y enterrado camino a San Lorenzo", añadió.

Muruaga detalló que los dos que estuvieron juntos no tuvieron un hogar fijo, dijo que luego recién comprendió que se ocultaba. Recordó que Vélez "siempre" le decía que "si le pasaba algo era porque Joaquín Guil lo había mandado a matar. Y que me fuera de aquí. Y así hice, me fui a Buenos Aires". Regresó recién en 1986, ya en democracia. Muruaga sostuvo que el día que Vélez le contó lo de Ragone "parecía drogado", que se fue a dormir y luego no recordaba nada. El policía, que era radio operador en Pichanal, fue secuestrado en mayo de 1977 (o mayo de1976, según otros testimonios) del hotel Napoli, donde estaba junto a Muruaga. La mujer recordó que lo buscaron tres hombres. Por los dichos de la madre y de una hermana del policía se sabe que fueron tres policías: entre ellos Raúl "Gringo" Toledano. Vélez tenía otra pareja, Carmen Nieto, que residía en Pichanal y con la cual tenía un hijo. Ella fue secuestrada y desaparecida en mayo de 1976.
Fuente: Nuevo Diario
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La vicepresidenta de la Corte de Justicia declaró en el juicio por Ragone, como sobreviviente de la dictadura

Emotivo testimonio de la jueza Garros Martínez

Sufrió detenciones y atentados; la funcionaria contó lo que sufrió antes y durante el proceso. El juicio continuará el 8 de agosto.

jueves 28 de julio de 2011 Salta
MAGISTRADA. GARROS MARTINEZ RECORDÓ CON DOLOR SUS VIVENCIAS.
MAGISTRADA. GARROS MARTINEZ RECORDÓ CON DOLOR SUS VIVENCIAS.

La jueza de la Corte de Justicia de Justicia de Salta, Cristina Garros Martínez, no pudo contener su emoción al declarar ayer como testigo en el juicio por el secuestro y desaparición del exgobernador Miguel Ragone (ocurrido el 11 de marzo de 1976), de quien era amiga y compañera de militancia de la lista Verde del peronismo. Para esta sobreviviente del terrorismo de Estado, fue demasiado fuerte recordar los aciagos días de la dictadura cuando fue víctima de detenciones extrajudiciales, persecuciones, amenazas y atentados con explosivos en su domicilio.

La vicepresidenta de la Corte fue detenida el día del golpe de Estado, el 24 de marzo de ese año, y estalló en llanto al revivir aquel dramático momento. Estaba sola esa noche, con sus tres hijas pequeñas, cuando la policía allanó su vivienda de avenida Belgrano al 1.900 y se la llevaron con rumbo desconocido. “Los que entraron eran policías uniformados; me subieron a un auto ocupado por civiles y alguien ordenó que me vendaran los ojos y me ataran las manos”, contó. Por el recorrido que efectuó el vehículo, la magistrada cree que la condujeron a la Guarnición Ejército Salta, donde permaneció varios días sin ver la luz.

Garros Martínez recordó tres episodios en ese cautiverio. “Una noche me sacaron con otros detenidos por un camino de tierra y nos hicieron un simulacro de fusilamiento; después de escuchar los tiros pensé que era la única que me había salvado”, relató. Otro día la hicieron presenciar una sesión de tortura del psiquiatra Mario Falco, a quien le sumergían la cabeza en el agua. “Luego me trasladaron a la sala de interrogatorio, donde me preguntaban qué sabía de las actividades de Ragone”.

Informó que el día que la sacaron de ese centro clandestino para alojarla en el penal de Villa Las Rosas, una voz conocida le dijo al oído: “Por fin caíste”. Era el comisario Joaquín Guil: “No tengo duda de que era Guil. Había hablado muchas veces con él por los hábeas corpus que había presentado por la detención de varios compañeros, antes del golpe de Estado, entre ellos el doctor Farat Sire Salim”, señaló. En la unidad carcelaria compartió celdas con Ana María Giacosa, Elisa López, Silvia Troyano, entre otras.

La testigo apuntó que las persecuciones comenzaron luego de la intervención de Alejandro Mosquera, cuando fue cesanteada como juez Laboral, junto a Roberto Castro y Yolanda Bargardi. “La doctora Bargardi no tenía militancia, pero quedó marcada un día que fue con Ragone a la clínica donde tenía a mi hija y se ofrecieron a ser los padrinos”, subrayó. Cuestionó al Colegio de Abogados de entonces, al sostener que sus autoridades “le dieron la bienvenida al golpe” y que la entidad quedó vacía “porque todos sus miembros asumieron como jueces del proceso. Me exilié en Bolivia y volví con el retorno de la democracia”, afirmó.

El juicio por el crimen de Ragone continuará el 8 de agosto.

“Dijo que quemaron el cuerpo”

jueves 28 de julio de 2011 Salta




Ayer también declaró Rosa del Carmen Muruaga, ex pareja del policía Pedro Bonifacio Vélez, desaparecido en 1977. Comentó que en una oportunidad, en presencia de su hermana, Vélez confesó que participó del secuestro de Ragone y que quemaron el cadáver en el camino a San Lorenzo. “En ese tiempo yo no me daba cuenta de estas cosas”, afirmó ante una pregunta del querellante Martín Avila.. Y agregó que “que ese día mi hermana me advirtió que parecía que estaba drogado”. En otra ocasión -refirió- Vélez le dijo: “Si me pasa algo, es por culpa de Guil”. Contó que el policía viajaba siempre a Pichanal y luego se enteró que allí tenía a su esposa, Carmen Nieto, quien también desapareció. La mujer dejó entrever que Vélez se sentía perseguido porque no tenían un lugar fijo de residencia y que el día que desapareció estaban en el hotel Napoli, en la calle Mitre. “Esa noche lo fueron a buscar y me dijo que ya volvía; fue la última vez que lo ví”, subrayó. Muruaga describió a un “gordito, bajo, colorado y pecoso”, como la persona que siempre lo buscaba. ¿Sabe si lo llamaban el Gringo Toledano?, preguntó el abogado David Leiva. “Sí, era ese”, respondió.

El abogado Virgilio Bravo Herrera relató que en 2003 un vecino del paraje “La Ollada”, en Coronel Moldes, le llevó una bolsa con huesos humanos hallados en una finca y ante la sospecha de que podría tratarse de restos de Ragone dio intervención al juez Miguel Medina. “Lamentablemente esto no se investigó como debía”, se quejó. Identificó como dueño de esa finca a Juan Carlos Moreno, un militar que luego se suicidó.

Fuente: El Tribuno


La expulsión de los mendigos, investigada 34 años después

27/07/11

PorPablo Calvo

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    PACHECO. ERA EL “MENDIGO SABIO”. FUE UNA DE LAS 25 VICTIMAS DE BUSSI.

    La expulsión de los mendigos. Por Pablo Calvo y María Arce.

    Pasaron 34 inviernos desde la redada. Policías de Tucumán cazaron mendigos durante tres días, los encerraron en la comisaría 11 y los metieron en un camión que los llevó hasta el límite con Catamarca, donde los tiraron.

    Fue una historia mínima, pero emblemática de lo que fue la brutalidad de la dictadura.

    El destierro de 25 vagabundos se produjo el 14 de julio de 1977 y fue otro crimen sin castigo de los militares. La novedad es que ahora comenzrá a ser investigado por la justicia federal.

    La Unidad de Coordinación y Seguimiento de las Causas por Violaciones a los Derechos Humanos inició la tarea de mandar oficios a testigos y medios de comunicación, con la idea de encarar una reconstrucción histórica del caso, producido cuando el general Antonio Domingo Bussi era el mandamás de la provincia.

    El disparador de esta causa, indicaron fuentes judiciales, fue la aparición del libro “Los mendigos y el tirano” , que revela la foja secreta de Bussi y los pasajes inéditos del juicio que el militar le entabló al escritor tucumano Tomás Eloy Martínez, un verdadero custodio de la memoria de los linyeras.

    A lo largo de su obra literaria y periodística, Martínez buscó que el caso no cayera en el olvido y lo vistió de metáforas en sus novelas La mano del amo , Santa Evita y Purgatorio .

    También lo abordó en artículos que escribió para Página/12 y La Nación, en uno de los cuales señaló a Bussi por la barrida de los mendigos y lo llamó “feroz exterminador de disidentes”, “maniático de la limpieza” y “tiranuelo de Tucumán”.

    Ofendido, Bussi reclamó 100 mil pesos por su “honor” afectado y exigió que no lo llamaran más “tirano”.

    Además, por primera vez, el todopoderoso gobernador de facto y jefe del Operativo Independencia admitió que la expulsión de gente pobre fue “una aberración, aunque no un delito” .

    Bussi perdió ese juicio por su “honor” contra el biógrafo de Perón. “Y nunca pagó las costas del juicio”, pese a que llegó a tener más de 120 mil dólares en Suiza, reveló el abogado Ricardo Monner Sans, quien defendió con éxito a Tomás Eloy Martínez.

    El general fue condenado a perpetua por la desaparición de un senador tucumano y perdió su grado militar, entre otros juicios que afronta actualmente.

    El jueves pasado se cumplieron 34 años de la partida del camión con los mendigos por la ruta 38. Se sabe ahora que 24 fueron rescatados por los catamarqueños, pero uno, quizás granadero de la Casa Rosada durante el primer peronismo, apareció rígido en un quebrachal.

    Tomás Eloy Martínez ambientó su última novela en parajes inhóspitos de Catamarca. Los protagonistas, perseguidos por la dictadura, se toparon con un grupo de mendigos que escapaban de la muerte y el olvido.

    Fuente: Clarin, miercoles


    -- La Agencia de Noticias DH, es autonoma y es editada en la Capital Federal desde diciembre 2007

    miércoles, 27 de julio de 2011

    Juicio por Ragone

    por Elena Corvalan

    Testigos acusaron a Guil y ratificaron

    la conexión entre Ejército y Policía

    Tres de los seis testigos que declararon ayer en el juicio oral y público por el secuestro y desaparición del ex gobernador Miguel Ragone hicieron aportes que comprometen más al ex director de Seguridad de la Policía, Joaquín Guil, con los crímenes de lesa humanidad cometidos antes y durante la dictadura cívico-militar iniciada en 1976.

    La primera testigo, Rosa Muruaga, contó que un policía que era su pareja, Pedro Bonifacio Vélez, desaparecido en 1977, le confesó haber participado del secuestro y que el ex primer mandatario había sido asesinado. La jueza de Corte Cristina Garros Martínez contó que fue detenida y llevada al Ejército, donde fue sometida a torturas; luego, ya en la cárcel de Villa Las Rosas, reconoció la voz de Guil que se regocijaba reconociéndola entre las detenidas alineadas, con los ojos vendados, con la cara hacia la pared: “Por fin caíste”, le dijo tocándole el hombro. Eduardo Sángari, que completó su testimonio en la víspera, ratificó que Guil le pidió permiso para infiltrar policías espías en la Universidad Nacional de Salta.

    Muruaga fue pareja de Vélez durante dos años. “Sé que él estuvo en el secuestro y muerte de Ragone”, largó ayer ni bien comenzó a declarar, a instancias del abogado Martín Avila, querellante por las secretarías de Derechos Humanos de la Nación y de la Provincia. “Un día llegó a casa y me contó que lo habían secuestrado al doctor Ragone. Solamente sé lo que me contó. Me dijo que lo habían secuestrado, matado y enterrado camino a San Lorenzo”, añadió.

    Muruaga detalló que los dos que estuvieron juntos no tuvieron un hogar fijo, dijo que luego recién comprendió que se ocultaba. Recordó que Vélez “siempre” le decía que “si le pasaba algo era porque Joaquín Guil lo había mandado a matar. Y que me fuera de aquí. Y así hice, me fui a Buenos Aires”. Regresó recién en 1986, ya en democracia.

    Muruaga sostuvo que el día que Vélez le contó lo de Ragone “parecía drogado”, que se fue a dormir y luego no recordaba nada.

    El policía, que era radio operador en Pichanal, fue secuestrado en mayo de 1977 (o mayo de1976, según otros testimonios) del hotel Napoli, donde estaba junto a Muruaga. La mujer recordó que lo buscaron tres hombres. Por los dichos de la madre y de una hermana del policía se sabe que fueron tres policías: entre ellos Raúl “Gringo” Toledano. Vélez tenía otra pareja, Carmen Nieto, que residía en Pichanal y con la cual tenía un hijo. Ella fue secuestrada y desaparecida en mayo de 976.

    “El golpe, doctora ”

    La jueza de Corte Cristina Garros Martínez relató ayer la secuencia de persecución que sufrieron los militantes del ala más progresista del peronismo y que en su caso derivó en la detención el 24 de marzo de 1976. “El golpe, doctora”, le dijo el policía por toda explicación cuando ella abrió la puerta ante el llamado. .

    Recordó que su amistad con Ragone se inició cuando como miembros de la Lista Verde, interna del PJ, recorrían localidades de la provincia, brindando asesoramiento legal sobre cuestiones laborales ella y él atendiendo los problemas de salud; “por eso lo llamaban el médico del pueblo”, explicó con la voz empequeñecida por la emoción.

    Garros Martínez llegó a Salta recién recibida de abogada, y comenzó a asesorar a gremios, y enseguida comenzó a actuar en defensa de presos políticos. En julio de 1973 fue designada jueza laboral, cargo del que fue dejada cesante en 1975, un destino compartido por otros jueces como Roberto Castro, Edmundo Pieve, Blanca Herrera y Yolanda Bargardi. “Yo creo que a partir de ese decreto quedamos marcados. Porque todos éramos justicialistas”. Si bien hizo la salvedad de que Bargardi no era peronista, consideró que compartió su suerte por su amistad con ella misma y con Ragone.

    Contó que en el 75 comenzaron también las “persecuciones y allanamientos” a su casa. Hasta que el 24 de marzo de 1976 fue detenida. Con pausas para controlar la emoción y pedidos de disculpas por su llanto, la jueza narró que aunque los que la buscaron estaban uniformados, fue subida a un automóvil particular, por hombres de civil. En el vehículo le cubrieron los ojos y le ataron las manos. “Pensé que iba a ser una desaparecida”, contó. Su sentido de la orientación la llevó a concluir que la trasladaron al Ejército, lo que confirmó posteriormente cuando, en una ocasión en que la llevaron al baño y se le corrió un poco la venda, pudo ver los eucaliptos “que todavía están ahí”.

    En el Ejército estuvo varios días. La sacaron tres veces. Primero la tiraron en la parte trasera de una camioneta, junto a otros detenidos, los trasladaron hasta un punto en el que hicieron simulacros de fusilamiento. Estaban vendados y las ráfagas les hicieron creer que los fusilados eran los compañeros de tragedia.

    La segunda vez le obligaron a escuchar las declaraciones de otros detenidos, entre ellos la del médico Mario Falco. “Yo escuché las declaraciones de él mientras al parecer le sumergían la cabeza en agua”. La tercera vez fue para que tomarle declaración a ella. Entonces la interrogaban sobre Ragone hasta que otro torturador ordenó: “De ese no le preguntes porque ese ya no nos interesa”.

    Luego, ya trasladada a la cárcel, sufrió la presencia de Guil, cuya voz conocía debido a que como abogada de presos políticos solía entrevistarse con él. “Me tocaron de atrás y me dijeron: ‘Al fin caíste’ y ahí yo le reconocí la voz de Joaquín Guil”, sostuvo.

    Garros Martínez fue liberada tiempo después y, tras soportar una bomba en su casa y dos detenciones de horas, sin ser registrada, terminó exiliándose en Bolivia, de donde regresó recién en la democracia.

    Ayer también declararon el abogado Raúl Virgilio Bravo Herrera y Manuel Benjamín Leal, esposo de Margarita Martínez de Leal, la mujer que presenció el secuestro de Ragone y recibió un disparo en el brazo. Dijo que Guil fue a visitarla en su casa y que habló a solas con ella, aunque aseguró que no recibieron presiones.

    Siete hombres están siendo juzgados acusados por la desaparición de Ragone: los militares Carlos Alberto Mulhall y Miguel Gentil; los policías Guil, Andrés Soraire, Pedro Herrera y Javier Herrera y el civil Héctor Zanetto. Las audiencias se retomarán el 8 de agosto, con más testimonios.

    (P/recuadro)

    El recuerdo de Nazario

    El último testigo de ayer fue el ex dirigente sindical y ex senador provincial Julio Aguirre. Habló sobre las detenciones sistemáticas que sufrían los sindicalistas y obreros, y las desapariciones y homicidios, como el caso de Guillermo Alzaga.

    El mismo fue detenido reiteradamente entre 1976 y 1983. En una de esas detenciones, en 1978, fue derivado al Centro Clandestino de Detención (CCD) El Olimpo, en Buenos Aires. Allí fue torturado por un grupo de tareas que encabezaba el Comandante Estevez, como se lo conocía en esos ámbitos a Sergio Nazario, el que en la década del noventa devino en secretario de Seguridad de la segunda gestión de gobierno del actual senador nacional Juan Carlos Romero.

    “Este señor, creo que su nombre completo es Sergio Raúl (Nazario), ostentaba el grado de encargado o responsable de las torturas”. “El ordenaba cómo se hacían, la duración”, recordó el testigo.

    En 1997 Aguirre reconoció a Nazario viéndolo por televisión, en sus funciones de secretario de Seguridad romerista. El represor también fue denunciado por el gendarme Omar Torres. A pesar de la contundencia de las acusaciones, Romero se tomó su tiempo para relevarlo del cargo al que había accedido en 1995. Antes de llegar a la función pública, como parte de la empresa de seguridad privada Vanguardia, Nazario estuvo a cargo de la vigilancia en el diario El Tribuno, propiedad de la familia Romero.

    El colaboracionismo del

    Colegio de Abogados

    En 1976, mientras muchos abogados eran perseguidos, detenidos y desaparecidos, el Colegio de Abogados de Salta (igual que otras organizaciones) prefirió encuadrarse entre los colaboracionistas del golpe de Estado.

    “El Colegio de Abogados sacó un comunicado dándole la bienvenida al golpe, a pesar de que muchos abogados estábamos presos”, recordó ayer la jueza de Corte María Cristina Garros Martínez.

    En el mismo sentido recordó que cuando fue liberada fue “mucha gente de los gremios” a ayudarla a recomponer su casa y su oficina, destruidas por los atentados, “pero nadie del Colegio de Abogados, nadie”. Añadió que más tarde la comisión directiva del Colegio quedó acéfala porque “fueron designados jueces todos esos de la comisión directiva del Colegio”.

    martes, 26 de julio de 2011

    Andres del Valle Soraire

    Testigo ratificó que el policía Soraire

    participó del secuestro de Ragone

    Domingo Nolasco Rodríguez reiteró ayer que los militares no querían que se investigara el crimen de su hermano Oscar Rodríguez porque había sido cometido por policías implicados en el secuestro y desaparición de Miguel Ragone. Dijo que policías “hacían muertes ahí en Metán, por indicación de los militares”. Entre estos policías se contaba Andrés del Valle Soraire, que ahora está siendo juzgado por este hecho.

    Con énfasis, Rodríguez insistió en que este conocimiento le llegó, en mayo de 1977, de boca del propio jefe de la Policía de Salta, el coronel Carlos Alfredo Carpani Costa, quien lo amenazó de muerte advirtiéndole que “esa gente” no podía ser investigada debido a que había participado en el crimen contra el ex gobernador. Luego la amenaza le fue reiterada, en Metán, por el subjefe de Policía, mayor Juan Carlos Grande. También involucró a otros policías en el conocimiento de estos sucesos, quien por entonces era director de Seguridad, el comisario Joaquín Guil, que está siendo juzgado ahora por el secuestro de Ragone; el comisario Enrique Trovatto y un comisario o subcomisario de apellido Saravia, un cabo de igual apellido y los policías, Perelló y Acosta.

    Rodríguez declaró ayer bajo la figura de la instrucción suplementaria. La medida fue dispuesta por el Tribunal, integrado por los jueces Marta Liliana Snopek, Carlos Jiménez Montilla y Luis Giménez, y el cuarto juez José Quiroga Uriburu, para permitir el testimonio a pesar de que uno de los siete acusados, Carlos Alberto Mulhall, está enfermo y no podía escuchar la audiencia. Ocurre que Rodríguez debe ser operado con cierta urgencia y se estima que estará convaleciente unos 60 días.

    Los jóvenes Oscar Rodríguez y José Lino Salvatierra fueron asesinados el 10 de mayo de 1977. Sus cuerpos aparecieron en el paraje El Tunal, en la zona de Metán, de donde eran oriundos, con una leyenda que indicaba que habían sido muertos por cuatreros. En Metán operaba (como ocurría también en parajes rurales de Tucumán) el grupo parapolicial Guardia del Monte, que bajo el paraguas de la lucha contra el abigeato obtenía beneficios de parte de los grandes productores de la zona.

    Los hermanos mayores de Oscar, Segundo Bernabé y Domingo Nolasco, que se dedicaban al transporte de carbón y tenían tratos con la Policía porque –según recordó ayer el segundo- estaban obligados a entregar 100 litros de combustible a la Policía como contribución a la lucha contra el terrorismo, investigaron el hecho. “A los tres días sabía quiénes eran (los asesinos)”, sostuvo ayer Rodríguez. Habían logrado establecer que los primos habían sido atacados por miembros de la Guardia del Monte, Soraire y Fortunato del Valle Saravia, Santos Leonides Acosta y Miguel Ángel Corvalán; los habían matado cerca de El Tunal; sabían también en qué vehículos se habían movilizado los ejecutores, dónde habían enterrado la ropa ensangrentada. Con esos datos hicieron las denuncias. Pero “como no hacían justicia, no hacían absolutamente nada”, vinieron a Salta Capital a entrevistarse con un militar amigo, Molina Colombres, quien los llevó a hablar con el teniente Isidro de la Vega. Este a su vez les dijo que se trataba de un hecho policial, por lo que volvieron a hablar a la Jefatura de Policía.

    Entonces los hermanos tuvieron una reunión con Carpani Costa, Grande y el director de Seguridad, Joaquín Guil, que está siendo juzgado en este proceso. Rodríguez recordó que frente al jefe de Policía acusaron a Soraire, Saravia, Acosta y Corvalán y le pidieron justicia; Carpani Costa se mostró sorprendido, trató de disuadirlos de esta idea y finalmente terminó confesándoles que “ellos no pueden quedar presos, ellos han participado del secuestro de Ragone”, y les propuso que nombraran “a cuatro o cinco personas” enemigas suyas, “que iban a ser muertas” como una forma de compensarlos.

    Rodríguez recordó que su hermano, Segundo, le respondió con un: “Cree que soy pelotudo”, lo que le valió una cachetada de Guil, porque “no se contesta así a un jefe policial”.

    Hubo entonces un amague de enfrentamiento en el que también intervino Domingo; luego ambos se fueron, con la amenaza de que debían olvidar el doble crimen.

    Pero los hermanos insistieron, y luego (otros testigos sostienen que fue en agosto de 1977), en Metán, una diligencia con los policías acusados, fue interrumpida por Grande, quien le recordó primero a Domingo Rodríguez la advertencia de que debía abanondar esta causa porque los acusados habían participado en el homicidio de Ragone, “si siguen en ésta van a aparecer todos muertos”, recordó el testigo que le dijo el militar, ya fallecido. Tras eso Grande fue a hablar con el juez Marcelo Avrutín Suárez, y luego l le hizo la misma advertencia al abogado de los Rodríguez, Jorge Zenteno Cornejo. El trámite y la causa, quedaron paralizados desde ese momento y el expediente quedó en manos de los hermanos, que recién volvieron a presentarlo con el regreso de la democracia.

    “Malandras”

    Rodríguez añadió que por esa misma noche fue detenido por un comisario o subcomisario Saravia y llevado a la comisaría de Metán, donde “me han torturado” advirtiéndole que desistiera de la causa. El testigo aseguró que, a pesar de ello, tenía la intención de continuar, pero no encontró abogado que lo ayudara.

    Con una verborragia que sacó de quicio a la presidenta del Tribunal, Rodríguez aseguró que nunca les temió a estos policías y militares, a quienes calificó de “malandras”, y los responsabilizó por las muertes cometidas en la década del 70 en la zona de Metán. “Son estos malandras. No son más de siete personas” los involucrados, aseguró. Los acusó de haber matado al contador y ex diputado provincial Luis Risso Patrón, y de haber participado de la masacre de Palomitas, entre otros hechos. “Ellos son los responsables de todas estas muertes. Con los militares; los militares sabían de los hechos grandes”, afirmó.

    En este juicio ya declararon Segundo Rodríguez, Olga Romano de Gómez Salas y Zenteno Cornejo. Todos coincidieron en la presencia de Grande en Metán, y que la causa quedó paralizada.

    El debate continuará hoy a partir de las 13, con más testimonios.

    viernes, 8 de julio de 2011

    Recordaron a las víctimas de Palomitas en emotivos actos
    La masacre de Palomitas, la matanza de al menos 11 presos políticos cometida el 6 de julio de 1976, fue recordada ayer con distintos actos que contaron con el bullicioso agregado de una murga proveniente de Rosario (de Santa Fe) que acompañó a los hijos de una de las víctimas.
    El acto central, realizado a la tarde en el Parque San Martín, donde se encuentran los monumentos que recuerdan este hecho, contó en realidad con la presencia de varios familiares que llegaron desde distintos lugares para compartir el homenaje a los asesinados en las cercanías de Palomitas. Los homenajes comenzaron a media mañana, cuando un grupo de familiares y de ex presos políticos (que estaban en la provincia participando de la Jornada Internacional de Expresos Políticos realizada por la Comisión de Ex Presos Políticos de Salta y la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados) fue hasta Palomitas, para homenajear a las víctimas en el lugar del hecho. Por la tarde, en el acto central, los familiares locales compartieron el momento con familiares venidos especialmente para la fecha: estaban Paula, sobrina de Amaru Luque de Usinger, también miembros de la familia Rodolfo Usinger; también Soledad Outes, hija de Pablo Outes, que vino desde España acompañada por su hija. Estaba también los hijos de Evangelina Botta de Linares, Melisa y Emiliano, quienes le pusieron alegría al recuerdo al llegar (desde Rosario, en Santa Fe) acompañados por una murga que cerró el acto con temas alusivos al homenaje. Y hablaron Blanca Lezcano, de Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Gremiales Políticas y Sociales; Elia Fernández, hija de María del Carmen Alonso e integrante de HIJOS, y Nora Loenard, hermana de Celia Leonard de Avila, cuñada de Benjamín Avila e integrante de la Asociación de Derechos Humanos Lucrecia Barquet. También hablaron representantes de fuerzas políticas. De este acto participaron también ex presos políticos de las provincias de la región. A esa misma hora, en el Concejo Deliberante de esta ciudad se hizo un acto para recordar a las víctimas de Palomitas. Allí la abogada Tania Kiriaco habló sobre el avance de las causas judiciales en las que se investigan crímenes de lesa humanidad. Día del abogado desaparecidoAl mediodía se llevó a cabo un homenaje en el Colegio de Abogados. En este caso fue a las víctimas de Palomitas pero también a los abogados desaparecidos durante la vigencia del terrorismo de Estado, dado que 6 de julio ha sido instituido como el día del abogado desaparecido víctima del terrorismo de Estado, en homenaje a los cinco abogados que entre el 6 y 8 de julio de 1976 fueron secuestrados y desaparecidos en Mar del Plata, hecho que se conoce como la Noche de las Corbatas. El homenaje fue propuesto por el coordinador de la Comisión de Derechos Humanos, Carlos Lezcano. Asistentes a este acto destacaron que el presidente del Colegio, Eduardo Romani, se comprometió a apoyar los procesos judiciales en los que se investigan los crímenes cometidos durante la última dictadura cívico-militar. La causa Palomitas está dividida en tres partes. En Palomitas I en diciembre de 2010 fueron condenados a prisión perpetua los coroneles retirados Carlos Alberto Mulhall, Miguel Raúl Gentil y Hugo Espeche. En Palomitas II se está próximo a dictar sentencia.Las víctimasMaría del Carmen Alonso, Benjamín Avila, Evangelina Botta, Celia Leonard de Avila, Georgina Droz, Amaru Luque de Usinger, José Povolo, Rodolfo Usinger, Roberto Oglietti, Pablo Outes Saravia y Alberto Sabransky. Las primeras informaciones daban cuenta de 16 víctimas y entre ellas se incluía a otras cinco personas que estaban detenidas en Jujuy: Dominga Alvarez, Jorge Ernesto Turk Llapur, Jaime Lara, Chamiz y Maria Alicia del Valle Ranzoni. De todos, solo el abogado Turk Llapur siguió siendo considerado entre las víctimas en Palomitas, pero finalmente también su caso fue apartado de la causa principal. Fuente: Nuevo Diario de Salta

    jueves, 7 de julio de 2011

    Tres notas sobre la Masacre de Palomitas de los diarios "El Tribuno" y "Nuevo Diario de Salta" del 2003 y 2008
    "La siniestra noche del carancho"

    Es un policía retirado que declaró en el juicio de la verdad y hoy vive protegido por disposición de la Justicia Federal.


    En el escrito que confió a El Tribuno, el testigo protegido recordó pasajes de su infancia, de su ingreso a la Policía de Salta y del horror que presenció aquella ominosa noche del 6 de julio de 1976 cuando doce presos políticos -siete hombres y cinco mujeres- fueron acribillados en el paraje Palomitas, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Salta, sobre la ruta nacional 34.

    El testigo de identidad reservada, que comenzó a desanudar su miedo en el Juicio de la Verdad abierto en 2002, aseguró que hoy siente que tanto en los organismos de derechos humanos de la Provincia y la Nación, como en la Justicia Federal, "hay voluntad para llegar a la verdad" luego de 32 años de impunidad.
    También aseguró que siente que la Policía hoy lo cuida noche y día y que "no es la misma" que la de aquellos años de sangre y terror. Esta es la historia escrita con su puño y letra.
    El carancho
    "Lo conocí desde muy chico sobrevolando su hábitat. Tenía pantalón corto cuando terminé mi escuela primaria. Estaba en mí la decisión de trabajar o estudiar. Un 21 de marzo, siendo mi cumpleaños ignorado por varios, quizás por ser Semana Santa, salí con mi honda o gomera.

    De pronto lo vi en un camino alternativo, disfrutando de un zorro apretado por un vehículo desprevenido. Era corpulento, de un plumaje marrón terroso, con garras y pico curvo, como aquel viejo pirata, y su cuello azulado.

    Al levantar su cabeza dejó ver esos ojos amarillentos, impregnados de un verde fecal. Fue entonces que busqué en mi bolsito la mayor piedra para mi honda, y me acuerdo que rocé el bollo y el pedazo de queso antes de encontrarla.
    Mientras ese corpulento bicho retrocedía, disparé. Mi débil mano y mi honda no hicieron mella. Entonces, carreteó, quizás por su buche lleno, antes de posarse sobre un altísimo algarrobo. Viéndolo hacer equilibrio, como un ducho trapecista, pensé: 'Si no pude con mi disparo teniéndolo cerca, mucho menos podré alcanzarlo donde está'. Sólo me restó contemplar su altivez y grandeza hasta que tomó vuelto, tan alto, como para vislumbrar de nuevo su territorio.
    La Policía
    Pasados los años, siendo aún joven, fui padre de una bella beba. Tenía que trabajar y por contactos políticos en 1973 ingresé a la Policía de la Provincia. No era mi idea, pero no me quedaba otra alternativa.

    Por un puntaje alto me mandaron a la Brigada de Investigaciones, lo cual me alegró porque evitaba el azulado uniforme. Dejo aclarado que en mi legajo figuran mis ascensos por el buen proceder como fiel asistente de la Justicia.
    La noche
    Llegó ese 6 de julio de 1976. Recuerdo que trabajaba en el turno de las 22 a 6 de la mañana. Bien trajeado llegué, como siempre, media hora antes. Una voz en el teléfono me dijo que tenía que presentarme en la sección Infantería en forma urgente. Lo hice y me encontré en una sala totalmente a oscuras, aunque por el tragaluz podía contemplar a unos jefes conocidos por mí.
    Me ordenaron que me pusiera un uniforme marrón terroso de la Policía de los años 50, al mismo tiempo que me decían que iba a ser una práctica de guerra y guerrilla. A pesar de las circunstancias, dije: 'Tengo que seguir aprendiendo'.

    El ejercicio consistía en cortar la ruta entre Güemes y Salta, con un vértice en un paraje leñero llamado Palomitas, y tenía que hacerlo en 10 minutos. Recuerdo que me encontré con una docena de policías de mismo uniforme, los cuales eran desconocidos para mí.

    Nos trasladamos al punto establecido y lo logré en 7 minutos. A toda velocidad fui a entregar mi trabajo, cuando me encontré con un uniformado de verde, imponente. Y me dijo: 'Su trabajo terminó. Vuelva a base'. Le respondí: 'Soy policía provincial, señor, y usted es militar', comprendiendo hasta ahí que todo era una práctica...
    Palomitas
    En una momento se abrieron las compuertas de un carro de asalto, a pocos metros de mí, y una voz firme dijo: 'Están en libertad, somos sus compañeros, huyan, a la izquierda tienen la ruta...' A pocos metros, salió corriendo la gente y los acribillaron por la espalda.

    Los fogonazos de las armas iluminaban más que los vehículos estacionados. Entonces pasó lo que jamás podré olvidar: jóvenes de ambos sexos, primero de rodilla, dieron gritos de lamentos, dolor y ayuda. Hasta ahora creo recordar sentir el llanto de un bebé.

    Ese verde corpulento me pegó un culatazo tan fuerte en mi rostro que hasta hoy tengo la nariz y boca desfiguradas.
    En el momento se hacía sentir más la llovizna y, como llorando el cielo, se entreveró con mis lágrimas, mi sangre, el olor a pólvora y a carne quemada.

    Cuando regresaba con esta tristeza, pasaron sobre nuestras cabezas dos aves llamadas zorros de agua, y como mudos testigos emprendieron su temerosa huida. Quizás por eso, cada vez que veo en las abuelas ese manto blanco en sus cabezas vuelvo a ese día cuando recordé el presagio del carancho del marrón terroso, el azulado y el verde fecal. Y recuerdo que ese día dije: 'Este carancho se dio el lujo de comer palomitas'.

    Fuente: El TribunoUn sorprendente testimonio

    Por Juan Antonio Abarzúa y Adrián Quiroga Navamuel, El Tribuno, Salta, 31 de Agosto del 2003

    Simeón Véliz tiene 74 años, fue un agente policial durante toda su vida. Jubilado hace más de dos décadas, está lúcido y en su memoria guarda un hecho para él -y para la historia- inolvidable: lo ocurrido la noche del seis de julio de 1976, a 17 kilómetros de su destino de entonces, la comisaría de General Güemes: la Masacre de Palomitas, en la que 11 presos políticos fueron acribillados a balazos por sicarios de la sangrienta dictadura militar que oscureció la Argentina durante siete aciagos años.

    Véliz, señala el sitio, ahora diferente, donde ocurrió el desastre Está jubilado, tiene 74 años y estuvo en el lugar de la masacre a pocas horas del hecho, en la ruta nacional 34. "Había pozos con sangre, orejas, dientes, pelos y miles de cápsulas de F.A.L. que levantábamos de la calle a puñados".

    Luego de casi tres décadas de investigaciones, Véliz, que paradójicamente sirvió durante 9 años de su carrera en el ya desaparecido destacamento de Palomitas, donde, en un calabozo, nació su hijo Jesús Vélix, ahora comisario y anotado con "x" "por un error del Registro Civil" que nunca arreglé", tomó una decisión: dar a conocer detalles de cosas que se mantenían en secreto y de las que jamás nadie había hablado: del contubernio y la conspiración montadas entre los militares de entonces y elementos del cuadro jerárquico de la policía de la provincia, antes y después del tan macabro como triste suceso.

    Y dio nombres que podrían resultar claves, por su evidentemente participación en la matanza: el entonces comisario de General Güemes, Oscar Correa y del inspector mayor (este cargo ya no existe en el escalafón) Héctor Trobatto, ambos retirados y residentes en cómodas viviendas de la capital y San Luis, respectivamente.
    Los acontecimientos

    La Masacre de Palomitas, comenzó a ejecutarse la mañana del seis de junio de 1.976, aunque su gestación, es evidente, había empezado mucho antes. Ese día, por la mañana, el comandante de la guarnición local, Carlos Alberto Mulhall, citó a su despacho al director del penal de Villa Las Rosas, Braulio Pérez y le comunicó que habría un traslado de presos políticos. A las 19.45, en el establecimiento carcelario, se presentó el entonces -ahora mayor retirado, millonario y propietario de una agencia de seguridad en la Patagonia- César Espeche, para retirarlos.

    Y dio dos órdenes: "esto no se anota en los registros", la primera. La segunda, fue más más compleja y tenebrosa aún: apagar todas las luces y retirar a los guardiacárceles de los pasillos a objeto de que la operación resultara lo más secreta posible; no permitir que los detenidos llevaran consigo dentaduras postizas, lentes de contacto ni ropa de abrigo, pese a que hacía mucho frío.

    Una de las víctimas, Raquel Leonard de Avila, debió dejar a su bebé, de pocos meses y que estaba con ella en el recinto puesto que todavía lo amamantaba. Pocas horas después de aquello, las 11 personas que integraban la fatídica lista elaborada por los militares golpistas, caían acribilladas a balazos en la ruta nacional 34, 17 kilómetros al Sur de General Güemes, en el paraje conocido como Palomitas.

    Las vivencias de Véliz

    "Nosotros no teníamos idea de lo que estaba ocurriendo ni lo que había sucedido con los detenidos que habían secuestrado desde Villa Las Rosas. Pero esa misma tarde, como durante varias semanas anteriores, las autoridades de la comisaría estaban nerviosas.

    Nuestro jefe, Oscar Correa, había recibido la visita de un inspector mayor que había venido de Salta, Héctor Trobatto, con el que se encerraba permanentemente en su oficina. Cuando salían, Correa se mostraba más nervioso aún, no así Trobatto, que tenía todo el aspecto de esos oficiales de película: delgado, atlético, muy serio, con bigotes y una mirada característica de los que tienen poder y saben mandar".

    "Me acuerdo muy bien de él porque es de por aquí cerca, de Betania, y había estado varias veces, durante los días previos a la masacre, en Güemes. El mismo nos había dicho que la zona estaba llena de guerrilleros, que andaban robando autos. Por ello mismo y en virtud de esas informaciones, es que todas las noches nos tenían haciendo guardia en el "cruce" para "encontrar a los extremistas".

    "Esa noche, Trobatto le dio, con un movimiento de cabeza, una orden a Correa, quien nos convocó y nos envió en un móvil a cumplir una misión, pero sin decirnos cuál. Tres de nosotros -el agente Ricardo Arquiza, que ahora anda "levantando tómbola"; José "Vaso" Michel y yo- nos fuimos en un vehículo azul, que manejaba el oficial Raúl Huari.

    Cuando llegamos, nos dimos cuenta que estábamos en el paraje Las Pichanas, cerca de Palomitas. "Bájense -nos dijo Huari- ustedes se van a quedar de custodia hasta mañana. Que nadie se acerque ni se detenga a mirar.

    Se van a quedar aquí, allá y acá", nos señaló, dándonos puestos separados treinta metros uno de otro. "No se junten ni se acerquen para conversar", advirtió imperativamente y se fue. Y allí, con un frío tremendo, estuvimos toda la noche. En el lugar, había dos vehículos, una camioneta que ardía y un Ford Fairlaine" (las investigaciones dicen que era un Torino, que como la pick up, habían sido robados por militares a la altura de Cobos, haciéndose pasar por guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo).

    "La camioneta ardía pero igual no se veía nada porque la ruta no era como ahora, sino mucho más angosta y rodeada de monte. Los árboles se tocaban copa a copa y la oscuridad era total".

    Veliz, al relatar los acontecimientos, no tiene dudas ni lagunas. Y al respecto, siguió: Cuando empezó a amanecer, nos dimos con un espectáculo espantoso: en el lugar habían restos humanos: pelos, dientes, orejas...era algo terrible. Michel, me llamó: "vení a ver esto".

    Cerca del auto, habían más restos humanos, mucha sangre y masa encefálica. Era un reguero. Todo indicaba que alguien había tratado de huir por el monte, pero no había logrado su intento. Más tarde hallamos rastros, todos de botas militares.

    Y en el asfalto habían miles de cápsulas de FAL (Fusil de Asalto Ligero); tantas que las agarrabamos a puñados. Y más aún, en tres lugares distintos, había pozos con sangre. Nos miramos y coincidimos.

    "Aquí mataron a varios", dijo "Vaso" y concluyó en que todos habían sido arrumbados, uno sobre otro, en tres grupos diferentes, donde deben haberlos rematado, a juzgar por los pozos con sangre, que eran impresionantes. La escena era más que dramática y nunca la he podido olvidar".

    Atando cabos

    "Cuando regresé a la comisaría, luego de aquella jornada, ellos me contaron que Trobatto y Correa se habían reunido días antes varias veces con personas desconocidas, la última, 24 horas antes del crimen. En realidad, yo sabía eso porque también había visto movimientos sospechosos pero los había atribuido a eso que decían que andaban los extremistas robando autos.

    Es más, con el tiempo me he dado cuenta que hay cosas que se encadenan al hecho: no mucho antes de los sucesos que le costaron la vida a esas personas, un oficial que falleció hace cinco años, don Francisco Arapa, hizo un procedimiento que habría merecido las felicitaciones de cualquier superior, pero que a él le costó castigos y persecuciones.

    Resulta que este hombre, advertido de eso de los "extremistas", recibió de un gaucho, la información de que en la hostería del rio Juramento (la ex posada del Autómovil Club, ahora abandonada), estaba bebiendo un grupo de personas armadas, con uniformes militares pero sin insignias identificatorias.

    "Arapa, que era un tipo muy astuto, en absoluto sigilo se fue al lugar, rodeó la zona y atrapó a estos tipos, que efectivamente andaban armados. Los maniató y los trajo detenidos a la comisaría. El creía que había hecho lo correcto y que después de aquello, poco menos que lo iban a condecorar.

    Pero, al contrario, cuando Correa vio a los presos, inmediatamente los hizo desatar, los saludó militarmente y tras dialogar en privado y amigablemente, los liberó. No los vimos nunca más, pero recuerdo que Correa le pegó una buena "puteada" a Arapa y le dijo "¡Cómo le vas a hacer esto a los colegas!".

    Fuente: El Tribunowww.nuevodiariodesalta.com.ar 28 de agosto del 2008Piden detener a Lona como instigador y partícipe necesario de Palomitas

    El abogado Martín Ávila, delegado en Salta de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, pidió ayer la detención del ex juez Ricardo Lona en calidad de instigador y partícipe necesario de la masacre en Palomitas, el fusilamiento de 11 presos políticos que permanecían en la cárcel de Villa Las Rosas, cometido el 6 de julio de 1976 en las cercanías del paraje homónimo.





    Ricardo Lona.


    La presentación se hizo en la causa conocida como Palomitas II, en la que continúa la investigación de la matanza. Ávila solicitó "la ampliación de indagatoria de Ricardo Lona y (del policía retirado) Andrés del Valle Soraire por hechos por lo cuales aún no la habían prestado, y, en su caso, dada la participación primaria de ambos, o en el peor de los casos la secundaria, se ordene su detención".

    En el caso de Lona, el pedido de indagatoria y detención es por "el delito de homicidio calificado de 11 personas en calidad de participe necesario e instigador". Sobre el otro muerto presuntamente en Palomitas, el abogado Jorge Turk Llapur, está abierta la discusión acerca de si su asesinato se produjo en Salta o en Jujuy.
    El abogado de derechos humanos sustentó su acusación, además de otras pruebas, en los testimonios del ex jefe de la Guarnición Ejército Salta, Calros Alberto Mulhall; del ex jefe de la Policía salteña, Miguel Raúl Gentil; del ex subjefe de la Policía, Juan Carlos Grande, y de Juan Carlos Antonio Issa.

    Los cuatro son coincidentes en afirmar que el ex juez participó de dos reuniones previas al múltiple homicidio y que el traslado de los presos (el simulacro que se montó para aniquilarlos) se decidió por reiterados pedidos de Lona, quien temía por la "peligrosidad" de los detenidos y la posibilidad de que se produjera algún incidente.

    Ávila sostuvo que Lona concurrió a esos encuentros, el primero en la casa de Mulhall y el segundo en su despacho, para pedir que en la primera lista de los que iban a ser "trasladados" se omitiera los nombres de dos detenidos, María del Carmen Alonso y Pablo Outes, con cuyos familiares (que lo consideraban amigo) había adquirido compromisos de no permitir que sufrieran daños.

    Lona fue, sostuvo, el querellante, para "justificar su participación como instigador y participe necesario y evitar responder por estos dos detenidos que le provocarían la obligación de explicar lo inexplicable, su masacre a los familiares de su conocimiento" y también para "hacerse ratificar como juez federal", lo que ocurrió en agosto de 1976, dado que hasta entonces era interino.
    Tanto el ex juez como el policía fueron beneficiados con sobreseimientos en el fallo dictado la semana pasada por la Cámara Federal de Apelaciones de Salta. En el caso de Lona se trata de un sobreseimiento definitivo por la omisión de investigar la masacre; para Soraire, el sobreseimiento es provisorio. La misma Cámara entiende que el ex magistrado podría ser investigado por otros hechos, y ordena que se profundice la investigación respecto de Soraire.

    En la dictadura Soraire integraba el grupo parapolicial Guardia del Monte, creado para combatir el abigeato en la zona rural de Metán. Ávila sostuvo ahora que, tal como indicó la Cámara, debe ampliarse la investigación "respecto de los supuestos medios operativos" con los que contaba Soraire "y sus posibilidades reales de despliegue en la zona donde ocurrió el hecho, puesto que era el propio Soraire quien desde la zona del hecho hasta el destacamento de Río Piedras era la única autoridad de apoyo con la que contaban o podían contar los autores del hecho".

    -- La Agencia de Noticias DH, es autonoma y es editada en la Capital Federal desde diciembre 2007