viernes, 17 de mayo de 2013

A propósito de la muerte de Videla









por Elia Fernandez



Mi vieja ya había sido asesinada en la masacre de Palomitas y mis abuelos  Josefa Ragone y Avelino Alonso  que tenían la custodia de mi hermano  y la mía deciden ir para las vacaciones a Tucumán, a visitar unos parientes …que nos reciben después de casi media hora de esperar en la puerta. Durante la cena el esposo de la tía hace un comentario algo así como que limpia y tranquila que esta Tucumán desde que gobierna Bussi. De más esta decir que mis abuelos no regresaron más a lo de los tíos… solo recuerdo que vivían en La Mate de Luna….
Como mis tíos tucumanos,  en aquellos años muchos viero con agrado la llegada de los militares al poder. Con sus falsos discursos de orden y honradez. Otros los apoyaron abiertamente, por lo que se considera el   golpe de 1976 como  cívico -  militar.   Tuvieron que pasar 30 años para que la sociedad pudiera despojarse de sus prejuicios y temores, pudieran ver y en algunos casos hasta se animaron a   acompañar,  las luchas de los Familiares, HIJOS, Abuelas, Madres y Organismos  de DDHH.
Por eso cuado muere uno de estos monstruos,  dictadores, torturadores que diezmo una generación de argentinos, seguramente los mejores,  nos queda la satisfacción  de no haberlos dejado en paz ni un solo año de sus vidas. Cuando las leyes nos impedía juzgarlos fuimos hasta sus casas a escarcharlos para que el barrio supiera muy bien quienes eran y  lo que hicieron en nombre de La Patria… perseguir, torturar, desaparecer, matar …..Robar bebes…
La muerte del dictador Jorge Rafael Videla nos debe hacer reflexionar… paso de ser el amo y señor de la vida y la muerte en nuestro país a ser reconocido y considerado como el mayor genocida de nuestros tiempos.
Esta bien nunca se arrepintieron ni nos dijeron donde están! Y  muchos se nos escaparon, se fueron antes de que los pudiéramos llevar al banquillo de los acusados pero este al menos murió en su celda.

Para no olvidar

Fuente: Pag 12,  25 de noviembre de 2011

Cívico-militar

La visita del presidente Videla a Tucumán en junio de 1977 es un ejemplo que demuestra claramente hasta qué punto la dictadura fue civil y militar. Aquel invierno del ’77 encontró al general Bussi ansioso por mostrar su cuadernito de deberes a su superior. Ordenó tapiar las villas miseria y arrojar a los mendigos tucumanos en una provincia vecina. La propaganda estuvo a cargo de Mariano Grondona, quien fue invitado por la Secretaría de Información Pública para dar un ciclo de conferencias. El 12 de junio de 1977, luego de presentar sus saludos a Bussi, Grondona destacó que: “Los países que como la Argentina han luchado con las armas en la mano contra la subversión y ahora intentan continuar gradual y cuidadosamente una nueva democracia están destinados a la imcomprensión internacional hasta que demuestren en los hechos, la bondad de su fórmula”. “Es que somos un modelo nuevo, original, que viene a romper los esquemas convencionales. ¿Cómo es que un país debe guerrear por los derechos humanos y en esa guerra dejar de lado el esquema convencional de la represión delictiva? No lo comprenden. ¿Cómo es que un país debe abandonar la vía aparentemente democrática para edificar de veras una democracia? Tampoco lo entienden. Este es el precio de la originalidad”, aseguraba Grondona a La Gaceta, el diario de los García Hamilton.
Ese mismo día, en un agasajo al periodismo realizado por Bussi en el pueblo Teniente Berdina, el general le retribuiría los piropos. “El gobernador, general Antonio Domingo Bussi, dirige la palabra a sus invitados. Flanquean al mandatario el Dr. Mariano Grondona y el director de La Gaceta, señor Eduardo García Hamilton”. (...) “Los argentinos estamos viviendo la hora de la verdad, y en ese estado del alma es que sentimos la necesidad de sincerarnos. Por eso, en un impulso interior, debo decirles a ustedes periodistas, de nuestro reconocimiento por el apoyo brindado”, sostenía un Bussi agradecido.
Al día siguiente se realizó en la plaza principal de Tucumán la procesión del Corpus Cristi presidida por el arzobispo de Tucumán, monseñor Conrero. En la vereda de la iglesia catedral se emplazó una tarima con el altar, donde se situaron los abanderados de las escuelas y los colegios, las autoridades –presididas por Bussi–, los presidentes de la Corte Suprema de Justicia y de la Cámara Federal de Apelaciones.
Aquella imagen de autoridades militares, sacerdotes, maestros, alumnos y jueces marchando encolumnados en procesión se completa con un párrafo publicado en La Gaceta, que lleva este ritual a un plano casi irreal: “Terminado el oficio se inició la procesión. En la marcha se oró especialmente por el Sumo Pontífice, la Paz y el Amor en la patria (sic), la familia tucumana y la Acción Católica. Para finalizar se cantó el Himno Nacional, ejecutado por un sacerdote en un órgano, como expresión de reconocimiento de los ideales de la Patria y de todo lo que simboliza la bandera nacional”.
Finalmente, el día de la llegada de Videla, la Cámara de Contratistas de Obras del Estado publicó una solicitada, siempre en La Gaceta, saludando al “Exmo. Señor Presidente de la Nación, teniente general, Jorge Rafael Videla, en su visita a Tucumán”. El listado de empresas ocupaba dos páginas completas.
El director de La Gaceta invitó a los represores a poner en marcha las nuevas rotativas de su diario, destacando en su publicación del día siguiente que “la visita del presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla, a los talleres de La Gaceta representó un honor de alta significación para nosotros. Por ello el 19 de junio de 1977 habrá de quedar como una de las fechas memorables de la historia de este diario”.
Sólo comprendiendo la atmósfera de ese Tucumán de 1977, ese “Jardín de la República” que sería la envidia del medioevo, se puede entender la elección de Bussi como gobernador. Una sociedad educada por una máquina de propaganda que dejaría a Goebbels convertido en un cadete de una fábrica de calcomanías.

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