sábado, 17 de agosto de 2013

Megacausa Jefatura II - Arsenales II Lo secuestraron junto a su padre: "nunca más lo ví" Dijo en su testimonio Miguel Alberto Argañaráz



Megacausa Jefatura II - Arsenales II
Lo secuestraron junto a su padre: "nunca más lo ví"

Dijo en su testimonio Miguel Alberto Argañaráz quien fue secuestrado en 1977 junto a su padre Rosario cuyos restos fueron identificados en Arsenales y enterrados a principio de agosto de este año, luego de 35 años.
Uno de los testimonios más impactantes de la jornada del viernes fue el de Miguel Alberto Argañaráz, víctima de secuestro junto a su padre Rosario Argañaraz. Declaró que lo llevaron en un camión, junto a su papá (tenía 51 años) el 9 de enero 1977. Entre los captores había un policía que identificó como Víctor Gerardo Romano. Luego lo trasladaron a un lugar que parecía una escuela, con aulas, aunque ingresaron maniatados y vendados. Escuchó llantos de mujeres y disparos de armas de fuego.
En ese lugar (aparentemente el Ingenio Nueva Baviera) lo torturaron con 17 años, durante dos meses. Le preguntaban de donde "sacaban la plata", y también si estaban ligados al senador Dardo Molina. Estuvo dos meses en cautiverio y cuando se fue vio a su padre que luego, otros testimonios lo ubican trasladado a Arsenales según Alberto Augier). “Me largaron en marzo, antes hicieron despedirme de él. Nunca más lo vi".
El EAAF lo identificó en las fosas NN a Rosario Argañaraz a comienzo de 2012. A principio de agosto lo enterraron luego de 35 años.
Otro hermano del testigo Antonio Roberto Argañaraz también fue secuestrado en la casa de Simoca, el 10 de enero de 1977 y posteriormente liberado y arrojado moribundo en la ruta 9. Se incorporó por lectura el testimonio que brindó ante la Bicameral. Habló sobre la persecución que sufrió toda la familia y la desaparición forzada del padre, por ser agricultor autónomo, ligado al cooperativismo y sistemas alternativos de producción. "Los pobres eran sospechosos, sobre todo si tenían espíritu de desarrollarse". Finalmente el grupo de tareas de esa localidad les robó el tractor que no habían terminado de pagar.
Otros de los testigos de la jornada fue Carlos Pessa, por la causa de María Teresa 'Mori' Sanchez. Se conocían de la militancia peronista. Según figura en instrucción Mori era maestra diferencial. Vivía con su familia en la calle San Martín 1326, de San Miguel de Tucumán. La secuestraron el 2 de noviembre de 1976. A las 2.30 de la madrugada, fuerzas de seguridad ingresaron a la casa. Preguntaron Mori pero no estaba. Luego de esto los encerraron a los dos en su propia habitación, bajo llave El grupo de tareas se quedó en la casa toda la noche, por la mañana llegaron los hermanos a quienes también encerraron. Alrededor del mediodía llegó Mori de la escuela y el grupo la sorprendió. permanecieron en su casa hasta las 7 de la tarde.
Carlos, es médico, contó que el día del secuestro de 'Mori' también ingresaron a su casa. Pero él logró esconderse. Los secuestradores permanecieron allí hasta la madrugada. Igual situación ocurrió en la casa de Mori. El testigo contó que al día siguiente fue con su padre a presentar una denuncia. Los atendió Varela, le dijo que se vayan tranquilos y que él (Carlos) sería citado con posterioridad. Esa misma noche Carlos fue secuestrado de la casa de un amigo, fue llevado al Comando, donde lo torturaron. Le dijeron que 'Mori' había contado que él hacía curaciones a 'guerrilleros'.
Carlos fue trasladado a Jefatura, luego a Villa Urquiza y finalmente a Sierra Chica. Allí fue liberado.
Otro de los testimonios que se incorporó por lectura fue el de Eugenia Lorandi de Augier, esposa de sobreviviente Alberto Argentino Augier, impresionante relato sobre cuando reaparece Augier arrojado por las bandas de la muerte en Concepción. “Había adelgazado 18 kilos, con melena hasta los hombros y las cejas quemadas”.
Finalmente se incorporó por lectura el testimonio de Emma Jiménez de Giribaldi. Su hijo Osvaldo fue secuestrado y permanece desaparecido desde el 28 de mayo de 1976. Lo secuestraron en el Talar, donde trabajaba, y trasladado a Jujuy. Cuando su familia quiso averiguar de su paradero, un capellán les dijo que Osvaldo había sido trasladado a Tucumán donde fue “juzgado y fusilado”.
Las audiencias continuarán el jueves. 
Fuente: Tucuman Hoy

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Cronica de la ajudiencia del jueves
TENSION, ATIPICIDAD Y ABSURDIDAD EN EL                                                                                                                               TOF, EN UNA JORNADA CONMOCIONANTE
En la Megacausa tucumana declaró una testigo doblemente víctima: de la dictadura y de una justicia arbitraria
            Una jornada absolutamente atípica es la que se vivió en la sesión matutina de este jueves en el Tribunal Oral Federal (T.O.F.) de Tucumán, en el marco de la Megacausa Jefatura de Policía II-Arsenales II que juzga a más de 40 represores (militares, gendarmes, policías y civiles, y entre ellos un purpurado de la iglesia católica), por la violación de derechos humanos, que incluyó la desaparición de 243 militantes del campo popular durante la peor dictadura de las que asolaron nuestro país: la que encabezó Videla y sus secuaces genocidas.
            Y la atipicidad se debió al clima de tensión que por momentos se vivió en la sala (el aire pareció en algún momento irrespirable), al vacío de la sala (porque se suponía que la testigo se referiría a delitos sexuales), al cambio de modalidad en el orden del interrogatorio (en esta oportunidad la primera parte fue conducida por el Ministerio Público Fiscal, en lugar de la querella, a raíz de un pedido hecho en tal sentido por el defensor de la testigo), a la absurdidad de un largo interrogatorio de la abogada querellante que no obtuvo ninguna respuesta, y a que la testigo-víctima no sólo estuvo secuestrada -y desaparecida durante un año y medio- sino que, además (acusada arbitrariamente de haber sido informante de las fuerzas de seguridad en la universidad), estuvo otro año y medio más encarcelada, en plena democracia, mientras todos los represores y genocidas seguían en libertad…
            Y sobre este particular bien vale la pena preguntarse si puede ser creíble que una persona acusada de colaboradora e informante de las fuerzas de seguridad pudo haber sido secuestrada de noche, por militares encapuchados, a golpes y patadas, y mantenida en condiciones de esclavitud durante el cautiverio y durante un par de años más, después de su liberación. “El día que me dejaron en libertad -recordó SA- pesaba 38 kilos, estaba totalmente anémica, había perdido y me habían arrancado la dentadura, y terminé con mis órganos reproductores destrozados”. Demasiados malos tratos para una informante de los represores.
            Por fortuna la familia de Leoni Susana, al comenzar su cautiverio, había presentado un recurso de hábeas corpus, que ayudó a demostrar -en definitiva- su condición de secuestrada y desaparecida…
Una doble víctima…
            Pero veamos de quién se trata: LSA es la testigo doblemente víctima, y la abogada Laura Figueroa es la profesional (representa a uno de los grupos de familiares de desaparecidos) que armó la causa que permitió encarcelarla. Esta causa -cabe señalar- se basó en la declaración de dos gendarmes -supuestamente- arrepentidos, Antonio Cruz, y el “Conejo” Torres, ambos con fama de torturadores, que fueron quienes la acusaron de haber sido “informante”. Y en las palabras, y en la supuesta autoridad moral de esos gendarmes creyeron un fiscal federal ya jubilado, de apellido Ferrer, su secretario, apellidado Véliz, y  el juez Federal Jorge Parache, quién ordenó su detención, mientras prestaba declaración en sede judicial. Y el tal juez Parache, cabe recordar, renunció a su cargo tras ser acusado por manejos fraudulentos y del delito de defraudación en perjuicio del Estado nacional, en calidad de partícipe necesario, (por la compra de títulos con precio deprimido, por la cesación de pagos del país, y reclamar su pago en sede judicial a valor nominal, como si hubiesen sido adquiridos antes del default declarado el 31 de diciembre de 2001).
            Y en honor a la verdad, SA efectivamente hizo lo que le ordenaron sus captores durante el cautiverio. No tuvo opciones, así como no la tuvieron ninguno de los que fueron secuestrados por la dictadura. Pero vale también preguntarse: ¿Quién tiene la entidad suficiente y está en condiciones de juzgar lo que hizo cada desaparecido durante el tiempo que permaneció en esas condiciones…?
            La abogada Figueroa, por su parte, que se caracteriza por posturas y planteos que -por lo menos- parecen excesivos, en más de una oportunidad -y con sus actitudes- terminó siendo funcional a los intereses de los represores y de sus abogados defensores. Es que pareciera que esta abogada, en esta Megacausa armó su propio juicio, por creerse poseedora de la justicia y de la única verdad, por lo que debe estar lucubrando su propia sentencia. Pero además, y desde su propia esencia ideológica supone que está en condiciones  de acusar y calificar, al punto tal de haber solicitado en otras sesiones del T.O.F. la detención de otros testigos-víctimas.
            “Fui una secuestrada y soy una sobreviviente”, clamó en un momento SA. Y pidió que, en todo caso, la doctora Figueroa investigue “a los secuestradores, a los torturadores y a los asesinos, no a los sobrevivientes…” Tal respuesta fue consecuencia de una afirmación de la abogada, al acusar a la testigo de haber “faltado a la verdad” en la audiencia, y de pedir al Tribunal que tuviera en cuenta su “mendacidad. Esta señora -dijo- no es lo que dice haber sido…”
Y comienza la sesión del TOF…
            “Ésta es una nueva tortura… Espero que ésta sea la última vez”, afirmó en uno de los momentos de mayor tensión  LSA, durante su declaración ante el Tribunal Oral Federal de Tucumán y en el marco de la Megacausa Jefatura de Policía II – Arsenales II. LSA -cabe aclarar- estuvo secuestrada por las fuerzas represivas entre el 14 de abril de 1976 y el 12 de julio de 1977, y encarcelada entre el 22 de noviembre de 2005 y el 12 de abril de 2007, en democracia, por la arbitraria decisión de la Justicia Federal -ya comentada- que entretanto mantenía en libertad a los genocidas.
            Ya el comienzo de la sesión -como se señaló- había presentado algunas complicaciones porque la sala fue desalojada al suponerse que la testigo-víctima se referiría a delitos sexuales (cosa que no ocurrió). Por otro lado se leyó un escrito por el que la familia de otro desaparecido revocaba el poder a la abogada Figueroa para que querellara en el caso de esa desaparición, lo que generó un entredicho porque la profesional afirmó que había renunciado  a esa función tras haber puesto en duda -una hermana del desaparecido- “el nexo con la autoridad militar”, nexo éste, según Figueroa, que habría generado el secuestro del joven… A su vez el defensor oficial, Ciro Lo Pinto, señaló como “un caso rarísimo” y como “falto de objetividad” el cambio de actitud del Ministerio Público Fiscal, que hace unos años acusó a la testigo LSA, para sobreseerla unos años después. Lo que hizo afirmar a la Fiscalía, a modo de respuesta, la inobjetable existencia de cambios en la política judicial, con el afianzamiento de la emocracia, respecto de la criminalización de las víctimas-testigo.
            Tras el interrogatorio del Ministerio Público Fiscal, y al intentar iniciar el suyo la abogada Figueroa,  LSA dijo que no respondería ninguna pregunta. “A la gente que me torturó (refiriéndose al tiempo de su encarcelamiento en democracia) no le voy a contestar”, afirmó. Y esta circunstancia originó otro entredicho, finalmente saldado por el Tribunal, que la autorizó a no responder ninguna pregunta de la abogada querellante.
            La testigo, arquitecta de profesión, y oriunda de Libertador San Martín, en Jujuy, comentó que vino a estudiar a Tucumán en el año ’72. Al relatar su secuestro, a los veintitrés años de edad, recordó que el 14 de abril del ’76, a la medianoche, mientras estaba estudiando con otras jóvenes en la casa de una compañera, en la que residía, ingresó una patota de 4 o 5 individuos encapuchados y fuertemente armados, gritando y a los golpes. Y llevaban maniatado, vendado, un joven muy lastimado y en muy mal estado, con los ojos vendados. 
Se inicia el calvario…
            Ya con los ojos vendados ella también, y a golpes y patadas, la tiraron atrás, en el piso del auto, para llevarla al primer centro clandestino de detención (CCD) que -después supo- se trataba de la Escuela de Educación Física de la Universidad Nacional de Tucumán. Allí estuvo vendada y tirada en el piso de un salón grande, con muchos otros secuestrados, y periódicamente llevada a una sala contigua de torturas. Unos días después fue trasladada al segundo  CCD, denominado el “Reformatorio”, que funcionaba en un sector de la Colonia de Menores y estaba a cargo del ejército y la gendarmería. Allí también, vendada, fue salvajemente torturada. A su lado había dos mujeres embarazadas, Ernestina Jackiel, y otra, a la que los represores llamaban “la Panzona”, que estaba a punto de tener familia. El “Indio” (se supone que es el represor Godoy) -recordó-  la ayudaba a caminar un poco cada día, antes del parto. Tras el nacimiento, nada más se supo de la madre ni del bebé, mientras se comentaba a diario del asesinato de los secuestrados.
            Recordó que el día que en un atentado murió un conscripto médico, de apellido Toledo Pimentel, una patota al mando de  Juanca (que sería el escribano Benedicto, uno de los civiles imputados en esta Megacausa), torturó salvajemente en el Reformatorio a los secuestrados, oportunidad en la que incluso -se comentó- fueron asesinados algunos jóvenes. Otro día, relató, mientras era sometida a una sesión de tortura, fue llevado a la sala su novio, Osvaldo Pérez, para que presenciara los tormentos. Otra vez, recordó, se entrevistó con un sacerdote, a quién apodaban “Falucho, un hombre mayor, de cabello blanco.”
            Entre los represores en Reformatorio, recordó al capitán Varela, alias “Capitán Vargas” o “Naso”, a “Soplete” González, al segundo comandante de Gendarmería “Palomo” o García, a Medina o “Moore”, a “Juanca”, a un tal Velárdez, de Tafí Viejo, y a “Ganso”, chofer de la “Patota”. A todos ellos los vio también, luego, en el Arsenal. Velárdez y Vargas, por otra parte, fueron los encargados de controlar sus movimientos, una vez liberada.
            A fines de junio, o comienzos de julio, LSA y Osvaldo Pérez, junto a un grupo de otros cautivos, fueron trasladados al Arsenal, lugar en el que había dos pabellones con boxes muy pequeños, individuales, y cada uno de esos pabellones alojaba a unos ochenta secuestrados . Según algunos comentarios, este grupo habría sido el primero en llegar a este CCD. En el período en el que LSA estuvo en Arsenal, se estima que pudieron haber pasado unos mil cautivos. Entre los torturadores, en este lugar, recordó además de los nombrados, a De María y a Sabadini o “Saba”.
“Decían que eran como dioses…”
            “Nuestros captores estaban convencidos, y así lo manifestaban, que eran como dioses, porque disponían de nuestra vida y de nuestra muerte”, manifestó en un momento de su relato, “y uno no tenía opciones: o colaboraba o te mataban…” Recordó que tampoco en el Arsenal tenían posibilidad de higienizarse y que les hacían padecer hambre. Las mujeres disponían de una letrina, en la que había un tacho en el que podían lavar su ropa, cuando se lo permitían. Los hombres, en cambio, debían ir a hacer sus necesidades al campo, “también cuando les daban permiso”.
            “En un sector del Arsenal hubo gente colgada de ganchos, y en otro hubo enterramientos de cautivos”, recordó horrorizada la testigo. Pero además afirmó haber escuchado tiros y comentarios de ejecuciones a cargo del propio Bussi, y en algunos casos “olor a carne quemada”. Recordó por otra parte que entre los cautivos estuvieron Anabel y Germán Cantos, Dardo Molina, un muchacho apodado “Bombo”, el doctor Augier, otra joven, Yolanda, “Grasita” y “Abal”, los integrantes de la familia Rondoletto (a quienes  llevaron allí para asesinarlos), una joven de 15 años a la que los guardias apodaron “la piojosa”, que estaba embarazada, Fredy Coronel, Víctor Saffaró, José Luís Maldonado, Lerner, Horacio, la señora de Cerviño, Luís Falú, una señora Román de Fiad, Santiago Díaz y Giribaldi.
            Recordó que no siempre estuvo vendada. “Fue hasta que decidieron que ella, junto a Ana y Germán Cantos, y a Osvaldo Pérez, se hicieran cargo de la limpieza, del lavado de la ropa de los gendarmes  y de la cocina”. Por otra parte se refirió a dos cautivas que supo que habían sido violadas. Y al ser consultada si ella había sido víctima de algún delito sexual, reconoció que para las sesiones de tortura la desnudaban “y picaneaban en las partes íntimas”. De cualquier modo afirmó que “desde el momento en que fui vendada comenzó una violación permanente. Todo lo que ocurrió fue una violación a mi dignidad como persona”.
            Al no reconocer que hubiese padecido delitos de índole sexual, la abogada Figueroa pidió que ingresara el público a la sala, una propuesta que fue apoyada por el defensor oficial de los represores, Ciro Lo Pinto. Sin embargo, y para evitar una revictimización de la testigo, el Tribunal no hizo lugar a la petición.
            En otro orden reconoció Auad que en setiembre del ‘76, tras una sesión de tortura, la llevaron a la Exposición Rural para que se acercara a hablar con Nora Cajal (otra de las testigos-víctima de esta causa), que prestaba servicios en un stand. La patota que cometió ese secuestro estuvo integrada por De María, “Soplete” González, Velárdez, y el chofer, apodado “Ganso”. “Ni falta hubiera hecho que me acercara a hablar con ella, porque nuestros secuestradores conocían de nosotros más que nosotros mismos. Me obligaron a hacerlo para mostrarme como una delatora…”
Recuerdos del horror…
            Una vez liberada y tras haber terminado sus estudios,  se trasladó a Jujuy. De allí fueron a buscarla en un auto tres miembros de la “patota”. El “Ganso”, el ya señalado Velárdez, y un civil que es uno de los imputados en la Megacausa, de apellido López Guerrero. En sede militar, frente a un juez de apellido Barroso, y en presencia de un abogado de apellido Germanó, la testigo debió firmar una nota en la que afirmaba que nunca estuvo secuestrada.
            E idéntica actitud adoptó la testigo, bajo presión y amenazas, otra vez, de que sería nuevamente secuestrada si afirmaba lo contrario, ante la Comisión Bicameral tucumana. La “patota” fue otra vez a buscarla a Jujuy. “El pánico me impidió hacer denuncia alguna ante los organismos de derechos humanos una vez que recuperé mi libertad”, afirmó conmocionada también esta víctima…
            En otro de sus recuerdos horrorosos, se refirió a un viaje a Libertador General San Martín con Osvaldo Pérez, organizado por la “patota”, para un careo con una mujer de nombre Hilda Figueroa, a quien no conocía, acusada de ser “correo del ERP”.  “Por fortuna dijo la verdad, en el sentido de que no nos conocíamos”, relató. Habían ido en dos automóviles. En uno de ellos Susana y Osvaldo Pérez, junto al “Ganso” y a Velárdez. En el otro iba el capitán Varela, o “Vargas”, con su familia…
            También recordó durísimas sesiones de tortura a las que fue sometida cuando un guardia descubrió que había recibido breves esquelas de su familia. Y mencionó a sus torturadores, Cruz, Barraza, Montoya y dos guardias más… Esta circunstancia hizo que Vargas, Moore, y otro jefe militar concurrieran a la casa de su familia para secuestrar las notas enviadas por Susana, en las que informaba que –todavía- estaba viva…
            Una jornada la del jueves, en fin, que será recordada por la conmoción que generó entre los cronistas que estábamos cubriendo la sesión…
            “Han hecho lo imposible por acusarme de colaborar con los secuestradores, pero debí colaborar por las condiciones de esclavitud a que fui sometida”, afirmó LSA. Y concluyó sus palabras pidiendo a los organismos de derechos humanos que no se confundan, porque “los responsables de lo que ocurrió no fuimos nosotros, los secuestrados… Fueron los militares, que espero que en adelante estén donde deben estar… En una cárcel…” 
                                                                                                                      Vicente Guzzi




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La agencia de noticias de DH se edita desde 2007, y a partir de ahora con la nueva designacion por Memoria, Verdad y Justicia

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