domingo, 26 de enero de 2014

Masacre de La Tablada, 25 años despues. 2 Opiniones




aniversario
A 25 años de la última aventura de la guerrilla argentina

Por Pablo Waisberg*

El asalto al cuartel de La Tablada pateó el tablero político pero sus efectos fueron exactamente los contrarios de los que habían imaginado los jefes del Movimiento Todos por la Patria (MTP). Las organizaciones de izquierda salieron a cuestionar el ataque, los abogados de los organismos de derechos humanos se dieron un fuerte debate interno antes de decidir si los defenderían y el gobierno de Raúl Alfonsín quedó más apretado que antes por los militares y los sectores que habían empujado las medidas económicas más conservadoras.

En las horas que siguieron a la rendición de los asaltantes, que salieron del cuartel luego de ser torturados, las críticas se multiplicaron. No sólo el entonces llamado “partido militar” habló de rebrote de actividades subversivas y ganó poder, también los que hasta ese momento habían sido amigos martillaron sobre el MTP en disolución: Jorge Lanata, que aún gastaba el dinero que le había girado Enrique Gorriarán Merlo para Página/12, los llamó “niños estúpidos e inconscientes” y “asesinos”.

El Movimiento al Socialismo (MAS) se solidarizó con los militares muertos. Incluso su dirigente Luis Zamora envió una corona al sepelio y algunos dirigentes llegaron a separar al MTP del amplio arco de la izquierda argentina. Y desde la UCR y el PJ no ahorraron críticas, denuncias ni condenas. Nadie había tomado conciencia aún de que dentro del cuartel se habían reproducido los crímenes de la última dictadura: hubo torturas, al menos tres fusilamientos sumarios y cuatro militantes desaparecidos (Iván Ruiz, José Díaz, Francisco Provenzano y Carlos Samojedny).

El 25 de enero, cuando no habían pasado ni veinticuatro horas de la rendición, Alfonsín anunció la creación de un Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), que se integraría con el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Además, promulgó el decreto 327/89 que permitía la intervención de la inteligencia militar en los asuntos internos y envió al Congreso nacional un proyecto de ley sobre terrorismo.

Tal fue el zarandeo del tablero político que generó la acción del MTP para intentar encender la llama de la insurrección, que los abogados de los organismos de derechos humanos evaluaron si los defendían o no. El Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) decidió no representar a los detenidos del MTP. Sus tres abogados plantearon que no representarían a los que tomaron las armas en democracia. En cambio, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) definió que sí participaría pero representando a los jóvenes y a los de bajos recursos, y no a los dirigentes.



Finalmente, se conformó un equipo de abogados que asistió a los trece detenidos dentro del cuartel y a los seis integrantes del grupo de agitación más el padre Antonio Puigjané.

En esas primeras jornadas parecía que el único respaldo venía del Uruguay. “Podrán haberse equivocado en sus previsiones pero no es hora de cobrar errores sino del abrazo fraterno a los que combatieron con coraje”, dijo Raúl Sendic, líder del MNL-Tupamaros, durante una discusión en la conducción de la organización. Los Tupas no sólo refugiaron a muchos militantes que cruzaron el río, también emitieron un comunicado en el que señalaron que “los compañeros se equivocaron” y lamentaban esa pérdida de militantes heroicos y desprendidos. “Pero también hay muchos que se equivocaron y se equivocan  sin poner detrás una gota de sangre propia”, desafiaron.

En ese contexto, de fuerte derechización de la política, el intento insurreccional quedó oculto bajo la versión oficial de que intentaron frenar un golpe de Estado. Esa posibilidad no terminaba de ser creída, ni siquiera entre los sindicalistas de base con quienes el MTP había sondeado su análisis en las jornadas previas al asalto. Pero los militantes sostuvieron esa versión para tener alguna posibilidad de defensa en un juicio que fue veloz y ejemplificador: sólo se buscó el castigo para los insurgentes y no se tomaron en cuenta las denuncias por violaciones a los derechos humanos, que se perpetúan con la desaparición de cuatro militantes que se rindieron en un cuartel rodeado de militares y policías.



*Pablo Waisberg escribió junto a Felipe Celesia "La Tablada. A vencer o morir. La última batalla de la guerrilla argentina" (Aguilar).

Fuente: Telam


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La Tablada. Un ejemplo que perdura en el tiempo.


Al cumplirse 25 años del copamiento del cuartel de “La Tablada” lo reivindicamos como parte del proceso histórico en la lucha de nuestro pueblo por su liberación definitiva: nuestros compañeros y compañeras caídos nos acompañan día a día, no solo en nuestra memoria, como ilustre bronce, sino – y fundamentalmente – en nuestra práctica política cotidiana, donde nos cuestionan, nos empujan y nos guían. Es en ese sentido, que también los reconocemos como autores de esta historia que intentamos escribir.

La Tablada expresa un grito ético contra el avance de los genocidas. Para que la patria viva, hombres y mujeres militantes del MTP sembraron con sus vidas la posibilidad de luchar en democracia por un país soberano, con justicia social, imbuido del más genuino espíritu latinoamericanista.

Por aquellos años, la amenaza carapintada acechaba al proceso democrático iniciado en 1983. Los militares volvían a arremeter contra la democracia. Mientras, la oposición justicialista, encabezada por Carlos Saúl Menem, conspiraba junto a los carapintadas, la clase política omisa se enfrascaba en la pasividad del miedo y el gobierno radical, acorralado, realizaba las más vergonzosas concesiones en contra de la voluntad popular (muestra son la ley de obediencia debida y el punto final). Una vez más se preparaban para cumplir con el mandato iniciado aquel 24 de marzo de 1976, que había quedado inconcluso, la entrega total del país a la hegemonía neoliberal a sangre y fuego.
El tiempo ha logrado aclarar algunos de los interrogantes sembrados en su mayoría por los propios servicios de inteligencia, por una lado para tergiversar los motivos que llevaron a nuestros compañeros a tomar tan dramática decisión, para aislarlos y aleccionar todos aquellos que intenten enfrentarse al poder, y por el otro, para encubrir las atroces violaciones a los derechos humanos perpetuadas en la recuperación del cuartel.Represión que incluyó la tortura, la ejecución de prisioneros, la desaparición de personas, la utilización de bombas de fósforo blanco, la vejación y mutilación de cadáveres. Fue una emblemática reproducción de cómo los personeros del poder responden al accionar del pueblo.

El 18 de noviembre de 1997, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH) condenó al Estado argentino por torturas, asesinato de prisioneros y desapariciones comprobadas. El gobierno, de Menem tenía un plazo de un mes para poner en marcha una investigación “imparcial y sancionar a los responsables”. Hoy esta condena sigue pesando sobre el Estado argentino y su repuesta sigue siendo la misma que en ese entonces: el silencio.

Sin embargo, los agentes difamadores jamás hicieron silencio. La clase política, algunos pseudo intelectuales, los medios de comunicación hegemónicos y sus personeros nunca dejaron de recriminar una “falta de autocrítica”, indagando sobre supuestos “motivos ocultos” de la acción, exigiendo “la verdad sobre La Tablada”. Es imposible, para estos sectores, que viven la política y la militancia como espacio de retribuciones materiales, creer que hombres y mujeres, parte de nuestro pueblo, tomaran esa implacable decisión. En ese marco, para los sectores de poder, La Tablada, continúa siendo símbolo de irracionalidad, que debe ser condenada permanentemente. Desde ese lugar, nuestros compañeros fueron verdaderamente culpables. Fuimos y somos culpables de haber pensado y sentido que podíamos ser capaces de parar la embestida del poder militar y sus asociados, cambiando las reglas del juego de la democracia liberal a favor del pueblo.

Veinticinco años después, reafirmamos que nuestros compañeros fueron a parar un golpe. Y parar un golpe era revertir una situación de agobio institucional a favor de los sectores populares. Parar un golpe era acabar con la teoría de los dos demonios. Parar un golpe era que el gobierno entendiera que con concesiones íbamos de mal en peor, que cada vez era menor la capacidad de gobierno y la democracia cada vez más formal, o mejor dicho, más liberal. Parar un golpe era avanzar en un proceso de transformación profunda, para el cual -algunos pensábamos-, que estaban dadas las condiciones objetivas.

Una vez más, el justo homenaje a nuestros compañeros caídos nos impulsa a repensar, a reflexionar. Veinticinco años han pasado y varios gobiernos electos democráticamente, pero que es lo que perdura? Más allá de las mentiras y difamaciones, de los asesinatos, las torturas y la cárcel, perdura en el tiempo el decoro y la integridad de nuestros compañeros y compañeras. Perdura el recuerdo de nuestros hermanos caídos en la lucha contra el autoritarismo, como ejemplo a seguir de compromiso y ética revolucionaria. Perdura su entrega sin mezquindad ni especulaciones, “sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie”. Perdura su alegría en la lucha, sus sonrisas amplias hasta en los momentos más difíciles. Perdura la convicción de que nuestro pueblo y la Revolución valen la pena.

“Independientemente de cualquier difamación, todos ellos tienen asegurado el futuro en el corazón del pueblo. Porque cuando la verdad no se logra imponer entre los contemporáneos, es la trascendencia, que se revela en la historia quien siempre rescata las causas justas y a sus impulsores. Por eso la historia reivindica a Espartaco y no a los esclavistas; a Cristo y no a Judas; a Hidalgo y a Morelos y no a Iturbide o los colonialistas; a San Martín, Artigas o Bolívar y no a los invasores realistas; a Sandino y no a Somoza. Y la historia, y nuestro pueblo rescatará a los muertos, asesinados y desaparecidos en La Tablada y no a los nostálgicos del genocidio”. Enrique Gorriarán. Alegato ante la Cámara Federal de San Martín, 2 de julio de 1997.

Compañeroscaídos en el copamiento del Cuartel de La Tablada. Presentes!
Luis Segovia
Francisco Provenzano (detenido desaparecido)
Juan Manuel Murúa
Jorge Baños
Iván Ruiz Sánchez (detenido desaparecido)
Horacio Pedro Luque
Miguel Ángel Luque
Pedro Juan Cabañas
José Alejandro Díaz (detenido desaparecido)
Juan Arsenio González Rabuggetti
Roberto Sánchez Nadal
Claudia Lareu
Roberto Vital Gaguine
Julio Arroyo
Carlos Samojedny (detenido desaparecido)
Pablo Francisco Javier Belli
Pablo Ramos (detenido y fusilado sumariamente)
Sergio Mamani 

Aldira Pereyra Nunes
Ricardo Veiga (detenido fusilado sumariamente)
José Mendoza
Carlos“Quito” Burgos
José Luis Caldú
Berta Calvo (detenida y fusilada sumariamente)
Rubén Álvarez.
Claudia Mabel Deleis
OscarAlberto Allende
Félix Díaz
Ricardo Arjona
Eduardo Luis Agüero
Juan José Tosi
Norberto Maldonado

 “De todos los que se fueron. Escomo si estuvieran aquí, a esta hora. Algunos me miran, otros me dicen cosas.Yo les sonrío y a veces les respondo. Sé que tarde o temprano iré con ellos.Tarde o temprano la vida me pondrá por delante y saltaré al camino. Como un león.”
Haroldo Conti

Fuente:


https://www.facebook.com/notes/encuentro-porla-unidad-latinoamericana/la-tablada-un-ejemplo-que-perdura-en-el-tiempo/686858724669219











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La agencia de noticias de DH se edita desde 2007, y a partir de ahora con la nueva designacion por Memoria, Verdad y Justicia

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