viernes, 28 de febrero de 2014

El ex juez federal Lona se negó a declarar ante el juez Poviña. A nueve años de la primera citacion a indagatoria




Lona se negó a declarar, pero dijo queen Salta hubo “pocos” desaparecidos 

Por Elena Corvalan

 Casi nueve años después de la primera citación a indagatoria, el ex juez federal de Salta Ricardo Lona fue finalmente indagado por el juez federal Fernando Poviña, quien lo investiga por su presunta participación en el homicidio del ex gobernador Miguel Ragone y la matanza de 11 presos políticos conocida como Masacre de Palomitas, hechos cometidos en 1976. Al entrar y al salir de los tribunales federales salteños el ex magistrado ahora imputado tuvo que escuchar que familiares de las víctimas le reclamaran la verdad. Para soportar esos disgustos contó con las demostraciones de afecto de empleados y funcionarios del Poder Judicial, que se prodigaron en saludos y abrazos. Ya en la indagatoria dijo que en la provincia hubo “pocos” desaparecidos y que estos hechos “solo” se cometieron hasta 1977, una visión de la época que el fiscal federal ad hoc Juan Manuel Sivila calificó de cuanto menos “incorrecta”. Según informaron los fiscales federales Horacio Azzolín y Sivila, Lona se negó a declarar en ambas causas y, en cambio, entregó un voluminoso memorial que por su extensión todavía no había sido leído por los participantes de la indagatoria. “Tengo la sensación de que se maneja con los mismos criterios de defensa que venía sosteniendo hasta ahora: la imposibilidad de investigar de los jueces (durante la dictadura)”, estimó Azzolín, quien destacó que “lo importante” es que se haya llevado a cabo el acto de la indagatoria, “después de tantas veces que los actos se postergaban por alguna cuestión, que había planteos todos dilatorios, el doctor Poviña tiene  un criterio diferente en eso y vela por la continuidad de los procesos”, sostuvo. La indagatoria se realizó sobre el mediodía, tal como había ordenado el juez Poviña. Lona llegó a las 11,31, ingresó caminando por la entrada de la calle Deán Funes, de traje, acompañado por el defensor oficial Pablo Lhautier. Temprano el defensor oficial Oscar Tomás del Campo, que se unió a la asistencia técnica del ex juez, había intentado una nueva suspensión del trámite con el argumento (“medio dilatorio, medio falaz”, en opinión de Azzolín) de que como se había unido a la defensa recientemente, necesitaba tiempo para conocer la causa. Como cada vez que se lo requiere en la Justicia, Lona añadió otras presentaciones: planteó la nulidad de la participación de los fiscales Azzolín y Jorge Auat, este último titular de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, porque “son foráneos”.  “Aparentemente es (…) porque no somos de Salta”, estimó Azzolín. “Somos argentinos, no somos foráneos, (pero) parece que nos dispensa el trato de foráneos”, ironizó el fiscal. También temprano el abogado Matías Duarte, que representa a los familiares de Ragone, había pedido que Lona quedara detenido. Poviña no resolvió todavía este pedido y, al parecer, por el momento no hará lugar a esta pretensión. Lona fue citado a indagatoria por primera vez en marzo de 2005, en la causa Palomitas. Pero, como iba a suceder reiteradamente, esquivó el trámite con un recurso de último momento sacado de su bagaje de conocimientos del funcionamiento del Poder Judicial Federal. Recién en julio de 2007 fue indagado por la jueza jujeña Gladis Comas, quien lo procesó, aunque esta decisión terminó cayendo. Finalmente Lona terminó imputado como partícipe de los hechos, tanto en Ragone como Palomitas se le atribuye omisión de investigar y participación en los homicidios.  La indagatoria generó mucho movimiento en el edificio de los Tribunales. Familiares y militantes de organizaciones de derechos humanos y políticas se convocaron en la puerta, con pancartas y carteles recordando a las víctimas del terrorismo de Estado. Los jóvenes coreaban un estribillo: “Lona, Lona botón, en la cárcel de Güemes te están esperando por represor”. Unos diez minutos antes de las 13, Lona abandonó los tribunales, caminando, como había llegado. En el camino Nora Leonard, histórica dirigente de derechos humanos, lo volvió a confrontar reclamándole la verdad.

  “Le dije que nos devuelva el cuerpo, que nos diga lo que sepa” 

El nieto de Miguel Ragone, Fernando Pequeño, impulsor de la investigación del crimen del ex gobernador salteño, le reclamó ayer al ex juez Ricardo Lona que diga dónde está el cuerpo de su abuelo y los cuerpos de los más de 200 desaparecidos de Salta. El encuentro entre querellante y acusado se produjo al final del pasillo del Juzgado Federal N° 1, cuando Lona se dirigía a la Secretaría de Derechos Humanos de ese Juzgado, donde se realizó el acto de indagatoria del ex magistrado, en el marco de las causas Ragone y Palomitas, en las que está acusado de ser partícipe de 13 hechos de homicidio (por Ragone, Antonio Arredes y los 11 detenidos asesinados en la Masacre de Palomitas) y una tentativa de homicidio (por Margarita Martínez de Leal). Pequeño salió conmocionado del encuentro, no tanto por el diálogo, sino por haber sido testigo de la “devoción” que le profesaron al ex juez los empleados y funcionarios del Poder Judicial Federal de Salta. “Fue muy impresionante verlo entrar al ex juez Lona en el pasillo lateral del Juzgado Federal 1 porque absolutamente todos los empleados del Juzgado salieron a saludarlo, a abrazarlo, a besarlo, las señoras grandes con un devoción muy grande. Realmente yo no podía entender porque parece que hay un afuera del mundo donde estamos nosotros y adentro que está el Juzgado Federal donde está Lona que lo protegen y lo cuidan”, contó. “Parece ser que 30 años de noticias en los medios y demás no hacen mella para que la gente que trabaja, que trabajó con él acá, se dé cuenta lo que este hombre ha sido”, reflexionó. Pequeño esperó al ex juez para decirle devuelva el cuerpo de Ragone, que “nos diga lo que sepa”.  “¿Sos Ragone?”, le preguntó Lona y le dijo que quería hablar con él. Pequeño respondió que estaba dispuesto, que desde 2006 intentaba hablar con él: “y me dijo que nosotros no entendíamos nada, que no entendía por qué le hacíamos esto a él. A lo cual le respondí que no éramos nosotros los Ragone, sino que había toda una sociedad salteña a la que le mataron más de 200 personas que quería saber qué había pasado”. Como Lona le preguntó si había leído sus descargos en el expediente, Pequeño le retrucó que prestase atención a las declaraciones de los policías que lo implican. “Me dijo –contó Pequeño- que esos tipos no saben nada, que qué carajo saben, siendo muy despectivo realmente con todos los policías. Yo contesté que si él hablaba de la manera que ellos contaban que hablaba con ellos en los 70 podía hablar igual ahora, que por qué no iba a visitarlo a su compañero (Joaquín) Guil en su casa y le preguntaba, entonces dijo que ese Guil era un hijo de puta y si no había contado a los familiares, qué podía contarle a él”. Guil era jefe del área de Seguridad de la Policía de Salta y ya fue condenado por el secuestro y desaparición de Ragone y por Palomitas. Lona tuvo otro mal trago cuando se retiraba de los Tribunales: “Cuándo se va a hacer cargo de todo lo que ha hecho”, le recriminó Nora Leonard, hermana de Celia Leonard y cuñada de Benjamín Ávila, asesinados en Palomitas. “No me puedo hacer cargo de lo que no he hecho”,  respondió el ex juez, obviando los testimonios, como el que la histórica Coca Gallardo, que dan cuenta del juez arrojando pedidos de hábeas corpus al basurero de su despacho.

Fuente: Agencia de Noticias DDHH

@@@


Salta Está acusado por los casos Ragone y Palomitas

Lona no declaró y presentó un escrito

 El exjuez federal de Salta se presentó al mediodía de ayer ante el juez subrogante Fernando Poviña.



LONA OBSERVA LA BANDERA QUE PORTA NORA LEONARD.
Tal como estaba previsto, ayer se presentó en el Juzgado Federal de Salta el exmagistrado de ese fuero, Ricardo Lona, para ser indagado por el secuestro y desaparición del exgobernador Miguel Ragone y por la masacre de Palomitas, ocurridos en 1976.

Lo hizo al mediodía ante el juez tucumano subrogante Fernando Poviña, quien se hizo cargo de estas causas impulsadas por los familiares de las víctimas y las organizaciones de derechos humanos. Lona se abstuvo de declarar y presentó un escrito con los descargos de ambas imputaciones.

Cuando el exmagistrado ingresaba al edificio de España y Deán Funes, se encontró con Fernando Pequeño Ragone, quien le preguntó dónde está el cadáver de su abuelo. Lona le respondió que nada sabe de lo sucedido con el exgobernador secuestrado y desaparecido en marzo de 1976. A la salida del juzgado,

Nora Leonard, hermana de una de las víctimas de Palomitas, también le pidió una respuesta sobre la matanza de 11 personas en el paraje homónimo, el 6 de julio de 1976. Lona, que se desempeñaba como juez federal en esta época, le respondió en los mismos términos que a Pequeño.

El fiscal Horacio Azzolín señaló que “más allá de que Lona no haya declarado era importante que se dé este paso y ahora esperamos que el juez resuelva sobre las imputaciones en su contra”.
Fuente: El Tribuno
@@@

Pagina 12, edición 06/06/2000

Pecado y penitencia

A 12 AÑOS DEL FUSILAMIENTO DE PABLO OUTES

Por Eduardo Tagliaferro 

En julio del ‘76 el frío era más cruel que en otros inviernos, por ese motivo la voz del director de la cárcel diciéndole a Pablo Outes que se abrigara, no resultó sospechosa. "Va a tener frío, no olvide su gorra", fueron las únicas palabras que se le escucharon decir a Braulio Pérez, un ex sargento del Ejército que dirigía el Servicio Penitenciario en la provincia de Salta. Pablo era un calvo hecho y derecho que se había afeitado la cabeza, en uno de los tantos intentos para que el pelo volviera a crecer con la fuerza de antaño. El viejo, como le decían a Pablo, era un veterano en el oficio de preso político. En 1962 siendo militante de la UCRI (Unión Cívica Radical Intransigente), fue uno de los manifestantes que repudiaron la visita de Felipe de Edimburgo, el príncipe consorte de la reina Isabel II de Inglaterra. El final de la protesta estaba cantado. Mientras Pablo iba en "galera", el cortesano del imperio pedía refugio en la alcoba de Magdalena Nelson de Blaquier, una aristócrata diez años mayor que el duque. 

Los largos años de resistencia peronista fueron la causa de que Pablo rompiera con el radicalismo. Luego de un par de arrestos, adhirió al Frente Revolucionario Peronista que lideraba otro comprovinciano suyo, Armando Jaime. Pablo Outes provenía de una familia tradicional, dentro de la tradicional sociedad salteña. La militancia política lo atraía con un magnetismo al que no podía ni quería resistirse. Magnetismo que lo llevó, la mayoría de las veces, a vestirse con el traje de la oposición. Lo que en la historia de los 60 y 70 es casi lo mismo que decir de los perseguidos.

Cuando el embrujado poder del peronismo sin Perón llevó a su viuda, Isabel, a la cima del gobierno, Pablo ya estaba decididamente luchando por el antiimperialismo y por el socialismo. Lo detuvieron luego de que Isabelita decretara el estado de sitio a fines de 1974 y pudo salir del país utilizando el derecho de asilo previsto en el artículo 23 de la Constitución. Venezuela era un país muy lejano para un hombre que vibraba con los vinos salteños, su familia y la lucha política. En 1975 su calva se paseaba nuevamente por Valderrama y su sombra era seguida de cerca por los parapoliciales de Joaquín Gil, aquel hombre fuerte de la policía salteña precursor de la Triple A. Acorralado, y con la certeza de que si lo detenían nuevamente su futuro sería un asesinato lento y feroz, se presentó ante el juez federal Ricardo Lona. Ese juez, que en esa época recibió gran cantidad de denuncias por torturas, desapariciones y fusilamientos, se desempeña hoy como camarista de la justicia federal salteña, merced a la complicidad del poder político local.

Ricardo Lona, envió a Pablo otra vez a la cárcel, concretamente al pabellón E del penal de Villa Las Rosas. El pabellón era una construcción relativamente nueva y sólo alojaba a los presos políticos. Luego del golpe militar las condiciones de detención cambiaron drásticamente. Luciano Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, había dispuesto que aquellos presos políticos, a los que calificaba de subversivos, debían estar aislados e incomunicados. 

La noche del 6 de julio del ‘76, antes de las 21, hora en que se apagaban las luces de las celdas, una patota del Ejército comandada por un teniente de apellido Espeche, entró a cumplir una orden del comandante de la guarnición Salta, coronel Carlos Alberto Mulhall. La comitiva militar marchaba acompañada por el hijo del director del penal, el oficial penitenciario Juan Carlos Alzugaray –un ex oficial de inteligencia de la Policía Federal que, más por miedo que por otra cosa, renunció a la fuerza y se alistó como carcelero–, el oficial jefe de guardia, Eduardo Carrizo y el alcaide responsable del penal, apellidado Soberón. La patota estaba formada por oficiales superiores, que no llevaban sus insignias identificatorias. De a una fueron abriendo las puertas de seis celdas. A Pablo Outes, que todavía se encontraba vestido, le dieron tiempo para tomar su gorra; al resto los sacaron desnudos y en algunos casos hasta descalzos. Todos iban resignados, salvo Rodolfo Usinger, un ingeniero rosarino que comenzó a gritarles "asesinos hijos de puta". Usinger fue uno de los pocos que intuyó el final de ese operativo. A principios del ‘76 una comunicación de la organización Montoneros había alertado sobre un posible "operativo mantel blanco", en el que los militares comenzarían a ejecutar prisioneros políticos. Usinger quizá recordó ese mensaje y por ese motivo opuso toda su resistencia. Roberto Oglietti, José Povolo, Leonardo Avila, Rodolfo Usinger, Alberto Sabransky y Pablo Outes fueron llevados a las celdas de la planta baja.

El penal quedó a oscuras y el barrio lindero a la cárcel también. Como el silencio inundó todos los rincones, el ruido de los motores del camión militar se escuchó nítidamente. Los seis detenidos del pabellón E, fueron subiendo en fila india al camión que estaba estacionado en el campo de deportes. Antes habían subido María del Carmen Alonso, Celia de Avila, Georgina Droz y Amarú Luque de Usinger. Los responsables del operativo los seguían en otro vehículo, entre ellos el hijo del director del penal, que se sumó a la comisión militar. Cuando llegaron a un cruce de la ruta a Tucumán, en la localidad de Palomitas, al sur de la ciudad de General Güemes, todos los trasladados fueron fusilados. La explicación oficial fue la habitual: hubo un intento de fuga. El hijo del director del penal había comenzado a transitar un camino sinuoso, que lo llevaría a consagrarse de verdugo y que tuvo en este fusilamiento la piedra que definitivamente lo llevaría al abismo. La matanza fue tan traumática para él que luego del fusilamiento de Palomitas no hacía otra cosa que repetir los detalles del operativo. Un grupo de tareas lo secuestró y no se supo más de él. En el pecado estuvo su penitencia, diría el antiguo cura de su pueblo. Penitencia que el responsable de esa matanza, el general Luciano Benjamín Menéndez, todavía no cumplió.


La agencia de noticias de DH se edita desde 2007. Marcho con tu rostro y llevo en mi memoria tu proyecto politico

No hay comentarios:

Publicar un comentario