viernes, 2 de julio de 2010

Testimonio de MIRTA CLARA

L PAIS › LA EX PRESA POLITICA MIRTA CLARA DECLARO POR LA MASACRE DE MARGARITA BELEN

Dos mujeres salvadas por la niebla

La mujer, cuyo marido fue asesinado en la masacre, contó que Elsa Quiroz y Nora Giménez de Valladares no fueron víctimas en ese hecho porque no pudieron llevarlas a Chaco, ya que la niebla dejó fuera de operaciones la pista aérea.

Los acusados en el juicio que se está desarrollando en Chaco por la Masacre de Margarita Belén.

Por Marcos Salomón

La ex presa política Mirta Clara declaró ayer durante dos horas en el juicio oral y público por la Masacre de Margarita Belén, fraguado intento de fuga en el que fue fusilado su esposo Néstor Carlos Sala. El otro testigo que pasó por los estrados fue Edwin Peco Tissenbaum, reconocido abogado del foro local y militante por los derechos humanos. Fue uno de los contados profesionales que aceptaron defender a presos políticos durante la dictadura. La historia de Mirta –que llevaba un prendedor con la foto de Néstor en su saco– y Peco está íntimamente ligada, ya que fue su abogado durante la última etapa de la mujer como presa política hasta lograr la libertad, ya casi con Raúl Alfonsín como presidente constitucional de los argentinos.

El 19 de noviembre de 1976 fue un calvario para Mirta Clara: le avisaron de un traslado a Villa Devoto. Le pusieron las esposas, la vendaron, encapucharon y engrillaron. Llevaba en brazos –como podía– a su hijo nacido en cautiverio: Juan Andrés, de sólo seis meses. Pero no llegó hasta el avión porque se lo arrancaron de los brazos. Interpol mediante, lo pudo recuperar de una guardería del Ministerio de Bienestar Social de Resistencia. En ese traslado, Mirta Clara fue con sus compañeras de cárcel: Nora Giménez de Valladares, que tenía sólo 18 años, y Elsa Quiroz, que hoy es diputada nacional. No pasó ni un mes, que el 11 de diciembre “una inspectora de la cárcel llamó a Elsa y Nora para un traslado” nuevamente a Resistencia. De inmediato comenzó la protesta de las presas, llegó a haber unas 1200 en Devoto.

“Exigíamos saber quién daba la orden y por qué, pero nunca se nos contestó”, recuerda Mirta. Resultaba sospechoso el poco tiempo que pasó desde el traslado de Resistencia a Buenos Aires para volver a reubicarlas. Y, como los traslados eran malas noticias, las presas comenzaron una suerte de protesta sin comer y tomando sólo el agua necesaria. A la noche, la misma celadora que trajo malas noticias anunció las novedades: Nora y Elsa se quedarían en Devoto porque una niebla dejó fuera de operaciones la pista ubicada en Morón. “Así se salvaron, seguramente, de ser víctimas de la masacre”, reflexionó Mirta.

Venganza

Para algunos, “El Flaco”, para otros “Tiburón”, Néstor Sala tuvo que dejar La Plata e instalarse en Resistencia con Mirta –embarazada ya– y su hija Mariana Eva. No pasó mucho tiempo hasta que fue detenido en su casa, un 9 de octubre de 1975.

Fue torturado sistemáticamente desde el momento de su detención hasta el de su muerte, sea en la Brigada de Investigaciones de la policía de Chaco, en la alcaidía policial de Resistencia, durante un traslado (como a Formosa) y hasta en el cuartel militar de La Ligura (ex Grupo de Artillería 7 hoy Base de Apoyo Logístico).

En Formosa fue exhibido desnudo en el patio del Regimiento de Monte 29, acusado de ser el jefe del grupo que intentó copar esa guarnición militar –años después desmentido por los propios militares–: “Vamos a vengar a los soldados muertos”, arengaron los oficiales a la tropa, según el testimonio de Mirta Clara.

En su último día, Néstor fue sacado a las 14 –plena siesta chaqueña sin actividad alguna– de la U7. De allí lo llevaron al cuartel militar de La Ligura, lo torturaron, lo hirieron de un bayonetazo y lo trasladaron hacia la alcaidía de Resistencia, donde nuevamente fue vejado.

En este lugar alcanzó a advertir a Mario Mendoza, otro preso político, que se trataba de un “traslado pesado”, que se tradujo en la Masacre de Margarita Belén, cumpliéndose la venganza preanunciada en Formosa. Mirta recordó que el arrepentido Eduardo Ruiz Villasuso declaró en su lecho de muerte que Alberto Luis Patetta –uno de los imputados– le disparó a la cabeza a Néstor.

Mirta relató que antes de la masacre, durante entrevistas de la Dirección Nacional de Militares con presos políticos, Nora escuchó: “Si pasan de diciembre, lo pueden considerar un milagro”, que no ocurrió. Mirta terminó de declarar con un aplauso del público.

“Fue un calco de Palomitas”

Al comenzar la novena audiencia del juicio por la Masacre de Margarita Belén, la sala estaba llena –donde se sientan familiares de las víctimas– y vacía: esposa e hija de Horacio Losito, esposa y nieta de Alfredo Luis Chas –del lado donde se sientan familiares de los victimarios–. Por el pasillo de acceso, entre el público, ingresó con su silla de ruedas Edwin Peco Tissenbaum, mientras era saludado cariñosamente por el público. En su relato cronológico, hizo un parangón que concitó la atención de todos: “Lo de Margarita Belén fue un calco de la Masacre de Palomitas” ocurrida apenas cinco meses antes del 13 de diciembre de 1976. La Masacre de Palomitas, del 6 de julio de 1976 en Salta, también fue un fraguado traslado de presos políticos y un inventado intento de fuga, que sirvió de excusa para asesinar a once hombres y mujeres que habían sido sacados del penal de Villa Las Rosas, sin que se produzcan bajas entre quienes realizaron el traslado.

Fuente: Pagina 12

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Causa Caballero

“Soy una sobreviviente”, dijo la viuda de Néstor Sala

Mirta Clara y su esposo Néstor Sala fueron detenidos en 9 de octubre de 1975 y en su vivienda fueron torturados. A ella, Ramón Gandola le pegaba la cabeza contra la pared. A él –según el testimonio- le pegaban en los testículos, en otra habitación.

Mirta Clara, vuida de Néstor Sala. Gentileza: Gonzalo Torres.
“Soy una sobreviviente”, declaró la mujer.
En ese allanamiento, también estuvieron José Rodríguez Valiente, Ricardo Yedro, Lucio Caballero. Ya en la Brigada de Investigaciones, estos mismos represores, más Gabino Manader –“que hacía de policía bueno”- la torturaban, sobre todo con picana eléctrica, golpe en la panza –siendo que estaba embarazada- y haciendo escuchar a Mirta cómo torturaban a Néstor.
“Uno me pregunta qué hacía mi esposo. A lo que respondí si sabía qué estaba haciendo su mujer en ese momento”, recordó. La respuesta fue una trompada y siguieron los golpes y la picana, que “la manejaba Lucio Caballero”.
La sala en total silencio, los imputados inmutables. El relato de Mirta dejó alguna sonrisa, pero mucho más lágrimas y congoja, hasta en los familiares de los represores, incluso con alguna lágrima.

Cuando fue detenida Mirta, su hija Mariana quedó en una guardería. Entonces, la apretaban y amenazaban con que ya la habían encontrado y “la traerían para torturarla delante de mí”.
Era tal la situación de indefensión que, estando en el calabozo, la mujer tuvo que hacerse “pis en el vestido y tomarlo” para calmar la sed porque no le daban agua. Tampoco la dejaban dormir: de día era Manader, de noche, la atormentaba Carlos Thomas.
Intentaban ligar a Mirta y Néstor con el copamiento al Regimiento de Monte 29. Incluso, llegaron a fraguar una declaración del hombre admitiendo que fue el jefe de la banda que atacó el cuartel militar. Primero, se hizo una conferencia de prensa para anunciar esta noticia, luego, varios militares, incluido Ricardo Brinzoni (ex jefe del Ejército) negó este hecho.
Para lograr una declaración, la pareja fue llevada a Barranqueras, donde los torturaron desnudos. Luego, junto al río, hicieron simulacros de fusilamiento de ambos. Hasta la “verduguearon” por una fotografía con una dedicatoria del General Perón a Mirta Clara.

Pasada la tortura en la Brigada, llegó el tormento en la Alcaidía policial: “No podía comer, vomitaba todo”. A pesar de su deplorable estado de salud, volvieron a interrogarla, ésta vez militares de Corrientes.
De la Alcaidía la llevan en medio de un megaoperativo a Formosa. En esta provincia, tuvo a su hijo Juan Andrés. “Yo creí que me llevaban a una maternidad”, relató. El ex gobernador Vicente Joga es testigo de su paso por tierras formoseñas. Mientras tanto, Néstor es exhibido en el Regimiento de Monte 29, con el juramento de vengar el intento de copamiento.
Nuevamente, regreso a la alcaidía de Resistencia, donde se repite la experiencia formoseña: no tenía comida para alimentar a Juan Andrés, ya que la picana le había obstruido los conductos mamarios y no podía amamantar a su hijo.
En noviembre de 1976 la trasladan a Villa Devoto. En esa reubicación, los militares se apropian de Juan Andrés, pero sin saber qué hacer con el bebé lo llevan a una guardería del Ministerio de Bienestar Social, de donde es rescatado por la familia de Mirta a instancias de INTERPOL, antes que lo den en adopción “porque era blanquito”, declaró, indignada.
En Devoto se entera de la Masacre. Cuando quiere relatar algunos detalles, es frenada por el presidente del Tribunal, Víctor Alonso (para evitar cruces con el juicio por los fusilamientos de Margarita Belén, teniendo en cuenta que Luis Alberto Patetta, imputado en ambas causas, estaba presente). El fiscal Germán Wiens Pinto pidió que se la deje declarar, pero el juez no lo permitió.
Tras dos horas de declaración y preguntas de fiscales y querella, se realizó un cuarto intermedio. De regreso, le tocó el turno a la defensa. El abogado José Oscar Gómez, insistía en una pregunta con tono cada vez más alto. Hasta que Alonso lo llamó la atención:
-Es que me incendio demasiado, se justificó Gómez.
-No se incendie, lo vamos a apagar acá, le contestó Alonso.
Ni cinco minutos después, finalizó la declaración de Mirta Clara. Contundente, sin fisuras.

Informe: Marcos Salomon

Fuente: Chaco Día por Día


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