sábado, 21 de agosto de 2010

El lunes estará en la banquillo de los acusados la Iglesia por complicidad con los militares Cba: Detalles del asesinato de Raúl Bauducco

POR COMPLICIDAD CON LOS MILITARES

La Iglesia será la principal protagonista en el juicio de lesa humanidad de San Rafael

El lunes declarará el vocero de la diócesis por los dichos que publicó El Sol y un ex capellán militar que ha sido señalado por varios testigos.

DANIEL CALIVARES daniel.calivares@elsoldiario.com.ar

A pesar de ser uno de los lugares más conservadores de la provincia, pocas personas se imaginaban que casi sobre el final de las testimoniales, la Iglesia católica se convertiría en uno de los protagonistas principales del juicio. Si bien, en los primeros testimonios se mencionó al ex obispo León Kruk, fue recién en las dos últimas semanas cuando un nuevo nombre perteneciente a la Diócesis sanrafaelina volvió a ser mencionado y a tomar cada vez más protagonismo En tanto, a raíz de una nota de El Sol, otro sacerdote católico fue citado a declarar.
Ambos deberán sentarse frente a los magistrados el lunes, cuando comience una nueva jornada del primer juicio por delitos de lesa humanidad en la provincia, que tiene como imputados a los ex policías Juan Labarta y Raúl Ruiz Soppe, al abogado, Raúl Egea y al ex teniente Aníbal Guevara por las desapariciones de Francisco Tripiana, José Berón, Roberto Osorio y Pascual Sandoval.

AUTODESAPARECIDOS. Uno de los párrocos que declarará el lunes, cuando se reanude el debate oral, será José Antonio Álvarez Domínguez. Este sacerdote, según explicó a El Sol, fue ordenado en 1983, en plena despedida del gobierno militar En su caso, Álvarez Domínguez recién fue citado ayer por orden del Tribunal 2, integrado por Roberto Naciff, Héctor Cortés y Roberto Burad, y su presencia en la sala no se debe a que haya sido mencionado por algún testigo, sino a declaraciones que hizo a El Sol y que fueron publicadas el viernes 13 de agosto.
En ellas, el sacerdote aseguró que “todo el mundo sabía lo que estaba ocurriendo” y que la Iglesia intentaba ayudar en lo que podía. Según el sacerdote, esa ayuda dependía de la influencia sobre la persona a la que se podía acudir y explicó que no siempre se podía ayudar a los familiares de los detenidos, porque estos, en ocasiones, “no existían”, y agregó: “Hubo autodesaparecidos que después aparecieron”. Justamente esta frase fue la que motivó su citación, ya que los querellantes se mostraron molestos con el sacerdote, mientras que incluso al tribunal le dio curiosidad por saber qué es lo que quiso decir Álvarez con sus dichos.

EL SEGUNDO SACERDOTE. Al lado de Álvarez, en la sala de espera del tribunal se encontrará también el padre Franco Reverberi, quien actualmente es párroco en Saltos de las Rosas, en el distrito de Cañada Seca. Según explicó Reverberi, él fue capellán militar a partir de 1980 y solamente se dedicaba a darles la comunión y los sermones a los integrantes del escuadrón de Montaña. Asimismo, Reverberi explicó que nunca pisó un centro de detención, ni vio “nunca a un preso político”. Sin embargo, diversos testigos han señalado a Reverberi en sus declaraciones. Uno de ellos fue Roberto Flores, un ex detenido político, quien declaró el miércoles. Según Flores, Reverberi solía entrar y salir de los calabozos e, incluso, les llegó a pedir a los detenidos que cooperaran con las Fuerzas Armadas.
El sacerdote se vio aún más complicado cuando el testigo le explicó a los jueces que habría estado presente en algunas sesiones de tortura. Además de Flores, también Hugo Riera, familiar político del director del Hospital Schestakow, Armando Dauverné, señaló haber visto a Reverberi durante su detención. En el caso de Riera, el testigo señalo haber visto al sacerdote en Infantería. En tanto, el primero en mencionar al párroco fue Sergio Chaki, quien era empleado en Tribunales cuando fue detenido y llevado a los calabozos del edificio, que luego fue denominado Casa Departamental. Chaki, además de criticar a los jueces que desempeñaban sus funciones en 1976, señaló que el padre Reverberi visitaba permanentemente a los detenidos encerrados en ese centro de detención.

Falso testimonio

En la jornada de ayer se produjo un careo entre Armando Dauverné y Sergio Loyola debido a que este negó haber dicho que en una yesera de El Nihuil se habían tirado cuerpos. Dauverné, durante el careo, aseguró haber tenido esa conversación con Loyola en varias oportunidades, mientras que Loyola volvió a negarlo. En tanto, se produjo una nueva compulsa por falso testimonio, la tercera en lo que va del debate, contra Raúl Calixto Ávila, un policía jubilado. Asimismo, declaró Cecilia Centeno, que, según una investigación propia, señaló que, salvo dos casos, el resto de los desaparecidos eran pobres o marginales.

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Mendoza

La verdad sale a la luz

FOTO: SARA GUTIÉRREZ
19-08-2010 / Un ex policía reveló haber delatado a Francisco Tripiana por “guerrillero”. En tribunales está quedando a la vista el aparato de inteligencia que colaboró con el Ejército y las complicidades del clero y el Poder Judicial.
Por María Eva Guevara

Hipólito Sosa es conocido como el “Poroto” Sosa. Su nombre saltó a la luz pública el miércoles 11 de agosto luego de declarar ante el Tribunal Oral Federal 2 de Mendoza. Contó que su tarea en el Departamento de Informaciones consistía en ubicar las cabezas más sobresalientes guiándose por “chimentos” o lo que se hablaba en la calle y que él puntualmente marcó a un joven que trabajaba como pintor y se movilizaba en bicicleta. Por la descripción, el tribunal y los presentes en la sala de audiencias concluyeron que se estaba refiriendo a la víctima Francisco Tripiana. Para mayor sorpresa, Sosa ni se inmutó cuando se le hizo notar que ese joven había desaparecido y que presente en ese instante y escuchando en esa sala estaba su hijo Mariano. La tensión vino en aumento cuando el policía jubilado vertió sus argumentos al asegurar que ese pintor era guerrillero porque cada vez que se paraban a conversar hablaba mal del gobierno y entonces, “como ellos –los integrantes del D2– estaban en el gobierno, tenían que defenderlo”. Sosa también reveló el nombre de quien fuera su jefe: se trata nada menos de Oscar Pérez, actual integrante del Consejo de Seguridad Departamental de San Rafael.

Exhibición de cobardía. Lo que sucede en la sala de debate donde se lleva adelante el primer juicio por delitos de lesa humanidad en San Rafael está generando un gran revuelo. Ha entrado a notarse una exhibición bien matizada de la cobardía y el resentimiento. En el desfilar de testigos, cuando se trata de los familiares de desaparecidos o ex presos políticos que son preguntados para que juren decir la verdad, lo que se escucha es un “sí, juro” fuerte y claro. En cambio, a los imputados y a ciertos policías que llegan en calidad de testigos apenas si se les oye.

Apenas se sentó a declarar, Sosa, de 84 años, no recordaba nada. Antes había intentado zafar de la declaración invocando razones de salud, pero la excusa no coló y debió comparecer ante los jueces Héctor Cortés, Roberto Burad y Roberto Naciff. Llegados al punto de su responsabilidad en los métodos que empleaba para colaborar llevando información para el Ejército, Sosa blanqueó que su criterio era escuchar lo que se hablaba por ahí –los chimentos de la calle– teniendo en cuenta que montonero era todo aquel que se mostraba siempre disconforme y hablaba criticando al gobierno de Videla.

En cuanto a la reconstrucción de la labor represiva, recordó fragmentos. Entre ellos señaló que en Investigaciones trabajaban entre 15 y 20 personas, que el abogado Raúl Egea, imputado en este juicio pero en libertad, “trabajaba para atendernos a nosotros”; también proporcionó por ejemplo el nombre de quien fuera su jefe en el D2: Oscar Pérez, ex comisario y actual integrante del Consejo de Seguridad Departamental de San Rafael. El rol que jugó Pérez no pudo ser distinto al del actual imputado Roberto Labarta, con lo cual es posible que los nombrados pasen a engrosar la lista de responsables por delitos de lesa humanidad.

Según el doctor Armando Dauverné, actual director del Hospital Schestakow, Sosa debería estar siendo juzgado “porque son tan responsables los que apretaban el gatillo como los que hicieran que esos asesinos apretaran el gatillo”, dijo. Dauverné brindó en este juicio oral y público uno de los testimonios más impactantes y comentados en la sociedad sanrafaelina al detallar las torturas y los suplicios que vivieron su padre, su hermana y también su madre en 1976, simplemente por ser parientes de la abogada y militante Susana Sanz. Entre los aspectos dolorosos que ventiló Dauverné apuntó que a la municipalidad concurría gente para delatar a otra gente por considerarla "terroristas". Él mismo fue denunciado en cierta ocasión por un colega, lo que le causó una paliza más en la sede que tiene el Ejército en Cuadro Nacional.

En relación a Sosa, Dauverné expresó todo su sentir con estas palabras: “Estas personas denunciaban sin siquiera conocer a las personas y lo hacían por el sólo hecho de pensar distinto. Desde que soy chico que conozco a este personaje Sosa y sé que es una mala persona. Era esa gente que convivía con uno, que compartía hasta la comida, después iban y denunciaban. Este pintor que fue delatado, en cambio, era un chico que no tenía maldad alguna, era sólo un interesado en que la gente humilde tuviera pan en la casa y trabajaba para eso siendo que él tenía muy poco ingreso y lo mismo colaboraba con los más humildes. Esta es la bronca que da, pensar que lo mataron por matar, sin ningún tipo de razón ni justificativo. Yo cuando declaré, a Sosa no lo nombré no porque no lo conociera sino porque en ese momento del interrogatorio a uno se le pasan tantas cosas por la cabeza que no puede expresarlas todas. Por eso creo que si a muchos de nosotros nos ponen a hablar más tiempo estaríamos recordando a más personas que intervinieron en este desastre. Al menos otros dos oficiales o agentes que no están identificados por ahora han sido tan violentos como lo fue José Mussere”.

Mussere llegó a sentarse en el banquillo de los acusados las primeras tres semanas del juicio; fue identificado por varias víctimas como autor de feroces torturas. Falleció en su celda el pasado 12 de agosto por una afección cardíaca. En todos estos años se negó a prestar declaración testimonial. Eso sí, el Servicio Sacerdotal nocturno lamentó la muerte de este comisario retirado en un aviso fúnebre publicado en un matutino local. Y es que, brutal ironía del destino, Mussere era el "Guardián José". Era de esos laicos que les atienden el teléfono a las personas desahuciadas, para ofrecer “de corazón” sus condolencias.

Por supuesto, la circunstancia de la muerte de Mussere fue utilizada por los defensores de Raúl Ruiz Soppe, Roberto Labarta y Aníbal Guevara para solicitar prisión domiciliaria invocando problemas de salud. “Ahora todos ellos se sienten víctimas”, señaló Dauverné a Veintitrés. Y continuó: “Ahora se descomponen y hay que llevarlos al médico, hay que hacer doscientas cosas por ellos pero cuando ellos tenían a la gente detenida y los golpeaban y martirizaban a hombres y mujeres y se robaban los chicos, esa gente no tenía ningún tipo de compasión ni de límite”.

Dauverné recordó el caso del mayor Luis Faustino Suárez, alias “el Colorado”. “Yo lo conocí personalmente porque me citaba todos los días a las 11 y 30 de la mañana, a mí y al ingeniero Llorente, para golpearnos o torturarnos psicológicamente. Tenía toda la ciclotimia de los alcohólicos, de acuerdo a cómo se levantaba ese día y la cantidad de alcohol que había ingerido era como trataba a la gente. Era verborrágico algunas veces y durísimo en su actividad, no le importaba sacar el arma delante de un niño o de quien fuera, y le gustaba aterrorizar a la gente, y por eso creo que él fue ejecutor de muchos de los desaparecidos de San Rafael”.

El señor de la vida y la muerte. El mayor Luis Faustino Suárez, alias “El Colorado”, es uno de los grandes ausentes de este juicio por haber fallecido hace ya unos años. Pasó de jefe de la Compañía de Montaña 8 a jefe de Inteligencia de los departamentos San Rafael, General Alvear y Malargüe en 1976 y estuvo en actividad al menos hasta el año 1988. Llegó a estar procesado por las muertes de Camacho, Ozán, Berón, Ríos y Tripiana pero quedó libre por la Ley de Obediencia Debida.
En el juicio en el que intenta esclarecerse la desaparición forzada de cuatro personas en San Rafael, Francisco Tripiana, Jorge Berón, Roberto Osorio y Pascual Sandobal, la evocación del mayor Suárez no deja de ser escalofriante.

El hermano de Pascual, Daniel Sandobal, reveló en la audiencia del martes 10 de agosto algo que nunca antes había dicho ni ante sus familiares más cercanos. Ante los magistrados, soltó lo que pasó en su casa el 24 o 25 de marzo de 1976.

Pedro Sandobal arrancó aclarando que él era el más militante de su familia compuesta por tres hermanos. Pascual era el mayor, trabajaba como obrero rural y sólo muy de vez en cuando iba a las manifestaciones políticas como adherente. Un operativo comandado por Suárez introdujo una patota en la casa de Daniel sorprendiendo a toda la familia, menos a Pascual. Esa madrugada, según relató Pedro, “golpearon la puerta, se levantó mi padre y nosotros, no nos alcanzamos a dar vuelta, que teníamos toda la casa llena de militares. Yo creí que me iban a detener a mí, pero no. Suárez me agarró y me llevó al baño, sacó un revólver y empezó a jugar con él en mi cabeza y me tuvo, no sé si fueron diez minutos que para mí fueron una eternidad, y me dice: ‘Pueda ser que tu hermano no se haga el loco porque lo quiero matar yo. Yo lo quiero matar con esta arma. Y al último de tu familia que voy a matar va a ser a vos’”.

Al otro día Pascual Sandobal es detenido en una finca de Colonia Helena. Estaba presente el primo Hugo Sandobal, quien vio cómo lo detenían y lo ataban con alambre en los pies y manos para tirarlo como un perro arriba del camión. Como Hugo estaba haciendo el servicio militar reconoció a uno de los captores. Poco tiempo después Hugo caminó hasta un almacén cercano y nunca más se volvió a saber de él. Sus padres nunca radicaron la denuncia. Contando a Hugo, la lista de desaparecidos en San Rafael asciende a 39.

Ni la cruz te va a salvar. Sergio Chaki fue el único miembro del Poder Judicial de Mendoza detenido en los calabozos de chapa instalados en el subsuelo de Tribunales de San Rafael. Padeció y presenció tormentos estando justamente allí en Tribunales, y ninguno de los jueces en esa época se preocupó por él o hicieron algo al respecto. Chaki también aseguró que durante los cuatro meses que estuvo encerrado vio entrar al sacerdote Franco Reverberi. Reverberi era capellán militar en la dictadura y sigue ejerciendo su rol sacerdotal en Salto de las Rosas, distrito de San Rafael. “No puedo entender cómo se demoró tanto este juicio. No puedo entender que los jueces de esa época miraran para otro lado y no tuvieron el menor sentido ético para renunciar. San Rafael era chico, conservador e hipócritamente cristiano”, dijo para finalizar su declaración. Al cierre de esta edición se confirmó que Reverberi deberá declarar ante los magistrados.

Mayúscula es la sorpresa en San Rafael por los renombres que pueden venirse abajo en esta dura revisión del pasado trágico. Dauverné no duda en reaccionar con optimismo: “Yo realmente creo en la Justicia y creo que los imputados están siendo juzgados como corresponde y que este tribunal está trabajando denodadamente y realmente es un ejemplo. Llego a creer que uno se puede reconciliar, uno ya no tiene ese odio que tenía en su primer momento, yo por lo menos y mi familia y con los que hablo queremos justicia, no pretendemos ninguna otra cosa. Nadie quiere que se los torture ni que se los trate mal, ni que se les haga el trato que tuvieron con nosotros, pero sí que paguen lo que la Justicia indique y cuando esto ocurra, pese a que han pasado 34 años, vamos a estar en mejores condiciones para reconciliarnos los argentinos. Vamos a mirarnos a la cara unos y otros sin vergüenza y la construcción del país va a ser mejor habiéndonos sacado esta carga tan pesada de encima”.

Dauverné es una figura pública por estos días muy felicitada por la gente espontáneamente por la forma en que desnudó la verdad que aún mucha gente ignora por edad o años de desinformación. Él contesta que sólo cumplió con su deber ciudadano y dice que lo que le gustaría es que la sociedad sanrafaelina sea menos cerrada. “No creo que seamos impolutos y no tengamos ninguna responsabilidad de nada. En San Rafael pasan las mismas cosas que en el resto del país y del mundo. El problema es que se ha actuado con benevolencia con estos represores, mucha gente no se ha dado cuenta del sufrimiento de la gente que desapareció y que no sabe ni siquiera a dónde llevarle una flor a su familiar. Creo que la gente de San Rafael tendría que ser muy piadosa con esos familiares que sin duda merecen un trato especial, no es sólo un resarcimiento económico. Porque acá muchos se confunden y creen que están buscando resarcimiento económico, no es así. Es de esperar que puedan caminar tranquilos por las calles porque ninguno fue un terrorista, sólo eran chicos que pensaban en el bien común y les tocó pasar por aquello. Tenemos que estar preparados para eso. Yo sigo pensando en que los que colaboraron tienen que ser castigados o por la Justicia o por la sociedad. Si son culpables, deben cumplir la condena que la Justicia disponga para ellos, no otro tipo de tratos no igualitarios, esto es, un trato igual al que merece un delincuente que debe ir a parar a una cárcel común a pagar su pena.”
Fuente: Revista 23
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Córdoba -Juicio UP1

Un “caramelo” no perecedero


El ex preso político Gerardo Otto fue el primer testigo en señalar al imputado ex militar Pablo D’Aloia en el interior de la UP1, recordó detalles del asesinato de Raúl Bauducco y presentó una carta que logró sacar desde la cárcel y su familia conservó durante más de 33 años.


Pablo D’Aloia.

2010-08-19 -

Por Alexis Oliva - Prensared

“Salí de la cárcel con una voluntad bastante entera y la convicción, después de todo lo que había visto en las cárceles, que de alguna manera había que tratar de que terminara ese gobierno y volviera la democracia. Me generó un fuerte impacto ver el país que habían dejado. En la calle Rivadavia, los jóvenes que antes buscaban trabajo hacían números para ver cuánto podían ganar si compraban dólares. En la campaña “Luche y se van” me tocó organizar una olla popular en Villa La Maternidad, donde toda esa plata que iba al circuito especulativo le había sacado el trabajo hasta la gente que hacía changas. Un chiste de (Alberto) Cognini en La Voz del Interior mostraba esa olla popular como un hecho que contradecía el optimismo…”.

Fue uno de los escasos párrafos en que Gerardo Ricardo Otto, ex preso político de la Unidad Penitenciaria Nº 1 (UP1), se permitió, ante la pregunta de uno de los jueces, formular una opinión política condimentada con una pizca de nostalgia.

Durante el resto de su exposición, el testigo número 37 del juicio a Jorge Rafael Videla, Luciano Benjamín Menéndez y otros 29 represores, sostuvo un relato preciso, claro y puntilloso de sus vivencias en la cárcel de barrio San Martín, que incluyó la lectura de una carta que pudo hacer llegar a su familia, en febrero de 1977, a través de los familiares de un preso común, en un "caramelo" (nota escrita en un papel de cigarrillos).

El entonces militante de la Juventud Universitaria Peronista en la Facultad de Agronomía de Córdoba refirió que fue detenido la madrugada del 22 de mayo de 1976 y estuvo preso hasta julio de 1982, acusado de “una causa inventada: tenencia de armas de guerra y munición de guerra”. Otto había cursado el Liceo Militar General Paz y egresado en la promoción 1972, de la que formaba parte el imputado ex militar Pablo D’Aloia.

A principios de su estancia en la UP1 -donde estuvo desde el 28 de mayo de 1976 hasta el 28 de marzo de 1977, cuando fue trasladado a la cárcel de La Plata-, el entonces subteniente D’Aloia apareció un día en su celda: “¿Qué hacés vos acá?”, le preguntó. “Me trajeron…”, le contestó Otto. “El estaba rodeado de suboficiales y se dirigió directamente a mí. Fue un encuentro formal, reja de por medio”, recordó el testigo. Su testimonio apuntala así lo narrado por Eduardo De Breuil, quien ubicó a D’Aloia entre los victimarios de su hermanoGustavo, Higinio Toranzo y Hugo Vaca Narvaja.

El 5 de julio de 1976, durante una requisa y golpiza colectiva en el patio de la cárcel, vio un despliegue de soldados: "De alguna manera me tranquilicé, porque pensé que estando ellos presentes no iba a pasar nada grave. Pero estaba muy equivocado”. Y repitió las palabras con que el militar a cargo se dirigía a los conscriptos: “Estos son los violadores de mujeres. Estos son los asesinos de niños”. “Yo pensaba: qué pobre sería la causa de este militar, que necesitaba mentir de esa manera, porque los presos políticos no éramos eso", expresó el testigo.

Ese día, fue uno de los testigos de la ejecución del prisionero Raúl Bauducco. “Un soldado muy exaltado gritó: ‘¡Ese, mi teniente, ese se mueve!’ -narró Otto-. Entonces escuché un disparo y después supe que lo habían matado al compañero Bauducco. Se generó un desconcierto, pero no hubo en sí una reacción. Esa noche, escuché la misma voz que había escuchado en la arenga. Decía: 'Esto que pasó es porque le quisieron arrebatar el arma a un suboficial'. Me quedó la sensación de que querían inventar una nueva justificación. Como en esto de los traslados, que decían que era un intento de fuga y en realidad iban a asesinar a los compañeros. Así iban a justificar las muertes dentro de la cárcel, pero en un estado de impunidad tan grande que así quería cubrirse este oficial".

Luego de describir las distintas modalidades de traslado -entre ellas las que terminaban en supuestas fugas que encubrían fusilamientos-, las sistemáticas golpizas y los fraudulentos consejos de guerra, el testigo recordó una amenaza que las autoridades le transmitieron al preso Eduardo José Schiavoni, el 23 de febrero de 1977. Fue entonces que extrajo una carta, que él mismo escribió en el penal y su familia conservó intacta durante más de 33 años.

Así lo revivió el testigo, ante el asombro del público: “Con un compañero de celda decidimos sacar esta información a mis padres, con lo cual tuvimos que recurrir a los escondites que teníamos, con papeles metalizados de cigarrillos y una birome, con lo que escribí una nota a mis padres. Eso se dobla con el papel metálico para afuera para que no se perjudique lo escrito, es un caramelo, que se pasa con un hilo a otra celda, para que a través de los familiares de los presos comunes pudiera salir y llegar a mis padres. Ellos lo guardaron y si usted me permite lo voy a leer. Está dirigida a mis padres: 'Yo estoy físicamente bien y anímicamente excelente, pero preocupado al igual que todos aquí, pues el 23 de febrero a la noche sacaron a un compañero de cada uno de los tres pabellones de presos políticos (incluyendo el 14 de mujeres). El director de la cárcel en su despacho les comunicó que por cada bomba que se ponga van a matar a diez de nosotros y si a Videla le pasa algo cuando venga a la fiesta nacional del trigo en Leones nos matan a todos. El director hizo la aclaración que él era solo un intermediario de lo dicho por el Tercer Cuerpo. La preocupación viene que en julio del 76 hicieron una amenaza parecida: iban a matar a cinco por cada militar que cayera muerto y tres por cada civil y la cumplieron al pie de la letra. Yo les pido que comuniquen esto a todos los familiares de presos políticos, a la Iglesia (Primatesta, etc) y al consulado alemán para lograr de esta forma una difusión nacional e internacional. Cuando contesten, díganme qué novedades hay sobre visitas y traslados para los presos políticos. Sobre mi caso en especial dijeron que el Servicio Penitenciario estableció un régimen de vida carcelaria que contempla visitas y que su aprobación está en manos del Tercer Cuerpo. Quiero que averigüen al respecto y si me van a trasladar. En el próximo paquete mandame un desodorante, un jabón Rexina, un dentífrico y un calzoncillo, exclusivamente. Aquí seguimos encerrados con las ventanas totalmente clausuradas, salimos una vez por día al baño cinco minutos y donde tendría haber cuatro personas hay ocho amontonados. Saludos y besos de Gerardo para papá mamá, Irma, Peter (mis dos hermanos), Gloria, (mi cuñada), Numa, (un perro que teníamos), y a todos'. Puse algunos símbolos. 'Saludos y besos a papá y mamá' los puse en idioma alemán. La única manera que tenían los familiares de saber si seguíamos vivos, era llevando papel higiénico y jabón a la cárcel. Si el Servicio Penitenciario los recibía, era que seguíamos vivos. El pedirle esas cuatro cosas, era como una contraseña, para cuando las recibiera saber si habían recibido la carta”.

El aporte fue uno de los motivos por los que el testigo se retiró aplaudido.

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El juez Sánchez Freytes fue denunciado por mal desempeño

20 Ago, 2010 | 5:29 Hs. | Por Redaccion | Categoría: Justicia

El juez federal Alejandro Sánchez Freytes fue denunciado ante el Consejo de la Magistratura por “mal desempeño de sus funciones”, acusado de haber ordenado el pago de una jubilación extraordinaria al represor Luis Alberto Manzanelli, por la “incapacidad” que, aduce, le produjeron sus actividades represivas .

La denuncia fue presentada ayer por el titular de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación (UEJN) y secretario de Derechos Humanos de la CGT, Julio Piumato, y fue apoyada por la representante de las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Taty Almeida.

“El hecho es sumamente grave porque Sánchez Freytes está subrogando todas las investigaciones de derechos humanos en la provincia de Córdoba. Es como poner el lobo a cuidar al gallinero”, aseguró Piumato en declaraciones a la prensa.

Según consigna la denuncia, el magistrado -a cargo del Juzgado Federal Nº 2 de Córdoba y subrogante del 3- otorgó en el año 2002 una jubilación extraordinaria de 100% a Luis Alberto Manzanelli, procesado con prisión preventiva e involcurado en 10 causas relacionadas con delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura.

“Mientras por una puerta se establecían las responsabilidades penales, por la otra, este magistrado indemnizaba el perjuicio psíquico que les causaba a los militares que el pueblo conociera las actividades desarrolladas por ellos durante la dictadura militar”, indica la presentación. “A la justicia tenemos que seguir lavándola y desinfectándola. Es un horror que existan estos jueces que le faltan el respeto a la memoria de nuestros hijos”, dijo la dirigente de Madres de Plaza de Mayo.

Fuente: Comercio y Justicia

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Polémica por la domiciliaria a Menéndez

La abogada Martínez dijo que fue decisión de Díaz Gavier y no de Casación.

La resolución que favoreció a Luciano Benjamín Menéndez con la prisión domiciliaria sigue generando polémica. Ayer, la abogada María Elba Martínez, querellante en el juicio al condenado militar y al ex dictador Jorge Videla, dijo que la medida no fue emitida por la Cámara Nacional de Casación ni por la Cámara Federal de Córdoba, sino que Menéndez volvió a su casa por una orden del presidente del Tribunal Oral Nº 1, Jaime Díaz Gavier.

La letrada agregó que en sendas comunicaciones que tuvo con Casación y la Cámara de Apelaciones, le negaron que haya salido de esos despachos la orden de beneficiar a Menéndez. Díaz Gavier había dicho el miércoles que el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército accedió a la prisión domiciliaria en función de una resolución de Casación.

Además, Martínez se quejó porque no fue notificada sobre el informe médico que aconsejaba que Menéndez no permaneciera en el penal de Bouwer.

"Si Menéndez volvió a su casa por razones de salud, el Tribunal tiene que informarnos para que, si lo consideramos conveniente, pongamos un perito médico de control", afirmó la abogada. Y reclamó que Díaz Gavier le haga llegar la resolución y la fundamentación sobre el beneficio a Menéndez.

Imputado en problemas. En tanto, ayer durante el juicio un testigo ex preso de la Unidad Penitenciaria Nº1, ubicó al imputado Pablo D’Aloia en el interior de la cárcel, contradiciendo la versión del acusado.

Se trata de Gerardo Otto, de 55 años, quien se presentó como empleado público y que dijo que había sido compañero de D’Aloia, un ex veterano de Malvinas, en el Liceo Militar.

Según declaró Otto, cuando estaba detenido dentro de la UP1 el militar le preguntó qué hacía allí dentro. "Me trajeron", recordó Otto que respondió.

En las audiencias iniciales, al hacer uso de la palabra, D’Aloia había insistido en que sólo había cumplido tareas en "el perímetro" de la cárcel.

El militar está imputado por los homicidios de tres presos políticos: Hugo Vaca Narvaja, Arnaldo Higinio Toranzo y Gustavo Adolfo de Breuil. El testigo, -que también estuvo detenido en el D-2- contó que estaba con los ojos vendados aquel 12 de agosto de 1976 y sólo llegó a escuchar que alguien nombraba a un tal "D’Aloia" en el lugar de los hechos.

"Cuando yo escucho los argumentos de que esto -las desapariciones y asesinatos- fue una guerra, no me puedo imaginar eso, porque no hubo ningún respeto por la vida de los presos argentinos; pero para los prisioneros ingleses que cayeron en la guerra de Malvinas sí se respetó la Convención de Ginebra y ellos adhirieron", comparó Otto las situaciones.

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