viernes, 8 de abril de 2011


Causa Ragone: una testigo contó como calló para salvarse


Margarita Martínez de Leal, de 26 años en marzo de 1976, empleada de la empresa Betella, narró ayer ante el Tribunal Oral en lo Federal de Salta cómo fue eligiendo callar para prevenir males mayores. La afirmación puede parecer exagerada pero es lo que se desprende de los dichos y los silencios de la testigo que declaró en la tercera jornada del juicio oral y público que se sigue a ocho represores por el secuestro y desaparición del ex gobernador Miguel Ragone, el asesinato del comerciante Santiago Catalino Arredes y la herida provocada a la propia Martínez de Leal. Martínez de Leal fue testigo directa del secuestro de Ragone y eso le cambió la vida, como ella misma afirmó: diestra, recibió un disparo en el brazo derecho, se le rompieron tendones y le quedó cierta dificultad de movimiento, una cicatriz y un gran temor que aún perdura. El secuestro se perpetró justo frente a la oficina de Betella, en la mitad de la calle Del Milagro. Hombres armados que iban en dos autos chocaron y encerraron el Peugeot en el que Ragone iba camino al Hospital San Bernardo, lo dominaron y se lo llevaron. Eran las 8 de la mañana y el sonido de “un fuerte choque” había llevado a Martínez de Leal a acercarse a la calle. Vió que “dos personas trasladaban a otra persona” al parecer, hacia otro coche. En la instantánea, la atención de Martínez de Leal fue capturada por un hombre joven, de pelo corto, que le apuntaba con un arma larga que colgaba de su hombro, sintió un choque y cayó hacia atrás. Ahí se quedó hasta que escuchó la salida de los autos y el silencio que siguió. Recién entonces, 15 o 20 minutos después, se atrevió a levantarse, la sangre le avisó que estaba herida y cruzó la oficina hacia la salida en la calle Virrey Toledo, donde vivía el sereno. Con él pidieron ayuda a un médico vecino, Jorge Albrecht, quien la llevó al Hospital San Bernardo. Martínez de Leal dijo que fueron por Del Milagro y pudo ver que Arredes estaba tirado en la vereda, en la esquina con Apolinario Saravia. Otro testigo silenciado. “El doctor me dijo ‘lo mataron a don Arredes’ y ahí me dí cuenta de lo que podía haberme pasado a mí también y me agarró un ataque de nervios, comencé a temblar”, contó la mujer. En el Hospital la pusieron en una camilla, la taparon toda con una sábana, hasta la cara. Le hicieron radiografías y la curaron pero la dejaron bajo la sábana, a la manera que se cubre a los muertos. La llevaron a una sala de guardia, a la que al rato trajeron el cuerpo, tapado como ella, de Arredes. Allí estuvo hasta que a las 19 le permitieron irse. Martínez de Leal contó que cuando salió de radiografías ya había llegado su esposo, ante sus preguntas ella optó por el silencio. Después, en la camilla, calló ante una hermana del difunto que la zamarreaba pidiéndole información. Ya en su casa, a las 21, recibió la visita de unos policías de la provincia. Pero la testigo no supo dar mayores datos, ni siquiera recordó si declaró, y mucho menos si lo hizo su marido, el único que la acompañaba. Sin embargo, en el expediente se incorporó un acta policial en el que figura una supuesta declaración suya, con firma. La testigo desconoció ayer la declaración y la firma. Es más, dijo que no cree que hubiera podido firmar, dado que le llevó casi 60 días recuperarse de la herida en el brazo. Pasado el primer momento de shock, Martínez de Leal no hizo denuncia por el ataque del que fue víctima. Ayer no consiguió dejar en claro por qué no lo hizo, máxime cuando insistió en que el hecho le cambió la vida y la volvió una persona temerosa que no puede estar sola. Las suspicacias llenaron el salón de grandes juicios cuando Martínez de Leal contó, ante preguntas de las querellas, que su marido ingresó a la Policía al mes siguiente del ataque, en la Guardia de Infantería. Dijo que no le llamó la atención porque había hecho la solicitud con anterioridad. Durante la instrucción, hasta 2008 al menos, Martínez de Leal fue representada por el abogado Jorge Amado Skaf, quien ha sido señalado como partícipe de actividades de inteligencia durante la última dictadura cívico-militar. La víctima no querelló al ex jefe de Seguridad de la Policía de la provincia, el comisario retirado Joaquín Guil, que está siendo juzgado en este proceso; sí al ex jefe del III Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez; al ex jefe del Ejército en Salta, Carlos Alberto Mulhall, y al ex jefe de la Policía, el militar Miguel Gentil. Martínez de Leal tiene entablada además una demanda civil contra el Estado provincial.


Chequeo médico para Gentil


La audiencia de la víspera fue suspendida por el Tribunal Federal cuando se aprestaba a prestar declaración la testigo Justina Arredes, hermana de Santiago Arredes, el comerciante asesinado por presenciar el secuestro del ex gobernador Miguel Ragone, el 11 de marzo de 1976. La suspensión respondió a un planteo del defensor oficial Federico Petrina, quien argumentó que dado que Miguel Raúl Gentil tenía que ser trasladado al Hospital Militar Central para un chequeo de su salud, se iba a violar su derecho de defensa si no se le daba la posibilidad de volver a la audiencia cuando lo deseara. Aunque poco antes el mismo acusado había manifestado su intención de no seguir participando de esta audiencia (el Código Procesal Penal de la Nación permite que los juzgados no participen en el tramo de los testimonios), una vez que el médico reseñara los males que padece Gentil y recomendara un chequeo en el Hospital, Petrina pidió la suspensión de la audiencia o que se aparte a su defendido de este juicio. Argumentó que si bien Gentil no estaba a la vista en la pantalla de la videoconferencia, estaba cerca, escuchando el desarrollo del debate. “Continuar la audiencia no estando él escuchando, implica un juicio en ausencia”, advirtió e insistió en que Gentil “quiere escuchar” el debate. El fiscal Horacio Azzolín y los abogados de las querellas, Matías Duarte, Martín Avila, David Leiva y Oscar Rodríguez, se opusieron señalando lo obvio: el acusado ya se había retirado de la audiencia, por lo que podía ser revisado mientras el debate continuaba. De hecho ayer temprano se retiraron de la sala también Carlos Mulhall, Joaquín Guil, Andrés Soraire y Jorge Zanetto. Y Menéndez se alejó de la videoconferencia. Como Petrina insistía en que se habían ido de la sala pero estaban escuchando, el fiscal recordó que el Código no prevé tal disposición: “El que se fue se fue”, sintetizó. El tribunal resolvió que Gentil fuera sometido al chequeo y suspendió la audiencia hasta hoy, a las 9,30, para seguir con los testigos que quedaron pendientes. Leiva, de la organización Memoria, Verdad y Justicia consideró que la posición del defensor oficial manifestó la estrategia de Menéndez y Gentil: demorar el proceso lo más posible y lograr que terminen apartados de este juicio. “Ellos están jugando a eso, a que los aparten de la causa. Hoy se manifestó la verdadera intención de la defensa de Gentil y Menéndez”, sostuvo. Fuente: Elena Corvalan, directora de Radio Nacional Salta, especial para la Agencia de Noticias DH La mujer recibió un disparo de ametralladora cuando observaba la escena Una testigo relató cómo secuestraron a Ragone El juicio continúa hoy con otros testimonios. El debate de ayer se interrumpió porque uno de los imputados se descompensó.


jueves 07 de abril de 2011 Salta


TRAS DECLARAR/MARGARITA DE LEAL (DER) SALE DE LA CIUDAD JUDICIAL

Con el testimonio de una sobreviviente, ayer comenzó a reconstruirse el secuestro y posterior desaparición de Miguel Ragone, en la tercera jornada del juicio que se desarrolla en la Ciudad Judicial de Salta. “Lo que me pasó me cambió la vida”, sentenció Margarita Martínez de Leal al recordar lo ocurrido aquella mañana del 11 de marzo de 1976 cuando estaba en su trabajo, en el pasaje Del Milagro 161. La mujer recibió un tiro de ametralladora en el momento que presenciaba el rapto del ex gobernador constitucional de Salta. El ataque que sufrió fue el preludio de lo que sucedió segundos después con el almacenero Santiago Catalino Arredes, quien fue asesinado de un disparo en el pecho cuando intentó evitar el secuestro del médico. Esto demuestra que los delincuentes estaban dispuestos a todo. Para el éxito de la operación debían lograr impunidad y por eso no dudaron en disparar contra estos dos testigos. Ni siquiera les importó que Arredes fuera el hermano de un alto jefe de la Policía provincial, que con su llamativo silencio se convirtió veladamente en un cómplice más de los criminales. El testimonio de la mujer dejó dudas e interrogantes, pero sirvió para empezar a desenterrar las piezas de un rompecabezas que el tiempo fue sepultando. La testigo contó que a las 8 en punto llegó a la inmobiliaria donde trabajaba y que unos minutos después escuchó el estruendo de un choque de vehículos frente al negocio. “Me acerqué al salón y detrás del vidrio vi tres automóviles y que de uno de ellos sacaban a una persona”, relató. Dijo que en esos momentos un hombre descendió de uno de los autos portando una ametralladora, y al advertir que ella estaba observando la escena le disparó. “Sentí un golpe en el brazo derecho y me arrojé al piso”, recordó. En ese estado permaneció por unos minutos sin saber lo que pasaba y cuando reaccionó recién tomó en cuenta que la habían baleado. “Miré a la calle y los autos ya no estaban; me acordé del doctor Jorge Albrech, que vivía cerca, y fui a golpear la puerta de su casa”, manifestó. Al verla en ese estado, el profesional la hizo pasar, pero al comprobar que la lesión era grave decidió llevarla en su vehículo hasta el hospital San Bernardo. “Cuando pasamos frente al negocio de don Arredes, lo vi tirado en la vereda y Albrech me dijo que lo habían asesinado”, señaló. Según la testigo, esto lo corroboró luego en el hospital cuando la llevaron a una habitación donde estaba el cuerpo sin vida del almacenero.


El ESPSO INGRESO A LA POLICIA


La testigo Martínez de Leal contó que permaneció internada hasta las 19 en el San Bernardo y que todo el tiempo permaneció con la cabeza tapada con una sábana. Dijo que mientras estuvo allí ningún policía se acercó para preguntarle que había pasado, lo que a los querellantes les resultó llamativo. Explicó que a la noche, cuando ya estaba en su domicilio, la visitó una comitiva policial, pero manifestó que no recordaba qué le preguntaron. “Yo esta shoqueada y aún hoy lo estoy, por eso hay cosas que no recuerdo”, aclaró. Ante una consulta de la querella, la mujer reveló que un mes después del ataque que sufrió, su esposo ingresó a la Policía para cumplir servicio en la Guardia de Infantería. Frente a lo expuesto, el abogado David Leiva pidió que el cónyuge sea citado a declarar como testigo. Respecto a los motivos por los cuales no hizo ninguna denuncia sobre lo que le sucedió, Martínez de Leal argumentó que “estaba muy mal y no quería saber nada”. El de esta persona fue el único testimonio de ayer, ya que el Tribunal decidió suspender la audiencia por pedido de Federico Petrina, defensor de Miguel Gentil. Ocurrió que el ex Jefe de la Policía de Salta sufrió una descompensación mientras asistía al debate por el servicio de video conferencia desde Capital Federal. Un médico forense anunció que el imputado debió ser trasladado al Hospital Militar, debido a que desde diciembre pasado padece de secuelas de neumonía, infarto de miocardio, tabaquismo, etc. El Tribunal no hizo lugar al planteo del fiscal y los querellantes para que el juicio continuara sin la presencia de Gentil.


Fuente: El Tribuno

No hay comentarios:

Publicar un comentario