viernes, 6 de abril de 2012

Fue secretario de Derechos Humanos de la Nación desde 2003

Murió Eduardo Luis Duhalde, el abogado que desafió a la dictadura

Defensor de presos políticos, denunció el terrorismo de Estado desde el exilio. Fue elegido por Néstor Kirchner para llevar adelante su política de Memoria, Verdad y Justicia. También impulsó la causa Papel Prensa en los tribunales.

Con la muerte de Eduardo Luis Duhalde se va un pionero en la militancia por los Derechos Humanos. Con su partida, para la que se venían preparando sus afectos más cercanos, se va uno de los primeros abogados que se comprometió con la transformación social. Su vida es testimonio de las luchas del pueblo argentino desde la segunda mitad del siglo XX. Desde los tempranos años sesenta, mientras desarrollaba una prolífica obra como historiador revisionista, Duhalde abrazó la causa de la revolución y la pelea por la expresión de las mayorías populares proscriptas. Luego sería defensor de presos políticos junto a Rodolfo Ortega Peña, asesinado por la Triple A, su “hermano del alma”, como lo seguía llamando a casi 40 años del crimen. Este párrafo no alcanza para resumir todo lo que escribió, las causas que patrocinó, las luchas que dio. Tras una larga pelea contra un aneurisma en la aorta abdominal, se murió Duhalde. O “Duhalde, el bueno”, como lo llamaban en las redacciones.
Bohemio amante del tango y el jazz, fanático de River que llegó a escribir por mail a sus amigos que “su corazón sangraba en rojo y blanco” cuando el equipo de Nuñez descendió al Nacional B, Duhalde no ocultaba sus pasiones. Podía quedarse hasta las tres de la mañana buscando material para actualizar su libro sobre el fusilamiento de Manuel Dorrego cuando a las 8 de la mañana lo esperaba una dura jornada de trabajo en la Secretaría de Derechos Humanos. Sus colaboradores lo escuchaban con respeto. Sin hacer alarde de su trayectoria como abogado, historiador y periodista, sus pergaminos hablaban por él.
Había denunciado, junto con Ortega Peña, el secuestro del primer desaparecido de la historia argentina contemporánea: el metalúrgico Felipe Vallese. Defendió a los sobrevivientes de Trelew. Desde el exilio en España, tras fundar la CADHU (Comisión Argentina de Derechos Humanos), Duhalde escribió el informe “Argentina: proceso al genocidio”. Corría enero de 1977. Dos meses después, Rodolfo Walsh enviaría su “Carta de un Escritor a la Junta Militar”. En la CADHU lo acompañaban Rodolfo Mattarollo, Lili Mazzaferro, Carlos González Gartland y Lucio Garzón Maceda. La dictadura llegó a enviar a Madrid a un grupo de represores de la ESMA: el objetivo era secuestrar a los organizadores de la CADHU, entre ellos Duhalde. La misión falló.
Volvió con la democracia, fue juez y camarista en la Capital Federal, desde donde denunció a la Corte Suprema del menemismo. Como juez intervino en casos resonantes, como la investigación por la muerte de Sofía Fijman, la vecina de 76 años que murió con el cráneo aplastado por la puerta metálica de la Escuela de Inteligencia de la SIDE. Junto a los otros dos miembros del tribunal, Duhalde condenó a diez años de cárcel al agente de la SIDE que había accionado la puerta, “el pesado” Alberto Dattoli.
Renunció a su cargo en la justicia para hacer campaña por un gobernador patagónico, casi desconocido: Néstor Kirchner. Era enero de 2003, faltaban tres meses para la elección presidencial. Pero Duhalde no se equivocó. Lo había conocido entre 1998 y 1999. El contacto, desde el primer momento, fue con Kirchner y su esposa, la entonces senadora Cristina Fernández. Cuando le preguntaron qué le había llamado la atención del santacruceño para dejar las comodidades del Poder Judicial, Duhalde se limitó a contestar: “Ellos creen en lo que dicen, no es sólo un discurso.”
Duhalde recibió un encargo clave de Kirchner: la política de Estado en materia de Memoria, Verdad y Justicia. El funcionario asumió el compromiso y logró que la Secretaría de Derechos Humanos tuviera una visibilidad inédita. El abogado de presos políticos en los ’70, reconocido como un adelantado en la denuncia del genocidio (uno de sus libros más famosos es El Estado terrorista argentino), se esforzó para que los organismos de Derechos Humanos minimizaran sus diferencias históricas. Así logró sentar en un mismo balcón del Congreso durante la asunción de Cristina a Estela de Carlotto y Hebe de Bonafini. “Trabajar con los Derechos Humanos es como caminar hacia el horizonte. Caminás hacia adelante y el horizonte se corre un poco más. Lo mismo pasa con los Derechos Humanos”, solía decir Duhalde parafraseando a Eduardo Galeano y su clásico aforismo sobre la utopía.
En 2010, la presidenta le asignó otra tarea, no menos sensible. Le pidió que investigara el caso Papel Prensa, la empresa creada por David Graiver. Cristina quería información de primera mano de la apropiación por parte de Clarín, La Nación y La Razón, en sociedad con la dictadura, de la proveedora monopólica de papel para diarios. Así vio la luz el Informe Papel Prensa - La Verdad, que meses después él mismo llevaría a la justicia platense. Duhalde sabía cómo generar mística y sentido de pertenencia. Empleados de la Secretaría de Derechos Humanos todavía recuerdan cuál fue su reacción el 27 de octubre de 2010, el feriado del Censo, al enterarse de la muerte de Kirchner: fue a la Secretaría y pasó las primeras horas de dolor junto a los compañeros de trabajo. En las fiestas de fin de año, Duhalde solía animarse a bailar algunos tangos. Estaba casado hace 50 años con la abogada Laura Bartolucci, con quien se exilió en España. Juntos tuvieron cuatro hijos, muchos nietos, y un hijo del afecto. El secretario de Derechos Humanos decía que lo más importante, a lo largo de la existencia, era aceptar como guía un principio ordenador: “La pasión por la vida.” Le gustaba comer, el buen vino, viajar. “Es una pérdida irreparable. Se fue mi hermano mayor, mi maestro”, confió ayer a Tiempo Argentino su compañero de gestión, el subsecretario Luis Alén.

Fuente: Tiempo Argentino

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