Neuquén > “Pido justicia por los desaparecidos que fueron torturados físicamente y para todo su entorno familiar que también fue torturado. Mi madre no vio a su hijo muerto, yo creo que tampoco lo voy a ver pero jamás me voy a resignar”, exclamó ayer al cierre de su declaración testimonial Omar Pincheira, hermano de Miguel Ángel, detenido en el Operativo Cutral Co y actualmente desaparecido.
Omar fue testigo de la detención de su hermano. Dijo que los efectivos policiales y militares llegaron primero a su casa donde vivía con su madre. “Golpearon la puerta, era un civil y un militar con ropa de fajina y me apuntaba con su fusil. Me preguntaron por Miguel Ángel y se le indicó dónde vivía”, recordó el testigo.
Pincheira relató que los militares lo hicieron salir de su casa y caminar una cuadra hasta lo de su hermano. Ahí describió que pudo ver un “importante operativo” en la calle con vehículos militares y muchos oficiales que rodeaban parte de la manzana.
Al llegar a la casa de su hermano, golpearon la puerta salió su cuñada –dijo Omar- y entraron los militares quedando él afuera.
“Mi sobrino de menos de un año estaba con ellos, lo llevé conmigo de vuelta hasta la casa de mi mamá”, describió.
Según el relato del testigo, luego la mujer de su hermano, Juana Aranda, va hacia la casa de su madre y les comunica que se habían llevado a Miguel Ángel hacia la Comisaría de Cutral Co. “Fuimos a buscarlo ahí, pero nos dijeron que se iba a quedar un tiempo porque lo tenían que interrogar”, expresó.
El testigo relató que pudo ver a su hermano después de eso solo una vez más cuando se enteró que estaba en la U9 y vino a visitarlo. “Mi hermano me dijo que había sido torturado, le habían puesto picana en los testículos y en la boca y que había palabras que no podía pronunciar”, recordó Omar de su último encuentro con Miguel Ángel.
Relató que no pudo ver más a su hermano porque de inmediato lo incorporaron al servicio militar obligatorio desde agosto hasta mayo de 1977. Sobre su sensación de estar en el Ejército, el testigo expresó: "Fue un padecimiento porque estaba en el lugar menos indicado. Llegué a hacerle guardia al general (José Luis) Sexton. Yo también me sentí torturado”.
Luego declararon Elías Omar Monjes y Alberto Ubaldino Zapata, ambos ex trabajadores de YPF detenidos en Cutral Co en 1975 y luego trasladados a la cárcel de Rawson donde estuvieron con varias de las víctimas que se investigan en este juicio.
Monjes aseguró que fue detenido por personal del Ejército y ubicó su estadía en Rawson entre enero y noviembre de 1976.
Recordó que estuvo en el pabellón Nº 6 donde había unos “60 ó 70 detenidos”.
Omar fue testigo de la detención de su hermano. Dijo que los efectivos policiales y militares llegaron primero a su casa donde vivía con su madre. “Golpearon la puerta, era un civil y un militar con ropa de fajina y me apuntaba con su fusil. Me preguntaron por Miguel Ángel y se le indicó dónde vivía”, recordó el testigo.
Pincheira relató que los militares lo hicieron salir de su casa y caminar una cuadra hasta lo de su hermano. Ahí describió que pudo ver un “importante operativo” en la calle con vehículos militares y muchos oficiales que rodeaban parte de la manzana.
Al llegar a la casa de su hermano, golpearon la puerta salió su cuñada –dijo Omar- y entraron los militares quedando él afuera.
“Mi sobrino de menos de un año estaba con ellos, lo llevé conmigo de vuelta hasta la casa de mi mamá”, describió.
Según el relato del testigo, luego la mujer de su hermano, Juana Aranda, va hacia la casa de su madre y les comunica que se habían llevado a Miguel Ángel hacia la Comisaría de Cutral Co. “Fuimos a buscarlo ahí, pero nos dijeron que se iba a quedar un tiempo porque lo tenían que interrogar”, expresó.
El testigo relató que pudo ver a su hermano después de eso solo una vez más cuando se enteró que estaba en la U9 y vino a visitarlo. “Mi hermano me dijo que había sido torturado, le habían puesto picana en los testículos y en la boca y que había palabras que no podía pronunciar”, recordó Omar de su último encuentro con Miguel Ángel.
Relató que no pudo ver más a su hermano porque de inmediato lo incorporaron al servicio militar obligatorio desde agosto hasta mayo de 1977. Sobre su sensación de estar en el Ejército, el testigo expresó: "Fue un padecimiento porque estaba en el lugar menos indicado. Llegué a hacerle guardia al general (José Luis) Sexton. Yo también me sentí torturado”.
Luego declararon Elías Omar Monjes y Alberto Ubaldino Zapata, ambos ex trabajadores de YPF detenidos en Cutral Co en 1975 y luego trasladados a la cárcel de Rawson donde estuvieron con varias de las víctimas que se investigan en este juicio.
Monjes aseguró que fue detenido por personal del Ejército y ubicó su estadía en Rawson entre enero y noviembre de 1976.
Recordó que estuvo en el pabellón Nº 6 donde había unos “60 ó 70 detenidos”.
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Los padecimientos de una ausencia
Juana Aranda, esposa de Miguel Ángel Pincheira, detenido durante el Operativo Cutral Co y que permanece desaparecido, describió sus encuentros con el imputado Luis Alberto Farías Barrera.
La mujer afirmó que el militar le mostró un documento falso en el que se indicaba que Pincheira había sido puesto en libertad en noviembre de 1976.
Neuquén > “No sabemos dónde está. No podemos ni siquiera llorarlo, nosotros recién empezábamos a vivir y nos frustraron nuestra felicidad”, fueron las palabras con las que Juana Aranda, esposa de Miguel Ángel Pincheira, se dirigió a los jueces que componen el Tribunal Oral Federal, en relación a la desaparición de su marido, un ex trabajador de YPF que fue detenido durante el operativo militar y policial realizado la noche del 14 de junio de 1976.
La mujer, de 58 años, prestó declaración en la mañana de ayer en el Salón Verde de AMUC donde se desarrolla el juicio a 22 represores acusados de delitos de lesa humanidad ocurridos en la región durante la última dictadura militar.
Pincheira fue sacado de su casa cuando se encontraba con su mujer y su pequeño hijo de apenas un año, y trasladado a la Comisaría 14 de Cutral Co para ser interrogado. Aranda hizo un relato preciso de los padecimientos sufridos a lo largo de la interminable búsqueda de su marido.
Un día después del secuestro de Pincheira, su mujer se dirigió a la seccional policial donde se le informó que había sido trasladado al Comando del Ejército y que, a partir de ese momento mantuvo algunos contactos con el imputado Luis Alberto Farías Barrera, en ese entonces Jefe de Personal del Comando de la Sexta Brigada. quien le dijo que su marido estaba siendo investigado e interrogado.
Explicó que su esposo fue llevado a una celda de la U9 y que pudo hablar con él sólo dos fines de semana. Allí le contó que fue castigado y que mostraba una inmensa preocupación por su familia.
Declaró que Farias Barrera le manifestó que su marido había sido llevado a la U5 de Roca y que en otro encuentro con el militar, éste les dijo que había sido trasladado hasta la U6 de Rawson y que se encontraba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
Contó que el primer contacto que tuvo con su marido fue el 10 de octubre de 1976. “Nos comunicamos a través de un vidrio. Tenía marcas en el rostro como pinchaduras y en el cuerpo. Estaba delgado. Después no pude verlo nunca más".
También explicó que envió cartas y que depositó en la Unidad Penal, 7.000 pesos a su nombre para que pudiera disponer cuando lo considerara necesario.
En un nuevo encuentro en el Comando con Farías Barrera, quien era el encargado de hablar con los familiares de los detenidos, le dijo a Aranda que Pincheira había sido puesto en libertad el 5 de noviembre. "Me mostró un documento, al perecer firmado por Miguel Ángel e inmediatamente le recriminé que esa no era la firma de mi esposo”, manifestó.
Frente al cuestionamiento de la mujer, el militar le dijo que probablemente haya alguna diferencia por “sus nervios y ansiedad por recuperar la libertad" y que "después pudo haberse contactado con grupos interesados o con otra mujer”.
Precisó que presentó varios Hábeas Corpus y que en 1979 presentó el caso de su marido ante la Comisión Internacional de Derechos Humanos que visitó la Argentina.
Neuquén > “No sabemos dónde está. No podemos ni siquiera llorarlo, nosotros recién empezábamos a vivir y nos frustraron nuestra felicidad”, fueron las palabras con las que Juana Aranda, esposa de Miguel Ángel Pincheira, se dirigió a los jueces que componen el Tribunal Oral Federal, en relación a la desaparición de su marido, un ex trabajador de YPF que fue detenido durante el operativo militar y policial realizado la noche del 14 de junio de 1976.
La mujer, de 58 años, prestó declaración en la mañana de ayer en el Salón Verde de AMUC donde se desarrolla el juicio a 22 represores acusados de delitos de lesa humanidad ocurridos en la región durante la última dictadura militar.
Pincheira fue sacado de su casa cuando se encontraba con su mujer y su pequeño hijo de apenas un año, y trasladado a la Comisaría 14 de Cutral Co para ser interrogado. Aranda hizo un relato preciso de los padecimientos sufridos a lo largo de la interminable búsqueda de su marido.
Un día después del secuestro de Pincheira, su mujer se dirigió a la seccional policial donde se le informó que había sido trasladado al Comando del Ejército y que, a partir de ese momento mantuvo algunos contactos con el imputado Luis Alberto Farías Barrera, en ese entonces Jefe de Personal del Comando de la Sexta Brigada. quien le dijo que su marido estaba siendo investigado e interrogado.
Explicó que su esposo fue llevado a una celda de la U9 y que pudo hablar con él sólo dos fines de semana. Allí le contó que fue castigado y que mostraba una inmensa preocupación por su familia.
Declaró que Farias Barrera le manifestó que su marido había sido llevado a la U5 de Roca y que en otro encuentro con el militar, éste les dijo que había sido trasladado hasta la U6 de Rawson y que se encontraba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
Contó que el primer contacto que tuvo con su marido fue el 10 de octubre de 1976. “Nos comunicamos a través de un vidrio. Tenía marcas en el rostro como pinchaduras y en el cuerpo. Estaba delgado. Después no pude verlo nunca más".
También explicó que envió cartas y que depositó en la Unidad Penal, 7.000 pesos a su nombre para que pudiera disponer cuando lo considerara necesario.
En un nuevo encuentro en el Comando con Farías Barrera, quien era el encargado de hablar con los familiares de los detenidos, le dijo a Aranda que Pincheira había sido puesto en libertad el 5 de noviembre. "Me mostró un documento, al perecer firmado por Miguel Ángel e inmediatamente le recriminé que esa no era la firma de mi esposo”, manifestó.
Frente al cuestionamiento de la mujer, el militar le dijo que probablemente haya alguna diferencia por “sus nervios y ansiedad por recuperar la libertad" y que "después pudo haberse contactado con grupos interesados o con otra mujer”.
Precisó que presentó varios Hábeas Corpus y que en 1979 presentó el caso de su marido ante la Comisión Internacional de Derechos Humanos que visitó la Argentina.
Sin acceso
Neuquén > Un periodista de este diario, debidamente acreditado, no pudo ingresar ayer a realizar su trabajo por haber llegado 18 minutos después de las 9, horario fijado para el inicio de la audiencia.
El intento por ingresar al Salón Verde de AMUC fue impedido por los efectivos policiales que custodían el acceso al recinto donde se desarrolla el juicio.
El intento por ingresar al Salón Verde de AMUC fue impedido por los efectivos policiales que custodían el acceso al recinto donde se desarrolla el juicio.
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rom: Hijos Bahiablanca
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"La violación fue una práctica de destrucción"
Neuquén > “Los casos de delitos sexuales a los que eran sometidos hombres y mujeres entre 1976 y 1982, por sobre el resto de las torturas, reflejan una imagen diferente de los torturadores y revela daños específicos en las víctimas”, afirmó Susana Chiarotti, una de las autoras del libro “Grietas en el silencio”, que fue presentado el viernes pasado en esta ciudad.
El libro es una profunda investigación sobre la violencia sexual a la que fueron sometidas las víctimas del terrorismo de Estado que operó en Argentina y que ha sido silenciada por muchas de ellas y, fundamentalmente, por el sistema de Justicia que no investigó ni sancionó esa forma específica de violencia.
En sus páginas se recopila los relatos de una veintena de mujeres y hombres que fueron víctimas o testigos directos de delitos contra la integridad sexual cometidos en el marco de la represión ilegal.
Además, ofrece información acerca de las cuestiones penales de estos casos dentro de los delitos de lesa humanidad en el contexto nacional e internacional, con el objetivo “de convencer a los jueces y a los fiscales quienes están obligados a investigarlo separado de la tortura”, señaló Mabel Vasallo, a cargo de la introducción.
Comentó que a fines del año pasado, la Procuración General de la Nación presentó un instructivo que ordenaba a todos los fiscales a investigar y sancionar la violencia sexual y además dice cómo hay que cuidar a las víctimas
Vasallo sostuvo que no sólo los vejámenes cometidos contra los detenidos mujeres y varones se ejercieron para castigar, causar dolor y doblegar la resistencia de las víctimas con el objetivo de conseguir información sino también pretendía producir diversos efectos de control y disciplinamiento. "El hecho de aplicarle la picana a un varón en los genitales y decirle 'Nunca vas a ser padre' tenía una connotación sexual y reproductiva", señaló. Resaltó que había "mayor ensañamiento" contra las mujeres, "probablemente porque veían en la militancia la transgresión de los roles de madre y esposa".
Para Chiarotti la violación "fue una de las prácticas dirigidas para destruir a las personas secuestradas, porque eso estaba incluido en la orden de aniquilamiento que llevaron adelante los militares durante esos años".
Las especialistas consideraron que los Departamentos de Inteligencia Policiales (denominados D2) que funcionaron como centros clandestinos de detención en Mendoza, Tucumán y Córdoba, "parecen haber sido los lugares de violaciones sistemáticas masivas. Los testimonios de las víctimas que estuvieron en estos D2 son atroces", afirmaron.
Chiarotti destacó que los testimonios tienen una función terapéutica, "pero más terapéutico va a ser para las víctimas que los represores sean condenados, que haya justicia".
El libro es una profunda investigación sobre la violencia sexual a la que fueron sometidas las víctimas del terrorismo de Estado que operó en Argentina y que ha sido silenciada por muchas de ellas y, fundamentalmente, por el sistema de Justicia que no investigó ni sancionó esa forma específica de violencia.
En sus páginas se recopila los relatos de una veintena de mujeres y hombres que fueron víctimas o testigos directos de delitos contra la integridad sexual cometidos en el marco de la represión ilegal.
Además, ofrece información acerca de las cuestiones penales de estos casos dentro de los delitos de lesa humanidad en el contexto nacional e internacional, con el objetivo “de convencer a los jueces y a los fiscales quienes están obligados a investigarlo separado de la tortura”, señaló Mabel Vasallo, a cargo de la introducción.
Comentó que a fines del año pasado, la Procuración General de la Nación presentó un instructivo que ordenaba a todos los fiscales a investigar y sancionar la violencia sexual y además dice cómo hay que cuidar a las víctimas
Vasallo sostuvo que no sólo los vejámenes cometidos contra los detenidos mujeres y varones se ejercieron para castigar, causar dolor y doblegar la resistencia de las víctimas con el objetivo de conseguir información sino también pretendía producir diversos efectos de control y disciplinamiento. "El hecho de aplicarle la picana a un varón en los genitales y decirle 'Nunca vas a ser padre' tenía una connotación sexual y reproductiva", señaló. Resaltó que había "mayor ensañamiento" contra las mujeres, "probablemente porque veían en la militancia la transgresión de los roles de madre y esposa".
Para Chiarotti la violación "fue una de las prácticas dirigidas para destruir a las personas secuestradas, porque eso estaba incluido en la orden de aniquilamiento que llevaron adelante los militares durante esos años".
Las especialistas consideraron que los Departamentos de Inteligencia Policiales (denominados D2) que funcionaron como centros clandestinos de detención en Mendoza, Tucumán y Córdoba, "parecen haber sido los lugares de violaciones sistemáticas masivas. Los testimonios de las víctimas que estuvieron en estos D2 son atroces", afirmaron.
Chiarotti destacó que los testimonios tienen una función terapéutica, "pero más terapéutico va a ser para las víctimas que los represores sean condenados, que haya justicia".
Fuente: La Mañana
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NOTICIASDEL6- 12/05/2012 - 09:46 Quieren saber para qué se utilizaba el sótano descubierto en el Consulado del Paraguay
Legisladores provinciales buscan conocer las medidas judiciales dispuestas por la República del Paraguay y el resultado de la investigación para la conservación del hallazgo en la sede ubicada en Posadas. El objetivo es colaborar para establecer si existe una relación del sótano con el Plan Cóndor. En este sentido la diputada Lilian Marchesini presentó un proyecto que obtuvo dictamen en la Comisión de Asuntos Constitucionales y de los Derechos Humanos de la Legislatura.
En los fundamentos, la autora destaca la importancia de que a través del Poder Ejecutivo se realicen las gestiones necesarias a fin de conocer para qué se utilizaba ese sótano y “qué vinculación posee con la coordinación entre los gobiernos de facto de Argentina y Paraguay en la desaparición de personas”.
La comisión también emitió un dictamen que unifica proyectos para que la Cámara misionera manifieste su beneplácito por la estatización de YPF llevada a cabo por el Gobierno nacional. Las iniciativas corresponden a los diputados Sonia Mello, Juan Agulla, Lino Fornerón y Lidia Batista.
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La Agencia de Noticias DH, es autonoma y es editada en la Capital Federal desde diciembre 2007
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