lunes, 30 de julio de 2012


Los desaparecidos de la CNEA

 
Año 5. Edición número 219. Domingo 29 de julio de 2012
Cuatro víctimas. De arriba a abajo: Rus, Rojas, Gorfinkiel y Badillo. El almirante Castro Madero dirigió con mano dura la CNEA desde el 24 de marzo de 1976 hasta 1983. Además de hacer desaparecer personal, en su gestión echaron a 107 trabajadores y cesantearon a 120. Otros 370 renunciaron por la persecución que imperaba.

 

Quince científicos y trabajadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica fueron desaparecidos y otros once, secuestrados y luego liberados durante la última dictadura. El rol de la Marina. Las voces de los que sobrevivieron.
Máximo Victoria se presentó a trabajar el 24 de marzo, como todos los días, en su cargo directivo en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), donde se desempeñaba desde 1973. Estaba de licencia en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Pero el director del INTI le dijo que debía volver a su antiguo puesto. Lo recibió el flamante interventor del organismo, el almirante Carlos Castro Madero, que había asumido ese mismo día. El marino le ordenó presentarse ante el jefe de Logística, un capitán de navío. Luego de la reunión, vino el terror. Victoria fue encapuchado, amenazado con un arma en la nuca, desnudado y trasladado luego a un barco en el que estuvo detenido, con otros científicos, durante semanas. Pasó también por las cárceles de Devoto y de Sierra Chica. Ya en ese momento Victoria era –lo sigue siendo– un científico prestigioso, uno de los principales investigadores internacionales en el área de energía nuclear. La presión de la comunidad científica internacional ayudó a salvarle la vida. Fue liberado. Desde hace más de tres décadas vive entre Europa y Estados Unidos.
Hoy Victoria reside temporalmente en Estados Unidos, donde es profesor visitante de la Universidad de California. Desde allí le relató a Miradas al Sur los recuerdos de aquellos días: “Una de las primeras medidas del almirante Castro Madero fue convocar al personal de la CNEA a una reunión en el salón de actos. Allí pronunció amenazas más o menos veladas contra aquellos que ‘rompieran con el orden establecido en la casa’. Yo, además, fui convocado por el área de Personal. Me recibió el director de Logística. Y sin más prolegómenos me indicó que estaba detenido por ser un ‘elemento peligroso para la institución’.”
Victoria fue sacado a punta de fusil por los pasillos de la CNEA. “Me desnudaron en una de las salas de espera para comprobar que no estaba armado y me dejaron a la espera de, dijeron, ‘quienes vendrían a buscarme’. Después de un tiempo que me pareció interminable, cuatro personas de civil, pero que por su comportamiento eran evidentemente militares, me esposaron y llevaron a un auto estacionado en la puerta de la CNEA. Algunos metros más adelante, por la avenida Del Libertador, me bajaron a golpes, me encapucharon y me tiraron en el piso del auto. Me llevaron así hasta lo que después descubrí era un barco de la Marina, atracado en el puerto de Buenos Aires, el Bahía Aguirre.”
En el buque todo fue peor. “El tratamiento de golpes, insultos y amenazas duró todo el tiempo que estuvimos ahí. Estuve aislado en una de las cabinas. Después me di cuenta por sus voces que se encontraban también allí otros compañeros de la CNEA. Nuestro encierro duró unas cuatro semanas. Fuimos trasladados a otro barco por un par de días y finalmente encarcelados oficialmente a disposición del Poder Ejecutivo (PEN). Primero en Devoto y después en Sierra Chica. Le debo al violento traslado de Devoto a Sierra chica los rastros físicos más imperecederos de esta pesadilla: una fractura en mi pie derecho y algunos dientes rotos. De Sierra Chica fui liberado en octubre de 1976”. Una semana después, estaba exiliado en Bélgica. Vivió también en Francia y en Suiza.

Lógica de terror. El caso de Victoria es un ejemplo de la fuga de cerebros que, como en el Onganiato, generó la última dictadura. Es, también, una muestra del terror que se implantó en un organismo modelo de la ciencia en la Argentina: la CNEA. Que no escapó a lo lógica desaparecedora de las Fuerzas Armadas: de allí se secuestró a más de once científicos y trabajadores que fueron liberados después de seis meses de detención. Otros no tuvieron tanta suerte: hay 15 personas desaparecidas que, al momento de su detención, trabajaban o estaban vinculadas a la CNEA (ver aparte). Hace poco, además, se homenajeó en el Centro Atómico Bariloche a cuatro egresados del Instituto Balseiro que también están desaparecidos. El desmantelamiento de la CNEA llegó también de la mano de la Ley de Prescindibilidad: durante la gestión de Castro Madero, que duró desde el ’76 al ’83, se echó a 107 trabajadores y cesantearon a 120. Otros 370 renunciaron por la persecución que imperaba.
“Por otro lado, se incorporaron cientos de contratados, previamente supervisados por la Secretaría de Inteligencia del Estado, y controlados internamente como el resto del personal, a través de la elaboración de legajos paralelos, con información gremial, ideológica y política suministrada en parte por elementos de inteligencia interna. Muchas de las incorporaciones estaban relacionadas con las obras que se estaban realizando y también para cubrir tareas de investigación”, explica el físico Enrique Pasqualini. Es un reconocido experto en combustibles nucleares. Está vinculado a la CNEA desde el ’72. En el ’84 fundó con otros compañeros la Comisión de Derechos Humanos del organismo. Hoy es jefe del laboratorio de Nanotecnología Nuclear en el Centro Atómico Constituyentes.

Amo y señor. La sede central de la CNEA está exactamente frente al edificio de la ex Esma. La creó el peronismo en 1950. Hasta 1984 estuvo en manos de la Marina y era dirigida por un almirante. El amo y señor de la CNEA durante la dictadura fue el vicealmirante Carlos Castro Madero. Asumió como delegado de la junta militar el mismo día del golpe. Fue después de un trabajo de inteligencia de la Marina que había empezado en octubre del ’75: el operativo ACNE. Antes de que terminara el ’76 ya habían desvinculado por distintos mecanismos a 600 profesionales, técnicos y administrativos.
“Durante la gestión de Castro Madero se liberaron centros atómicos para permitir secuestros. Se persiguió cualquier tipo de actividad gremial reivindicativa y se generaron mecanismos de control con la elaboración de legajos ideológicos. Incluso intentó que gente de CNEA exiliada no consiguiese trabajo en el exterior”, señala Pasqualini. Y acusa: “En más de la mitad de los 26 secuestros, Castro Madero tuvo injerencia directa. Es más: hubo secuestrados, luego liberados, que fueron visitados en sus cautiverios por militares que estaban en la CNEA”.
Ya en diciembre de 1983, el científico y luchador por los derechos humanos José Federico Pipo Westerkamp denunció el rol de Castro Madero en las desapariciones y secuestros en la CNEA. “¿Qué hizo su presidente para salvar a tantos miembros de esa Institución? ¿Puede creerse que un contraalmirante, luego vicealmirante, no tuviera posibilidad de lograr noticias sobre el paradero de los científicos de referencia? ¿Acaso no sabía que justamente en frente de la CNEA funcionaban los famosos campos de concentración de la Esma, donde fueron llevados miles de secuestrados en la época en que su amigo, el almirante Massera era comandante en jefe, y el director de la Esma era el capitán de navío, luego contraalmirante Chamorro? Son todos estos interrogantes los que deben despejarse. Castro Madero tiene el deber de informar detalladamente acerca de lo que él sepa sobre este desgraciado tema, que ha llenado de oprobio al gobierno militar, a quienes han colaborado en cargos de responsabilidad, y a la institución a la que pertenecían los secuestrados, ante el desinterés en esclarecer tan terribles hechos”, escribió, sin miedo, en un artículo publicado entonces en la revista El Porteño.
“El clima en ese entonces era de terror. Hubo compañeros que fueron secuestrados en la puerta de ingreso o incluso en su oficina”, describe Pasqualini. “En una institución donde es imprescindible la participación de profesionales y técnicos en la discusión y determinación de sus metas y métodos de trabajo, se implantó un sistema opresivo y represivo al conjunto del personal que tuvo como finalidad y consecuencia no permitir que ni siquiera se cuestionaran decisiones técnicas.” Castro Madero murió en 1990.
Una mujer que trabajó en la CNEA entre el ’70 y el ’73 –y que prefirió no dar su nombre– relató: “En los ’70 la CNEA tenía un proyecto de energía nuclear de vanguardia: trabajaban muchos investigadores de Exactas; los obreros tenían una capacitación técnica moderna para la época. En esos años existían también sectores combativos. Había un contraste muy fuerte: una dirección militar de poca proyección y un pensamiento científico tecnológico de mirada nacional. Por eso no faltaron los conflictos, laborales y políticos.” “Recuerdo –dice– que entre el personal había agentes o servicios. A uno, por ejemplo, le encontramos fotocopias de documentación de Montoneros. El otro enigma fue quiénes de los que veíamos en las movilizaciones eran militantes o servicios, con lo cual fingíamos ignorarnos. Cuando esto era mutuo ya sabíamos que se trataba de un compañero.”
Además de la represión, también se tomó a la CNEA como parte del botín de guerra. Como sucedió, en general, con otras áreas del Estado. Explica Pasqualini: “La política económica que implementó la dictadura fue fundamentalmente de endeudamiento, sin tener en cuenta la necesidad de las inversiones. En materia de energía atómica, por ejemplo, se firmó un decreto –el 302/79– para la construcción de cuatro centrales nucleares antes del fin del milenio, para un país donde la industria y el desarrollo habían quedado totalmente relegados. Nadie preguntaba para qué se iba a usar esa energía, eran ‘negociados’.”

Exilios y ausencias. Carlos Calle es ingeniero químico. Trabajó en el Centro Atómico de Ezeiza, dependiente de la CNEA, desde 1969 hasta marzo 1976. En el exilio, trabajó en la Comisión Nacional de Energía Nuclear italiana: dirigió por veinte años, desde 1977 a 2007, una planta radioquímica. Se jubiló hace un tiempo y hoy vive entre Argentina y Europa. Calle fue secuestrado el 28 de marzo de 1976 y llevado a la Esma. “Un grupo de uniformados de la Marina irrumpió en mi domicilio, en Ituzaingo. En los dos días siguientes, entre interrogatorios, torturas y traslados nocturnos, descubrí a pesar de la capucha que en esa misma razia habían caído también otros nueve compañeros de trabajo, aparentemente bajo un comando unificado”, cuenta Calle a Miradas al Sur, desde Italia.
Calle estuvo detenido, como Victoria, en el buque Bahía Aguirre. “Luego de aproximadamente diez días de alucinantes peripecias, traslados y simulacros de fusilamiento, fuimos transferidos desde el barco a la cárcel de Devoto e internados por cuatro meses en los pabellones de máxima seguridad. Sucesivamente, en posteriores traslados, ocho compañeros terminamos en la U9 de La Plata y dos en Sierra Chica. Todo el grupo fue conducido a Devoto a disposición del PEN. El régimen decretó nuestra libertad con un decreto firmado el 8 de octubre de 1976 por el dictador Videla. El decreto fue consecuencia de las presiones internacionales de varios centros nucleares europeos, movilizados por nuestras familias, que por vía diplomática habían intervenido solicitando explicaciones al presidente de la CNEA por nuestras detenciones. Fuimos afortunados porque milagrosamente salvamos el pellejo y pudimos reconstruir nuestras vidas, siete en el exterior (Italia y Bélgica) y tres en nuestro país.”
Además de Calle y Victoria, hubo otros nueve secuestrados que lograron recuperar su libertad: Pedro Landeiro y Eduardo Cuello, ya fallecidos; Enrique Narciso, Rafael Vallote, Santiago Morazzo, Jorge Núñez, Sergio Pereira Marcondes, Domingo Quilici y Benito Víctor Benedetti. “Hubo otro grupo de trabajadores de la ciencia y de la industria nuclear que, mientras nosotros éramos detenidos, fueron secuestrados de sus domicilios y algunos en sus lugares de trabajo, en diferentes operativos, para luego engrosar el elenco de los treinta mil desaparecidos. Entre ellos algunos queridos compañeros como Antonio Misetich, Federico Álvarez Rojas, Roberto Ardito, Cristina Onis. No se tuvieron más noticias de ellos”, se lamenta Calle.
A Benedetti lo secuestraron porque estaba realizando una colecta para la esposa de Cuello, cuando estaba desaparecido. “Fue bárbaramente torturado, y luego dejado libre, para que sirviera de ejemplo y escarmiento. Los familiares de estos compañeros, desde 1976 en adelante, han denunciado los detalles de cada una de estas desapariciones y están reactivando un viejo proceso judicial.”
Calle concluye: “Quienes fuimos considerados responsables de haber pretendido cambios ‘subversivos’ pagamos las consecuencias sobre nuestras pieles. Quince compañeros desaparecieron y hasta el día de hoy no hay ningún responsable por estos crímenes. Cuando el país volvió a la normalidad democrática, la CNEA fue desmembrada por el menemismo. Pero eso es argumento para otra historia.”.

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“Un organismo prestigioso, modelo para América latina”

 
Año 5. Edición número 219. Domingo 29 de julio de 2012
“Durante la primera mitad de la década del ’70, la CNEA era la más prestigiosa central de investigación y desarrollo de América latina. Era un organismo modelo. Que se encontraba inmerso en el intenso y apasionante debate sobre algunos temas fundamentales para incorporar al plan energético nacional la energía nucleoeléctrica. Se discutía también de la reorganización de la institución, de los contratos de trabajo. Participaban las asociaciones de técnicos y de profesionales, los sindicatos, los diferentes movimientos políticos. El debate estaba inmerso en el ambiente político de la Argentina de aquellos años. Una nueva clase dirigente se estaba gestando y habían comenzado las naturales resistencias de aquellos sectores que nada querían cambiar. Cuando Cámpora asumió la Presidencia, el personal de los centros nucleares de Ezeiza, de Constituyentes y de la sede central se revelaron, como en tantas otras organizaciones del Estado, y el almirante Oscar Quihillalt fue sustituido (luego de 18 años de desempeño en el cargo) por el almirante Pedro Iraolagoitía. Este hombre, el primer presidente de la CNEA nombrado por el general Perón cuando creó el organismo nuclear, y que había abandonado el cargo en 1955, se dedicó con entusiasmo a apoyar nuevos proyectos y también realizó algunas modificaciones organizativas facilitando el acceso de algunos jóvenes profesionales a cargos directivos. Su gestión duro un año y medio. El 24 de marzo de 1976 todo este proceso se interrumpió abruptamente.”
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“Los trabajadores queremos que se haga justicia”

 
Año 5. Edición número 219. Domingo 29 de julio de 2012
“Apenas recuperada la democracia, los familiares de los desaparecidos de la CNEA iniciaron un juicio que se interrumpió debido a las leyes de impunidad sancionadas en el gobierno de Raúl Alfonsín. También nosotros como Comisión de Derechos Humanos de la CNEA propiciamos una causa a través de la cual pudimos recuperar en su momento más de 200 legajos ideológicos (legajos paralelos) elaborados en esa época y que están actualmente en la sede de la CNEA. Varias de esas 200 personas pudieron acceder y ver esos ‘legajos’. Actualmente se han retomado las investigaciones y la recolección de pruebas y estamos solicitando para ello la colaboración de las autoridades de la CNEA. Por otro lado, los secuestros y las desapariciones de los trabajadores de la CNEA de Buenos Aires están siendo investigados en las megacausas de Primer Cuerpo de Ejército y de la Esma, y elevadas oportunamente a diferentes tribunales orales federales. Hay que tener en cuenta que un primer ordenamiento en los juzgados es por fuerza interviniente en el secuestro y centro clandestino de detención. Así, se da el caso de que secuestrados de la CNEA han pasado por distintos centros clandestinos dependientes de distintas fuerzas. Eso hace más complicado el procedimiento. Estamos colaborando con ambos juzgados en la elaboración de pruebas para sustanciar las acusaciones en base a testimonios que aportan víctimas y testigos, y documentación que nos acerquen. Queremos que se haga justicia.”
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Las historias de los que ya no están

 
 
Año 5. Edición número 219. Domingo 29 de julio de 2012
Son quince los científicos y trabajadores de la CNEA desaparecidos. Estas son sus historias.
María Cristina Onis. Renunció el 2 de abril de 1976. No se conoce información sobre la forma de su secuestro.
Antonio Anselmo Misetich. Físico. El 19 de abril de 1976 María Susana Esaín salió de su casa de Vicente López en la que convivía con Antonio, junto con sus dos hijas. Vio pasar patotas de la Marina, armadas y en autos. Pararon en la vivienda y entraron. Hubo reclamos de la comunidad científica internacional. Castro Madero reconoció que Antonio estaba detenido y “gozaba de buena salud”. Pero sigue desaparecido.
Federico Álvarez Rojas. Físico y militante gremial. El 1º de octubre de 1976 un grupo entró a su edificio y destrozaron el piso 12 en el que vivía. Encerraron a sus tres hijos y lo secuestraron junto a su esposa, Hilda Leikis. Robaron su auto y la escritura del departamento. El 21 de abril de 1977 lo declararon cesante, por “abandono de tareas”.
Roberto Ardito. Ingeniero electrónico. Ex secretario gremial de la Asociación de Profesionales de la CNEA. El 12 de octubre de 1976 un grupo de tareas se metió en el departamento de los suegros. Le pidieron a golpes la dirección de Roberto. Como se negaron, fueron a la casa de su otra hija. Forzaron al esposo a llevarlos hasta el departamento de Roberto y su esposa, Atlántida Coma Velasco. Lo secuestraron. Fue declarado cesante también el 21 de abril de 1977, por “abandono de su trabajo”.
Susana Flora Grynberg. Física. Renunció el 2 de mayo de 1976. El 20 de octubre los padres de Susana recibieron un llamado anónimo: así se enteraron de que su hija había sido detenida por fuerzas de seguridad en su casa. Susana estaba embarazada de tres meses. Hay testimonios de su paso por la Esma.
Miguel Schwartz. Ingeniero. El 14 de febrero de 1977 Miguel debía encontrarse con su esposa Mirta. Al llegar a su departamento, varios tipos armados lo estaban esperando. Fue esposado y secuestrado. Su esposa también fue detenida. Se le prohibió ejercer su profesión de médica en el Hospital de Niños y luego fue obligada a abandonar el país. Miguel está desaparecido.
José María Estévez. Técnico del departamento de Reactores. El 2 de mayo de 1977 estaba con su esposa y un matrimonio amigo en su casa de Haedo. A la mañana siguiente un grupo de tareas armado entró al inmueble. Obligaron a José María a buscar su auto. Lo secuestraron y sigue desaparecido.
José Luis Badillo. Físico. Trabajador de una empresa contratista de Atucha I.
Fue secuestrado en la
madrugada del 8 de julio de 1977 en su domicilio. Se identificaron como miembros de las Fuerzas Armadas. José Luis fue llevado esposado y con los ojos vendados.
Rosa Delfina Costa. Trabajaba
en el Centro Atómico Ezeiza.
Fue dejada cesante de la CNEA
por “abandono de tareas”
el 12 de julio de 1977. No se
sabe cómo la secuestraron.
Graciela Mabel Barroca. Técnica en el departamento de Reactores. Estudiante de Física de la UBA.
El 15 de julio de 1977 por la noche un grupo armado, y de civil, llegó al domicilio familiar de Villa Martelli. Como no los dejaron entrar, balearon y pusieron dinamita. Graciela no estaba allí. Esperaron durante tres horas y cuando llegó la llevaron detenida.
Gerardo Strejilevich. Estudiante de Física. Era el novio de Graciela Barroca. Los secuestraron el mismo día. Luego de despedirse de ella fue a dormir a la casa de un amigo, Manuel Ricardo Rojas, porque creía que lo estaban siguiendo. Tenía razón: en la madrugada los secuestraron
a los dos.
Daniel Lázaro Rus. Estudiante
de Física y becario en el departamento de Combustibles.
El viernes 15 de julio de 1977 fue visto por última vez en su lugar
de trabajo. Según compañeros
de trabajo, hombres armados lo metieron en una camioneta de artículos de limpieza con la inscripción “Lavandina” que
estaba estacionada en la puerta
de la CNEA.
Secundino Garay. Técnico y estudiante de la UTN. Trabajaba
en una empresa contratista en Atucha I. Era ex oficial de la Armada. Secundino fue arrancado de su casa una madrugada de octubre de 1977.
Un grupo comando del Ejército ingresó a su casa donde vivía con su esposa y su hijo de 6 años.
Jorge Israel Gorfinkiel. Físico. Renunció a la CNEA el 7 de mayo de 1976. El 25 de noviembre de 1977 por la mañana salió de su casa en Pacheco rumbo a su trabajo en Capital Federal. Lo secuestraron
y pasó por varios centros clandestinos. Estaba casado
y tenía dos hijos.
Daniel Eduardo Bendersky. Estudiante de Física. El 16 de septiembre de 1978 por la
mañana un grupo vestido de
civil se presentó en su casa. Dijeron que eran de la Policía Federal. Lo llevaron a Daniel a
su cuarto. Lo interrogaron y
se lo llevaron, pese a la resistencia de su madre. De acuerdo con relatos de vecinos, a Daniel lo metieron en un Falcon rojo.
Sigue desaparecido.

Fuente: Miradas al Sur
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La Agencia de Noticias DH, es autonoma y es editada en la Capital Federal desde diciembre 2007




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