domingo, 19 de agosto de 2012


Alegando problemas gástricos, pidió la prisión domiciliaria

Exigen que el exrepresor Pablo Casco continúe preso en una cárcel común

Las organizaciones que integran la Comisión Provincial por la Memoria Chaco manifestaron su rechazo categórico a los privilegios y a la posible excarcelación del exrepresor Pablo Casco, “sádico jefe de la guardia más pegadora en la U-7”.
Las organizaciones de Derechos Humanos integrantes de la Comisión Provincial por la Memoria Chaco manifestaron su rechazo categórico a los privilegios y a la posible excarcelación de imputados por crímenes gravísimos durante la última dictadura como el exrepresor Pablo César Casco, “sádico jefe de la guardia más pegadora en la U7 y responsable de la entrega de varios de los presos políticos que luego fueron asesinados en la Masacre de Margarita Belén”.

“Creemos que no hay motivo por el cual este represor sea tratado de un modo diferente al de cualquier otro imputado”, señalaron en un comunicado de prensa. “Su detención en la comodidad de su hogar o cualquier privilegio tras las rejas es una burla a las víctimas y a sus familiares”, afirmaron.

“Como antes, como siempre, exigimos mayor celeridad en el avance de las causas residuales (Causa MMB y Causa Caballero) y que se incorpore la figura de ‘asociación ilícita’ en las imputaciones. Seguimos buscando a los compañeros desaparecidos y a todos los nietos apropiados. Para los responsables del genocidio pedimos Juicio y Castigo; es decir, que sean juzgados con todo el rigor de la ley y condenados a una cárcel común y sin privilegios de ninguna clase”, señalaron.

Los integrantes de la Comisión recordaron que el exguardia tuvo una actuación protagónica el 12 de diciembre de 1976, fecha en la cual el Ejército retiró de la U7 a cinco detenidos políticos que luego serían fusilados en la Masacre de Margarita Belén. “Ese día estaba de franco, pero de todas maneras se hizo presente en el penal y lideró la entrega de los militantes que luego serían salvajemente asesinados, advirtiéndole a los reclusos que si no abandonaban sus celdas por sus propios medios el Ejército tomaría el pabellón y la represión sería mucho más cruenta”, señalaron.

Relataron también que Casco fue procesado por falso testimonio durante su declaración en la causa Masacre de Margarita Belén – en septiembre de 2010- en virtud de las mentiras con las que intentó encubrir el dispositivo de destrucción física y mental del que fueron víctimas los detenidos políticos en la U7. Según su testimonio la cárcel federal de máxima seguridad era casi un hotel para presos políticos, que gozaban de todos los beneficios: sol a discreción, recreos en el patio, visitas y todo tipo de lujos carcelarios.

El documento está firmado por H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio); Asociación ex detenidos por razones políticas; Asociación familiares de desaparecidos por el Terrorismo de Estado; Red por la Identidad Chaco y la CPDH (Comisión permanente por los Derechos Humanos).

 
 
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Las audiencias en la Causa Harguindeguy se reanudarán el miércoles
 
Víctor y Raúl Ingold detallaron cada hecho después de vivir largos períodos de detenciones ilegales
 
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En esta parte del proceso se investigan los delitos cometidos en el Área Gualeguaychú.
“Después de todo lo que transité, mi vida continuó con buenos y malos momentos. Trato de olvidar lo doloroso, pero quiero que termine todo de una buena vez. Que concluyan estos casi 40 años de esta cruz, porque sufrí mucho por haber hecho tan poco, si al menos hubiera sido un militante importante que cambió la vida de la gente para mejor…”, reflexionó sobre el final de su testimonio Raúl Horacio Ingold. Él y su hermano, Víctor Carlos, aportaron su relato a la investigación que se desarrolla en el Tribunal Oral Federal de Paraná y que reconstruye los delitos de lesa humanidad cometidos en la costa del Uruguay durante la última dictadura cívico militar. Ambos hombres fueron detenidos ilegalmente con algunos meses de diferencia, entre octubre y noviembre de 1975. Fueron alojados poco tiempo en cárceles entrerrianas y luego trasladados a Chaco, donde permanecieron hasta 1978, cuando fueron finalmente devueltos al territorio de origen y puestos bajo “libertad vigilada” durante varios meses. Por Natalia Buiatti, 
de ANALISIS DIGITAL

Este jueves continuaron las testimoniales en la Causa Harguindeguy. En esta parte del debate se investigan los delitos de lesa humanidad cometidos en el Área Gualeguaychú, durante la última dictadura cívico militar. 

Es preciso señalar, que el Área Gualeguaychú es la última de las tres causas que conforman la Megacausa Harguindeguy, las dos restantes fueron puestas a consideración en audiencias anteriores, y se trata del Área Concepción del Uruguay y del Área Concordia. En este tramo del debate, los imputados son el ministro del Interior de facto Albano Harguindeguy; el entonces jefe del Regimiento con asiento en Conccordia, Naldo Miguel Dasso; quien fuera jefe del Ejército en Gualeguaychú, Juan Miguel Valentino; Santiago Kelly del Moral, retirado del Ejército con el grado de teniente coronel; y los ex policías de la provincia Marcelo Pérez y Juan Carlos Mondragón.

"Me preguntaban por mi militancia, querían saber si estaba vinculado a Montoneros"

Víctor Carlos Ingold era de Gualeguaychú, pero en 1975 trabajaba como operario en la Represa de Salto Grande. Se desempeñaba como delegado gremial y militaba en la Juventud Peronista. Fue detenido el 20 de noviembre de ese año. 

“Fueron a la pensión donde estaba. Eran las 11.30, casi mediodía. Llegó un grupo de personas que no estaba uniformadas. Me empujaron contra la pared, me pusieron una cadena y me palparon. Luego me trasladaron a Paraná. Primero estuve en Investigaciones, alrededor de 48 horas. Después me trasladaron a la Unidad Penal”, contó el testigo. La detención se produjo un día después de haber viajado a Buenos Aires por un conflicto gremial que tenía la empresa con los 
trabajadores. 

“Sólo puedo decir que era interrogado por mi militancia política, querían saber si estaba vinculado con Montoneros. Además, me preguntaron por dos delegados de mi comisión: uno estaba preso y el otro prófugo”, recordó. “Cuando me interrogaron no me golpearon, tal vez haya sido con violencia o dureza, pero en ese momento no lo sentí de esa forma. Luego me alojaron en una celda con otros presos políticos que fui conociendo después”, refirió. No supo precisar quién estaba a cargo de los interrogatorios, pero recalcó que le preguntaban por sus “simpatías políticas”.

Según narró este jueves Víctor Carlos Ingold ante el Tribunal Federal de Paraná, nadie dispuso su detención. 

Tiempo después fue trasladado a Gualeguaychú. “Creo que fue el 20 de diciembre porque pasamos la Navidad ahí”, agregó. Para llegar hasta el sur provincial, usaron un colectivo. 

El deponente dijo que fue detenido con cargo, aunque no supo precisar cuáles eran. No recordó haber contado con la asistencia de un abogado para su defensa, ni privado ni oficial. 

Ya en Gualeguaychú, le registraron la ropa, y luego lo alojaron en una celda solo, en la Unidad Penal. “Unos días después, antes del 24 de marzo fui trasladado con otros compañeros al Penal de Resistencia, Chaco”, rememoró.

“Después del 24 de marzo nos enteramos de que algo había pasado, porque antes nos dejaban ir solos al baño, nos dejaban las puertas de las celdas abiertas y nos comunicábamos por señas con otros presos. Sin embargo, a partir de ese momento, comenzaron a acompañarnos constantemente. Nos encerraban. Además, cambiaron los presos y las celdas fueron compartidas”, graficó.

“También cambiaron las autoridades del penal. Yo tuve contacto con el director Terragno y conversé con él, porque cuando se murió mi papá nos trasladaron a Gualeguaychú”, aseguró. 

Si bien Víctor Carlos no fue torturado con golpes y picana, el testigo recordó cuando su hermano fue detenido por militares del Regimiento y posteriormente trasladado al penal. “Él sí tenía marcas en el cuerpo, supongo que de la picana”, asentó, “en el vientre y el pecho”, detalló de inmediato. Dijo que constató su sospecha a partir de su relato (el de Raúl Horacio). “También por los Martínez Garbino (Emilio y Jaime) quienes llegaron juntos al penal”, añadió.

Víctor Carlos Ingold fue revisado por el médico Roberto Altuna en la UP de Gualeguaychú. “En diciembre del 75, cuando ingresé me revisaron”. Después, cuando entró mi hermano y los Martínez Garbino, Altuna constató que tenían marcas de apremios, y entonces lo sacaron de su función. Lo reemplazó Rossi, que sabíamos que era amigo de Martínez Zuviría (Gustavo, segundo jefe del Regimiento de Gualeguaychú, fallecido)”, apuntó. 

“Por relatos de compañeros, se decía que él (Rossi), era el que presenciaba las torturas al oeste del aeroclub”, deslizó. En ese sentido, agregó que tales apremios se concretaban en “la casita”, ubicada en esas inmediaciones, aunque no pudo precisar con exactitud dónde estaba emplazada. “Sabía que era en un campo, cerca de la pista”, aseveró. 

El testigo contó que su único castigo fue cuando lo descubrieron comunicándose por señas con otro preso. “Me mandaron a aislamiento. Esa noche la pasé en una celda que le decíamos ‘el muro’. Era la parte de abajo de una escalera donde uno entraba parado”, aportó.

Por otro lado, también recordó que conocía a Norma Noni Beatriz González, actualmente desaparecida. “La conocía de la militancia. Además, ella iba a visitar a su novio que compartía la celda conmigo, era Raúl Lodera”, indicó. Luego de que detuvieran a González, la madre de la muchacha le contó de los avatares que tuvieron que pasar para dar con su paradero. “Finalmente, pudieron averiguar que la levantaron en el súper El Picaflor, donde trabajaba. Tuvieron alguna noticia de que pudo haber terminado en Rosario, pero no pudieron confirmarlo”, lamentó.

Sobre Oscar Alfredo Dezorzi, también desaparecido, dijo que “lo conocía pero no tanto como a Noni”. 

A Chaco

“Nos subieron al avión. Recuerdo que adentro estaba vacío”, describió. Se trataba de un Hércules con custodia del Regimiento. “No tenía nada”, insistió. “Sólo había argollas en el piso. Nos pusieron con un brazo en una argolla y el otro cruzado por detrás de la cabeza. El que se movía para zafar del dolor, recibía piñas. Yo no fui golpeado, pero escuché como le pegaban a otros”, recordó. 

“Al tiempo aterrizamos -continuó-, subió otra gente que estaba en Paraná: (Aldo) Bachetti, (Carlos) Irigoyen y alguno más. Después llegamos a un lugar que era Resistencia, nos subieron a la unidad de traslado al calabozo de la Policía. Era marzo, hacía calor y estábamos apretados. Primero fuimos a parar a la Alcaldía porque en la UP estaba la Cruz Roja y no podían vernos. En la Alcaldía nos llevaban de a uno a cortarnos el pelo, antes nos pegaban. Muchos quedaron con marcas. Después, nos llevaron al penal, a una celda de aislamiento para que se fueran las marcas de las patadas”, relató. 

Víctor Carlos Ingold obtuvo la libertad el 20 de mayo del ‘78. “En abril me trasladaron a otro Pabellón, donde había más permisos. Después nos llevaron a mí y a Jaime Martínez Garbino. Nos subieron a un avión y nos trajeron a Paraná. Hicimos noche en el Ejército, tuvimos una entrevista con el jefe del comando. Recuerdo que nos dijo: ‘muchachos en esto no hay reincidencia’. Nos llevaron hasta Gualeguaychú en una camioneta, nos dieron la libertad y bajo un régimen para presentarnos cada cinco días a firmar”, sostuvo. 

“Mientras me torturaban, me preguntaban nombres, fechas, datos, pero sentía que lo único que querían era pegarme”

Raúl Horacio Ingold fue detenido el 25 de octubre de 1976. “Había salido muy temprano de mi casa ese día. Estaba haciendo trabajos de electricidad en otros domicilios, en Ceibas. Cuando volvimos a Gualeguaychú, con un compañero y decidimos hacer algunos arreglos más, pero fue a buscarnos el dueño de la casa de electricidad donde trabajábamos y ente sollozos y abrazos, me notificó que había ido a mi casa a buscarnos y se encontró con la manzana rodeada por un operativo. Había gente en los techos, policías, militares. Entonces, le pedí que me llevara. Estaba sin documentos. Paramos en el camino a comprar cigarrillos. Me dijo que había soldados, gendarmes y un unimok. Le pedí que avanzáramos con el auto porque quería que me vieran los vecinos cuando me llevaran. Los agentes trataban de impedir que el auto entrara, hubo gritos, saltos, saqué la mitad del cuerpo del auto para que vieran. Finalmente, llegué a la casa y estaban todos, mi padre, mi madre una empleada doméstica. Todos estaban con las piernas abiertas. Los revisaban. Les pedí que se sienten, pero inmediatamente me dijeron que no podía dar órdenes. Uno de los militares comprobó que era yo, y me llevaron”, narró, detalle a detalle Raúl Horacio Ingold. 

El deponente aseguró que a cargo del operativo estuvo Martínez Zuviría. “Nadie me mostró ninguna orden de detención y a mis padres tampoco”, reclamó. 
“Me subieron al unimok -continuó-, un oficial me apuntaba con un arma. Yo tenía 21 años cuando me pasó todo esto. Me alojaron en una habitación de un suboficial y allí quedé, desconocía si había alguien más. La comida no era mala, nos daban agua caliente para tomar mate. El trato era correcto. Incluso, unos amigos juntaron plata y me mandaron un atado de cigarrillo, mis padres me traían comida. Un día un oficial me dejó sólo con Jorge Felguer en un baño, como diciendo ‘hablen algo’. Yo no había sido torturado hasta ese momento, y él me dijo: ‘tené cuidado con lo que digas. Yo pensé que no me iban a torturar’”, afirmó. 

“Una tardecita me golpearon la puerta. Me dijeron que me ponga de espaldas, me vendaron, me dieron varias vueltas y me pusieron la funda de la almohada en la cabeza. No pude ver quién era. Lo que noté es que habían sacado a todos los soldados y había silencio. Me sacaron dos personas, me tomaron del brazo y me dijeron que levante mucho la pierna, mucho. Todo era con un tono cordial. En ese momento me di cuenta que me metían en el baúl de un auto. Antes me habían esposado, y me habían atado, las manos y los pies. Recuerdo que tenía las manos atrás y estaba en posición casi fetal y que detrás de mí, estaba el tanque de nafta. Penaba que estaba solo”, dijo este jueves en el estrado. 

“Sentía el camino que recorríamos mientras iba en el baúl. Sentí que me llevaban al aeroclub, después al autódromo. Hicimos no sé cuántos metros. Hasta ese momento estaba ubicado, después se me acabó la memoria visual. Doblamos a la derecha. Paramos dos o tres veces para abrir tranqueras. Lo único que pensaba era ‘que no me vayan a matar. Si me traen vendado, es porque no quieren que los vea, entonces, no me van a matar’ y me tranquilizaba, un poquito. En un momento paramos y no me hacían bajar a mí, pero escuchaba que le decían a otra persona que se baje. Escuché gritos”, puntualizó. 

“Además, escuchaba que por arriba de mi cabeza correteaba un avión. Yo permanecía en el baúl. Después escuché que volvieron a subir a esa persona que habían bajado. Ahí me hablaron a mí. Les pedí orinar y me dijeron que no. Me llevaron a una habitación con una luz en frente, en la cara. Me sentaron con las manos esposadas, me sacaron la camisa. Me pusieron cables en las piernas. Me mojaron y me colocaron una sábana. Con otro cable me pusieron corriente. Grité y pegué unos saltos. Después buscaron otro aparato. Yo estaba encapuchado. Me pegaron mucho mientras traían el nuevo dispositivo de tortura. Alguien dijo ‘por qué no bajamos’. Me figuré que me iban a conectar de la luz, pero otra persona respondió que no”, precisó. 

“Cuando llegó el nuevo aparto me tocaron por primera vez y pegué un salto. ¿Ustedes han visto que en los campos para separar animales de plantaciones ponen sólo un hilito al que vacas y caballos que pesan 800 kilos ni se acercan?”, describió.

“Mientras me torturaban, me preguntaban nombres, fechas, datos, pero sentía que lo único que querían era pegarme. Obvio que no lograron nada, pero no sé si querían lograrlo”, deslizó.

“En un momento se me cayó la venda y me pareció ver a un oficial militar que nunca participó, sólo estaba de oyente. Me habían ajustado tanto las esposas que vieron que estaba muy lastimado. Me las aflojaron y siguieron torturándome. Cuando gritaba muy fuerte paraban un poco, cuando no me torturaban, me pegaban”, describió. 

“Otra de la torturas fue sacarme toda el agua, porque cuando te ponen electricidad tantas horas uno se deshidrata. Yo estaba indignado, me oriné en la cama. Me dejaron solo”, exteriorizó. 

“Después de una semana, volvieron a mi celda. Nuevamente me dijeron que me de vuelta. Me vendaron y me subieron en una camioneta, al lado de alguien que estaba agitado. Salimos, hicimos varias eses y me di cuenta que volvíamos a Gualeguaychú. En el penal nos bajaron. Yo me caí. Alguien me pateó hasta que me paré. Me alojaron en una celda de la plata baja. La celda en la que estaba daba a los baños, y me enteré que al lado estaban Jaime y Emilio Martínez Garbino”, certificó.

“Al otro día nos hicieron el trámite de registro y me vio el médico. Era de mi familia. Se llamaba Altuna. El doctor se asombró de mi estado. Él no creía lo que estaba pasando. Yo estaba con los ojos negros, llenos de sangre. Las manos quemadas, todo el cuerpo lastimado. El me conocía desde que nací. Le conté todo lo que me había pasado y él lo registró en el libro de ingreso. Luego, me lo leyó. Le dije que quería volver a sentir las manos porque había perdido la sensibilidad y también le requerí pastillas para dormir. Me dijo que reservara un turno para el día siguiente. Al otro día, cuando fui ya no estaba Altuna. Estaba Marcelo Rossi. Me asusté”, recordó.

“Él me preguntó qué había dicho, pero con una voz que no era de médico. Me estaba recriminando. Era la misma voz que en ‘la casita’ había dicho ‘no, de ahí no’”, reflexionó. “Creí reconocer en esa actitud ese gesto inquisidor. Me parece que estaba allí”, agregó. 

“Al lugar donde nos torturaron le digo ‘la casita’. No sé por qué, pero tengo la idea que era un piecita baja. Cuando se me cayó la venda pude ver que era chica. Cuando estaba en libertad escuché que alguien dijo que ese lugar era de Rossi”, acotó. 

En el Penal de Gualeguaychú “estábamos encerrados, excepto cuando teníamos una hora y media de recreo. Allí comíamos muy mal, los fideos eran con gorgojos, aunque la familia de los Martínez Garbino siempre llevaban buena comida. Para las visitas habían habilitado un locutorio. A nuestros familiares los desnudaban. A mi mamá le hacían tacto vaginal, sabiendo que no podíamos tener ningún contacto. Se ponían un guante de látex. Por esas cosas mi papá no quería ir a visitarnos. Los hombres somos más jodidos. Una vez conseguimos un cura (Víctor Melchiori) que iba a dar una misa y mi mamá logró que mi papá fuera. Fue la última vez que lo ví, estaba muy flaquito”, recordó, entre sollozos. 

Traslados

“Hubo un movimiento grande para trasladarnos al Chaco. Era un operativo como que llevaban asesinos. Nos abrían el paso para que pasáramos raudamente. Nos sentaron en un avión Hércules, de carga. En todo el piso del avión hay argollas de las que nos agarraron con una cadena. Estábamos sentados en cuclillas, uno de los brazos atado a la argolla y el otro cruzado detrás de la cabeza. Así nos llevaron hasta el Chaco”, describió. 

Hasta esa provincia viajaron con personal del Servicio Penitenciario Federal y del Ejército. “Allá nos esperaba la Policía de Chaco. Cuando llegamos había entrado la Cruz Roja al penal, por lo que no nos llevaron a la Alcaldía”, coincidió con su hermano. Al igual que el relato anterior, Raúl Horacio dijo que los golpearon mucho. Incluso a Daniel Irigoyen le cortaron la cabeza. “Después nos llevaron a la UP del Chaco, a un pabellón de castigo, pero a los que estaban muy heridos los llevaron al hospital. Algunos orinaban sangre. Esto motivó una investigación porque parece que era la primera vez que pasaba y que no era gente del Ejército. Alguien nos dijo que íbamos a estar varios años ahí, por lo que no nos convenía decir que ellos habían participado”, refirió.

“Uno de esos días nos llamó a mí y a mi hermano el director del Penal. Telegrama en mano nos notificó que hacía una semana mi papá había fallecido. Eso fue en junio”, contó. Asimismo, dijo que fueron trasladados por un tiempo a Gualeguaychú, donde pudieron ver a su madre. “Teníamos la esperanza de que nos dejaran en libertad, pero tiempo después nos volvieron a llevar a Resistencia”, marcó. 

En tanto, contó que una vez en Chaco descubrieron que con papeles de cigarrillos armaban “pequeñas paginitas” donde escribían noticias, lo cual originó un cambio de sistema. “Hubo una reestructuración. Se dividieron pabellones y presos en números, de menos a más peligrosos. Como a nosotros nos habían llevado una vez a Gualeguaychú y nadie sabía que era por la muerte de mi padre, quedamos en el pabellón de peligrosos”, relató. 

Los primeros días de agosto del ’78 fueron liberados. “Me llevaron primero a Paraná, como no había nadie que me traslade a Gualeguaychú me hicieron esperar un día y me hicieron llevar hasta Gualeguay. Allí me dejaron salir a dar una vuelta de manzana, y como a las 3 de la madrugada me llevaron y me dejaron en Gualeguaychú, bajo el régimen de libertad vigilada”, completó.
 
Fuente: Analisis, viernes
 
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Reconocieron a los imputados Kelly del Moral y Mondragón Causa Harguindeguy:
 
Jaime y Emilio Martínez Garbino reconstruyeron su detención ilegal durante la dictadura
 
 
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Los represores están imputados por delitos de lesa humanidad cometidos en la Costa del Uruguay.
Un operativo con personal de Policía de la provincia, pero comandado por el Ejército de Gualeguaychú detuvo en la noche del 28 de octubre de 1976 a los hermanos Jaime y Emilio Martínez Garbino. La persecución por razones políticas había comenzado casi un año antes, cuando fuerzas de seguridad allanaron la casa de Jaime en la ciudad correntina de Goya. Durante su cautiverio, estuvieron detenidos en la Unidad Penal Nº 2 de Gualeguaychú, en el Regimiento local y posteriormente fueron trasladados en un avión Hércules a la cárcel de Resistencia. En su declaración ante el Tribunal Oral Federal de Paraná, los testigos no sólo reconstruyeron su privación ilegal de la libertad, sino que además dieron los nombres de otros ex presos y pudieron dar cuenta de las condiciones en las que estaban. Además, dejaron asentado que se trató de un plan sistemático de torturas y exterminio, que se aplicó en todo el país. Por Betiana Spadillero Gaioli,
de ANALISIS DIGITAL

Este miércoles volvió a constituirse el Tribunal Oral Federal de Paraná, que sigue el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en la Costa del Uruguay entre 1976 y 1983. El 2 de agosto iniciaron las audiencias vinculadas al Área Gualeguaychú, con el testimonio de víctimas del Terrorismo de Estado. 

En esta parte del proceso están imputados el ministro del Interior de facto Albano Harguindeguy; el entonces jefe del Regimiento con asiento en Concordia, Naldo Miguel Dasso; quien fuera jefe del Ejército en Gualeguaychú, Juan Miguel Valentino; Santiago Kelly del Moral, retirado del Ejército con el grado de teniente coronel; y los ex policías de la provincia Marcelo Pérez y Juan Carlos Mondragón.

“Yo la pasé fea, pero hay muchos que no la pueden contar” 

La persecución por razones políticas que sufrió Jaime Martínez Garbino inició en 1975, cuando vivía con su esposa e hijos en la localidad correntina de Goya. Allí asesoraba en su calidad de abogado a las Ligas Agrarias Argentinas, una organización que congregaba a pequeños latifundistas que también sufrieron la represión ilegal. 

Ese año se produjo la primera orden de captura, de la cual supo gracias a un amigo militar, quien le aconsejó que tratara de ocultarse. “Tuve la solidaridad de los compañeros campesinos, que me recibieron. En esa época allanaron mi casa”; contó.

El derrotero del testigo siguió por Gualeguaychú, donde continuó en las penumbras hasta que regresó a Goya. “Una madrugada me avisaron que a un compañero lo habían detenido, que tenía que huir inmediatamente. Nos llevaron a la casa de un cura amigo. De ahí nos llevaron a La Paz y luego a Paraná, a la casa de la hermana de mi esposa. Luego fui a Gualeguaychú”.

En la noche del 24 de marzo de 1976 fueron detenidas varias personas en su ciudad natal. Al respecto, relató: “A mí me fueron a buscar, dadas las características de mi casa, entraron por varios lados. Creo que fue Mondragón el que habló con mi padre y mi hermano Emilio. También fueron a la casa de mi hermano Guillermo. Mi esposa me aviso que para que oculte”.

Ante esta situación, su padre habló con un colega, que no tenía ninguna militancia política. “Ese colega a su vez le pidió a un hermano, si me podía tener en la casa, era un médico”. En esa casa permaneció unos 10 ó 15 días, posteriormente siguió su clandestinidad en el domicilio del dirigente radical Ricardo Taffarel, donde estuve unos dos meses.

“No es fácil aguantar la clandestinidad. No veía a mis hijos, mi mujer, mis amigos… En octubre comencé a ejercer la profesión con mi padre. Una noche, vinieron fuerzas oficiales. Los únicos uniformados eran los de la Policía de la provincia. Lo que no quita que haya habido personal militar. Al frente del operativo estaba el capitán Martínez Zuviría, quien estaba de civil. Me detuvieron a mí y a mi hermano Emilio”.

Tras el procedimiento, en el que no pudieron acceder a ninguna orden de autoridad competente, fueron trasladados a la Jefatura Departamental de Policía, entonces a cargo de Pérez. Al día siguiente fueron llevados al Ejército local. “No recuerdo exactamente el lugar, pero era cerca de la cuadra de los soldados”. 

“Estuvimos unos diez días, en una oportunidad nos sacaron encapuchados, a mí, mi hermano y otra persona que resultó ser Raúl Ingold. Nos pegaron, nos picanearon, realizaron una suerte de simulacro… Era un amedrentamiento, nos estaban probando”, manifestó, ratificando una práctica de tortura que era sistemática durante la última dictadura. 

La detención ilegal prosiguió en la Unidad Penal Nº 2. Refirió que en ese momento había muchos presos políticos, pero que luego hubo un traslado a Paraná y Coronda. Cuando eso pasó los llevaron al pabellón de presos políticos, donde no recibió atención médica aunque sí religiosa. Destacó en ese sentido la ayuda que les ofreció el padre Fortunato, que hacía las veces de mensajero con sus familias. 

Señaló que en enero de 1977 lo llevaron a la celda de castigo que existía dentro de la cárcel, lo que fue un paso previo a su traslado al Ejército. “Me encapucharon y esposaron. Me pusieron en la parte de atrás de un vehículo, me taparon con una frazada, mientras me propinaban golpes”, detalló.

Según pudo recordar, estuvo en un lugar próximo al aeroclub, porque escuchaba con “bastante nitidez” a los aviones. Allí fue objeto de diversas torturas: “Me esposaron a una cama con elásticos de metal. Me ataron con alambre de los pies y con esposas de las manos. Me picanearon… Sentí la corriente eléctrica en todo el cuerpo”.

Confió que le llamó la atención que el interrogatorio tenga que ver con su actividad en Corrientes, además mencionó que antes de irse a Goya militaba en el peronismo de Gualeguaychú. 

El letrado manifestó que no vio físicamente a ninguno de sus torturadores. De todos modos, asentó: “Sin ningún duda, estuvo ahí el capitán Martínez Zuviría, que era como el cerebro de la represión en Gualeguaychú, aunque el jefe era Valentino. Martínez Zuviría decidía sobre la suerte de todos. En el caso de Kelly del Moral, que era teniente, lo nombraron en las sesiones de torturas. De hecho, estoy seguro de que fue quien me caminó encima”.

“Fueron tormentos y la sensación de impotencia de sentir que uno no existe. Yo la pasé fea, pero algunos la pasaron peor que yo. Hay muchos que no la pueden contar”. Remarcó en ese sentido que él contaba con el apoyo de su familia y con recursos, pero que muchos presos no sabían ni por qué estaban detenidos.

Agregó que en uno de los interrogatorios le pedían información sobre un depósito de armas. En una oportunidad salieron en búsqueda de ese sitio: “Salí sin rumbo fijo, me hicieron sacar la venda, pero no podía mirar hacia atrás. Anduvimos bastante, hasta que les dije ‘acá’. No encontraron nada y se enojaron bastante. Les dije ‘ustedes me obligaron a mentir’. Ahí es cuando intento decirles que era en mi casa y no me creyeron, se deben haber imaginado que allí se podría armar un escándalo”.

“Me volvieron a llevar a la casa esa, donde siguieron las torturas. Una vez me dijeron ‘podemos hacerte lo mismo que lo que hicimos con (Oscar) Dezorzi’ (quien continúa desaparecido)”.

Respecto a ese centro clandestino, comentó que algunos hablaron de La Casita. Precisó que cuando se hizo el reconocimiento del lugar durante la inspección judicial, estaba demolido. “No sé si las torturas eran ahí o en otro lugar cercano al aeroclub”, reafirmó. 

Supuso que estuvo en ese lugar tres días, y después lo ingresaron al pabellón en la UP Nº 2. Subrayó en ese orden la vida interna en el pabellón y la organización entre los presos políticos. Mencionó que compartió el cautiverio con el ex gobernador Enrique Cresto (con quien se “cruzó” algunas veces), Víctor Ingold, Rodera (novio de la detenida-desaparecida Norma Beatriz Noni González), el ex gobernador de Santa Fe Jorge Obeid y Alberto Mayor.

En marzo de 1977, los llevaron en colectivos hasta el aeroclub, allí los subieron a un avión Hércules. La detención continuó en Chaco: primero los llevaron a la Alcaidía Provincial de Resistencia, donde los golpearon ferozmente, y en segundo término a la cárcel. 

Contó que las autoridades del penal se negaban a recibir a los detenidos políticos en las condiciones físicas en las que se encontraban, porque estaban integrantes de la Cruz Roja Internacional. Por ello, los ingresaron a otra parte de las instalaciones, “excepto el ingeniero Churruarín, Palacio y Mayor”, quienes fueron atendidos médicamente porque estaba muy lastimados. También estaba Aldo Bachetti. 

Tiempo más tarde, fueron alojados en los pabellones –en rigor, Jaime permaneció en el pabellón 4, donde supo que estuvo uno de los detenidos fusilados en Margarita Belén. El testigo reiteró la importancia de la organización interna entre los presos políticos, lo que les posibilitó “sobrevivir, no sólo física, sino también psíquicamente”. 

Jaime Martínez Garbino recuperó su libertad el 28 de mayo de 1978. “Junto con Ingold, nos trajeron en avión a Paraná. Estuvimos en el Comando de Comunicaciones. Creo que nos atendió Zapata, que nos dijo que ‘dos oportunidades no hay’”.

“No llevaron en un vehículo de la Policía, nos trasladaron a la Jefatura Departamental de Gualeguaychú y de ahí me buscó mi familia. Nos teníamos que presentar dos veces por semana a la Jefatura… Era una libertad vigilada”. 

“Me preguntaban de circunstancias de las cuales desconocía”

Emilio Martínez Garbino fue detenido el 28 de octubre de 1976, la misma noche que su hermano Jaime fue privado de la libertad. Sin embargo, habló de un operativo anterior, el día del golpe de Estado. “Fue Mondragón a casa, le dijo a mi padre que estaba ‘buscando a los chicos, sobre todo, a Jaime’, que se iba a ‘quedar diez minutos a hablar’ e iba a decir que no había nadie”. De inmediato, los hermanos se organizaron para salir de la ciudad.

A pesar del apoyo para mantenerse en la clandestinidad, volvieron a desarrollar sus actividades y en octubre los detuvo un operativo a cargo del capitán Martínez Zuviría.

Tal como manifestó el testigo anterior, ambos fueron llevados a la Jefatura Departamental y luego al Ejército. El ex diputado nacional refirió a la noche en que fueron sacados del Regimiento y los llevaron a una casa, que estaba en las inmediaciones. “Me introdujeron en una bolsa, me habían vendado los ojos. Permanecí en el baúl del vehículo hasta que regresamos al cuartel”. En ese momento, supuso que quienes estaban en el auto eran su hermano Jaime y Raúl Ingold, hecho que luego corroboró. 

En cuanto a los interrogatorios, apuntó que lo inquirían respecto a cuestiones de la ciudad del sur entrerriano, aunque remarcó que había estado diez años afuera estudiando y ejerciendo su profesión. “Me preguntaban de circunstancias de las cuales tenía total desconocimiento. Mi actuación política era en Buenos Aires. El grupo de chicos con los que vivía estaba vinculado a la militancia, de ellos hay varios desaparecidos”, comentó.

Además, indicó que durante su cautiverio se encontró con Jorge Felguer, al igual que expresó Jaime Martínez Garbino. “En una salida a higienizarnos, se ve que Felguer había ido antes al baño, se demoró y tengo casi la seguridad de que era él a quien vi”. 

También dijo que tomó conocimiento de que se habían llevado encapuchado a su hermano, en alusión a los días en que Jaime fue víctima de torturas –posiblemente- en el centro clandestino denominado La Casita.

Consultado sobre si conocía al Kelly del Moral, afirmó que tenía relación porque jugaban al fútbol en el Regimiento. Mientras que destacó que Martínez Zuviría “tenía cierta actuación en Gualeguaychú, una vida social que trascendía lo militar, y “no pasaba desapercibido”. 

En noviembre de 1976 los alojaron en la unidad carcelaria local, hasta el 24 de marzo de 1977, que se ordenó el traslado a Resistencia. “Nunca se me explicaron las razones de la detención y la supuesta disposición al Poder Ejecutivo, la fui a saber tras mi liberación en Chaco”, aseguró. 

El traslado de la UP Nº 2 al aeroclub fue en colectivo. “Allí nos hicieron subir a un Hércules, nos pusieron esposas, que salían del piso del avión. Muchos fueron golpeados. El Hércules fue haciendo escalas, seguramente juntando presos de otras unidades. No estaba encapuchado, pero no podía levantar la cabeza”. 

El ex legislador afirmó que no supo quiénes los llevaban ni quiénes eran los detenidos: “Recién nos vimos cuando llegamos a la Alcaidía de Resistencia”, precisó, y ratificó que allí fueron salvajemente golpeados. 

Su liberación se produjo el 24 de diciembre del ‘77. “Esa mañana me llamaron, me dijeron que junte algo abrigado y que vaya a la Dirección. Después nos trasladaron en unos camiones especiales, vimos mucha gente de particular y pensamos que algo tenía que ver con la libertad”. 

“Nos hicieron formar, nos dieron un discurso y a algunos se los llevaban los familiares. Como varios no éramos de Corrientes y no teníamos quién nos busque, nos resistimos a dejar la unidad militar, por miedo a que nos desaparezcan”. 

Emilio se comunicó telefónicamente con un conocido de su padre, para que los busque, pero éste nunca apareció. Pasaban las horas y los militares les propusieron que uno de ellos saliera y fuera a hablar con el obispo. El prelado les dio dinero, pero ellos seguían negándose a dejar las instalaciones, hasta que un suboficial se ofreció a llevarlos a la terminal. 

El viaje lo compartió con otros ex presos de Santa Fe y Concordia. En la vecina capital se separaron con algunos de ellos y en Paraná siguió camino a Gualeguaychú. Arribó a su casa el 25 de diciembre. Al día siguiente tenía que presentarse en el Comando de Comunicaciones de la capital entrerriana. “Ahí estaba el general (Juan Carlos Ricardo) Trimarco, que me dijo que tenía que reverenciarme en la unidad local”. El resto de su libertad vigilada la pudo vivir con su familia. 

En el cierre de su declaración, Emilio Martínez Garbino aprovechó para enfatizar la importancia de los derechos humanos. “Me parece que es un tema constitutivo de toda sociedad civilizada, por ende no le pertenece a persona alguna, a gobierno alguno, a país alguno. Es un tema que hace a nuestro compromiso universal”, afianzó.

A su vez, reconoció la figura del ex presidente radical Raúl Alfonsín y “lo que han hecho los últimos gobiernos en la búsqueda de Verdad y Justicia”. También aludió a la complicidad civil y bregó por que se sigan investigando los delitos de lesa humanidad, en especial, la desaparición de Noni González, a quien consideró una amiga. 

Antes de prestar declaración

Los hermanos Martínez Garbino llegaron a hora temprana al edificio de la Justicia Federal, para declarar en el juicio. "Es la séptima vez que voy a contar lo que me sucedió, en el ámbito de la justicia", dijo Jaime Martínez Garbino, a ANALISIS DIGITAL

De riguroso traje y acompañado por su compañero de labor en el estudio jurídico de Paraná, Rubén Pagliotto -uno de los querellantes en la causa-, como así también por su hijo Emanuel, ex concejal de esta capital, el ex ministro se ubicó tranquilo en una de las silletas de la sala de espera. "Nos dijeron que habría una demora en el inicio, porque se está ocupando la sala", acotó. 

Su hermano menor, Emilio Martínez Garbino, llegó acompañado por su esposa y otros familiares y lo recibió el ex diputado nacional y provincial, Juan Domingo Zacarías, con quien militara por varios años, tanto en el Partido Justicialista (PJ) como en el Nuevo Espacio y la Concertación Entrerriana. También se encontraba la ex candidata a intendente de Paraná, por el mismo sector, Mary Rébora de Chiapino, quien también tiene una relación familiar con Jaime Martínez Garbino. De hecho, fueron los referentes más destacados que se acercaron a saludarlos.

Fuente. Analisis, jueves

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