martes, 21 de mayo de 2013




EL PAIS › EL SECUESTRO DE EDUARDO MARIN Y MARIA CRISTINA SOLIS, EX TRABAJADORES DEL DIARIO LA NACION

Los delegados que dieron vuelta a Mitre

En el juicio por los delitos en la ESMA, los hijos de Marín y Solís, Pedro y Eva, contaron cómo fueron secuestrados sus padres, dos de los más de noventa trabajadores de prensa incluidos en la causa. También está desaparecido el padre de Solís.
En una toma, los trabajadores pusieron cabeza abajo el retrato de Mitre en el despacho del director.

Por Alejandra Dandan
Eduardo Marín y María Cristina Solís, La Negra, su esposa, trabajaron en el diario La Nación hasta 1975. Eran delegados por la administración, parte de la comisión gremial interna. Durante una toma dieron vuelta el cuadro de Bartolomé Mitre en el despacho del director y fueron candidatos por la Lista Naranja en las elecciones de la Asociación de Periodistas de 1974, “frustradas elecciones”, así las recuerda el libro Con vida los queremos, dado que se abortaron por la intervención al gremio de José López Rega. A Eduardo y La Negra los secuestraron después del golpe de Estado, en dos momentos distintos. Sus hijos Pedro y Eva Victoria declararon en el juicio por los crímenes cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada. Eva llegó a la audiencia con una foto de Eduardo en la cartera: él está sentado en el piso del diario La Nación, feliz, durante una asamblea. Cuando lo secuestraron, Eva estaba con él. “Fue en mayo de 1977 –dijo–, más exactamente el día 15 de mayo, hace 36 años. Estamos en la calle, cruzando unas vías, una barrera, yo en ese momento tenía tres años, así que lo que conté en ese momento fue que un hombre se tiró encima de papá, lo estaba esperando cerca de las vías del tren cuando íbamos a cruzar. Lo que recuerdo es que había dos o más autos, que a él lo suben en un auto y a mí en otro. Que yo en ese momento, con mi corta edad, les decía que quería irme con mi papá.”
La sala en silencio. Eva dejó de hablar. Se le cayeron unas lágrimas. Un fiscal le preguntó si podía seguir. Ella siguió. “Lo que puedo contar es que lo vi como dormido; él estaba en el otro auto, inconsciente. Por otros testimonios, supe después que a mí me ven llegar a la ESMA, yo voy con una tarjeta identificatoria donde estaba la dirección de mi abuela y lo que dicen los testigos es que mi papá llega muerto”, dijo, y otra vez tuvo que parar.
A Eva la devolvieron en ese momento a la casa de su abuela Rosa, la madre de su madre, cuya dirección contenía esa tarjeta de identificación con la que entró a la ESMA. No fue la única vez que estuvo en el centro clandestino de los marinos, en la máquina de matar: volvió con su hermano un año más tarde, cuando los secuestradores se los llevaron con su madre.
“Yo fui testigo porque estuve presente cuando secuestraron a mi mamá”, dijo. “El hecho sucedió el 10 de agosto de 1978, nosotros estábamos en la casa donde vivíamos, sinceramente no sé la dirección, no sé dónde era, lo que recuerdo es que era de noche, lo único que recuerdo. Estábamos mi mamá, mi hermano y yo en la casa. Yo tenía cuatro años, mi hermano dos y lo que puedo recordar es a mi mamá poniéndose muy mal, se sienten ruidos, la casa estaba siendo rodeada, mi mamá nos saca afuera de la casa, mi hermano lloraba mucho, ella nos vuelve a ingresar a la casa y recuerdo a hombres armados. No mucho más. Nos llevaron a otro lugar que después supe que era la ESMA. Nos separaron, a mi mamá no la vi nunca más y después, tampoco sé cuánto tiempo estuve ahí, fuimos llevados mi hermano y yo a la casa de mi abuela materna.”
–¿Sabe la dirección de su abuela? –le preguntó un fiscal.
–En la calle Pinto, en Saavedra.
–¿Y recuerda algo de ese momento?
–Recuerdo muy poco –dijo Eva–. Sé que nos dejaron en la puerta de la casa, éramos dos pulguitas porque teníamos dos y cuatro años, no sé siquiera si tocaron el timbre ellos; sé que estaba oscuro a la noche, nos dejaron en la casa de mi abuela. Y digo mi abuela porque mi abuelo ya había sido secuestrado dos años antes, por eso no dije “abuelos”.
Al abuelo, Pedro Solís, padre de María Cristina, lo habían secuestrado en agosto de 1976 mientras buscaban a los Marín. “En realidad yo sé que eran perseguidos mis padres, que mi abuelo, simplemente había firmado una garantía de un alquiler de mis papás y entonces lo vienen a buscar a su casa, para que diga dónde estaban mis padres. El lo desconocía, igualmente era ya un hombre de 76 años que no estaba bien de salud, tenía arteriosclerosis. Lo que pude saber es que rodearon la casa, hombres armados, que había gente en los techos, en las casas vecinas, revolvieron la casa, como decía mi abuela: aunque lo hubiera sabido, mi abuelo no hubiese dicho dónde estaba mi padre. Bueno, se lo llevaron y por testigos sé que estuvo en la ESMA.”
Su hermano Pedro declaró antes que ella, y también habló de ese momento. “Por dichos de mi abuela, sé que buscaban a mi mamá, y al no encontrarla, dijeron: ‘Llevá al más viejo’. Y se lo llevaron a él. Hace poco, un señor que vive en una esquina me dijo que había visto francotiradores en los techos y muchos movimientos de la policía.”
Eduardo y María Cristina se habían conocido de Ciencias Exactas. La Negra entró en La Nación en 1972 y después entró Eduardo. Integraron la comisión interna. Sus historias aparecen en ese libro que recoge las historias de los trabajadores de prensa “que necesitaba silenciar la dictadura”. Allí, Lilia Ferreyra contó que mientras ella trabajaba en La Opinión, “nos llaman a mí y a otros compañeros, Eduardo y La Negra, para contarnos que habían tomado el diario. Corrimos hasta allá. No te imaginás la cara de los dos: radiantes. Eduardo nos condujo al despacho del director y ahí estaba el retrato de Bartolomé Mitre dado vuelva. Nos reímos. Era una revancha”.
Perseguidos, los dos dejan el diario en 1975. Militaban en el Bloque Peronista de Prensa. Sobrevivieron dando clases de física y matemática. Cuando secuestraron a Eduardo, Cristina empezó a mudarse con los dos hijos. “Era un compañero muy querido y en aquellas épocas, primeros años ’70, nuestro gremio de prensa tenía un peso muy importante”, dice ahora Patricia Walsh, que estuvo sentada en la audiencia. “Los trabajadores de prensa –que así nos gustaba ser llamados– no hacíamos diferencia entre los periodistas y los otros oficios de un diario y es por eso que muchos delegados importantes, como fueron el negro Marín y Cristina, eran referentes importantes para un gremio muy presente en las luchas de ese tiempo.”
Los nombres de Eduardo y María Cristina son parte del listado de más de noventa trabajadores de prensa que son “causa” en este juicio. Pedro, su hijo, dijo que eran de Montoneros cuando le preguntaron por la filiación política de sus padres. Eva los situó, en cambio, dentro de la actividad sindical, como estableciendo causas y efectos en ese territorio.
Días pasados, declaró Marta Alvarez en las audiencias. A ella le preguntaron entre decenas de nombres por Pedro Solís. “Pedro Solís era el padre de una compañera que se llamaba María Cristina Solís de Marín –dijo–, que fue una responsable mía dentro de la militancia durante mucho tiempo. La buscaban ansiosamente a ella y a su marido, Eduardo Marín. Y secuestraron al padre de María Cristina, que era una persona mayor y había sido policía. Sí, lo escuché en Capucha –contó Alvarez–: escuché a una persona mayor a la que le pegaban mucho. Y sé que está desaparecido.”

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EL PAIS › VECINOS Y ORGANISMOS DE DERECHOS HUMANOS MERCEDINOS REPUDIAN QUE EL DICTADOR VIDELA SEA ENTERRADO EN EL CEMENTERIO MUNICIPAL

Los vecinos de Mercedes no lo quieren ver ni muerto

La versión de que lo llevarían al panteón que su familia tiene allí disparó las reacciones. Desde ayer a la tarde, el cuerpo está disponible para la inhumación. El municipio colgó paneles con los desaparecidos locales.


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El municipio colocó en el cementerio 22 paneles con los nombres y las historias de los desaparecidos mercedinos.

Por Laura Vales
Los vecinos de Mercedes no quieren que Jorge Rafael Videla sea enterrado en su cementerio. La versión de que su cuerpo podría ser llevado al panteón que tiene ahí su familia movilizó a las fuerzas políticas y organismos de derechos humanos, que salieron a repudiar la figura del dictador. La Dirección de Derechos Humanos de la Municipalidad colgó de lado a lado en la entrada del cementerio 22 paneles en los que se puede leer la historia de los desaparecidos mercedinos. Los carteles van a quedar en el lugar, para que si Videla es llevado al panteón, el cortejo deba pasar junto a los nombres de sus víctimas.
El cementerio es municipal y muy antiguo; casi todas las familias que tienen o tuvieron peso en Mercedes cuentan con su bóveda. Los Videla tienen una donde están los restos del padre del dictador, Rafael Eugenio Videla, y le quedan dos sitios libres. No necesitan de la autorización del municipio para llevar ahí el cuerpo, aunque sí deben informarlo previamente. Hasta ahora no han realizado el trámite.
Ayer, el juez federal Pablo Salas notificó a la familia de Videla que a partir de las 16 podían retirar el cuerpo para su inhumación, aunque como la causa sobre el fallecimiento todavía está abierta, no tienen autorización para cremarlo.
El informe preliminar de la autopsia determinó que Videla murió el viernes como consecuencia de un paro cardíaco derivado de las lesiones y fracturas que sufrió cinco días antes, al caerse cuando se bañaba.
Según el estudio, Videla tuvo el domingo “una caída mientras se duchaba en uno de los baños del Penal de Marcos Paz, que le habría producido fracturas en el pubis y en una de sus costillas”. El preso estaba tomando medicación anticoagulante, lo que, con las fracturas provocadas por la caída, le produjo una hemorragia interna que derivó en un paro cardíaco.
El juez Salas ordenó, junto con la autopsia, una serie de estudios complementarios, entre ellos uno toxicológico, que estará terminado recién dentro de 20 días. Por esto, los familiares no tienen autorización para la cremación, como era su intención inicial. En el juzgado no descartan, por otra parte, la posibilidad de que la familia pueda pedir nuevas pericias, por lo que los restos no pueden incinerarse.
Las reacciones ante la posibilidad de que sea llevado a Mercedes atravesaron todo el arco político de la ciudad. Desde La Cámpora, Eduardo “Wado” de Pedro, parte de una familia mercedina con varios desaparecidos, no se opuso a que sea enterrado allá, pero apuntó que le hubiera gustado que el represor “dijera dónde están enterrados los cuerpos de nuestros familiares desaparecidos para poder llevarles una flor, cosa que no podemos hacer nosotros y sí podrán los familiares de él”.
“No tengo resquemor de que esté en Mercedes, porque cuando uno muere, se terminó quien era”, dijo en el mismo sentido Juan Carlos Benítez, actual edil de Mercedes y ex detenido-desaparecido del centro clandestino El Vesubio. Otros vecinos pidieron a través de las redes sociales a la intendencia “que haga algo para que no traigan” a Videla al cementerio local.
El tema es especialmente doloroso porque en el cementerio donde está el panteón de la familia Videla están tres de los padres palotinos asesinados en la masacre de San Patricio: Pedro Duffau, Alfredo Leaden y Alfredo Kelly, recordó ayer el director de Derechos Humanos local, Marcelo Melo. Sus nombres, junto con una reseña de cómo murieron, están entre los paneles que la intendencia mandó a instalar ayer en la puerta, en una mañana fría y nublada. “Hasta ahora habíamos usado los paneles como muestra itinerante. Los llevamos al cementerio después de hablar con la gente de la Comisión de familiares y amigos de desaparecidos, con la intención de hacer un gesto que mostrara que tenemos memoria y estamos a favor de la justicia.”
Videla ya era persona no grata en Mercedes, la ciudad donde había nacido el 2 de agosto de 1925. En 1998, el Concejo Deliberante, por unanimidad, había votado esa declaración de indeseable, que compartía con Emilio Eduardo Massera. El dictador no había vivido en Mercedes muchos años, ya que ingresó siendo muy joven a la escuela militar. Cuando era presidente de facto hizo una visita oficial que estuvo rodeada de la acostumbrada fanfarria que acompañaba sus llegadas a las ciudades del interior; pero tras la caída de la dictadura, verlo en las calles de la ciudad donde vive su única hermana, María Videla de Espil, no fue lo habitual.
En el debate hubo dirigentes que se mostraron abiertamente en contra de que la tumba de Videla se instale en su ciudad. “No queremos que Mercedes se convierta en el lugar de paseo y reverencia de la derecha fascista, ni que el genocida sea enterrado al lado de compañeros que perdieron la vida durante su dictadura”, planteó José Luis Pisano, del Partido Socialista.
En el local de su partido, conocido como la Casa del Pueblo, durante la tarde se reunieron los dirigentes de la izquierda local para discutir una respuesta común. Acordaron realizar, mañana a las siete de la tarde, un acto en la plaza principal para repudiar a la figura de Videla. Además del socialismo participarán el Partido Comunista, Nuevo Encuentro, la asamblea popular de Mercedes, el Partido Obrero y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
“Estamos satisfechos de que Videla haya muerto condenado”, sostuvo José Lasalle, de la Liga, en ese sentido, “pero al mismo tiempo no debemos olvidar que su muerte no es un punto y aparte, porque hay que continuar con las investigaciones. Desgraciadamente murió sin dar ninguna información con respecto a tantos nietos de los que no sabemos el paradero”.
EL PAIS › EL DEBATE EN MERCEDES > MARCELO MELO

“No estamos de acuerdo”

Ya cayó la noche sobre Mercedes y el secretario de Derechos Humanos del municipio, Marcelo Melo, está en la puerta del cementerio. “Acá hay guardia, no se puede hacer nada sin un permiso, no es cierto que lo hayan traído a la madrugada”, explica sobre el traslado de los restos del dictador Jorge Rafael Videla a esa ciudad. Hace dos años que ejerce el cargo que creó la actual gestión comunal, pero recién ayer se enteró de que una hermana de Videla estaría viviendo en Mercedes.

–¿Tiene información sobre el eventual entierro que la familia pretendería hacer en el cementerio municipal?

–No hay nada, estamos hablando de supuestos, este lugar está cerrado y no se abre hasta las 8. Estoy con el jefe del cementerio, si van a traer un cuerpo, él lo sabría. Sabemos que pueden llegar a traerlo porque tienen dos bóvedas, pero si bien el cementerio es municipal, ellos son dueños de esas bóvedas. No tenemos legalmente nada que pueda impedirlo, no estamos de acuerdo, y vamos a marcar una política de repudio al hecho, pero otra cosa no podemos hacer. En realidad, es una forma de demostrar que no somos lo mismo que ellos, por más que se me revienten las tripas, es mejor dejar que lo entierren donde quieran. Como mercedino, ya llevo la mochila de que también fue el peor genocida de la historia, independientemente de que el cuerpo esté aquí o no.

–¿Pero cuál es el sentimiento de los demás actores vinculados con la lucha por los derechos humanos y los familiares de las víctimas de la dictadura?

–En la Comisión por la Memoria lo charlamos y todos repudian. A todo el mundo le jode, hay un rechazo, pero por más que estés en contra no podés hacer nada, él va a tener la posibilidad de que lo vengan a llorar, cuando los familiares de los desaparecidos no la tienen. Para mí el cuerpo es una cáscara, lo que hizo en vida fue un terrible, pero lo que le pase una vez muerto, me es indiferente.
EL PAIS › EL DEBATE EN MERCEDES > DIANA MANOS

“No podemos hacer lo mismo”

Diana Manos integra la Comisión de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Asesinados de Mercedes y cuenta que con la creación de la Comisión Municipal por la Memoria el espacio “se institucionalizó”. Como mercedina sabe que los Videla tienen dos bóvedas familiares, la de ellos y la de los Redondo Ojea, por parte de la esposa del dictador. “En mi opinión hay que dejar que lo entierren acá, no podemos hacer lo mismo que hizo con los 30 mil desaparecidos, tiene que tener su lugar y va a ser muy cerca de los curas palotinos, que están en el cementerio municipal”, dice Manos al referirse a las víctimas de la denominada Masacre de San Patricio. “Otra de las víctimas de la dictadura enterradas ahí es un sobrino del brigadier Ramón Agosti. No es importante que Videla no esté acá, no podemos negarle lo que él nos negó a mucha gente”, agrega.

–Sin embargo, en Mercedes hay expresiones de repudio.

–Hay diferentes opiniones, algunos piensan que sería una vergüenza para Mercedes que estuviera acá. Su familia en realidad era de El Trapiche, de San Luis. Su papá vino acá, se estableció cuando estaba el Regimiento 6, estuvo en el Colegio Nacional y de muy chico se fue al Colegio Militar. No sabíamos si lo iban a traer o no, quizá todo era un poco de humo mientras lo llevaban a otro lado.

–¿Qué cree que piensan sus vecinos?

–Hay mucha gente acá que repudia a Videla y su historia, otros dicen que su mamá era una persona muy buena. Como en todo pueblo chico, a pesar de que son 70 mil habitantes, hay de todo. Cuando se hizo una marcha hace unos años, porque tenemos a Videla pero también a Agosti y a (Julio César) Caserotto (NdR: el médico que atendía a las detenidas embarazadas en Campo de Mayo y cuyo testimonio motorizó la orden de detención contra Videla en 1998), se hizo una marcha impresionante, de repente la ciudad está dividida. Pero, insisto, no hagamos nada que se parezca a lo que él y su entorno hicieron. Nosotros no tenemos un lugar para ir a llorar. Además, va a estar acompañado por los compañeros que están enterrados en el mismo cementerio.

Fuente: Pagina 12


La agencia de noticias de DH se edita desde 2007, y a partir de ahora con la nueva designacion por Memoria, Verdad y Justicia

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