lunes, 20 de mayo de 2013

LOS JUICIOS DESPUES DE VIDELA







EL PAIS › Nota de tapa
LOS JUICIOS DESPUES DE VIDELA

Por Alejandra Dandan
 |  | Cómo impactará en los juicios de lesa humanidad la muerte del principal responsable del genocidio y el terrorismo de Estado. Fiscales, jueces y abogados que representan a las víctimas estudian la manera de acceder a la información que falta sobre la represión ilegal y las dificultades para romper el pacto de silencio
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EL PAIS › EL DEBATE SOBRE LA INCIDENCIA QUE TENDRA EL FALLECIMIENTO DE VIDELA EN LOS JUICIOS POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD
El impacto de la muerte del dictador

Jueces, fiscales y abogados querellantes analizan las posibles consecuencias de la ausencia de Videla en el silencio de los represores. “El pacto de silencio es estructural no individual”, advierte Jorge Auat, de la unidad que coordina los juicios.
Por Alejandra Dandan
En las salas de los juicios, cuando sobrevivientes y familiares terminan de dar sus testimonios, suele aparecer el reclamo de verdad. El pedido que duele atraviesa la sala. Un día antes de la muerte del genocida Jorge Rafael Videla, Graciela Mastrogiácomo declaró en el juicio de la Escuela de Mecánica de la Armada por la desaparición de su hermana Marta. Marta tenía 30 años, era egresada de Letras, periodista, militante de Montoneros. Graciela llevó a la audiencia una foto de Marta. Les dijo a los jueces que sus padres murieron sin saber dónde había estado su hermana. “Yo exijo respuestas sobre quiénes y cómo secuestraron; quiénes dieron las órdenes y quiénes las ejecutaron y quiénes participaron de los vuelos de la muerte, porque no era una guerra, mi hermana no llevaba armas, tenía su documentación legal y seguramente fue elegida al azar para integrar los vuelos de la muerte.” Hacia el final agregó: “Me gustaría decir que, después de 37 años, si tienen información o archivos, están a tiempo de reparar en algo el daño que han hecho, porque para nosotros es importante”.
La pregunta que se abre tras la muerte de Videla es si influirá de alguna manera en los juicios por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura que encabezó. ¿Es posible pensar que su muerte rompa en alguno de los sentidos posibles el pacto de silencio de los represores? Fiscales, jueces y abogados querellantes de los organismos de derechos humanos que representan a las víctimas en los juicios reflexionan acerca de esta pregunta. ¿Es posible? Ese “pacto” que algunos entienden como un “pacto explícito” y otros como “tácito” aparece como algo estructural del aparato terrorista. ¿Pero qué significan el “pacto” y el “silencio”? ¿Y qué representa la figura de Videla para pensar o descartar posibles cambios?
El fiscal Martín Niklison tuvo a cargo la acusación en el juicio de Plan Sistemático de apropiación de bebés, con Videla a la cabeza de los imputados. El juicio comenzó con abuelas como Chicha Mariani que entró a la primera audiencia con su bastón, a la espera de saber algo sobre el paradero de su nieta Clara Anahí. Durante el juicio, los represores no hablaron. Cuando Videla dijo sus últimas palabras incorporó a las embarazadas y a sus hijos al discurso de la “guerra”, con el que se situó y se defendió durante todos estos años. “No albergué demasiadas expectativas de que dieran datos de dónde estaban los chicos, o que dieran referencias de lugares, y podrían haberlo hecho”, dice Niklison. “El ‘pacto’ se da porque están todos ensuciados, no es por una lealtad personal hacia una determinada persona, creo que en esto lo fundamental es que están sucios de arriba hacia abajo, todos pusieron los dedos. De entrada, los comandantes dijeron comprender a todos para que nadie pudiera sacar los pies del plato. El único que salió a decir algo distinto fue (Adolfo) Scilingo, porque la culpa lo afectó.” Durante los años de impunidad, con el blindaje que les provocó el cierre de la causas judiciales, ninguno de ellos tampoco dijo nada. “El Turco Julián tal vez algo dijo, pero en el juicio tampoco aportó datos para llegar a nadie. De lo que hizo ninguno va a hablar –insiste el fiscal–: y esto es porque eso cimenta al grupo y porque están todos involucrados.”
María del Carmen Roqueta presidió el Tribunal Oral Federal 6 durante ese juicio, al final del cual Videla recibió la tercera condena a 50 años de prisión. Así como esa sentencia entendió el robo de bebés como parte de un plan sistemático, Roqueta entiende al “silencio” de los represores como parte de ese mismo plan. “Sobre si van a hablar, yo no tengo demasiadas esperanzas. Todos sabemos que ellos saben, pero creo que el silencio forma parte del plan sistemático: era parte del plan no decir y mantener en el tiempo el mismo silencio, la misma incertidumbre y la misma oscuridad. A mi modo de ver, esto forma parte de la sistematicidad del exterminio, de la persecución y de la desaparición. Puede ser que un cuadro intermedio pueda salir a decir algo, pero no creo que los más altos rangos lo hagan. Al contrario, porque ese pacto, o como lo llamen ellos, lo entiendo como una posición ideológica, política, de cómo llevar adelante las acciones de gobierno dentro de lo que fue el Estado terrorista.”
La figura del dictador

A fines de abril del año pasado, Videla generó cierta expectativa. Luego de la entrevista que brindó a la revista española Cambio 16 y el allanamiento a su departamento, declaró como testigo en una causa civil que intenta saber qué sucedió con el cuerpo del dirigente del PRT Roberto Santucho. Frente a la jueza Marta Forns, el dictador reconoció que habían decidido “no dar a conocer el lugar donde iban los restos de Santucho para evitar homenajes”. Dijo que “la muerte de Santucho no era una muerte común”: “Además de un hecho bélico, tenía una tremenda connotación política que afectaba la conducción de la guerra por ser Santucho el muerto”. Y señaló que el responsable de decidir la ubicación del cuerpo había sido el general Santiago Omar Riveros, entonces jefe de Institutos Militares, dueño de la vida y la muerte en Campo de Mayo, y lo mostró como responsable del traslado del cuerpo al Hospital Militar de Campo de Mayo. Videla, incluso, se ofreció a hablar con él si hiciera falta. La jueza convocó a Riveros y luego también al jefe del Batallón 601, general Carlos Martínez, detenido recién el año pasado, procesado por 1200 casos y muerto en abril. Lo que interesa en este punto es que en esa causa declararon los tres por separado, como testigos y no como imputados, obligados a decir la verdad, y luego declararon juntos en un  careo. El caso sirve para mostrar dos cosas, tal como lo señala el abogado Pablo Llonto, presente en cada una de esas audiencias: 1) los  distintos mecanismos que se abrieron para promover que los represores hablen, desde la situación de indagatorias, los años de impunidad y luego una causa como ésta en la que fueron citados como “testigos”, y 2) ¿qué pueden significar la figura de Videla y su muerte hacia adentro de la tropa en la ruptura del pacto de silencio? Es que cuando Riveros fue convocado a declarar en esa causa lo describió como un “cagón y cobarde”, explicó que él no quería que Videla asumiera la presidencia y luego dijo que Videla debía asumir lo de Santucho porque le ordenó a él no entregar el cuerpo.
Bajo esa lógica, ¿qué pactos puede destrabar la muerte de un general que es observado en esos términos? “No va haber apertura”, dice Llonto, convencido. “Es variada la cantidad de declaraciones y de intentos para preguntarles y que hablen. Evidentemente, mantienen la misma línea de conducta: sean oficiales que llegaron a las máximas condiciones, oficiales que se retiraron, suboficiales. Se nota de punta a punta, y sea de la fuerza que fuere, que este pacto o acuerdo tácito predomina aunque mueran los superiores. Han muerto (Emilio) Massera, (Albano) Harguindeguy y nunca se quebró.”
Llonto estuvo en el careo de Videla, Riveros y Martínez, “tres jerarcas considerables, en pocos meses dos se murieron, queda Riveros que es el genocida más viejo que está siendo juzgado, tiene 90 años y en esa audiencia le dijo a la jueza: ‘Yo voy a vivir 120 años, gracioso y desafiante’. Y la verdad es que fueron tres horas con momentos desopilantes de tres oficiales altísimos, que manejaron no sólo el tema de sus fuerzas y dos de ellos la represión directa, era una sarta de excusas para decir que no tenían ningún dato de nada, sonaba a tomadura de pelo, si bien se echaban la culpa entre ellos, no daban datos. Se les preguntó por listados y el caso Santucho y ninguno de ellos dijo nada. Y en ese sentido, la esperanza es cero de que hablen, en lo personal por lo menos”.
Decisión dogmática

Jorge Auat está a cargo de la Unidad de Coordinación de las causas de lesa humanidad de la Procuración. En línea con Roqueta, piensa el “pacto” en términos de estructura. Y entiende el “silencio” como un “tormento” eficaz y “macabro” que perpetua la desaparición. “El pacto de silencio es estructural no individual”, dice Auat. “Trasciende a los sujetos porque forma parte de una decisión de tipo dogmática: viene atado a la negación del hecho, a la banalización de lo que pasó, opera como una consecuencia. El ‘arrepentido’ es la contracara y el ‘arrepentimiento’ implica romper el pacto. Como eso no ocurrió porque no están arrepentidos, montan sus discursos en la hipótesis de la guerra, eso les permite mantener estructuralmente ese discurso de lo que pasó. Siguen convencidos de que lo que hicieron está bien. Y se puede pensar que el tormento que produce el silencio son muchas más muertes, al no entregar el cadáver, la tragedia de cada familia que no puede hacer sus funerales hace continuar el mensaje macabro, se renueva constantemente. Porque el desaparecido es eso, no murió una vez, muere todos los días”.
Rodolfo Yanzón, integrante de la querella del grupo Kaos, entiende que el pacto no se va a romper hasta que los juicios se conviertan en realidad no discutida. “Creo que el pacto de silencio se va a romper cuando los represores se den cuenta que el proceso está consolidado, no tiene vuelta atrás y no tiene un final. Y que se den cuenta de que, en esto, todas las fuerzas políticas acuerdan. En la muerte de Videla lo que pesa más es la absoluta soledad del tirano, ver que hasta los que se beneficiaron con el golpe de Estado, el disciplinamiento social y la recesión le dieron la espalda y hasta salieron a condenarlo.”

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EL PAIS › EXCLUSIVO: DOCUMENTOS SECRETOS QUE MUESTRAN LA RELACION ENTRE VIDELA Y LA DICTADURA BRASILEñA
Los preliminares del Plan Cóndor

La correspondencia entre el dictador Ernesto Geisel y Videla evidencia la voluntad de cooperación entre ambas dictaduras y revela cómo el gobierno de facto brasileño retomó la relación con la Argentina tras haberla reducido casi a cero en el gobierno justicialista.
Por Darío Pignotti
Videla cumplió el papel que de él se esperaba en el Plan Cóndor, el pacto terrorista que 27 años atrás ocupó un capítulo importante de la agenda de Argentina y Brasil, donde el dictador Ernesto Geisel recibió de buen grado la “nueva” política externa del proceso de reorganización nacional (e internacional), tal como se lee en los documentos, en su mayoría secretos hasta hoy, obtenidos por Página/12.
“Fue con la mayor satisfacción que recibí, de manos del excelentísimo señor contraalmirante César Augusto Guzzetti, ministro de Relaciones Exteriores y Culto, la carta en que su excelencia tuvo la gentileza de hacer oportunas consideraciones respecto a las relaciones entre nuestros países... que deben seguir el camino de la más amplia colaboración.”
La correspondencia de Ernesto Beckman Geisel dirigida a Videla exhibe una camaradería cargada de adjetivos que no era lo característico en ese general criado en una familia de pastores luteranos alemanes. “Brasil, fiel a su historia y a su destino irrenunciablemente americanista, está seguro de que nuestras relaciones deben basarse en una afectuosa comprensión (...) y en el permanente entendimiento fraterno”, abunda Geisel, el mismo que había reducido casi a cero las relaciones con los presidentes Juan Perón e Isabel Martínez, cuando sus embajadores en Argentina parecían menos interesados en visitar el Palacio San Martín que frecuentar los casinos militares intercambiando ideas sobre cómo sumar esfuerzos en la “guerra contra la subversión”.
La carta de Geisel a Videla, del 15 de diciembre de 1976, llegó a Buenos Aires dentro de una valija especial, no a través de un cable como era lo habitual, dice el documento “secreto y urgentísimo” reproducido junto a esta nota.
El 6 de diciembre de 1976, nueve días antes de la correspondencia de Geisel, había muerto en su exilio de Corrientes el ex presidente Joao Goulart, quien, de acuerdo con pruebas incontestables, fue uno de los blancos prioritarios del Cóndor brasileño, que lo espió durante años en Argentina, Uruguay y Francia, donde realizaba consultas médicas por su afección al corazón.
Más: está demostrado que el 7 de diciembre de 1976, la dictadura brasileña prohibió realizar una autopsia de los restos de líder nacionalista, y potencial amenaza a la transición por goteo de Geisel, a raíz de un paro cardíaco de origen incierto. No hay elementos concluyentes, pero sí sospechas plausibles, de que Goulart fue envenado con pastillas disimuladas entre sus medicamentos en una acción concertada por los regímenes de Brasilia, Buenos Aires y Montevideo, y así lo entendió la Comisión de la Verdad de la presidenta Dilma Rousseff al ordenar la exhumación del cuerpo enterrado en la ciudad sureña de São Borja, sin custodia militar porque el Ejército se negó a darla hace 10 días, luego de recibir un pedido de las autoridades civiles.
Volvamos a la correspondencia de Geisel del 15 de diciembre de 1976. El brasileño la escribió en respuesta a otra de Videla (3/12/76), en la que éste se decía persuadido de que la “Patria (...) vive una instancia dinámica en el plano de las relaciones internacionales, particularmente en su activa y fecunda comunicación con las naciones hermanas”.
“La perdurable comunidad de destino americano nos señala hoy, más que nunca, el camino de las realizaciones compartidas y la búsqueda de las grandes soluciones”, proponía Videla, muerto junto a sus secretos de los crímenes transnacionales sobre los que no quiso hablar ante el Tribunal Federal Nº 1 donde se tramita la megacausa Cóndor.
Los que estudiaron esa maraña terrorista sudamericana sostienen que ésta se valió de los servicios de la diplomacia, especialmente en el caso brasileño, donde los cancilleres habrían sido funcionales a los imperativos de la guerra sucia.
Por lo tanto, este intercambio epistolar enmarcado en la diplomacia presidencial de Geisel y Videla puede ser leído como un contrapunto de mensajes cifrados sobre los avances del terrorismo binacional en el combate a la resistencia brasileña o argentina. Todo sea por “el recíproco interés de nuestros países”, escribió Videla. En diciembre de 1976, nueve meses después del derrocamiento del gobierno civil, la tiranía argentina demostraba que, más allá de algunas sonoras divergencias geopolíticas con el socio mayor, por lo bajo existía una complementación en las acciones secretas “contra la subversión”.
Así, poco después del derrocamiento de Isabel Martínez, el entonces canciller brasileño y antes embajador en Buenos Aires, Francisco Azeredo da Silveira, recomendó cerrar las fronteras para colaborar con Videla e impedir la fuga de guerrilleros y militantes argentinos.
Por su parte, Videla, asumiéndose como comandante del Cóndor celeste y blanco, consentía la cacería de opositores brasileños, posiblemente contando con algún nivel de coordinación junto a los agregados militares (los mortíferos “agremiles”) destacados en el afrancesado Palacio Pereda, sede de la misión diplomática en la calle Cerrito, donde según versiones, había un número exagerado de armas de fuego. Entre marzo, mes del golpe, y diciembre de 1976 fueron secuestrados y desaparecidos en Argentina los brasileños Francisco Tenorio Cerqueira junior, Maria Regina Marcondes Pinto, Jorge Alberto Basso, Sergio Fernando Tula Silberbeg y Walter Kenneth Nelson Fleury, dice el informe elaborado por el Grupo de Trabajo Operación Cóndor, de la Comisión de la Verdad.
El organismo fue presentado por Dilma Rousseff ante los rostros contenidamente iracundos de los comandantes de las Fuerzas Armadas, los únicos, entre el centenar de convidados a la ceremonia, que evitaron aplaudirla.
Al finalizar aquel acto realizado en noviembre de 2011, el entonces secretario de Derechos Humanos argentino, Eduardo Luis Duhalde, ya fallecido, declaraba a este diario que uno de los secretos mejor guardados del Plan Cóndor era la participación de Brasil y su conexión con Argentina, y que esa sociedad delictiva sólo se develará cuando Washington libere documentos brasileños con la misma profusión que soltó papeles clasificados sobre Argentina y Chile.
Averiguar hasta dónde llegó la complicidad de Buenos Aires y Brasilia será más difícil tras el fallecimiento de Videla, pero no hay que desestimar las pistas diplomáticas.
El 6 de agosto de 1976, un cable confidencial redactado en la embajada brasileña informa a sus superiores que el ministro de Exteriores Guzzetti habló sobre la nueva política externa vigente desde que las “Fuerzas Armadas asumieron el poder” y la vocación de aproximarse más a Brasil, luego de años de distanciamiento.
A lo largo de 1976, los cancilleres Azeredo da Silveira y Guzzetti mantuvieron reuniones entre sí y con el principal fiador del Cóndor, Henry Kissinger, que según papeles desclasificados hace años a pedido de la National Security Archive, les recomendó a ambos ser eficaces en la faena de aplastar al enemigo.
“Nosotros deseamos lo mejor para el nuevo gobierno (de Videla), deseamos su éxito (...) Si hay cosas que hacer, ustedes deben hacerlas rápido”, recomendó el Premio Nobel de la Paz norteamericano al marino canciller Guzzetti en junio de 1976.
Carta de Geisel a Videla.
Carta de Videla a Geisel.


Fuente: Pagina 12





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