lunes, 5 de agosto de 2013

Sobrevivientes del horror: Osvaldo Lopez





Virrey Cevallos
Impulsado por un grupo de estudiantes y egresados de la Carrera de Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, bajo la coordinación de Miriam Lewin, "Virrey Cevallos" expone los avances del Taller de Periodismo de Investigación dedicado al estudio del ex Centro Clandestino de Detención.
Sobrevivientes del horror: Osvaldo López

OSVALDO LÓPEZ

Osvaldo López militaba en el PRT (“Partido Revolucionario de los Trabajadores”) y era cabo 1ero. de la Fuerza Aérea Argentina. Para 1977 vivía en la localidad de San Miguel, en el Gran Buenos Aires.

Recuerda que, al momento de su secuestro, el 15 de julio de 1977, se encontraba dentro de su auto frente a la plaza de San Miguel. Esperaba a su pareja. Cuando ella llegó e ingresaban al auto “le caen”. Los encapuchan y los cambian a otro vehículo para luego trasladarlos a algún lugar por la zona de Morón. Si bien no puede establecer el lugar exacto, cree que no fue “Mansión Seré” (otro centro de detención ubicado en los límites entre Morón e Ituzaingó), aunque posiblemente allá sido la sede de la RIBA (Regional de Inteligencia de Buenos Aires). Allí, los separan y son torturados.

Por la madrugada, ella es liberada, mientras a él lo llevan a “Virrey Cevallos”, donde permanece una semana.

A Osvaldo lo secuestran acusándolo por un atentado con explosivos que se había producido en la 8va. Brigada y de sus secuestradores sólo pudo reconocer al apodado “Coronel”, el mismo que nombra José Oscar Osuna y, al igual que en aquél caso, éste era quién dirigía el operativo.

Permanece una semana en La Casa hasta que logra fugarse saltando una de las paredes por el pulmón de manzana. Minutos antes de su fuga intentó liberar a una muchacha que estaba en una celda frente a la suya. Pese a los intentos desesperados no logra romper las cadenas de la puerta y emprende la huida al escuchar ruidos de la guardia nocturna. Tendrán que pasar más de 20 años para que se entere que aquella muchacha sobrevivió y que su nombre es: Miriam Lewin.



Techo y pulmçon del ex CCDTyE por donde trepó Osvaldo López para fugarse del horror.


Así, emprende la fuga, saltando hacia la calle México por sobre el techo de un taller mecánico. Desde allí corre en dirección a la Av. 9 de Julio y regresa a su domicilio en la localidad de San Miguel. Al llegar, su padre le aconseja que se presente ante la Justicia. De este modo, Osvaldo acude a presentarse y, sorpresivamente, el juez actúa con las garantías pertinentes. Se convierte en un preso legalizado por el PEN (Poder Ejecutivo Nacional) en la cárcel de Devoto. La condena del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, con fecha 23 de noviembre de 1978, es de 24 años de prisión y penas accesorias de inhabilitación absoluta y degradación. Pese a la vuelta de la democracia en 1983, permanecerá casi 10 años preso, para ser liberado finalmente en noviembre de 1987.

Una vez en libertad comienza a militar en Organismos de Derechos Humanos. Hoy en día coordina el ex CCDTyE “Virrey Cevallos” y continúa fomentando la búsqueda de Justicia, Verdad y Memoria.






Osvaldo López



Próxima entrega: Vilma Gladys Aoad


Sobrevivientes del horror: José Oscar Osuna

SOBREVIVIENTES DEL HORROR

1. JOSÉ OSCAR OSUNA

(Fecha de secuestro: 27/02/1977)

2. OSVALDO LÓPEZ

(Fecha de secuestro: 15/07/1977 hasta el momento de su fuga el: 22/07/1977 Luego de entregarse y queda detenido en la Unidad Penitenciaria de Devoto desde el 23/11/1978 hasta el 21/11/1987)

3. VILMA GLADYS AOAD

(Fecha del 1er. Secuestro: 26/07/1977 hasta: 29/07/1977 – Fecha del 2do. secuestro: 03/08/1977 la liberan el mismo día horas más tarde – Fecha del 3er. secuestro: 05/08/1977 hasta: 15/08/1977. Trasladada a la Unidad Penitenciaria de Devoto hasta 1980)

4. MIRIAM LEWIN

(Fecha de secuestro: 17/05/1977 en Marzo de 1978 es trasladada a la “Escuela de Mecánica de la Armada” hasta su liberación en 1981)



JOSÉ OSCAR OSUNA

José finalmente es secuestrado de su casa. Los captores estaban todos vestidos de fajina. El único que estaba de civil era uno al que le decían “Coronel”, un ser nefasto de unos 40 años, bien vestido y peinado a la gomina. Este hombre era el jefe del operativo y era el encargado de llamar para ver si el suegro de Osuna – que no quería dejar a José solo ya que se olía algo raro – podía “acompañar” al Grupo de Tareas. Lo autorizan. Tiempo después, el GT sale a la calle.

Al suegro lo suben a un Ford Falcon. Y a Osuna lo introducen, golpes y empujones mediante, en un Renault 12, lo tiran al piso y le pisan la cabeza. Ambos coches llegan finalmente al Departamento Central de Policía.

Mientras están allí, el suegro comienza a hacerles preguntas a los policías que rondaban los pasillos: “Quiero saber por qué lo trajeron”, decía ya intranquilo. Le responden: “Por robo, viejo, por robo”. “Si está por robo, ¿por qué no lo llevan a la división “Robos y Hurtos”, en lugar de traerlo acá?”. La respuesta de los uniformados es tajante: “Mirá viejo, ya sabés donde estás así que tomátelas si no querés ser boleta igual que él”.

Cuando llega la noche, el interrogante parece llegar a su fin. Vuelve el jefe apodado “Coronel” y también el chofer apodado “Mimí”. Osuna recuerda que todos tenían sobrenombres; además de los mencionados “Coronel” y “Mimí” había uno al que le decían: “Petizo”, quien fue el que le pone una ametralladora mientras José, nerviosamente y colmado de terror intentaba cambiarse en el pequeño baño contiguo a la habitación de su casa horas antes.

Lo llevan al Departamento Central de Policía, donde lo esposan y lo meten en un auto marca Ford Falcón, color amarillo, además pudo distinguir que todas las patentes terminaban en 1. Allí lo encapuchan. Una vez que el auto arranca, haciendo chillar sus frenos de muerte, José asegura: “Veo el giro del auto -a uno cuando lo encapuchan los ojos te titilan, los destellos de las luces las ves igual- el Falcon habrá hecho 20 o 30 metros y giró a la izquierda” (…) “200 o 300 metro más adelante, pone el giro otra vez a la izquierda y sube un cordón. Uno se da cuenta que el auto acelera para que suban las ruedas de atrás. Ahí entró en una especie de garaje o galpón”.

Militancia en los 70

Será en la calle Solís 777, cerca de 1971, donde comienza a dar sus primeros pasos en la militancia política. Por aquellos días pertenecía a la Juventud Peronista, su referente y compañero era Casildo Herreras. Al momento de secuestro no estaba militando debido a la muerte el 1º de Julio de 1974 de Juan Domingo Perón y según dice “teníamos a todos los militares encima”. Su referente “se había borrado”. Isabel Perón había sido derrocada y las unidades básicas ya no existían más.

Condiciones del secuestro

El 27 de Febrero de 1977 él estaba con su esposa en el dormitorio de su casa, en un cuarto piso de una antigua casa. Era un día de fuertes lluvias. En medio de relámpagos alguien tocó el timbre. Su mujer fue a mirar quién era. No estaba sobresaltada, pensaba que era simplemente algún vecino. José permanecía en el cuarto y minutos después percibió que su esposa se aproximaba con cara de preocupación. “Dicen que son policías pero están vestidos como militares”. Acto seguido, Osuna se acercó a la mirilla y vio que los hombres tenían unas armas tremendas, parapetados en la puerta, sobre la escalera caracol y en el ascensor jaula que por esos años era muy común en estas edificaciones. Se escuchó una voz gruesa, que desafiaba a los truenos de esa noche: “¡Policía, abra la puerta! ¡Tenemos orden de allanamiento!”. El papá de la mujer, quien convivía con ellos en otra pieza de la misma propiedad, le aconsejó a Osuna: “No les abras”. Segundos después resolvieron abrir igual, por temor a que tiraran la puerta abajo.

Así es como ingresa el grupo de tareas al interior de la casa. Lo primero que hacen es pedir los documentos de todos. Minutos después señalan a José Osuna y le dicen “A vos te venimos a buscar”. Paralelamente, buscan información por todos los rincones de la casa. Rompen colchones, almohadas, camas. Luego, deciden llevárselo. Lo acompañan al baño a cambiarse y en ese momento le dicen: “No te hagas el loco, hijo de puta, porque sos boleta y los limpiamos a todos”.

(…) “Toda la vida usé zapatos, primero siento debajo de mis pies un piso de cemento o baldosa porque uno “escucha” con el taco del zapato” (…) “Después paso a un piso de madera, que eran listones… te dabas cuenta que el parqué es firme y el listón es más flojo”.






Patio interno del ex CCDTyE, donde se ubica una escalera empinada que finaliza en unos calabozos.


(…) “Después camino por un patiecito u otra parte de baldosa o cemento y desde ahí me hacen subir la escalera donde había un tipo de nombre: Juan Crisóstomo Alcaráz, nunca me lo olvidé porque nosotros memorizábamos teléfonos, direcciones, todo… Él vivía en un conventillo en la calle Venezuela y Defensa, en el barrio de San Telmo”

(…) “En ese momento mi profesión era técnico electricista, hacía dos o tres años que me había recibido pero no ejercía el oficio, me mostraban unas cositas redondas y me decían que yo armaba eso. Me di cuenta que eran bombas, con cablecitos y relojitos; pero siempre mirando ahí, el artefacto, me levantaban la capucha y me hacían mirar sólo el objeto, me encapuchaban nuevamente y me pagaban y nunca podía ver quién era”.

(…) “Comíamos siempre la parte de atrás de la pizza y a veces, una milanesa podrida y mate cocido que yo creo que le metían algo que era lo que te atontaba, a mí nunca me dieron picana, ni tampoco me dieron de tomar pastillas”.

(…) “Me dí cuenta que la puerta del baño era de chapa porque podía tocarla, ya que me sacaban las esposas para entrar al baño, aunque no así la capucha, la puerta estaba entreabierta. Inclusive había una bañera. Cuando me higienizaba tenía que tirar una cadena, yo tenía la costumbre de hacerlo dos veces, entonces los milicos me cagaban a patadas”.

(…) “Un día me metieron en un ataúd, en el segundo piso. Había uno al que le decían “el Sapo”, a ese le vi la cara, está detenido en España. Lo llamaban de ese modo porque era igualito a un sapo: gordo con la boca ancha, morocho, de pelito corto”. (…) “Escuchó, entonces, que un milico le dice a otro: ‘tirálo… total si cae desde acá se mata solo’, por eso, calculo que estaba en un segundo piso” (…) “Antes de que me metieran dentro del ataúd, me levantan la capucha y me dicen: ‘miralo bien, con esto te vas para el Río de la Plata’. Ahí sí, pensé: soy boleta”.

(…) “Me tuvieron veintisiete días y me largaron el 28 de Marzo. Ese mismo día me hacen escuchar gritos desgarradores de una mujer, y me dicen: ‘esa que grita es tu vieja, la trajimos desde Entre Ríos, vos vas a confesar’. Al rato la mujer deja de gritar y empiezo a escuchar gritar a un hombre y me dicen: ‘Y ese es tu papá’. Esto me estremeció el alma y les supliqué: “Mire, dígame qué le firmo, pero, por favor, a mis viejos no me los toque, ellos no tienen nada que ver”. Lo único que recibí fue un tortazo que me tiró contra la pared y me llevaron a la celda hasta la noche que fue cuando me sacaron en el baúl de un auto”. (…) “No eran mis viejos. Nunca supe quiénes eran esas dos personas pero ellos siempre traían gente que torturaban y ponían la música fuerte para que no se escucharan los gritos, inclusive traían perros grandes a la noche”.



Próxima entrega: OSVALDO LÓPEZ
“Los años posteriores” – “La masacre de la calle Nueva York” – “Otros secuestros llevados adelante por la patota”

Los años posteriores

Veinte años después de que el país alcanzara la democracia, en 2003, se inició la causa del ex CCDTyE en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nº3, actualmente a cargo de Dr. Daniel Rafecas. El objetivo es el de identificar a los responsables del lugar y a quienes participaron a sus órdenes como miembros del grupo de tareas.

Como primer antecedente de importancia puede señalarse la causa, a cargo de la jueza Amelia Berraz de Vidal durante los años ‘80, de la casa de Franklin 943, de los mismos dueños que Virrey Cevallos, los hermanos Río.

Como segundo antecedente pueden señalarse las declaraciones como testigos de los represores Julio César Leston y Jorge Ángel Cóceres en 2002, 2006 y 2011, en causas por apropiación de menores. Ambos trabajaron en RIBA y fueron reconocidos por sobrevivientes de Cevallos mediante fotografías que les fueron exhibidas en el expediente a cargo de Rafecas. Leston y Cóceres declararon en la causa de robo de bebés por primera vez en 2002, es decir, antes de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. En ese momento, además de aportar información sobre los apropiadores de niños (entre ellos Juan Carlos Vázquez Sarmiento, un antiguo compañero de RIBA con el que no tenían buena relación), ambos se autoincriminaron en los secuestros y traslados de Graciela Tauro y Patricia Roisinblit. Luego del cambio de la legislación, en 2003, siguieron testificando, pero con el cuidado de no autoincriminarse. De hecho, en una audiencia de 2011, la Jueza María del Carmen Roqueta tuvo mucha precaución al momento de permitir la lectura en voz alta de fragmentos de la declaración de 2002.

El Juzgado Federal exhibió a los testigos, sobrevivientes del ex CCDTyE, fotografías de los represores que actuaron en “Virrey Cevallos”, arrojando resultados alentadores para el proceso judicial.

Hasta el día de la fecha no hay detenidos ni condenados por lo que ocurrió en este CCDTyE. En el tercer piso de los Tribunales del barrio de Retiro, en lComodoro Py 2002, la causa suma tomos y fojas de información. Son siete enormes carpetas apiladas. Relaciones, listas, testimonios, pedidos de legajos. No deja de ser paradójico el hecho de que las órdenes que dieron lugar al horror salieron seguramente de un edificio que se encuentra muy cerca de allí, a sólo dos cuadras. Se trata del Edificio Cóndor, sede del curso de capacitación inicial y de las reuniones en donde todo se decidía. La justicia, con todas las garantías que una democracia puede dar, avanza firme aunque lenta ante la barbarie del pasado.



Hoy en día dentro de ex CCDTyE “Virrey Cevallos”

La Masacre de la calle Nueva York

Norma Matsuyama era una estudiante del colegio Nacional Buenos Aires. De padre japonés, madre argentina y origen social humilde, era muy inteligente y parecía mayor por su madurez. En el Nacional conoció a Miriam Lewin. Juntas (tenían 13 y 14 años) militaron durante un tiempo en el anarquismo, pero poco después se pasaron al peronismo. Antes de finalizar la escuela secundaria, se “proletarizaron”, es decir, se anotaron como operarias en una fábrica de lamparitas para automóviles de Villa Lugano y con otras compañeras, allí lograrían en poco tiempo sindicalizar a todo el personal.

En el año 1977, Patricia Palazuelos -otra amiga de Miriam Lewin y compañera del Nacional Buenos Aires, también militante, e hija del Brigadier Néstor Palazuelos- participó de la colocación de un explosivo en el Edificio Cóndor y desde ese momento comenzó a ser buscada insistentemente por el grupo de represores que actuó en Virrey Cevallos. La Fuerza Aérea consideraba una afrenta gravísima que la hija de un alto oficial militara en las filas del “enemigo”. Por eso el esfuerzo puesto en la detección de Patricia, que estaba en la clandestinidad, era denodado. Para llegar a Palazuelos, los represores siguieron la pista de Miriam. De este modo, ocuparon la casa de la familia Lewin. “Hija, acá hay unos señores que te quieren hacer unas preguntas”, le dijo su madre en una conversación telefónica. Acto seguido, Miriam cortó el auricular de los viejos teléfonos públicos hongo color naranja de Entel, atemorizada y confirmando la sospecha de que estaban tras ella y su amiga, con la que ya no tenía contacto.

Miriam tomó conciencia de que a través de su casa, y buscando a Patricia, los militares podían llegar a Norma Matsuyama. Norma, de 18 años, embarazada a término, en ese momento vivía con su pareja, Eduardo “Tito” Testa, también militante peronista. Ocupaban un PH a la calle, con terraza, ubicado en la calle Nueva York al 2825, en el barrio de Agronomía. Miriam intentó comunicarse con Norma para advertirle, pero no sabía cómo, porque la vivienda estaba “compartimentada”. Así es como decidió llamar a la casa de los padres, en Floresta. El teléfono de los Matsuyama fue atendido por un hombre que a las claras no era el padre de Norma, sino alguien que se hacía pasar por éste. Los verdaderos padres de Norma estaban en ese momento detenidos ilegalmente. Su mamá, Angélica Goyeneche, llegó a permanecer quince días encarcelada en una comisaría (“quedaba cerca de la Aduana, yendo para La Plata”, recuerda hoy la señora). . Allí, interrogada acerca de Norma y de su otro hijo militante Luis (secuestrado en esa época y actualmente desaparecido), fue víctima de torturas con picana eléctrica. Miriam pensó que alguien debía avisarle a Norma que no fuera al domicilio de sus padres porque como a ella, la estaban esperando. Es por eso que Lewin, con su novio y compañero de militancia, Juan Eduardo Estévez, decidieron ir personalmente a rastrear la casa de la calle Nueva York, adonde habían estado una sola vez, y habían llegado tabicados, es decir mirando al suelo. Lo hicieron a la madrugada siguiente, porque durante la noche arreciaban los operativos de identificación conocidos como pinzas.

Cuando llegaron a la zona, comenzaron a percibir que había cintas plásticas cercando las veredas. Una vecina les advirtió que no se acercaran: “Hubo un enfrentamiento a la noche – les dijo – y mataron a una pareja”. Instantáneamente se dieron cuenta de que se trata de Norma y Tito. Pero… había una tercera víctima: Adriana Gatti de 16 años, uruguaya, también embarazada, que murió horas después en el hospital Alvear a raíz del tiroteo producido por las Fuerzas Conjuntas con todo su arsenal.

Al día siguiente, el 9 de abril de 1977, la noticia se publicó en la tapa del diario “La Nación”. En la Biblioteca Nacional puede leerse el viejo ejemplar. En letra minúscula, sobre papel ya amarillo, gastado y maloliente, dice: “Efectivos de la Aeronáutica concurrieron a realizar un allanamiento en una vivienda ubicada en Nueva York 2825, pero fueron recibidos con fuego graneado desde el interior de la casa”. El relato continúa: “Los efectivos de la Aeronáutica buscaron refugio en las adyacencias y luego, con la colaboración del Ejército y del Cuerpo Guardia de Infantería de la Policía Federal que llegaron con tanquetas y carros de asalto, rodearon la manzana”. La Nación llega a hablar hasta de dos helicópteros que participan del operativo y una usina parque del Cuerpo de Bomberos. Agrega el diario la siguiente información: “Uno de los testigos dijo que en determinado momento se asomó a la calle una de las mujeres gritando que iban a rendirse, pero cuando se detuvo el fuego arrojó granadas contra las fuerzas de seguridad”. Esa mujer, de acuerdo al artículo, murió por la respuesta militar. La Nación finaliza: “En la finca, las fuerzas de seguridad encontraron a un hombre muerto y a una mujer herida quien fue trasladada al Hospital Alvear, pero falleció al llegar a la sala de primeros auxilios”.

Lewin leyó las noticias en el matutino la mañana posterior a la masacre y padeció un ataque de nervios. Llamó a su casa y su madre le dijo que aún la estaban esperando “los señores que quieren preguntarle algunas cosas”. Tiempo después, durante su cautiverio ilegal en la casona de la calle Virrey Cevallos, recibió algunos comentarios de los represores. Ellos le dijeron haber sido los responsables del episodio de la calle Nueva York. Y le agregaron que a Adriana Gatti, que estaba internada en el hospital Alvear, alguien de Montoneros le había desconectado el respirador “para que no hablara” o “cantara” en una sesión de tortura.

En la actualidad, entre los investigadores del tema, existen dudas sobre la versión que los militares/policías dieron del fallecimiento de las víctimas. De acuerdo a investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense, entre los que se encuentra Carlos “Maco” Somigliana, las víctimas fueron ejecutadas con tiros de gracia, hechos desde una corta distancia.

Lo peculiar del episodio ocurrido en la calle Nueva York fue la publicación del hecho en el diario “La Nación” Además, contó con un acta oficial elaborado por Policía Federal. En eso difirió fuertemente de la casi totalidad de los secuestros en donde se trasladaba a las víctimas a los CCDTyE. Seguramente, por la existencia de algún tipo de enfrentamiento y por la muerte de los protagonistas (y no la detención ilegal) es que se decidió hacer público el hecho.

El acta, que hoy puede verse en el expediente de la causa de Virrey Cevallos, dice que lo que ocurrió fue un “operativo antisubversivo llevado a cabo por fuerzas conjuntas”. Está firmado por el comisario de la Seccional nº47: José María Mallea. El acta además afirma que la información provenía de “personal militar de aeronáutica”. También, dice que en el enfrentamiento resultó herido un cabo de nombre Alberto Gaggero (perteneciente a la comisaría nº45), quien fue llevado en primera instancia al hospital Zubizarreta y más tarde al Hospital Policial Churruca.

El episodio de la calle Nueva York es importante ya que en él actuaron los mismos represores que cumplían tareas en Virrey Cevallos. A los jefes del CCDTyE pueden imputárseles también estos tres asesinatos. También se los puede culpar de las torturas aplicadas a Angélica Goyeneche, la madre de Norma Matsuyama. Y de la desaparición de Luis, uno de los hermanos de Norma, estudiante de arquitectura y también militante, visto por última vez en la ESMA. Es positivo para su reconstrucción que el operativo de la calle Nueva York fue difundido tanto por la prensa como también plasmado en documentos de la Policía Federal que mencionan la participación de la Fuerza Aérea.



Ventanas en el entrepiso del ex CCDTyE, que dá a la calle Virrey Cevallos y desde donde los represores vigilaban y controlaban la cuadra.

Otros secuestros llevados adelante por la patota

El grupo de represores que habitualmente actuaba en el ex CCDTyE “Virrey Cevallos” no sólo está sospechado de haber intervenido en la masacre de la calle Nueva York. También se estima cierta vinculación con el asesinato de Patricia Palazuelos y su compañero Eduardo “Tano” Giorello. Y, además, existe una sospecha de que hubo una relación directa con el secuestro de la familia Taub.

Patricia Palazuelos era intensamente buscada por la Fuerza Aérea. Su participación en el atentado al Edificio Cóndor el 5 de abril de 1977 era el hecho que había motorizado su rastreo frenético. Tanto Miriam Lewin como Norma Matsuyama fueron buscadas como medio para llegar a ella. Hubo incluso secuestros e interrogatorios a otros compañeros de Patricia, tanto del colegio Nacional Buenos Aires como de la facultad de Medicina, donde cursaba las primeras materias.

Patricia era hija del Brigadier Néstor Palazuelos, un alto funcionario de Fuerza Aérea. Había utilizado esa cercanía para poder ingresar con facilidad al Edificio Cóndor, poder estudiarlo y luego colocar el artefacto explosivo. Pertenecía a la agrupación Montoneros y la última vez que vio a Lewin fue en una cita en la estación Libertad del ferrocarril, partido de Merlo – pcia. de Bs. As. – donde le comunicó que no tenía dónde vivir. Por supuesto, ya sabía que estaba siendo buscada y que no podía volver a la residencia de sus padres nunca más.

Palazuelos estaba embarazada de pocos meses en ese momento y se movía de un lado a otro alojándose donde podía junto a su pareja Eduardo “Tano” Giorello. Huía de la persecución de los represores. Sabía que podía caer, porque buena parte de sus compañeros estaban siendo secuestrados. Y que era un objetivo importante.

En Octubre de 1977 murió en el partido de Lanús, zona sur del Gran Buenos Aires. Allí vivió los últimos meses de aquél fatídico año con Giorello, en un inquilinato. De acuerdo al testimonio que Miriam Lewin dice haber escuchado de un represor dentro de Virrey Cevallos, el conventillo fue abordado por la policía en busca de un criminal común. Pero desde adentro, Palazuelos y Giorello respondieron con armamento pesado. Así es como los uniformados comenzaron a sospechar que se trata de “subversivos”. Acto seguido, concurrieron al lugar las Fuerzas Conjuntas, como en el caso de la calle Nueva York. Tanto Patricia como el Tano resultaron muertos. Según los represores de Cevallos, al terminarse las municiones, los dos se encerraron en el baño y se suicidaron con explosivos.

La condición de hija de un alto funcionario de Fuerza Aérea no le trajo ningún beneficio a Patricia. Al contrario, los represores le dijeron a Miriam, durante su cautiverio, que “Patricia le había arruinado la carrera” al Brigadier. De acuerdo al testimonio de Lewin, aunque había sobrevivido a dos atentados, el Brigadier Palazuelos era ingeniero aeronáutico y no estaba relacionado con la represión ilegal, aunque Patricia siempre decía que “tenía que estar al tanto de lo que pasaba”. Los jerarcas de Fuerza Aérea lo culpaban en cierto modo, del atentado al Edificio Cóndor; “No pudo controlar a su hija”, deben haber pensado.

El caso de la familia Taub posiblemente también se encuentre relacionado con “Virrey Cevallos”. Miriam Lewin afirma que en una oportunidad, sus captores le hicieron oír un cassette con una escucha telefónica en idish, el idioma de las comunidades judías del centro de Europa. Por su ascendencia, ellos creían que Miriam podía traducir el mensaje. Pero Lewin no sabía hablar idish, sólo recordaba algunas palabras que le habían enseñado sus abuelas durante su infancia. “No entiendo nada”, dijo a los represores y éstos, creyéndole, no volvieron a preguntarle.

Atando cabos y recordando algunas de esas palabras que entendía, Miriam piensa hoy que se trataba de una conversación relacionada con la familia del empresario Benjamín Taub, del hotel Liberty, situado en Corrientes y Florida y de la casa de cambio Brasilia, una de las de mayor envergadura del país. A estas conclusiones Lewin arriba porque observa que, de acuerdo a la declaración que Beatriz Taub, hija de Benjamín, hace para el Juicio a las Juntas, hay una coincidencia temporal entre el momento de la intervención telefónica y el secuestro de la familia.

Los represores, aparentemente, sospechaban que Taub estaba vinculado con grupos de izquierda, concretamente con el ERP. Miriam Lewin piensa que los militares habían intervenido el teléfono de Taub para tratar de corroborar los vínculos pero que se toparon con el escollo idiomático ya que los Taub eran judíos y por momentos hablaban en idish. “Delitos de subversión económica”, los llamaban los represores. Entendían seguramente que Taub y el ERP tenían una relación similar a la que se le imputaba por esa época a David Graiver con Montoneros. Es decir, se acusaba a ambos empresarios de origen judío de ser administradores de los fondos de las organizaciones guerrilleras.

Tanto Benjamín Taub como su esposa Flora Burevich y su hijo Guillermo Taub fueron secuestrados ilegalmente por la dictadura. Luego de haber pasado un tiempo secuestrados ilegalmente en lugares como los CCDTyE “Pozo de Quilmes” y COTI Martínez, los Taub pasaron a estar detenidos legalmente en las cárceles de Villa Devoto y Caseros, condenados por asociación ilícita. Tiempo después, en el año 1983, fueron liberados definitivamente.

La sospecha de Miriam Lewin está fundada por el momento en el que le fue presentada la intervención telefónica. Ese momento es inmediatamente posterior a la detención de los Taub. Sin embargo, no está clara la presencia de la Fuerza Aérea en el secuestro de la familia. Todos los lugares de detención ilegal pertenecían a la Policía Bonaerense. Además, en la declaración que la hija de Benjamín hace en el Juicio a las Juntas se afirma que los captores de la familia pertenecían al Ejército. Sin embargo, hay un dato que es por demás llamativo, en 2000 el ex hotel Liberty pasó a llamarse San-Vul y comenzó a pertenecer a una sociedad que tenía como integrante al brigadier Julio Santuchone, jefe de inteligencia de Fuerza Aérea. Indudablemente, es una pista a tener en cuenta para dilucidar si la patota de Cevallos participó de más secuestros.

Próxima entrega: “Sobrevivientes del horror”
Segundo Eje: El Grupo de Tareas. Los represores.
Posted on julio 26, 2013 Imagen Responder

La formación de la patota

Año 1976. El Golpe Cívico-Militar ya había sido consumado. Un hombre de unos 30 años llamado Julio César Leston era convocado para realizar un curso de “Inteligencia”, en el Edificio Cóndor. El hombre, un empleado de la Fuerza Aérea Argentina, anteriormente había hecho tareas relacionadas con los radares en Merlo, provincia de Buenos Aires. Desde el ‘76 hasta comienzos del ‘77 llevó adelante un curso junto a aproximadamente 40 personas más, donde “aprendió” a perseguir militantes, secuestrarlos y torturarlos. Luego de ello, pondría en práctica lo aprendido. La periodista Miriam Lewin, sobreviviente de Virrey Cevallos y ESMA, años después, daría testimonio de ello.

Volviendo a 1976: Leston tenía 30 años aunque su cara era la de un niño. De cutis blanco y pelo castaño, solía usar camperas de jean, aunque en verano una camisa formal le era suficiente. Ingresaba al Edificio Cóndor, en Retiro, sede central de Fuerza Aérea. Acababa de pasar por el frente de las terminales de los ferrocarriles Mitre, Belgrano Norte y San Martín. Sentía la tranquilidad y el sosiego característico de la zona cercana al puerto, allí donde el bullicio del centro porteño comienza a dejar de escucharse. Se encontraba con unos cuarenta compañeros, a los que saludaba efusivamente en la puerta del Edificio Cóndor.

Todos, después del curso, iban a pertenecer a la “Regional Inteligencia Buenos Aires” (RIBA), una entidad que dependería de la Jefatura II-Inteligencia del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina. La tarea original de RIBA, dice Leston hoy, era “recopilar información sobre la parte aérea de países limítrofes, para armar carpetas sobre su potencial aéreo”. Sin embargo, agrega Leston, “a partir de ese curso, se le acopló recoger información también sobre el tema de la subversión”.

El grupo de los 40 caminaba por los pasillos del Edificio Cóndor. En el aula de la primera clase, Leston conversaba animadamente, mientras avanzaba a paso lento, con Jorge Ángel Cóceres, un hombre de aproximadamente su misma edad. Cóceres, con su pelo ondulado, labios carnosos y contextura fornida, venía desde la zona noroeste del conurbano, del partido de San Miguel. Junto a ellos caminaba Daniel Castrogiovanni, quien luego sería llamado y conocido por sus compañeros como “el Sota”. Castrogiovanni era un hombre muy religioso: habitualmente llevaba una Biblia consigo, bajo el brazo, la que leía con avidez. A unos 20 metros, caminaba al frente, cerca de los jefes que indicaban el camino a las aulas, Juan Carlos Vázquez Sarmiento, el “colorado”. Ellos cinco, serían reconocidos por sobrevivientes años después como represores que actuaron en el ex CCDTyE Virrey Cevallos.

El caso de Vázquez Sarmiento es muy peculiar. Leston diría años después: “Siempre mantuvo una distancia conmigo porque yo era más antiguo que él en la Fuerza”. (…) “él tenía muy buena relación con los jefes, se podía ver en el trato: mientras a mí me decían: “Leston, venga” a él le decían: “¡Colorado, vení!””. Esa tensión existente entre ambos tal vez explique la presentación de Leston como testigo en 2002, en la que incrimina a Vázquez Sarmiento en una causa por apropiación de menores (en concreto, en la causa que investiga el robo del bebé de Graciela Tauro y Jorge Rochistein, nacido en la ESMA).

Ahora bien, en 1976 nada de eso había ocurrido todavía. Leston y Vázquez Sarmiento ingresaban al aula ubicada en el Edificio Cóndor. Se disponían a prestar atención al docente. En ese instante ingresaba al salón Oscar Sende, el titular de RIBA, y, parándose frente de los pupitres hacía la presentación del curso: “Inteligencia Aeronáutica”. En realidad, se trataba de una capacitación para aniquilar a quienes pensaban distinto y soñaban con forjar un país distinto.



La represión en desarrollo

“La RIBA no se manejó como Centro Clandestino, tenía su domicilio legal, era una unidad más. Si había alguna detención se la derivaba a comisarías y se la ponía a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”. Esta frase fue pronunciada por Julio César Leston en 2011, en el marco de su declaración como testigo en la causa “Plan Sistemático de Apropiación de Menores”. La información está desmentida por los sobrevivientes del ex CCDTyE “Virrey Cevallos”. Tanto Miriam Lewin, como Vilma Aoad y José Osuna afirmarían luego que algunos de los hombres de RIBA fueron partícipes de sus detenciones ilegales. En los tres casos, durante el transcurso de los secuestros, las víctimas estaban “desaparecidas”, es decir, eran personas de quien nadie sabía el paradero, sufrían torturas y no contaban con las garantías de la ley. Por supuesto, el curso de un año que se había dado en el Edificio Cóndor contemplaba esa manera de represión ilegal, que era completamente acorde con los métodos que también utilizaban el Ejército, la Armada, la Policía Federal y otras fuerzas de seguridad.

En 1977 se inició la sucia tarea de quienes integraban la RIBA. El primer lugar de acción de los represores fue la VII Brigada Aérea, ubicada en la actual Av. Eva Perón al 2200, en el límite entre las localidades de Morón y Castelar. Poco tiempo después, los integrantes de la Regional Inteligencia Buenos Aires fueron destinados a un edificio ubicado en pleno centro de Morón, en la calle San Martín al 786. Próximo a ese edificio se encontraba “Mansión Seré” (o “Atila”), en Castelar Sur, un CCDTyE que también dependía de Fuerza Aérea. El film “Crónica de una Fuga” (2006) cuenta la historia, basada en el libro “Pase Libre” de Claudio Tamburrini (ex arquero de fútbol del equipo Almagro). Allí relata su escape junto a otros tres compañeros el 24 de marzo de 1978, “Mansión Seré” fue luego demolida para ocultar cualquier evidencia.

La mayor parte de la patota de RIBA pasaba buena parte de cada día por aquella zona, el oeste del Gran Buenos Aires. Sin embargo, en no pocas ocasiones, algunos grupos salían del área para concretar operativos. Éstos consistían en “levantar” o “chupar” personas de sus lugares de trabajo, sus casas, sus lugares de estudio o la calle. La metodología adoptada era comenzar a torturar a los secuestrados minutos después de su detención. A veces esto se hacía en comisarías o en algún CCDTyE cercano al lugar de la captura. El objetivo era obtener así “información fresca” (lograr que “canten”) acerca del paradero de sus compañeros de militancia u otras cuestiones. Aplicando rápidamente picana eléctrica, submarino seco u otros tormentos, habían dicho los jefes en el curso del Edificio Cóndor, se evitaba que los militantes todavía libres notasen la desaparición de un compañero y escaparan de los lugares que frecuentaban habitualmente. Luego de ello, los militantes eran secuestrados y mantenidos ilegalmente en cautiverio en los CCDTyE por el lapso de días, meses o incluso años.



La Casona de Virrey Cevallos

El Centro Clandestino Virrey Cevallos, situado en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, estaba manejado por otra parte de la patota de RIBA. Allí permanecieron algunas de las personas capturadas por los Grupos de Tareas de la Regional. Los prisioneros, luego de estar allí eran eliminados físicamente, trasladados a algún otro lugar de detención o liberados. En Cevallos también había una sala de torturas, que fue usada con algunos prisioneros.

A Miriam Lewin, secuestrada por Julio César Leston y por lo menos siete hombres más en el cruce de la entonces Avenida del Trabajo y General Paz, la torturan en una comisaría de la zona de Liniers y le preguntan por Patricia Palazuelos, amiga suya y acusada de ser la responsable de un atentado con explosivos en el Edificio Cóndor. Luego, finalmente, la llevan al CCDTyE “Virrey Cevallos”, en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires, donde permanece durante meses detenida ilegalmente.

Un interrogante que alguien puede hacerse en la actualidad es ¿por qué algunos detenidos fueron enviados al centro porteño y no a los predios de la Fuerza ubicados en zona oeste? Se trata de una pregunta de difícil respuesta. Tal vez haya alguna relación de cercanía entre la ubicación de “Cevallos” y los lugares en donde se producían las detenciones. Pero eso no fue así en todos los casos. Osvaldo López fue secuestrado en San Miguel, un lugar que es más cercano a Morón que al centro de Buenos Aires. Lo que sí se puede afirmar es que Virrey Cevallos tiene una peculiaridad indudable: su cercanía con el Departamento Central de la Policía Federal. Sólo dos cuadras separan a los dos lugares. Leston, en el año 2011, afirmaría que entre la gente del Grupo de Tareas había una persona de Policía Federal, y agregaría: “le decían “el gringo” porque era rubio”. Tal vez allí esté la conexión entre Fuerza Aérea y Policía. De cualquier manera, Leston mismo, reconoce que, en los altos niveles de la Regional, había reuniones con jefes militares de todas las armas y con personal jerárquico de las fuerzas de seguridad. Miriam Lewin también menciona una posible conexión. Afirma en su testimonio que había un integrante del grupo de tareas, delgado, encorvado, moreno y de pelo largo, que se peinaba con raya al medio al que le decían “Charola” y decía ser un hombre de la Federal.

Virrey Cevallos tenía relaciones con el Departamento Central, pero también poseía vínculos con otra dependencia ubicada en el centro porteño. Se trata de una vieja casona ubicada en Riobamba y Viamonte que pertenecía a SIFA (“Servicio de Inteligencia de Fuerza Aérea”), que al igual que RIBA, dependía de la Jefatura II-Inteligencia del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina.

Hoy, un vecino de Monserrat que prefiere permanecer en el anonimato, dice que reconoció en la puerta de ese lugar, durante los años ‘70, a los mismos represores que veía entrar en Cevallos. “Nosotros también trabajamos acá” le dijeron en aquél momento. Así es como Osvaldo López, sobreviviente de Cevallos, arriba a una conclusión provisoria: “es posible que parte de los represores que cumplieron funciones en el CCDTyE hayan sido de ‘SIFA’ (“Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea”)”. (…) “Es decir, que no todos hayan pertenecido a RIBA”.

En la actualidad, todos los represores reconocidos por los sobrevivientes pertenecieron a la Regional Inteligencia Buenos Aires y ninguno a SIFA, pero no se descarta encontrarlos en un futuro cercano.





1) Entrada de Virrey Cevallos 632

Originalmente esta entrada pertenecía a una casa independiente que ocupaba el segundo piso. A partir de 1971, (año en que los hermanos Río compran la propiedad), es unificada con los otros dos lotes y la puerta es deshabilitada.



2) Entrada de Virrey Cevallos 630

Esta puerta tenía un aspecto similar a la entrada de Cevallos 632. Ese aspecto era típico de principios de siglo XX. Por allí se ingresaba a la Planta Baja. Pero, en 1971, se la remplaza por un portón que permite la entrada de automóviles. Durante el período de la Dictadura Militar, los Grupos de Tareas ingresaban por allí a los detenidos-desaparecidos.



3) Entrada de Virrey Cevallos 628

Esta puerta, originalmente, pertenecía (como la entrada de Cevallos 632) a una casa autónoma que ocupaba el primer piso. En 1971, se la comienza a utilizar como entrada para los represores que arribaban a pie, es decir, sin automóviles. La escalera de ingreso era vigilada desde una mirilla que tenía la guardia del entrepiso.



4) Garage

Aquí, el Grupo de Tareas, guardaba los autos. Cuando el lugar estaba colmado por los mismos, utilizaban el playón del Departamento Central de Policía, el cual está ubicado a 200mts. del ex CCDTyE, más precisamente en la calle Moreno 1550. Anteriormente a 1971, el garaje, había sido utilizado como hall de la casa de Virrey Cevallos 630.



5) Primer cuarto de PB

Cubierto de azulejos que comenzaron a utilizarse en la Argentina en los años ‘70. Después de la Dictadura Militar fue utilizado como cocina. Sorprende la existencia de muchos tomacorrientes a poca distancia uno del otro. Se sospecha que podría tratarse de un laboratorio, aunque esto no ha sido posible comprobarlo debido a que no hay testimonios de sobrevivientes sobre ese lugar.



6) Sala de interrogatorios

La ex detenida-desaparecida, Vilma Gladys Aoad, fue llevada al lugar. Allí observó máquinas de escribir.

7) Sala de torturas

Tiene un falso cielorraso para evitar filtraciones; aunque, con el paso de los años, éste se fue deteriorando produciendo un agujero, a raíz del agua de las lluvias y tormentas.

8) Baños

Allí eran trasladados los detenidos ilegalmente. Estaban cerca de una pileta-lavatorio, la cual se utilizaba frecuentemente para lavar las ropas.



9) Celdas

Originalmente, eran habitaciones de servicio. Sin ventanas, con lo cual la luz era puramente artificial o permanecían a oscuras. Extremadamente pequeñas.



Entrepiso

Ubicado sobre el garage. Fue construido en 1971. A esa conclusión se llega, debido a que durante ese año, baja la categoría de la propiedad, a raíz de la utilización de materiales de menor calidad y pérdida de la unidad arquitectónica, recordemos, como se dijo en anteriores líneas que la casa se trataba de una edificación tradicional de principios de siglo XX.

El entrepiso fue usado como guardia durante los años de la Dictadura Militar. Por sus ventanales, los represores podían observar el movimiento de la calle. Si en alguna ocasión hubiesen sufrido un ataque desde la vereda, podrían haber respondido con facilidad desde allí arriba. Las ventanas aún mantienen sus rejas inclinadas, con agujeros preparados especialmente para apoyar las armas de manera sencilla y disparar sin más.



10) Habitación amplia del primer piso

Allí, en una sola ocasión, los represores le hicieron leer un texto a la ex detenida-desaparecida: Miriam Lewin mientras la filmaban con cámaras. Para esta tarea, la obligaron a maquillarse.



11) Cocina

En este lugar, según testimonio de Miriam Lewin, la obligaron a lavar los platos y pudo ver cartones de cajas de la pizzería: “Cachavacha”, ubicada a pocos metros del ex CCDTyE.





Próxima entrega: “Los años posteriores” – “La Masacre de la calle Nueva York” – “Otros secuestros llevados adelante por la patota”
La propiedad de La Casa
Posted on julio 21, 2013 Estándar Responder

La propiedad de La Casa

Eduardo Río desembarcó en Argentina, como tantos otros, abarrotados de inmigrantes, desde el viejo continente. Era español y logró desarrollarse como comerciante de café. Una vez que contrajo matrimonio, tuvo dos hijos: Leonardo y Roberto. Eduardo pasaría largas horas en la Av. Rivadavia 2101, donde era propietario del “Café El Potosí”. El comercio marcharía bien porque a sus sesenta años, Rio decide comprar una casa para usarla como depósito de la cafetería. Sus hijos, Leonardo y Roberto, firman la escritura con fecha del 16 de julio de 1971. Quien figura como vendedor es la Policía Federal Argentina.

La propiedad había pertenecido a Andrés Visca, comerciante de buen pasar, que en su testamento dejó 46 propiedades, para que sean vendidas con fines de construir la Maternidad del Hospital Policial Churruca. Como reza Visca en su testamento: “lo dedico para que no se olvide mi nombre haciendo el bien y la caridad”. Luego del 12 de Febrero de 1938, fecha en que fallece Andrés Visca, sería la Policía quien se haría cargo de esas propiedades. Esta fuerza funda el “Legado Visca”, con el propósito de gestionar la venta de las propiedades. Por indicación de Visca, quien debía administrar las operaciones es el entonces Inspector Federal de la Policía Federal: Florencio Heritier, nombrado presidente de la Comisión Legado Visca. Según se lee en las páginas del contrato, la venta se hizo a través de un remate. El protocolo notarial relata el cuadro: “comparecen: el señor Jefe de la Policía Federal, General de División don Jorge Esteban Cáceres Monié” (…) “el señor Inspector Federal (R) de Policía Federal don Florencio Heritier”. El objetivo de la comparecencia: la venta de una de las propiedades: Virrey Cevallos 628/630. La Comisión emite la autorización de venta, según el mismo documento, “a ser realizada en remate público por intermedio del Banco Municipal de la Ciudad de Buenos Aires el 16 de Julio de 1971, con la base de setenta y cinco mil quinientos cincuenta pesos”. Los Río se enteraron por algún aviso del remate público publicados en los periódicos de la época, o algún conocido pudo advertirles de la oportunidad. Así, Leonardo y Roberto Río presentan la oferta de $ 119.000 y resultan beneficiarios del remate.

Una vez firmados los papeles, el 22 de Octubre, los Río toman posesión de la Casa.

Hasta el 29 de Julio de 1999 la propiedad es de la familia sin interrupción.

Los Río recorrían las doce cuadras que hay entre el “Café El Potosí” al depósito de Cevallos. Dos cuadras antes de llegar a la Casa, pasaban por la vereda del Departamento Central de Policía. El depósito del “Café El Potosí” estaba bien custodiado. Pero los Río no habían comprado una casa construida sobre un lote de 8,66 x 20 metros cuadrados y de tres pisos, únicamente para usarla como depósito. Cuando la adquieren, en 1971, la Casa ya estaba alquilada.

A más de veinte años de la compra, los hermanos Río dijeron que habían tenido un gran respeto por los contratos firmados antes de que la Casa pasara a sus manos. Y fue tanto el respeto por esos contratos, que los Río aseguran que no mediaron papeles. Según dicen, nunca los vieron, todo fue de palabra. A pesar de tanta confianza, cuando declaran en el marco de la causa judicial en el año 2004 ante el Juzgado Federal Criminal y Correccional n°3 de Capital Federal, a cargo del Dr. Daniel Rafecas, no recordaban quienes eran los inquilinos. Así, la casona parecía tener suficiente lugar para albergar las bolsas de café, te, yerba mate y también a unas familias no identificadas, que alquilaban el lugar. Esa fue la versión de los Río.

Sin embargo, estas declaraciones se contradicen con las que va a realizar, en el marco de la misma causa, Gustavo Chavay, vecino de la Casa. Este testimonio declaró que conoció a una familia de apellido Lamas, como inquilinos de la casa. Según Chavay, el padre de familia era fletero e ingresaban por la puerta de Cevallos 628, que los conducía al primer piso. El vecino también detalla que por Cevallos 630, ingresaba otra familia de la que no puede precisar información, ya que no mantuvo trato con ellos. Pero lo más relevante de la declaración de Chavay es que asegura que a fines de 1975 ya no ve más a ninguna de esas dos familias que habitaban la propiedad.



Planta Baja del ex CCDTyE “Virrey Cevallos”

Si bien Leonardo y Roberto Río firman el contrato de propiedad, ambos dicen desvincularse de la administración de la Casa. Atribuyen el total del manejo y conocimiento acerca del inmueble a su padre, al menos hasta su fallecimiento en 1983.

En ese sentido declaró Roberto Río el 13 de Septiembre de 2004, ante el Juez Dr. Daniel Rafecas. Roberto agrega que era su padre, ya fallecido, quien se hizo cargo de la administración del inmueble. Por su parte, Leonardo Río, con 77 años también concurre a Comodoro Py el 4 de agosto de 2004. Allí sostiene que hasta 1977 la propiedad se utilizó como depósito del “Café El Potosí”. Los Río dirán en declaración judicial que recién a principio de los años ‘80 cambian los inquilinos. Leonardo asegura que tiempo después Cevallos se alquiló para ser ocupado con oficinas, aunque no recuerda por quienes. Atribuyéndolo a la medicación psiquiátrica y a su avanzada edad, Leonardo dice que tampoco recuerda a esos inquilinos. Sin embargo Gustavo Chavay recuerda que las familias se retiran a fines de 1975, cuando los inquilinos empiezan a tener un perfil muy distinto. Chavay describe gente de camperas, maletines y un perfil adusto.

Los Río no van a sonar muy convincentes en sus argumentaciones. El nombre que olvidan es el del hombre que fue íntimo amigo de su padre Eduardo Río y a quien conocieron por más de treinta años: Jose Antonio Nogueira. Pero, éste, no solamente fue amigo de Eduardo Río, sino también socio de la familia. Como veremos más adelante, dos de las propiedades de la familia fueron alquiladas por Nogueira, y una de ellas en dos oportunidades. Quienes figuran en las transacciones serán Leonardo y Roberto, y no su padre Eduardo.

José Antonio Nogueira fue el selecto nombre que la memoria que el Río mayor decidió olvidar. Tal vez previendo que la justicia notaría alguna contradicción, la laguna en la memoria de Río no duró mucho. Semanas después de su primera declaración, presenta ante el Juez dos contratos de alquiler de Virrey Cevallos 628/632. El primero data del 1º de Enero de 1982, y el siguiente del 1º de Enero de 1984, los dos a nombre de José Antonio Nogueira. Así, Leonardo corrige su primera declaración.

Los contratos son una prueba más de que Nogueira no era un desconocido para los hijos de Eduardo Río. En el primer contrato, el padre aún estaba vivo. Pero con la muerte de éste, en 1983, no tuvieron más que verse las caras. Ya no pueden desentenderse y decir que todo lo manejaba su padre. Así pues, Leonardo, Roberto y José Antonio Nogueira se reunieron con un saludo de “Feliz Año Nuevo”, para firmar el último contrato, el 1º de Enero de 1984.

Si bien los hermanos argumentan haberse desvinculado de la administración del inmueble, ya fallecido su padre, son ellos quienes quedan como únicos responsables. En sus declaraciones, una vez presentado los contratos, recordarán al viejo socio y amigo de la familia. Veremos también que en la causa de la Casa de Franklin (otro inmueble que funcionó como CCDTyE), donde serán citados los tres, también recordarán la gran amistad que unía a los Río con Nogueira.

Este no sería el único vínculo que los hermanos Río y Nogueira tuvieron con Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio. Los Río, además de tener Cevallos, también fueron propietarios de la casa de la calle Franklin 931, en el barrio de Caballito de la Ciudad de Buenos Aires. Nogueira, fue inquilino de ella.

La casa de Franklin esta a dos cuadras de la última vivienda que tuvo Leonardo Río, ubicada en la calle Cucha Cucha y muy próxima al domicilio familiar de Eduardo Río, donde Leonardo y Roberto crecieron y vivieron cuando eran jóvenes. Esta propiedad estaba ubicada sobre la calle Riglos, también en el barrio portreño de Caballito. Este domicilio está emplazado en la misma manzana que la “Universidad de la Policía Federal Argentina”.



“ENRICCI PROPIEDADES”

Los hermanos Río tendrán la propiedad de Cevallos 628/630 hasta el año 1999. En ese momento, una de las inmobiliarias del barrio: “Enricci Propiedades” adquiere la casa. Lo hacen a través de la esposa de uno de sus propietarios, José Luis Enricci. Según puede leerse en el contrato del mes de Julio de 1999, María Josefa Canal Sánchez compra “una finca, ubicada en la Zona Sur de ésta Capital Federal, con frente a la calle Virrey Cevallos número 628 al 636” entre las calles México y Chile. 115.000 dólares costó la transacción y se estipulaba que el pago se haría en dos partes. Luego, la inmobiliaria “Enricci”, fue quien cuelga el cartel de “Venta”. Ya en 2012, el copropietario de la inmobiliaria, Horacio Enricci, hermano de José Luis, dice no recordar quiénes le vendieron la propiedad de Cevallos. La única información que confirma es acerca de que el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires efectuó el pago por la expropiación en el año2006.

La propiedad en la que los Enricci desarrollaron su actividad inmobiliaria en Solís 642 también formó parte del Legado Visca. “Enricci Propiedades” es una empresa de origen familiar que está en el barrio de Montserrat desde 1932. Fue creada por Andrés Enricci, y hoy día está a cargo de su hijo Horacio, quien tiene su local en un primer piso, en la calle Solís 642. El departamento está en un edificio que fue construido por la empresa y comercializado, entero, por Enricci Propiedades. El terreno en donde se construyó la torre había pertenecido al legado Visca, al igual que la casa de Virrey Cevallos.



Raúl Horacio Enricci



Entrada del ex CCDTyE “Virrey Cevallos” cuando aún tenía en su fachada el cartel de venta de la propiedad por parte de la Inmobiliaria “Enricci Propiedades



“Todo se hizo en base a la amistad”

La actividad comercial de la familia Río estaba dando sus frutos. A dos años de comprar la casona de la calle Cevallos, Eduardo Río le comunica la buena noticia a su hijo Roberto “compré una casa en la calle Franklin para que vivas con tu futura esposa”. Un barrio tranquilo, de casas bajas, calles de adoquines y árboles altos, habían conquistado a Río padre. Pero Roberto tuvo que comunicarle a su padre que el casamiento se suspendía. Esa fue la “versión oficial”, la que los Río relataron a la Juez Amelia L. Barras de Vidal. Esta vez, la causa es otra: “Santamarina, Guillerma Elsa Carlota C/ Privación Ilegítima de la Libertad en su Perjuicio”. La familia Santamarina inició, en el año 1985, la causa por la desaparición de su hija Guillerma, quien estuvo secuestrada ilegalmente. Los Río y Nogueira nuevamente implicados en la propiedad y alquiler otra casa identificada como Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio.

Continuando con el relato de los Río, hace su aparición otra vez Nogueira. Como los planes de Eduardo Río, de regalarle la casa a su hijo y su futura esposa no se cumplen, decide ofrecer la propiedad en alquiler a su viejo amigo José Antonio Nogueira, el mismo que en los 80 alquilará Virrey Cevallos. Por la “gran amistad” de la que va a hablar Nogueira, Río busca convencerlo de que se dedique a la actividad que le había dando tanta prosperidad, la comercialización de café, té y yerba. Nogueira, ya jubilado hacía un año, tendría tiempo para una nueva actividad. Había trabajado como Agente Civil Auxiliar de 7ma en la Fuerza Aérea Argentina, según sus palabras “prestando servicio en el Departamento Ceremonial de carácter administrativo”. Allí estuvo desde el año 1951 hasta el momento de su jubilación en 1972. Según él mismo relata en su declaración del 6 de noviembre 1985, nunca prestó servicios en el área Jefatura de Inteligencia. “Los conozco, mejor dicho: sé que existe, por mi trabajo en la Fuerza”.

Nogueira dijo que no se dedicó al comercio de café. Rápidamente se sintió a gusto en otra actividad. En la misma declaración, cuando le preguntan su ocupación, dice que trabaja en una agencia de Seguridad Privada.

En honor a la amistad de décadas, Nogueira dice que Eduardo Río habría fijado un valor casi de favor. Una “gran amistad” los unía. Pero Nogueira desiste. “No llegué a comerciar en forma importante, por lo que pagué el alquiler uno o dos meses y no usé el inmueble”. Éste visitó la casa “dos o tres veces, en el mes de Mayo de 1976”, inmediatamente después de la firma del contrato de alquiler. Pero que, como finalmente no se concretó el inicio de su actividad comercial, no volvió a concurrir a la casa.

Sin embargo, Roberto Río, no tiene los mismos recuerdos. Desliza en su testimonio que es Nogueira quien es responsable por la propiedad durante esos años. Dice que el amigo de su padre hace entrega de las llaves de la Casa una vez finalizado el contrato. Declara que, según tenía entendido, Nogueira utilizó el inmueble con fines comerciales y no para vivir porque su dirección era otra: Tronador al 4000. Pero, Nogueira indica que no la utilizó en forma alguna, que no la prestó ni la subalquiló. Que, además, cuando alquiló el inmueble, Eduardo Río lo usaba como depósito, había mercancía que nunca fue retirada. Pero eso tampoco era necesario, porque “las cosas se hicieron sobre la base de la gran amistad”. Para Roberto Río, Nogueira alquiló la propiedad desde “mediados de 1976 a mediados de 1978, y el pago se hacia en el comercio” de Eduardo Río en la Av. Rivadavia 2101. Nogueira les entregó las llaves en el negocio al finalizar el contrato, a mediados de 1978. Terminado el alquiler, la Casa quedó deshabitada, hasta que luego de varios arreglos de pintura, la venden el 27 de Noviembre de 1981 a un Suboficial del Ejército de nombre: Jesús García Adams, a través de una inmobiliaria de la zona.

García Adams, a los 70 años de edad, declara en la causa por la desaparición de Guillerma Santamarina el 23 de Abril de 1984. La Jueza que entendía la causa de Santamarina, solamente hace preguntas en referencia a la víctima. Pregunta si la conocía y el ex titular de Franklin niega absolutamente todo. Dice desconocer cualquier actividad que se hubiese realizado dentro de la Casa antes de haberla comprado. Adams manifiesta que los vendedores de la Casa tenían un café en la calle 12 de Octubre 1744, llamado “El Cafetal”.



Actividad comercial de los hermanos Río

Días antes del fin de la última Dictadura Cívico-Militar, Eduardo Río fallece en el Centro Gallego de la Capital Federal. En Octubre de 1983, la Justicia dispone quienes resultan sus herederos: su cónyuge Hermides Pérez de Río y sus hijos Leonardo y Roberto. La viuda decide donar gratuitamente a sus hijos la totalidad de su participación en el “Café El Potosí”, que a su vez cambia de nombre por “El Potosí S.R.L.”. Los hermanos hacen un aporte a la sociedad, por lo cual ésta se revaloriza.



Fachada de los pisos superiores del ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio

Próxima entrega: SEGUNDO EJE. Los Grupos de Tareas. Los represores.
“Destapando la olla” – “Testigos” y “Ojos que no ven…”
Posted on julio 19, 2013 Estándar Responder

“Destapando la olla”

Como intento de acelerar el reconocimiento legal de La Casa como Centro Clandestino de Detenciòn, e impedir su venta, se organizó un escrache el 22 de julio de 2003 donde participaron distintos organismos de Derechos Humanos, vecinos y algunos sobrevivientes como Miriam Lewin y Osvaldo López.

Esther Pastorino recuerda lo importante que fue ese día, ya que les permitió dejar señalizado el lugar con figuras alusivas y afiches para que todos dieran cuenta del horror allí vivido. Esa angustia de saberlo y no poder contarlo se terminó para muchos vecinos, quienes sintieron el apoyo de alguien más y se animaron a hablar. De a poco la memoria dejaba de lado el olvido.

La “Agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad”, además de presentar notas al Gobierno de la Ciudad y la Nación para solicitar la expropiación de La Casa, buscó asesoramiento para gestionar un amparo ante la Justicia para impedir que sus propietarios hicieran modificaciones.

El CELS realizó el trámite ante el Tribunal incorporándolo en la causa contra el Cuerpo del Ejército. A los pocos días, tras investigar más a fondo, se enteran de la existencia de la Ley 961/2002 por la cual se crea el “Instituto Espacio para la Memoria” (IEM), donde se determina que se preservarán todos los Sitios donde hayan funcionado Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio para la memoria pública y colectiva.



Testigos

Gustavo Chavay se mudó en 1974 con su familia al barrio de Monserrat, justamente al lado de La Casa. Para entonces, alguien de apellido Lamas, fletero de profesión, vivía en uno de los dos compartimentos en que se dividía el edificio. El otro lo ocupaba alguien de quien no recuerda el nombre, aunque lo describe como “una persona del interior del país”.

Dos años después, empezó a ver repetidamente entrar y salir vehículos a toda velocidad, sin patente, del portòn de Virrey Cevallos. Le atemorizaban las armas largas que portaban sus ocupantes apuntando hacia el cielo en las noches cerradas. Su padre, preocupado por el movimiento extraño, se comunicó con gente conocida de la Comisaría 6ta. Allí le dijeron que se quedara tranquilo, ya que “no pasaba nada”, que lo que veía eran únicamente “movimientos de oficina”.

Por el pasillo de su edificio vio pasar a más de un escurridizo militar que se escapaba de sus ‘’labores“. Los integrantes del Grupo de Tareas que salían por las noches, saltaban de la terraza de La Casa a la suya y bajaban por las escaleras. Nadie se animaba a decírles nada, actuaban con total tranquilidad, gracias a la impunidad imperante en aquellos años.

Chavay asegura no haber tenido contacto con los dueños de Cevallos hasta 1994, año en que tuvo que recurrir a ellos por una mancha de humedad en la medianera. Luego de mucho rastrear, dio con el paradero de los propietarios, los hermanos Río, quienes tenían a su cargo “Café El Potosí” en la esquina de Av. Rivadavia y Junín. Fue citado allí mismo y en esa oportunidad tuvo su primer y único encuentro con Leonardo Río, el mayor de los dos hermanos, quien se comprometió a solucionarle el problema. Después de eso, nunca más lo vio.

Desde que compraron la propiedad en 1971, algunos vecinos creen que La Casa siempre fue alquilada, incluso tomada, pero no habitada por sus dueños.

Otra de las vecinas que se animó a hablar fue René Córdoba. Ella fue entrevistada por el programa “Punto Doc” del canal “América tv”, en su emisión transmitida en el mes de Julio de 2003, al poco tiempo de realizarse el primer escrache a La Casa. Allí recordó que (…) “al pasar por la vereda sentí que pedían auxilio. Un pedido muy angustioso de auxilio era”. Hoy, ella ya no está, pero su hija Diana todavìa no puede olvidar el relato de su madre.



Ojos que no ven…

Algunas cosas del barrio cambiaron con los años, pero muchas otras siguen estando iguales, como fotografías sepias y ajadas por el tiempo y el dolor.

Los vecinos que frecuentan la zona, siguen caminando sin hablar, ignorando cierta verdad. Ciegos ante una realidad que está a la vista, con un cartel gigante que clama y reclama ser leído, pero que la mayoría prefiere no mirar.

A cada paso es posible chocarse con vecinos de larga data en el barrio. Muy dispuestos al diálogo nostálgico, sin embargo son reticentes cuando se les pregunta por esa Casa incómoda. En diagonal a La Casa, observándola desde un lugar “privilegiado”, hay una antigua carnicería, con azulejos de color crema y un amplio mostrador de mármol frío, tan helado como los dichos del dueño del local quien no dudo en decir “habrán hecho las cosas de noche porque yo no vi nada” a pesar de lo habitúes que eran los uniformados a su negocio.

Sobre la calle Chile, en la misma cuadra del Local de la Regional 1 de la “JOTAPÉ”, hay una ferretería, ya gastada por el paso de los años, con su olor característico a chapa, metal, óxido y grasa, la cual, según testimonios, proveía lo necesario para los arreglos de La Casa a los integrantes del Grupo de Tareas. A pesar de eso, su propietario, que aún sigue en el barrio desde hace 48 años, recuerda muy bien los hechos que sucedían en el local peronista, cuando el país era “manejado por ellos” aunque parece nublarse el panorama al hablar de militares, a pesar del cotidiano trato que tenía con quienes manejaban la zona en años de represión. Nostálgicos como un tango que se escuchaba en la Bótica del Ángel, en Luis Sáenz Peña 541, entre Venezuela y México. Melancólicos que recuerdan lo sabrosas que eran las pizzas de “La Pipa de mi Papá”, esa pizzería de Héctor Buonsanti, uno de los integrantes junto a Estela Raval de “Los 5 Latinos”, emplazada en Chile y Virrey Cevallos, o las pizzas de “Cachavacha”, ubicada en México y Solís. Tan sabrosas eran esas pizzas que los “obedientes de la ley y el orden” compraban seguido allí.

Hoy en día, en el barrio, “el no me meto” o “algo habrán hecho” es moneda corriente y es más fácil encontrar a vecinos pertenecientes a la “Asociación de Amigos de la Comisaria 18º” que a vecinos que se reivindiquen con aquella generación que miro más allá de su propio ombligo.
Primer Eje: RECONOCIMIENTO Informe “Huellas de una Casa”
Posted on julio 16, 2013 Estándar Responder

Cerca de aquella esquina del barrio porteño de Monserrat, como detenida en el tiempo, como queriendo ocultar un pasado que siempre está presente, se erige La Casa, con mayúscula, con rasgos de notoriedad. Un portón de chapa marrón, oxidado, sin luz. Dos pisos y dos pequeños balcones. No es cualquier casa, aunque para muchos vecinos del barrio, dentro de ella no ocurría absolutamente nada en especial. La angosta vereda y la calle siempre transitada, el ir y venir del trabajador, de la señora que pasea al perro. Un barrio como tantos de Buenos Aires. Solo que aquí, cerca de La Casa, “de eso no se habla”. En caso que haya algo que contar, se lo guarda en el más oscuro de los rincones. Unos pocos vecinos le ponen sonido y voz a su memoria. Otros ven, escuchan y justifican, si se les pregunta. Son los “nostalgiosos” de una época que recuerdan como “más segura, más ordenada”. Hay demasiados que acuñan “poca memoria”.

A mediados del año 1977, Fernando Gurbanov, caminaba por las calles de la Ciudad de Buenos Aires cuando, al levantar la vista, descubre a uno de los integrantes del Grupo de Tareas que había secuestrado a su hermano Carlos meses atrás. Pasado el asombro y la sorpresa de ver nuevamente aquél rostro enjuto, comienza a seguirlo de manera cautelosa pero segura, como si la vereda estuviera minada por bombas a punto de explotar, pensando y repensando cada paso. Luego de unos minutos, que para Fernando se trastocaban en horas, lo ve detenerse frente a una casa de dos pisos de aspecto gris. Alguien, que se asoma por la ventana desde la primer planta y al percatarse de quien estaba allí decide abrir la puerta.



Fernando Gurbanov

Para Fernando, ésta fue la confirmación de que en ese sitio funcionaba un Centro Clandestino de Detención y que, muy probablemente, fuera el lugar donde estuviera cautivo su hermano Carlos, al que no veía desde el momento del secuestro.



Carlos Gurbanov, hermano de Fernando y sobreviviente del ex CCDTyE “Virrey Cevallos”

Tiempo después, Fernando se acerca al “Centro de Estudios Legales y Sociales” (CELS) para brindar todos los datos de aquella antigua casa. Así pues, personal del CELS se dirige a Virrey Cevallos 630 y toma una fotografía del frente del inmueble, la cual queda archivada en el Centro de Estudios.

Pasan los años, y en la edición nº 78 de la revista “El Porteño” – (Enero de 1988), en la sección “El Posta Post”, se menciona la presencia de un ex Centro Clandestino de Detención en la casona de Cevallos.

A pesar de la publicación periodística, nadie investigó la extraña casona por entonces, a pesar de que la periodista Miriam Lewin (ex detenida-desaparecida de allí) ha dado indicios acerca de la existencia de una casa que había funcionado como Centro Clandestino de Detención y que pertenecía a la Fuerza Aérea, hecho que Lewin se entera cuando se lo mencionan durante su cautiverio posterior en otro CCDTyE, “Escuela de Mecánica de la Armada” (ESMA), perteneciente, claro está, a la Armada Argentina.

Lewin recuerda: (…) “cuando voy a la CONADEP (“Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas”) no ubico la casa, yo pensaba la habían demolido; ya que cuando me trasladan a ESMA los milicos me dicen que me mandaban a otro lado porque tenían que demoler la casa por un ensanchamiento en la Av. 9 de Julio. Entonces, creía que había estado en la cuadra del teatro Margarita Xirgú, donde hay una casa demolida y tenía las características arquitectónicas de Cevallos. Siempre llegaba a la zona de la casa, pero nunca podía dar con la edificación exacta”. (…) “Tuve la certeza de que había estado en una dependencia de la Fuerza Aérea a partir de los marinos que me hablaban en ESMA. Ellos me decían: ‘Vos sos la chica de la Fuerza Aérea, eso que tenés puesto es el antifaz aeronáutico… ¿no ves que acá es distinto?. Nosotros conocemos a la gente que te trajo y sabemos que son tipos de la Aeronáutica’”.

En 1995, luego de haber pasado por: “la casa está en orden y Felices Pascuas”, “Obediencia Debida” y “Punto Final”, “Indulto”, “Pacto de Olivos”, neoliberalismo salvaje y feroz, década del ‘90, pizza con champagne, Ferraris costosas, “glamour en la Casa de Gobierno” y el enmudecimiento acerca de los Derechos Humanos desde los estamentos gubernamentales; María del Carmen Castro, militante en los años ‘70 del PRT (“Partido Revolucionario de los Trabajadores”), llegaba al barrio de Monserrat sin saber lo que había ocurrido décadas atrás en esa misma cuadra. Su departamento se ubica sobre la calle Virrey Cevallos entre México y Chile, a unos pocos metros de La Casa.

Años más tarde, María del Carmen se entera de la existencia de este ex CCDTyE, a través de una fuente que decide preservar, la cual trabajaba en un Organismo de Derechos Humanos. Esta persona le comenta que la casa está en venta y que es probable que termine remodelándose. Favoreciendo, de este modo, las pérdidas de evidencias de lo ocurrido allí.

Un gran cartel de venta se divisaba en el frente de la propiedad. Pertenecía a la inmobiliaria “Enricci”, empresa muy antigua en el barrio, con una local a una cuadra de distancia del ex CCDTyE, sobre la calle México.



Frente del ex CCDTyE “Virrey Cevallos” en los momentos de la venta del inmueble por parte de la inmobiliaria “Enricci”

Ni lerda ni perezosa, María del Carmen se acercó al martillero público con intenciones de poder ver la casa para comprarla. Al parecer, sus argumentos no fueron suficientemente convincentes para Enricci, quien se negó a mostrársela. Tal vez no le resultara creíble que el interés de la mujer fuera puramente comercial.

En una reunión de la “Agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad”, María del Carmen, cuenta sobre la inminente venta de La Casa. Esther Pastorino y Lili Santochi, integrantes de esta Agrupación, deciden involucrarse de lleno para impedir que se pierdan las posibles evidencias que guardaban sus lúgubres paredes.

Mientras tanto, la fuente no revelada de María del Carmen, se presenta en la inmobiliaria, maletín en mano, cosa que parece gustarle a Enricci, quien decide mostrarle la propiedad. Lo que no sabía el vendedor era que, dentro de esa inocente maleta, se ocultaba una cámara que tomaría imágenes del interior y revelarían el estado del ex Centro Clandestino.



Esther Pastorino, integrante de la “Agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad” y partícipe de la lucha por la recuperación de la Casa.

Julio Ríos fue militante de la UES (“Unión de Estudiantes Secundarios”) y luego incursionó en la Juventud Peronista (JP) en los años setenta. Si bien no vivió en el barrio, lo frecuentaba por ser un centro neurálgico de la militancia en aquellos años. Uno de los motivos fue que en la calle Chile 1481, a una cuadra y media de La Casa, funcionó, hasta el paso a la clandestinidad de la Organización Montoneros, la Regional 1 de la Juventud Peronista, meca del peronismo de izquierda en Buenos Aires. Allí, se dieron importantes conferencias y anuncios de la agrupación, y desde luego el lugar era frecuentado por la cúpula montonera.

Ríos recuerda a muchos de sus compañeros, que eran del barrio y de la existencia de muchas unidades básicas, como la de las calles México y San José, y locales de otras organizaciones de izquierda. Luego remarca: “Ese barrio fue muy castigado desde el punto de vista represivo, por eso la dificultad de encontrar hoy en día un referente político de esa época”. Y tal vez aquí una posible respuesta al por qué del constante olvido en el que se amparan muchos vecinos hoy en día en referencia a los años de plomo. Los que podrían recordar, fueron silenciados.

Otro dato interesante, que señala Ríos, es que en las cercanías de donde estuvo la Regional 1 se intentó el reagrupamiento de la militancia de la tendencia en el año 1982. Se remonta a la marcha del 30 de marzo de aquél año, cuando “conociendo a unos y a otros, empezó esta idea del reagrupamiento sobre la base de lo que después fue ‘Intransigencia y Movilización Peronista’, la cual fue una idea de reagrupar dentro del PJ. Para finales del 1982 -que ya estaban las fechas fijadas para las elecciones- me indican sobre el local de Intransigencia, que estaba por Sáenz Peña casi esquina Venezuela. Así, hablábamos con los compañeros que estábamos a tres cuadras de donde había pasado todo”. Nostalgia militante.



Liliana Santochi, integrante de la “Agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad”.

Próxima entrega: “DESTAPANDO LA OLLA” - ”TESTIGOS” - ”OJOS QUE NO VEN…”
INTRODUCCIÓN del informe: “Huellas de una Casa”
Posted on julio 14, 2013 Estándar 1

INTRODUCCIÓN

“Yo estuve acá” – José Oscar Osuna sobreviviente del ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) Virrey Cevallos – “(…) cuando vi el cemento que lo habían reformado y el piso de madera, pensé: ‘no pude haberme equivocado; yo estuve acá’”.

Luego de la recuperación de la antigua casa de “Virrey Cevallos”, José, entre atemorizado, nervioso y con los fantasmas del pasado golpeando su memoria, habla con González, un Cabo de la Policía Federal, que se encontraba haciendo guardia en la esquina de Virrey Cevallos Y México.

- En aquella casa… ¿pasó algo? – le pregunta Osuna con la voz casi pendiendo de un hilo.

- Eso es un ex Centro de Detención de la Dictadura – responde secamente el Cabo González.

- Entonces sí, yo estuve ahí, se… se… secuestra…- José no puede terminar la frase.

La confirmación de su sospecha fue un alivio pero también significó enfrentarse con la realidad vivida. El hambre, el frío, el miedo, la angustia, los gritos, las frenadas de automóviles, las cargas de armas largas, el crepitar de la noche gélida, volvieron a él: “la angustia sube de golpe, desde el estómago, esa sensación de cuando uno sube o baja de un lugar de repente”.



El rugir del portón por donde ingresaban los automóviles de la patota aún está en la mente de Vilma Gladys Aoad, también sobreviviente del mismo ex CCDTyE, donde estuvo cautiva en diferentes períodos de 1977. En 2003, el portón vuelve a abrirse delante de sus ojos, pero con la esperanza de justicia y el deseo de comenzar a cicatrizar sus heridas. “Cuando entré… empecé a hablar como un loro, no paraba de conversar. Muchas cosas estaban tal como las recordaba entonces. El portón lo escuché abrir y cerrar seis veces, porque me llevaron en tres oportunidades a Cevallos” (…) “Incluso antes de entrar pasé con mi auto por delante de Cevallos 630 y ver el portón me impresionó porque fue LA confirmación de haber estado allí”.

El Ex Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio conocido como “Virrey Cevallos” fue un sitio operativo de la Fuerza Aérea Argentina ubicado en el barrio porteño de Monserrat, en la calle Virrey Cevallos 628/630. Según testimonios de los sobrevivientes, funcionó como tal entre 1976 y 1980. Por allí pasó un número aún no determinado de detenidos-desaparecidos.

Esta edificación de dos plantas, cuyo origen data de principios del siglo XX, está construida en un lote de 8,66 x 20 metros cuadrados. Además del personal de la Fuerza Aérea Argentina, se cree que allí actuó también gente de Policía Federal y Ejército. A esa conclusión provisoria se llega debido a testimonios de la periodista, y sobreviviente de allí: Miriam Lewin, quien afirma que uno de los represores, apodado “Charola”, decía ser un hombre de la Federal. Lewin afirma que vio a otro, apodado “Tato” o “Corazón”, quien salía, años después, de una dependencia de la Obra Social del Ejército, en la calle Santiago del Estero, con lo cual existe la posibilidad de que haya pertenecido a esa arma.

La sociedad argentina no olvida y reconstruye el rompecabezas de la memoria con retazos, donde aún hoy hay piezas faltantes. La insistencia y el valor de la Asociación Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, HIJOS y demás organismos de Derechos Humanos, demuestran que los argentinos no olvidamos. Cada paso dado hacia adelante, en la reconstrucción de la memoria colectiva, ayuda a que no se vuelvan a cometer las atrocidades que tiñeron de sangre la historia del país.

“Huellas de una Casa” intenta ser una pieza más en este entramado que manos asesinas han querido sepultar en los rincones del olvido.



Próxima entrega: PRIMER EJE: “RECONOCIMIENTO”
“HUELLAS DE UNA CASA” Prólogo
Posted on julio 13, 2013 Estándar Responder

Los desaparecidos continúan irguiéndose para mirar de frente la injusticia. Ellos soñaban una vida mejor para todos los hombres y mujeres de la tierra y ese sueño fue plasmado en su lucha diaria, cotidiana y en el amor solidario más supremo que puede dar un ser humano: ofrendar su vida en pos de otros. Mientras los represores gritaban “¡Viva la muerte!”, ellos gritaban más fuerte “¡Viva la vida!”. Este grito prevaleció a través de los años, más allá de la sangre derramada y traspasó los sueños que albergaron.

Descreemos que no estén más entre nosotros. Ellos hablan en sus escritos, visionarios de un futuro que luego se nos vino encima como un torrente, como lava de un volcán furioso que impregna al pueblo de un capitalismo feroz, dejando en el camino a miles y miles de excluidos y con una deuda externa que los militares supieron inflar hasta cifras extraordinarias. Esos mismos militares que, con la idea de perpetuarse en un poder – avalado y alentado por sectores de la sociedad civil – intentaron por todos los medios generar el terror en las calles. Pues sino, ¿cómo se explica el hecho de liberar a los secuestrados ilegalmente? Para las FF.AA. la libertad de unos pocos era la forma de sembrar el terror en los barrios, en las ciudades, en la sociedad toda. Deseosos que corriera el run run de la existencia de campos de concentración y exterminio (luego se comprobó la existencia de aproximadamente 500 centros en todo el país). En estos sitios, la persona perdía su entidad, era un número, una letra, un código. Se lo cosificaba. Eso implicaba el “no existir”, el haber sido extraído del núcleo social sin más, el desaparecer.

Tantísimos libros, informes, escritos y testimonios acerca de lo acontecido en la historia trágica reciente de la República Argentina hacen que el aporte de cada uno, desde su memoria, pueda hilvanar y así no dejar inmóvil, al desaparecido, hacerlo aparecer desde los años ’70 hacia el presente y con la proyección segura a nuestro futuro como país.

Las generaciones posteriores no tuvieron donde verse reflejadas, pues hubo una generación invisibilizada, desaparecida, masacrada. La ausencia de ese “espejo” donde reflejarse fue fundamental para que una generación “dormida” acepte el neoliberalismo imperante en los años ’90, no sólo en la Argentina sino también en toda América. Pero, hoy en día, esto ha virado. Aquella invisibilidad comienza a teñirse de colores, de matices, de formas, de estructuras. La intangibilidad se transforma en masas pensantes, que, no sólo deseamos volver a sentir la sed de aquellos sueños de los compañeros/as desaparecidos/as, sino también, y fundamentalmente, concretarlos. Aquellos sueños son un boceto de lo que podemos hacer como sociedad, sabiendo que los pueblos emergen conjuntamente y no de manera individual (e individualista). “Los protagonistas de las revoluciones son los pueblos, no los hombres”.

La solidaridad debe ser punta de lanza para combatir cualquier dolor, por más hondo que éste sea. Siempre habrá una cita con el porvenir, pues es allí donde podremos concretar nuestras esperanzas de libertad y justicia social.

Intentamos por todos los medios resignificar el sitio, luchar contra nosotros mismos; pues, al militar en diferentes Sitios de Memoria tendemos, sin desearlo, a deshumanizar los lugares. Esa deshumanización es la que anhelaban los militares genocidas y en contra de ella batallamos a diario. Entonces, nos aferramos a aromas, de esos árboles que hoy crecen más floridos en el predio, agudizamos los oídos y alcanzamos a escuchar los motores de los aviones surcando el cielo y el canto de la misma especie de pájaros que escuchaban los secuestrados durante los años de plomo. Esos sonidos, hoy colmados de vida, logran tapar el recuerdo de los gritos del Mundial ’78. Y los escuchamos con sus jóvenes vidas antes de que se los privara de su libertad cantar canciones de Sui Géneris, los vemos compartir rocíos, discutimos con ellos el modo de llevar adelante la lucha social, nos reímos con sus risas en torno a un mate lavado, nos emocionamos viéndolos dar sus primeros besos, lloramos en sus lágrimas y militamos en sus vidas.





Próxima entrega: ”INTRODUCCIÓN”


Presentación de “Periodismo de Investigación”
Posted on julio 12, 2013 Estándar Responder

Con la coordinación de la periodista Miriam Lewin, un grupo de egresados, o avanzados, de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, nos reunimos a partir de julio de 2012 para formar “Periodismo de Investigación” en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) “Virrey Cevallos”, ubicado en el barrio porteño de Monserrat.

Allí, comenzamos con un proyecto de escritura de un Informe sobre éste exCCDTyE, la historia del inmueble, el barrio, la recolección de testimonios de sobrevivientes del lugar y recabar la información suficiente con el objetivo de ser un aporte importante en la causa judicial que se lleva adelante.

Participantes de “Periodismo de Investigación”:

Miriam Lewin (coordinación)

Christian Madia

Andrés Salles

Ariadna Dacil Lanza

Yamile Cóceres

Cristian Villalba

Mariana Szostak

Carla D’Odorico




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La agencia de noticias de DH se edita desde 2007, y a partir de ahora con la nueva designacion por Memoria, Verdad y Justicia

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