sábado, 1 de marzo de 2014

Salta: Masacre de Palomitas: "siniestra noche del carancho" nota de archivo










Del archivo de la Agencia de Noticias DDHH.
 
SALTA-MASACRE DE PALOMITAS: "LA NOCHE DEL CARANCHO".

"La siniestra noche del carancho" 

Es un policía retirado que declaró en el juicio de la verdad y hoy vive protegido por disposición de la Justicia Federal. 

En el escrito que confió a El Tribuno, el testigo protegido recordó pasajes de su infancia, de su ingreso a la Policía de Salta y del horror que presenció aquella ominosa noche del 6 de julio de 1976 cuando once presos políticos -siete hombres y cinco mujeres- fueron acribillados en el paraje Palomitas, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Salta, sobre la ruta nacional 34. 

El testigo de identidad reservada, que comenzó a desanudar su miedo en el Juicio de la Verdad abierto en 2002, aseguró que hoy siente que tanto en los organismos de derechos humanos de la Provincia y la Nación, como en la Justicia Federal, "hay voluntad para llegar a la verdad" luego de 32 años de impunidad. También aseguró que siente que la Policía hoy lo cuida noche y día y que "no es la misma" que la de aquellos años de sangre y terror. Esta es la historia escrita con su puño y letra. 

El carancho 
"Lo conocí desde muy chico sobrevolando su hábitat. Tenía pantalón corto cuando terminé mi escuela primaria. Estaba en mí la decisión de trabajar o estudiar. Un 21 de marzo, siendo mi cumpleaños ignorado por varios, quizás por ser Semana Santa, salí con mi honda o gomera.

De pronto lo vi en un camino alternativo, disfrutando de un zorro apretado por un vehículo desprevenido. Era corpulento, de un plumaje marrón terroso, con garras y pico curvo, como aquel viejo pirata, y su cuello azulado.

Al levantar su cabeza dejó ver esos ojos amarillentos, impregnados de un verde fecal. Fue entonces que busqué en mi bolsito la mayor piedra para mi honda, y me acuerdo que rocé el bollo y el pedazo de queso antes de encontrarla. 

Mientras ese corpulento bicho retrocedía, disparé. Mi débil mano y mi honda no hicieron mella. Entonces, carreteó, quizás por su buche lleno, antes de posarse sobre un altísimo algarrobo. Viéndolo hacer equilibrio, como un ducho trapecista, pensé: 'Si no pude con mi disparo teniéndolo cerca, mucho menos podré alcanzarlo donde está'. Sólo me restó contemplar su altivez y grandeza hasta que tomó vuelto, tan alto, como para vislumbrar de nuevo su territorio. 

La Policía
Pasados los años, siendo aún joven, fui padre de una bella beba. Tenía que trabajar y por contactos políticos en 1973 ingresé a la Policía de la Provincia. No era mi idea, pero no me quedaba otra alternativa.  

Por un puntaje alto me mandaron a la Brigada de Investigaciones, lo cual me alegró porque evitaba el azulado uniforme. Dejo aclarado que en mi legajo figuran mis ascensos por el buen proceder como fiel asistente de la Justicia. 

La noche 
Llegó ese 6 de julio de 1976. Recuerdo que trabajaba en el turno de las 22 a 6 de la mañana. Bien trajeado llegué, como siempre, media hora antes. Una voz en el teléfono me dijo que tenía que presentarme en la sección Infantería en forma urgente. Lo hice y me encontré en una sala totalmente a oscuras, aunque por el tragaluz podía contemplar a unos jefes conocidos por mí. 

Me ordenaron que me pusiera un uniforme marrón terroso de la Policía de los años 50, al mismo tiempo que me decían que iba a ser una práctica de guerra y guerrilla. A pesar de las circunstancias, dije: 'Tengo que seguir aprendiendo'. 

El ejercicio consistía en cortar la ruta entre Güemes y Salta, con un vértice en un paraje leñero llamado Palomitas, y tenía que hacerlo en 10 minutos. Recuerdo que me encontré con una docena de policías de mismo uniforme, los cuales eran desconocidos para mí. 

Nos trasladamos al punto establecido y lo logré en 7 minutos. A toda velocidad fui a entregar mi trabajo, cuando me encontré con un uniformado de verde, imponente. Y me dijo: 'Su trabajo terminó. Vuelva a base'. Le respondí: 'Soy policía provincial, señor, y usted es militar', comprendiendo hasta ahí que todo era una práctica... 

Palomitas 
En una momento se abrieron las compuertas de un carro de asalto, a pocos metros de mí, y una voz firme dijo: 'Están en libertad, somos sus compañeros, huyan, a la izquierda tienen la ruta...' A pocos metros, salió corriendo la gente y los acribillaron por la espalda. 

Los fogonazos de las armas iluminaban más que los vehículos estacionados. Entonces pasó lo que jamás podré olvidar: jóvenes de ambos sexos, primero de rodilla, dieron gritos de lamentos, dolor y ayuda.

Ese verde corpulento me pegó un culatazo tan fuerte en mi rostro que hasta hoy tengo la nariz y boca desfiguradas. 

En el momento se hacía sentir más la llovizna y, como llorando el cielo, se entreveró con mis lágrimas, mi sangre, el olor a pólvora y a carne quemada. 

Cuando regresaba con esta tristeza, pasaron sobre nuestras cabezas dos aves llamadas zorros de agua, y como mudos testigos emprendieron su temerosa huida. Quizás por eso, cada vez que veo en las abuelas ese manto blanco en sus cabezas vuelvo a ese día cuando recordé el presagio del carancho del marrón terroso, el azulado y el verde fecal. Y recuerdo que ese día dije: 'Este carancho se dio el lujo de comer palomitas'. 

Fuente: El Tribuno




La agencia de noticias de DH se edita desde 2007. Marcho con tu rostro y llevo en mi memoria tu proyecto politico

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