martes, 8 de abril de 2014

Salta: Causa Metan: Tres policias acusados de falso testimonio + Juicio Mansio Sere: Guillermo Fernandez contó pormenores de su fuga en 1978




Causa Metán: tres policías
acusados por falso testimonio

Por Elena Corvalan

Los primeros testimonios en el marco del debate en el marco de la conocida como Causa Metán, en la que se acumulan cuatro expedientes por delitos cometidos en perjuicio de 12 personas en 1976 y 1977 en el sur de la provincia, ya dejaron algunas certezas: está extraviado el sumario policial realizado tras el ataque del que fueron víctimas los hermanos Ángel Federico Toledo y Carlos Lucas Toledo, el 22 de septiembre de 1976, y se ha extraviado también la memoria de los tres policías convocados a declarar.
Para tratar de remediar lo primero, el Tribunal Oral Federal de Salta decidió, a instancias del abogado querellante Andrés Ruarte, remitir un nuevo oficio a la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Correccional y Criminal Federal, el tribunal donde se realizó el Juicio a las Juntas, conocido como Causa 13, para que se informe si el sumario se encuentra ahí. Es que en el expediente un informe del Juzgado de Instrucción de Primera Nominación de Metán detalla que el sumario fue enviado como prueba para la Causa 13 pero a éste se lo opone un informe de la Cámara Nacional diciendo que el caso de los hermanos Toledo no fue considerado en ese proceso y que el sumario no ingresó allí.
Para tratar de solucionar lo de la mala memoria, o la memoria selectiva, de los policías, Ruarte, que representa a Carlos Toledo, sobreviviente del tiroteo, y los fiscales Francisco Snopek y Juan Manuel Sivila, pidieron que Juan Edgardo Navarro, Américo Placeriano y Absalón Julio Domingo Vega sean investigados por falso testimonio. Pero el Tribunal decidió entregarles copia de las testimoniales para que hagan las denuncias. Snopek, que había pedido la inmediata detención Placeriano, retirado con el grado de cabo primero, informó que harán las denuncias en el transcurso de esta semana.
Placeriano colmó la paciencia cuando se supo, luego de mirar a los asistentes, afirmó que Toledo no se encontraba ahí, a pesar de que el aludido lo miraba desde la primera fila y de que poco antes se habían saludado. “Puedo no haberlo visto”, intentó explicar cuando el fiscal pidió su detención. Y pidió que se deje constancia de que había recibido un tratamiento siquiátrico y que el médico le dijo que “a veces yo voy a recordar cosas y a veces no”.  
De los otros dos, Navarro, retirado como sargento ayudante, cansó la frase: “No recuerdo”, con variantes en el mismo sentido. Tanto insistía con la falta de memoria que el presidente del Tribunal, Federico Díaz, quiso saber si al menos se había enterado de que hubo una dictadura militar en el país: fue la única vez que admitió recordar algo.
A pesar de sus reticencia, el fiscal Sivila logró extraerle algunos datos que pueden resultar de interés para la causa: realizaba “tareas investigativas” y lo hacía de civil. Vega confirmó que “había un grupo” de policías que andaba de civil y contó que si bien la mayoría usaba pistolas calibre 45, había algunos pocos que tenían 9 mm. Este dato es de interés porque Carlos Toledo informó que los disparos que mataron a su hermano y lo hirieron a él fueron de armas calibres 38 y 9 mm.


Perelló y Del Valle,
 nombres repetidos

El querellante Carlos Lucas Toledo sostuvo ayer ante el Tribunal Oral Federal de Salta que varias personas le contaron que el policía retirado Rafael Orlando Perelló y el ex director de Tránsito de la Municipalidad de Metán, Eduardo del Carmen del Valle, participaron del atentado en el que fuera asesinado su hermano Ángel Federico Toledo y él mismo recibiera tres disparos.
Toledo dijo que estas personas le confiaron estas afirmaciones pidiéndole expresamente que no les mencionara, debido a que temían, “todavía tienen miedo”, por sus vidas. Dijo que por otra persona supo que el cantante Mario Mercado, integrante del grupo folclórico Vale 4, afirmaba públicamente que sabía quiénes habían cometido ese hecho. El Tribunal hizo lugar a un pedido de la Fiscalía para que este hombre sea convocado a declarar en el juicio.
Toledo contó que su hermano había sido alumno del profesor Eduardo Risso Patrón y militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT, cuyo brazo armado fue después el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP) pero luego se pasó al peronismo. Por esta militancia Ángel había recibido amenazas de muerte: “Que lo iban a hacer desaparecer decían, pero no pensábamos que iba a ser tan grave”, recordó.
Toledo, que es veterinario, contó que el miércoles 22 de septiembre de 1976, a eso de las 21, estaban en los quehaceres para operar a una perrita cuando fueron sorprendidos por cuatro hombres con las caras cubiertas con medias que bajaron de un automóvil Chevy blanco. Carlos advirtió el ataque cuando su hermano forcejeaba con los hombres, se unió a la lucha y recibió dos disparos que lo tumbaron en la vereda. Alcanzó a ver que Ángel cruzaba la calle, corría hasta el Cine Radar, donde cayó, siempre seguido por los hombres. El cuarto hombre, que estaba en el asiento de atrás, bajó y trató de rematar a Carlos. “Fue tan corto y violento”, recordó el testigo y víctima. No pudo escuchar si hubo conversación entre los agresores, ni ver hacia dónde huyeron, después supo que les habían disparado con armas calibre 38 y 9 mm. La joven María Julia Posadas, ayudante de Ángel en la academia de dactilografía que tenía, buscó ayuda y lo llevaron a una clínica, donde también fue llevado su hermano. De ahí fueron trasladados de urgencia a Salta capital, donde Ángel falleció dos días después.
El debate continuará el próximo lunes 14, a las 9,30, con más testimonios. 


Fuente: Agencia de Noticias DDHH


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Segunda audiencia
“Solo no podía escapar. Teníamos que salir los cuatro de la pieza”

En la audiencia del juicio por Mansión Seré Guillermo Fernández contó los pormenores del escape dramático en 1978. Muchos años después llegó al cine con "Crónica de una fuga".
Por: Natalia Biazzini


Cuando se cortó la luz en la sala de audiencias, el sobreviviente Guillermo Fernández se quedó en silencio, a metros de sus torturadores del centro clandestino de Mansión Seré. Minutos después se levantó para señalarlos. Mientras el testigo los perforaba con sus ojos, los acusados le esquivaron la mirada en esta jornada del juicio por delitos de lesa humanidad del circuito represivo del oeste bonaerense que encabeza el Tribunal Oral Federal N°5 de San Martín. Fernández es uno de los cuatro jóvenes que se fugaron del centro clandestino de detención en 1978.
A partir de esta segunda audiencia se dio inicio a la etapa de declaraciones testimoniales. Los jueces Marcelo Gonzalo Díaz Cabral, Alfredo Ruiz Paz, María Claudia Morgese Martín y Elbio Osores Soler analizan los hechos en perjuicio de 96 víctimas. Al igual que en la primera, hoy estuvieron los ocho imputados. Se trata de los ex cabos Daniel Alfredo Scali y Marcelo Eduardo Barberis. Ambos pertenecían a la Fuerza Aérea. También los ex brigadieres Hipólito Rafael Mariani, César Miguel Comes y Miguel Ángel Ossés. Los otros tres eran policías: Néstor Rubén Oubiña, Felipe Ramón Sosa y Héctor Oscar Seisdedos.
Pasadas las once de la mañana, el exmilitar Mariani, sentado en la última fila de los acusados, de traje verde claro, se limpió los anteojos y en un cuaderno tamaño oficio tomó nota con una lapicera de tinta. Durante las cuatro horas de declaración de Fernández,  Mariani escribió cerca de tres carillas.
El testigo llegó a los tribunales acompañado de sus hijos. Para empezar, el juez Díaz Cabral le pidió que contara cronológicamente su secuestro y liberación de Mansión Seré, un casa de dos plantas con muchas habitaciones y  de estilo europeo, entre las localidades de Ituzaingó y Castelar. 
La madrugada del 21 de octubre de 1977, un grupo armado de 15 personas vestidas de civil llegaron a la casa Fernández. Vivía con sus padres sobre la calle Humberto Primo, en Morón y además de ser militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), trabajaba en una gestoría. “Me subieron a una camioneta, tipo F100. Estaba esposado y con los ojos vendados. Cuando bajé pisé pasto y pensé que me iban a fusilar”, contó el hombre que cumplió sus 20 años en el chupadero. “Me acuerdo del día de mi cumpleaños porque trajeron a un grupo de gente que fue salvajemente torturada. No volví a ver a ninguno de ellos”.
Uno de los que participó en el operativo de su secuestro fue Scali, que hoy se sentó a tres metros de distancia. Durante su relato, Fernández lo describió como una persona sádica y perversa.  “Cuando entré a la casa me dijeron que iba a conocer a la pequeña Lulú. Así le decían a la picana eléctrica. Me torturaron con picana dos veces, querían saber los nombres de mis compañeros de militancia”.
“La tortura no era solamente física. Las distintas guardias se divertían dándonos esperanzas de salir liberados. También nos hablaban de comida o se burlaban de cuestiones sexuales. Nos hicieron el catálogo de torturas que les habían enseñado”, contó y declaró que también lo obligaban a realizar tareas domésticas como limpiar y repartir comida. La sala estaba colmada de familiares querellantes y militantes de derechos humanos.
El fiscal Martín Niklison le preguntó por los represores del centro clandestino. Guillermo habló de los alias que conoció: Huguito era el jefe de la patota. Con Lucas tuvo una relación tormentosa en el centro. Tanto que cuando se fugó escribió en la pared “Gracias Lucas”, como venganza. “Con ellos se hablaba de todo menos de política”, llegó a decir. El testigo dijo que nunca supo los nombres reales de esos torturadores. Fuentes judiciales dijeron a Infojus Noticias que los apodos no coinciden con los nombres reales de los imputados en este juicio.
También habló de los compañeros de cautiverio, de Alejandro Astiz y David Brid, y contó que este último se moría de dolor cuando escuchaba que picaneaban a su papá, Jorge, también secuestrado en Mansión Seré. Los tres están desaparecidos. Después de un tiempo de estar secuestrado, a Guillermo lo pasaron a otra habitación donde conoció a sus compañeros de fuga: Claudio Tamburrini, Carlos Alberto García y Daniel Russomano. Todos veinteañeros y con militancia política.
La fuga
“Solo no me podía escapar. Teníamos que salir los cuatro de la pieza”, dijo Fernández después de relatar la conversación que mantuvo con uno de los represores. "La primera fuga que pensamos se frustró".
-Soy el juez, el que decide si te matamos o no- le dijo uno de los represores al que nunca pudo identificar.
Ese hombre también le dijo que si en diez días no daba los nombres de sus compañeros, lo iban a matar. A partir de ese momento, Fernández perpetró el plan de fuga. El rumor de la fuga llegó hasta la patota, “pero creo que lo tomaron como una broma”, dijo Fernández y agregó que por esos días estaban encadenados.
La noche que planearon escaparse, los jóvenes sabían que tenían tres horas. Habían estudiado a la guardia, los alrededores y lo que harían una vez que estuvieran afuera. El 24 de marzo de 1978 se escaparon atando frazadas y colgándolas desde una ventana. Fernández recordó que llegó al piso y se recostó sobre el pasto, que estaba alto. Junto a sus compañeros, caminaron unos metros y se escondieron en una obra en construcción, salvo Fernández, que tocó el timbre de una casa. “Salió una señora y le dije que me habían robado. Pedí llamar por teléfono y me dio ropa limpia y unos pesos. Estábamos desnudos, todos golpeados.  Caminé un poco más y llegué a la plaza de Ituzaingó, a dos cuadras de Mansión Seré".
Fernández contó que consiguió ayuda para rescatar a sus tres compañeros de cautiverio y las noches siguientes las pasó de casa en casa hasta que se exilió a Uruguay. El compañero de Guillermo, Russomano, se escondió en la casa de su hermana, cuyo marido era policía y lo delató. A las horas lo atraparon y lo llevaron a la base de El Palomar. Ahí estuvo encerrado con una sola guardia que lo maltrató. Un día le dijo: “Yo era el oficial  que estaba de guardia cuando se escaparon. Me cagaron la carrera”. Russomano le respondió que a él le “habían cagado la vida”. Al tiempo fue trasladado a una cárcel común, a disposición del Poder Ejecutivo, y salió en libertad a los cinco años.
Cuando desde la querella le preguntaron qué consecuencias había tenido en su vida el secuestro, Fernández respondió conmovido: “Durante años no pude ver a mi familia, fui obligado a irme del país. Tuve que aprender otro idioma, no pude estudiar lo que yo quería, tuve que aprender a caminar de nuevo”.
Después de la fuga, los militares decidieron evacuar Mansión Seré y la prendieron fuego. Hoy no queda nada de la casa original pero los sobrevivientes y familiares de las víctimas convirtieron el lugar en un museo de la Memoria. 




La agencia de noticias de DH se edita desde 2007. Marcho con tu rostro y llevo en mi memoria tu proyecto politico

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