miércoles, 7 de abril de 2010

Tucuman Ex jefatura de policia

Un testigo identificó a De Cándido como uno de los policías represores
Un testigo que estuvo casi 40 días detenido en la ex Jefatura de Policía identificó –a través de las fotos impresas en los legajos de captores- al imputado Luis De Cándido como uno de los policías –al que llamaba “El Cordobés”- que estuvo en los interrogatorios en ese centro clandestino de detención. También dijo que vio a Bussi, Zimmermann y a “El Tuerto” Albornoz. Pedirán informes a la Jefatura de Policía, al Rectorado de la UNT y al Registro Civil.


Albornoz y De Cándido, estuvieron presentes en la sala durante el relato del ex guardiaparque.
Con el peso de sus 65 años y el dolor de recordar la etapa más negra de su vida, el testigo Demetrio Chamatropulos relató esta mañana cómo vivió los casi 40 días que estuvo secuestrado en la ex Jefatura de Policía e identificó a través de un reconocimiento fotográfico al imputado Luis De Cándido –presente en la sala de audiencias- como uno de los policías que participó de los interrogatorios de tortura en ese centro clandestino de detención, en el marco del juicio oral y público que se sigue por los delitos de lesa humanidad cometidos en ese lugar durante la última dictadura militar.
En su testimonio, Chamatropulos nombró –aclarando que no conocía su nombre-en reiteradas oportunidades a “El Cordobés” entre los ex policías que estaban al mando de los detenidos en cautiverio en la ex Jefatura. Esto motivó al abogado querellante de Familiares de Desaparecidos de Tucumán (Fadetuc), Emilio Guagnini, pedirle al Tribunal que se le exhiban al testigo los legajos de los imputados para que reconozca a “El Cordobés”, hecho que se concretó luego con la observación de los querellantes y los abogados defensores. “Tengo entre el 80% y el 85% de seguridad de que el es “El Cordobés”, pero no lo puedo afirmar un 100%”, dijo frente al Tribunal Oral Federal, mientras se le exhibía uno de tres legajos. En el primero (correspondía a Carlos De Cándido) dijo creer que se trataba de Clemente, otro ex oficial, mientras que en el último (era Albornoz), no dio nombres.
El reconocimiento de De Cándido por parte del guardaparque nacional generó duros cruces entre los querellantes y el abogado del ex policía, el defensor Público Oficial, Ciro Vicente Lo Pinto. Este último, después del hecho, planteó la nulidad del renacimiento por el incumplimiento del artículo 274 del Código Procesal Penal (CCP), e inmediatamente el fiscal general federal Miguel Terraf pidió al TOF que sea rechazado in limine porque el plante no se hizo en el momento oportuno y citó lo dispuesto por el artículo 170 del CCP. La decisión del TOF estuvo dividida. El presidente Carlos Jiménez Montilla votó en disidencia, mientras que Gabriel Casas y Josefina Curi votaron a favor de la medida.
Chamatropulos fue secuestrado el 5 de mayo de 1997 mientras bajaba en su vehículo del cerro San Javier, por un grupo de encapuchados. Luego fue llevado a la ex Jefatura, donde lo golpearon y torturaron. Allí estuvo casi 40 días y fue liberado. “Me quedó en la memoria el grito de dolor de las mujeres que eran torturadas de noche”, contó y aseguró que en ese lugar vio a Antonio Domingo Bussi, Alberto Zimmermann y a Albornoz. Nacido en Buenos Aires, el ex guardiaparque nacional vivía en la Residencia Universitaria de San Javier junto a su familia.
En respuesta al pedido del abogado Guagnini, el TOF también ordenó que se libre un oficio a la Jefatura de Policía para que se informe quien estuvo al frente de la comisaría de la localidad de La Esquina entre 1979 y 1981. Según relató Chamatropulos, el mismo “Cordobés” le contó que fue el comisario de esa dependencia en 1979. Luego, Terraf leyó que consta en el legajo que De Cándido ocupó ese cargo en ese año.
El Tribunal también pedirá al Rectorado de la UNT los nombres de personal que prestó tareas en el Servicio de Seguridad de la institución entre 1976 y 1980. Además, solicitará al Registro Civil el acta de nacimiento de “El Tuerto” Albornoz, Miguel Armando Albornoz y la de sus respectivos padres. La medida surgió luego de que Chamatropulos aseguró que identificó a Albornoz porque sabía que era primo de su amigo Miguel, quien era tesorero del Instituto Miguel Lillo.
Con respecto a la UNT, el testigo dijo que fue secuestrado por orden de Ismael Hauche, quien habría cumplido funciones como personal de Inteligencia.
Fuente: Primera Fuente


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Eduardo Ramos, el periodista que nunca más pudo contar la historia




Maurice Jeger y Eduardo Ramos (derecha) son los dos periodistas desaparecidos durante los años negros de los ´70, en la provincia.


A los 19 años, el periodista Eduardo Ramos ya estaba casado con Alicia Cerrota y era un sólido intelectual que había trabajado en los diarios Noticias y La Tarde. El 1 de noviembre de 1976, cuando tenía 21 años y tras ser despedido de Canal 10, el hombre que amaba su profesión hasta la exasperación, fue secuestrado de su casa junto a su esposa y pasó a formar parte de la lista de desaparecidos durante la dictadura en Argentina. Eran épocas de veredas limpias, cordones blancos, palmeras y miedo. Épocas en las que los hombres de botas prometían: “Caerán los que simpatizan y los que se les parecen”. El recuerdo de su padre, el periodista Pedro Ramos y sus amigos.
Eduardo Ramos era un niño cuando bajaba por una pendiente de la mano de su abuelo, un hombre sencillo al que le preguntó: ¿por qué este camino me hace correr? Acaso desde esa inocencia presintió que su vida sería una carrera: a los 14 años ganaba premios de poesía, a los 19 ya estaba casado y era un sólido intelectual que había pasado por los diarios Noticias y La Tarde. Después de ser despedido en 1976 de Canal 10, y cuando tenía 21 años, fue secuestrado de su casa junto a su esposa y pasó a formar parte de la lista de desaparecidos durante la dictadura en Argentina.
Segundo hijo de cinco hermanos, antes de elegir al periodismo como medio de vida, “El Pollo”, como lo llamaban sus familiares y amigos, había logrado a temprana edad una solvencia intelectual fruto de su insaciable lectura. Siendo todavía un niño y a había buceado compasión las obras fundamentales de César Vallejo: Trilce, Los Heraldos Negros y Poemas Humanos, y tanto llegó a admirar al poeta peruano, que de ahí en adelante firmaría sus trabajos poéticos como Trilce. Tuvo contacto, además, en tempranas tertulias con personajes entrañables par su familia como Walter Adet, Jacobo Regen, Rogelio Ramos Signes, Alberto Rojas Paz, “y es en ese clima de poetas, músicos y pintores en el que se convierte en un soñador”, dirá su entorno.
Fue durante su cursado en al escuela de Agricultura cuando obtuvo –dos veces- el primer premio de poesía en concursos organizados por la Universidad Nacional de Tucumán. Y por su necesidad de dedicarse con más tiempo a su profesión, rindió el último año libre del secundario y comenzó a sumergirse hasta el fondo, mar adentro, en el mundo del periodismo. Sus primeros pasos profesionales los dio en el Diario Noticias, donde trabajaba junto a su padre Pedro Ramos, un destacado hombre de prensa; después ingresa en el diario La Tarde, el vespertino de La Gaceta, y unos meses después, con 19 años y recién casado con Alicia Cerrota, pasa al equipo de Canal 10.
“Hicimos algunas notas con personajes de la ciudad –recuerda Pedro, su padre- y encajábamos perfectamente porque era un niño con una tremenda madurez”. Su hermana Ana lo describe como un apasionado total: “En la forma de vivir, de relacionarse, vehemente con lo que pensaba y sentía. Se caracterizaba por su creatividad, por su capacidad. Y, antes que nada, era un autodidacta que se mostraba con crudeza en sus poemas. Ahí está lo que sentía”.
Dicen sus familiares que Eduardo era un muchacho de contextura atlética que pese a que nunca vio en los deportes el menor atractivo, que gesticulaba con las manos y que tenía la estampa de un muchacho tranquilo y conciliador. Tal vez su imagen de intelectual bajaba de los gruesos y aparatosos anteojos que usaba desde los seis años. “Hasta se metía en la pileta sin darse cuenta que los tenía puestos”, rememora su padre entre los destellos felices que llegan como olas apacibles.
Su hermana compinche, que fue Ana y quien tenía 14 cuando perdió a su hermano, narra que Eduardo siempre encontraba humor en situaciones que para otros pasan desapercibidas. “Era una mezcla de hombre con niño. Y no lo digo porque esté desaparecido, se ponía a jugar en la puerta de la casa con su perrita. La Piojo –una fox terrier que nunca tampoco supimos qué pasó con ella- y se revolcaba como un chico”.
Si bien el periodista –cuyo nombre puede leerse en una calle tucumana como una forma de homenaje-, estaba relacionado con los gremios, no fue un activo militante. Dato que confirma la misma Ana, quien asiente que su hermano siempre actuó en defensa de los trabajadores y de la vida. “Defendía la libertad de pensamiento, pero no militaba en ningún partido. Era simplemente un muchacho solidario”. Lo mismo dice el ahora fotógrafo Hugo Heredia, entrañable amigo, ex compañero de Eduardo. “Vivimos un tiempo en una pensión y jamás hizo mención sobre la intención de irse, porque nunca pensamos que la historia nos podría alcanzar de esa manera. Teníamos en claro lo que pasaba y no pensábamos que la solución pasara por una revolución armada”, recuerda con frases que salen intermitentes: el dolor regresa para él impacable después de 30 años. Pero lo consuela saber que su amigo fue “un ser humano lindo, capaz, intelectual, tranquilo con el que nos divertíamos mucho”.
La Persecución
Aunque el golpe militar se produce en el ´76, la “limpieza ideológica” ya estaba instalada desde comienzos de los ´70 en Tucumán bajo la conducción de Acdel Vilas, general de la Brigada y Jefe del Operativo Independencia. Fue por esos años que ya comenzaron las desapariciones y el enrarecimiento del clima político. Acostumbrados a las intervenciones, los militares lo hicieron con Canal10, donde arribó un personaje supuestamente de seguridad, más conocido como “Cabo Sabino”. Los allegados a Eduardo cuentan que era un hombre que conocía de medios de comunicación y que tuvo problemas con el desaparecido periodista desde un comienzo. Por esos años Ramos conducía un programa de interés general en la pantalla tucumana y tuvo como invitados a algunos políticos locales. Hubo un álgido debate que condujo a un altercado con golpes de puño por los pasillos donde se produce la primera amenaza de muerte: “Esto te va a costar muy caro”, anunció Sabino. Eduardo, días antes de desaparecer junto a su mujer, le confirmó a su padre que uno de los hombre de Domingo Bussi (gobernador de Tucumán tras el golpe del ´76) le pidió que lo acompañara a los lugares donde se desarrollaban los combates con las fuerzas del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
El cronista se trasladó y advirtió que se trataba de una suerte de montaje de “escena de combate” y finalmente se negó. El Cabo Sabino le diría por segunda vez: “Estas condenado”. El 1 de noviembre de 1976 Eduardo Ramos, el hombre que amaba su profesión hasta la exasperación, que tempranamente perdió a su madre y que escribía poemas a máquina, fue llevado violentamente desde su domicilio en Soldati 226. Unos meses antes ya había sido echado del canal junto a un grupo de compañeros entre los que estaba el artista plástico Gerardo Ramos Gucemas, por ese entonces escenógrafo.
La condena
Pero su familia coincide en que el hecho que terminó de condenar al periodista, fue el haber alojado por algunas horas a un militante llevado a su casa por su amiga Mory Sánchez, también desaparecida. Dicen los testimonios que Sánchez era integrante de Montoneros y que era vigilada desde hacía tiempo. Según confirman sus familiares, Eduardo tuvo miedo porque sabía lo que pasaba en nuestra provincia, y por eso finalmente el desconocido fue trasladado a otro sitio. “Montoneros –opina su amigo Heredia, aclarando que no simpatiza con la Derecha- fue perverso en su cúpula dirigente porque dejó a sus cuadros abandonados y que cada uno de ellos fuera a casas de gente con actitud solidiaria, progresistas que quedaron involucradas. Eduardo no tenía nada que ver con la Guerrilla”. Curiosamente, se supo después, que donde recibió asilo aquel muchacho que ahora vive en el sur de la provincia, quedó una estela de secuestros.
El día de la desaparición del periodista -15 días después de aquel incidente- hubo un asado con amigos en la casa de Eduardo. La mañana siguiente, un llamado anónimo dio cuenta de lo sucedido (“anoche ha habido un gran operativo, andaban los policías por toda la manzana”, decía la voz), y llegaron los familiares que se encontraron con la puerta abierta, restos del asado, lasa cosas revueltas y el saqueo. Se habían llevado, como era costumbre para las hienas, el único bien de valor: un Audinac (tocadiscos) con enormes parlantes en el que Eduardo escuchaba a Mercedes Sosa, Le Luthiers, rock y música clásica. No era un secreto que ya habían desaparecido también muchos hombres y mujeres relacionados con la cultura. Eran épocas de veredas limpias, cordones blancos, palmeras y miedo. Épocas en las que los hombres de botas prometían: “Caerán los que simpatizan y los que se les parecen”. Pedro, que siempre le daba una vuelta y hasta le había abierto una cuenta en un almacén, recuerda que veía a su Eduardito angustiado: “Pienso que no pensó, como muchos, que se llegara al extremo del genocidio como fue todo esto. Si yo sabía de esto, de sus temores, lo hubiera sacado del país”.
Como los Ramos, son miles los hogares que se agrietaron por los hechos más oscuros de nuestro país. De eso conoce el para siempre tembloroso corazón de Pedro: “Lo más perverso de todo esto es la destrucción de la familia. Y el dolor que voy a llevar es que se me haya negado la posibilidad de disfrutar de mis hijos”. Heredia asegura que Eduardo prisionero, “debe haber durado muy poco, porque los debe haber enfrentado de esa manera que enfrentaba la vida”. Cuando Eduardo Ramos subía por la pendiente de su vida, seguramente volvió a preguntarse: ¿ por qué este camino me hace correr?.
(*) Por el periodista Luciano Nuñez. Nota publicada en la revista Bajando Teclas, en su edición especial por los 30 años del golpe militar, impresa en marzo de 2006.

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