Ojos y oídos contra la impunidad
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2010-08-12 - Por Alexis Oliva - Prensared Mañana del 5 de julio de 1976. Patio 2 de la Unidad Penitenciaria 1 (UP1). Como si estuvieran viendo esta tremenda escena, quienes asistían ayer a la audiencia 17 del juicio a Jorge Rafael Videla y otros 31 imputados, por los crímenes cometidos durante 1976 en la cárcel cordobesa de barrio San Martín, fueron transportados a aquel frío patio por el relato intenso y preciso del testigo Carlos Higinio Ríos, ex preso político y dirigente sindical, entonces del gremio de Perkins y hoy del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación. En un aparatoso allanamiento militar, Ríos fue detenido en su casa la noche del 7 de enero de 1976 y llevado a la Dirección de Informaciones (D2), donde se encontró con Juan Carlos Polanco, un compañero del gremio de motores diesel con el que luego compartirían la celda en el pabellón 9 de la penitenciaría de barrio San Martín. “Eramos una comisión de dieciocho compañeros, de los cuales tuvimos siete secuestrados desaparecidos y cuatro fuimos presos. El promedio de edad de la comisión directiva era de 23 años. Con esto quiero resaltar la violencia contra un sindicato de empresa de primer grado, que si bien estaba enrolado en la línea combativa de los compañeros Atilio López y Agustín Tosco, sufrimos muy fuerte el terrorismo de Estado”, manifestó Ríos, casi pidiendo permiso para la única valoración política con que matizó su contundente testimonio. Centrado en el alevoso asesinato del estudiante de Ciencias de la Información (“octavo hecho” de esta megacausa), su aporte se completaría después, al dibujar el patio, los pabellones, la entrada y las posiciones de los soldados, prisioneros y personajes principales del crimen, en un croquis que uno de los fiscales se esforzó por reproducir en sus apuntes. Aquella mañana, Ríos vio y escuchó con todo detalle las circunstancias del homicidio de Bauducco, por la posición estratégica en que se ubicaba, en el primer piso del pabellón 9, trepado a una ventana en la que faltaba un pedazo de las tablas con que habían tapado las celosías y con la tranquilidad de que no podían verlo quienes estaban en el patio. Desde allí, pudo observar junto a Marcelino Pérez -dirigente peronista, ya fallecido- cómo los militares montaban un operativo de seguridad “con soldados apostados con fusiles FAL y FAP” en el patio de la prisión, a donde hicieron salir desnudos o a medio desnudar a los presos políticos de los pabellones 6 y 8, para someterlos a “una paliza terrible y movimientos vivos”. “La requisa era una excusa. Los sacaron al patio y los molieron a palos”, aseguró Ríos y lo fundamentó con este dato: “Para ser honestos, nosotros (en el pabellón 9) recibíamos tres palos de cada diez que ellos recibían en el 6 y el 8. Cuando se da el golpe de Estado, calculo que el director de la cárcel les debe haber dicho (a los militares) que en los pabellones 6 y 8 estaban las organizaciones (guerrilleras) y en el 9 los gremialistas. Entonces, se ensañaban con el 6 y el 8”. Ese día la saña se concentró en Paco Bauducco, quien ya tenía lesionado un homóplato a raíz de una paliza sufrida en la D2: “El compañero tocaba la guitarra y decía: Esta no me sale bien, porque desde que me quebraron el homóplato me cuesta”. “Le pegan un montón de palos y uno le pega en el homóplato. Después le pegan otro palo en la cabeza y queda tirado al lado de un canalón”, narró Ríos. Entonces, el cabo le ordenó levantarse, pero al prisionero no le quedaban fuerzas. Tras la venia del teniente, el suboficial concluyó su tarea criminal: “Le apunta y le hace señas de que se levante con la pistola. El compañero le levanta la mano así... como que no podía. Y el cabo le pega un tiro en la cabeza. Yo no quería creer lo que estaba viendo, pensé que era un simulacro de fusilamiento. Y el compañero que estaba viendo conmigo me dice: No, lo mató, Negro, lo mató… Mirá las convulsiones que tiene en las piernas”. “Al rato, el director del penal entra al patio, se acerca a donde estaba el compañero tirado y se agarra la cabeza. Lo alzan de los pies y las manos y veo que la parte de atrás de la cabeza prácticamente no existía y chorreaba sangre. Lo ponen en la camilla y se van, se lo llevan…”, alcanzó a completar el testigo antes de que se le nublara la vista y la emoción lo obligara a beber un trago de agua. “Después del disparo, me quedó una imagen: se levantaron todas las palomas que había en el patio y casi que oscureció. A eso lo llevo en la mente...”. La evocación estremeció al auditorio y coronó un testimonio sólido, que incriminó directamente a los dos ex militares imputados con una serie de datos que también pudieron sobrevivir 34 años en la mente del testigo. |
Un juicio postergado
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de La Rioja volvió a suspender el inicio del juicio por delitos de lesa humanidad que iba a comenzar el miércoles 18. La razón de la postergación fue esta vez la presentación de un escrito del juez subrogante de Catamarca Luis Martín Rodríguez Seín en el que “rechaza” su designación como tal. El juicio es por el asesinato del conscripto Roberto Villafañe, ocurrido el 30 de agosto de 1976, cuando cumplía la conscripción en la ex Base Aérea de Chamical.
RECHAZO Ante pedido del fiscal
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El Tribunal Oral confirmó que el 14 de septiembre será el juicio de Kamenetzky |
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