martes, 10 de abril de 2012


CV DE UN JUEZ
Tiene las manos blancas, delicadas, y un vocabulario que salta del francés al latín, pasando por el alemán y el inglés, sin esconder el acento salteño que lo acompaña desde la cuna. Renato Rabbi Baldi Cabanillas nació en Salta "por accidente" el 18 de julio de 1960. Sus padres eran jujeños, pero un viaje a la provincia vecina le dejó una marca de pertenencia que hoy lo devuelve allí para ejercer como juez de la Cámara Federal.

Un recorrido por la historia del jurista deja entrever la constancia de un eterno estudiante que exploró un océano de conocimientos gracias a variadas becas que le permitieron conocer el mundo y acumular sabiduría en distintos rincones del mapa. La primera la ganó en su último año en la escuela secundaria de Salta, adonde había ido a vivir a los nueve años, luego de la separación de sus padres. "De toda la Argentina viajamos 32 becarios; un gran desafío, ya que fui a un colegio privado de los Estados Unidos, muy exigente, que prepara a los estudiantes para universidades de primera línea, como Harvard, Princeton y Stanford", apunta el magistrado, sentado en el living del departamento que fue su refugio cuando encaró la vida universitaria en Buenos Aires, y que aún hoy ocupa en sus viajes a la Capital.

De su infancia recuerda el solemne escritorio de su padre, que ocupó el puesto de juez del Superior Tribunal de la provincia de Jujuy. Era el paraíso para el Renato adolescente. "Había libros de derecho, pero también de historia y literatura", describe Rabbi Baldi, hoy de 50 años y que a los 15 comenzó a escribir un libro sobre los unitarios y los federales. "En mi casa siempre se estimularon la lectura y el estudio", acentúa, y luego pregunta si molesta la música clásica que acompaña sus palabras.

Entró en 1979 a la Facultad de Derecho de la UBA por la puerta grande: sacó una de las más altas calificaciones en el examen de ingreso. Tres años después, la Federación Universitaria del Río de la Plata lo becó y, en un recorrido por los Estados Unidos, llegó a conocer a uno de los fiscales del Watergate y al senador Edward Kennedy. De vuelta en Buenos Aires, en su último año en la facultad preparó una investigación sobre Schopenhauer con la que ganó la beca del Instituto de Cooperación Iberoamericana. Su próximo destino: Navarra. "Fui a realizar mi doctorado y estuve casi cuatro años. Hice la tesis doctoral sobre Michel Villey, un catedrático de Universidad de la Sorbona muy conocido en Francia", señala.

De hecho, hace cinco años se realizó un homenaje a Villey y fue invitado a hablar en la Sorbona por ser el primero en escribir sobre él. "Hablar allí fue impresionante; fue al lado del famoso patio tomado por los estudiantes en mayo del 68", destaca Renato, que además de su labor jurídica es docente en cuatro universidades.

Cuando finalizó el doctorado, quiso seguir indagando en los fundamentos del derecho y empezó a estudiar a los maestros alemanes. "Postulé y gané una beca de estudio por dos años en Münster. Es una ciudad muy chiquita con una universidad muy grande. Todos iban en bicicleta: los estudiantes y los profesores. En verano, invadían los parques, porque el sol era escaso", observa el juez, que aterrizó con sus libros y artículos en la Alemania dividida por el Muro de Berlín.

MI LUGAR EN EL MUNDO

La gran duda entre volver a la Argentina o quedarse en el exterior se le planteó al recibir un ofrecimiento de la Universidad de Navarra para trabajar allí como profesor. "Me di cuenta de que mi lugar en el mundo era la Argentina y que con la experiencia acumulada debía cooperar en el desarrollo del país", plantea el juez que, luego de otro año de estudio en el Instituto Internacional de Derechos Humanos en Estrasburgo, Francia, retornó a su patria con 33 años y dos ofertas de trabajo bajo el brazo.

"Elegí trabajar en la Corte Suprema de la Nación. Es el gabinete en donde se trata de depurar y perfilar los contenidos jurídicos teniendo como norte la defensa de las garantías constitucionales", explica, adoptando la postura de quien evalúa y decide, con las manos juntas, pegadas a la barbilla.

Seis años después de argumentar y resolver los casos como prosecretario del máximo tribunal, fue ascendido al puesto de secretario letrado, donde estuvo por una década. En 1994, no solamente fue testigo de la Convención Constituyente, que constitucionalizó la acción de amparo, la cláusula ambiental e incorporó los tratados internacionales, sino que intervino activamente como asesor. "Fue uno de los momentos intelectuales más ricos de mi vida. Fue un honor", resalta el abogado, que en su carrera publicó cuatro libros y más de cincuenta artículos en revistas internacionales en español, alemán, francés y portugués.

El llamado de la vocatio para juzgar los hechos y adentrarse en el expediente ya lo había sentido en sus días como estudiante universitario. Tres años de exámenes y concursos pasaron para que resultara elegido en primer lugar en el puesto que hoy ocupa en la cámara salteña, que desde su llegada pidió la radarización de las fronteras para evitar el contrabando. "En materia penal es una de las que más causas tiene", señala el juez y define su trabajo como full life, no full time, citando una de las frases del magistrado de la Corte, Carlos Fayt. .

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