miércoles, 18 de abril de 2012

entrevista: ABEL CÓRDOBA, FISCAL FEDERAL EN BAHÍA BLANCA

"Los testimonios de las víctimas han sido una lección de paz"

08:49 16/04/2012

A sus 33 años, Abel Córdoba es hoy el fiscal federal más joven que interviene en juicios vinculados con la última dictadura cívico militar en el país.

–Cuando fue el golpe de Estado, ¿usted ni siquiera había nacido?

–Nací en el 78. Y eso también tiene que ver con los tiempos políticos y sociales que se fueron dando. Viví mi preadolescencia en el menemismo y nuestra formación se da al final de esa etapa presidencial y los primeros años de la década del 2000. Creo que eso influye algo en los perfiles de quienes trabajamos en esto.

–¿Cuántos imputados hay en total por crímenes durante la dictadura en Bahía Blanca?

–En este juicio son 17 los imputados entre militares y federales retirados, pero en total con el resto de las causas son 115. La mayoría de ellos están detenidos. En esta causa que enjuicia al Ejército además de estos 17 son 10 más los imputados y 23 de la Armada, con lo cual ahí ya tenemos un juzgamiento de casi 50 procesados por lesa humanidad. Si se consiguiera eso en términos de acá a un año sería un gran logro de la Justicia bahiense, inconcebible en otros años, posibilitado hoy por el entendimiento de estos jueces que no son de Bahía sino de otras jurisdicciones. Esto también explica la necesidad que hubo de acudir a magistrados que no tengan compromisos locales con los acusados o intereses. Esas nuevas designaciones fueron las que realmente destrabaron. El tiempo que los jueces anteriores demoraron para llegar a juicio se tradujo en una mayor amplitud y es así que en éste tenemos casos de desapariciones del 76, 77, los falsos enfrentamientos y los nacimientos en cautiverio. La idea con el juicio de la Armada es lo mismo: abarcar todos los centros clandestinos que tuvieron que ver con las desapariciones y el encarcelamiento de sindicalistas, básicamente.

–¿Cuántos son los nacimientos en cautiverio que se investigan acá en Bahía?

–Hay dos corroborados. Uno con más datos que otro, con mayor precisión, pero los dos inequívocamente ocurrieron uno en "La Escuelita" y el otro en el ámbito militar entre diciembre del 76 y abril del 77.

–¿Tiene casi un Ejército para juzgar y toda una comunidad para defender?

–Estimamos que son más de 600 las víctimas que pasaron por estos centros clandestinos. Es un número que va creciendo continuamente porque con cuentagotas accedemos a más datos, se acerca más gente y comienzan a aparecer referencias que no teníamos que permiten confirmar quiénes fueron los secuestrados. Éste es un juicio importante para la comunidad pero fundamentalmente para las víctimas, que encontrarán alguna reparación tardía de lo que hizo el Estado. Esto quedó claro con la declaración de la esposa de Darío Rossi, secuestrado en Viedma, que contó que sólo vio el allanamiento de su casa y la próxima información que tuvo de su marido –a pesar de buscarla– fue a través de la "Nueva Provincia", en la que apareció como muerto en un enfrentamiento militar, pero nunca ninguna comunicación oficial. Hasta hoy esa mujer está con la noticia del diario y la certeza que le dan otros testimonios. Recién ahora habrá una declaración judicial que diga que esa persona murió luego de ser llevado a un centro clandestino y para infundir terror en la sociedad fue presentado como partícipe de un enfrentamiento. Eso que hace tiempo está probado en la causa todavía no está dicho.

–¿Pasará a la historia?

–Éste es un trabajo que tiene relevancia, que está enraizado con lo que es la historia no sólo de Bahía Blanca sino también de otras ciudades como Viedma por todas estas circunstancias. La idea que más interés despierta es esta cuestión de llevar alguna reparación. Más que quedar en la historia es influir desde lo profesional en reparar daños que se han hecho. Eso es lo que creo que perciben algunas personas perjudicadas por estos hechos. Ahí estaría la satisfacción, sobre todo, porque mi formación se dio en una universidad pública donde la conformación del plantel profesional de la universidad hoy está en entredicho en parte por la actuación en esta misma causa donde se han imputado a quienes fueron abogados en el 76 del juzgado y que además participaron de sesiones de torturas. Es satisfactorio que aún desde esa formación, desde una universidad muy cuestionable en su cuerpo docente en esos casos específicos, desde ahí aportar.

–De tantos testimonios escuchados, ¿alguno le impactó más que otro?

–Éste es uno de los aspectos más duros quizás de la profesión. Desde la parte humana se trata de centenares de personas que cuentan seguramente los peores momentos de sus vidas y al cabo de un año uno termina escuchando tantos testimonios similares pero cada uno ahonda en algo que sigue siendo inimaginable. Seguramente no haya luego en el ejercicio profesional en los años por venir otra experiencia similar. Aun desde otras situaciones no hubo infiernos peores que éstos. Más allá de algún testimonio en particular, lo que rescato es la dimensión ética que han tenido las víctimas. Han soportado la eliminación de sus seres queridos, sometidos a vejámenes, abusos sexuales, torturas y aun así acuden a contar su verdad y a que los jueces sean los que determinen con las reglas más claras posibles. Ésa creo que es una lección de paz. El modo maduro, claro y democrático en que las víctimas y las organizaciones de los derechos humanos han declarado siempre. Creo que eso es lo principal más allá de que hay escenas que a todos por algún motivo nos impresionan. Hemos madurado. Estamos resolviendo los temas centrales del pasado más sangriento que se ha tenido, como fue el terrorismo de Estado.

–¿Qué le pasa cuando ve a los imputados, en su mayoría ancianos?

–Es ambivalente. A muchos los he visto antes pero impresiona bastante verlos en el juicio porque ellos, junto con otros a los que falta juzgar o se han muerto en este camino, fueron el poder absoluto en Bahía Blanca. Quienes cayeron bajo sus decisiones son los que están dando testimonio del terror que pasaron. Desde ese punto de vista uno dimensiona el potencial de daño que tienen. Hay algo que siempre repetimos cuando se nos pide opinión sobre si hay o no que liberarlos porque son viejos que no tienen fuerza ni para escaparse: lo que hay que temer en esos casos es el poder de decisión y la influencia que pueden llegar a tener sobre estructuras represivas. Y esto es lo que se trata en el juicio, no el poder físico de una persona. Que estén añosos no menoscaba esta idea de que esas mismas personas han sido las que decidieron que estos hechos ocurrieran. Por otro lado se deben analizar las personalidades que se necesitan para cometer esos hechos. No cualquiera puede hacerlo. Para torturar muchos de los frenos inhibitorios no deben funcionar en esa persona. En nuestras relaciones sociales el simple hecho de rozar a otra persona por la calle es motivo de un pedido de disculpas, por ejemplo. Hay que tener una personalidad psicopática para torturar a otro y encontrar satisfacción en trasformarlo en una cosa para arrancarle información. Quedó muy claro en el juicio que esas personalidades para quienes el otro es simplemente una cosa para atropellar se potencian en instituciones jerarquizadas como el Ejército, la Policía, el Servicio Penitenciario, la Iglesia. Ellos estaban en esos lugares y fueron quienes peores actos hicieron prestando una colaboración incondicional a la dictadura. Hubo gente dispuesta a ejecutar lo que le pidieran y así ha quedado hasta en los cuerpos de las víctimas, que es otra de las facetas más impresionantes que surgen de los testimonios cuando muestran sus cicatrices aún hoy. La crueldad del otro llevada en el cuerpo propio y todo lo que significa eso para cada persona. Algunos han señalado que cada mañana al bañarse se enfrentan a las cicatrices en los tobillos, las muñecas, el cuello. El sello permanente del terror en la piel.

–¿Sus padres están contentos de sus logros pero algo temerosos por el lugar que ocupa?

–Manifiestan su orgullo familiar y siempre han estado. Siempre me han facilitado tanto el estudio como el apoyo a la vocación, con lo cual es algo muy satisfactorio poder desempeñarse en estas materias. Hubo muchas decisiones que tomar y algunas se adoptaron en su momento en familia, como la de estudiar, que es siempre la decisión de un grupo familiar que decide apostar y esforzarse para que un miembro de su familia estudie y se comprometa con un plan de vida solidario. Eso fue lo que sucedió en mi caso y estoy orgulloso de ello.

Joven historia

Abel Córdoba nació en Villalonga, donde viven sus padres, hermanos y sobrinos. Es el único de su familia que dejó su pueblo para ir a estudiar.

A los 17 llegó a Bahía Blanca donde comenzó Historia, Filosofía y finalmente Derecho. Mientras estudiaba trabajó en una fiscalía de la Justicia provincial y, cuando se recibió, junto con su colega Rodolfo de Lucía instaló su estudio que se dedicó a patrocinar casos vinculados a los derechos humanos, trabajando en los primeros años para la APDH, que coincidieron con la reapertura de las causas de la última dictadura. En el 2006 fueron convocados por el ex fiscal federal Hugo Cañón para formar parte de la Unidad de Derechos Humanos.

A los tres años Cañón se jubiló y Córdoba quedó a cargo de la Fiscalía.

ESTELA JORQUERA estelaj@rionegro.com.ar
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UN EX CONSCRIPTO DECLARO QUE VIO CUANDO SE LLEVABAN A UNA BEBA DE LA CASA DE SUS PADRES

“No se explicaba cómo la beba salió viva”

Juan Carlos Elso declaró desde Bolivia que estuvo en el operativo de la calle 30 y aseguró que se llevaron a una beba viva en un camión del Ejército. Sería Clara Anahí.

El ex conscripto Juan Carlos Elso habló por primera vez del operativo en la calle 30.

Por Alejandra Dandan

Juan Carlos Elso hacía el servicio militar obligatorio el 24 de noviembre de 1976 cuando estuvo de custodio en el garaje de la casa operativa de Montoneros en la calle 30 de La Plata. Pese a que no debía moverse, por curiosidad y en medio de la confusión, entró y salió varias veces de la casa. En un momento, “volteé mi cara y veo a una persona de civil con el FAL colgado en el hombro, campera de jean, pantalón jean, pelo relativamente largo, barba de un par de semanas, con un pequeño bulto por así decirlo en los brazos. Me di cuenta de que era un bebé por la forma que lo tenía tomado, por cómo lo trasladaba y porque alcanzó a cubrirlo con una especie de cortina o de manta de color fucsia con motivos verdes. Pasó por mi lado con el supuesto bebé, porque hasta ese momento yo no sabía de qué se trataba, y lo llevaron hasta una camioneta que no estaba identificada con los distintivos del Ejército”.

Horas después no sólo confirmó sus sospechas. Escuchó a los soldados de la enfermería decir que el jefe se preguntaba cómo había sido posible que en medio de todo ese tiroteo, aquella beba hubiera salido con vida.

Elso declaró en el juicio oral por el Circuito Camps en La Plata, a pedido de la querella de María Isabel “Chicha” de Mariani, por el operativo de 300 personas desplegadas por el Ejército y la policía de Ramón Camps en la llamada Masacre de la Calle 30. Para la fiscalía y las querellas su testimonio se convirtió en el más importante de este tramo de la causa y la prueba de que aquella beba que vio salir de la casa es Clara Anahí, la nieta que Chicha busca hace casi 36 años. Los datos de su sobrevida desarman, a la vez, las versiones de los represores que en los últimos tiempos intentaron darla por carbonizada.

Elso declaró en teleconferencia desde el consulado argentino en Potosí, Bolivia, en presencia del juez Carlos Rosanski, presidente del Tribunal Oral Federal de La Plata que se trasladó para reforzar las garantías jurídicas de una declaración que a este hombre le llevó muchos años poder contar. A días de la declaración reveladora de otro conscripto en Formosa, su testimonio alienta la esperanza de los familiares de los desaparecidos para que se abran nuevas vías para las causas.

Desde adentro

Elso, que ahora entrena niños en un club de fútbol de Potosí, en 1975 jugaba en Gimnasia y Esgrima La Plata. En marzo de 1976 lo convocaron para el servicio militar en una de las compañías del Regimiento de Infantería 7 del Ejército. Hace unos seis años pasó por la casa de la calle 30, habló con quienes estaban ahí, pero se fue sin dejar datos. Chicha lo buscó desesperadamente desde entonces (ver aparte), hasta que el último 10 de diciembre una persona de su confianza volvió a la casa: así empezó el largo camino de esta declaración que lo convierte en casi el único testigo directo de la masacre.

“Ese mismo 24 de noviembre, yo me encontraba en el cuartel y alrededor de las 11.30 o 12 de la mañana comenzamos a ver mucho movimiento: camionetas que salían con personal del Ejército muy armado y en el cuartel se podían escuchar disparos a lo lejos. Intuimos que algo pasaba hasta que minutos después un cabo primero de la Sala de Armas y uno de Gendarmería recogió a unos cuantos soldados en la camioneta y salimos con destino al lugar”, dijo. “Nos apostaron, si mal no recuerdo, a mí en la calle 56 (casi en la esquina de la casa), hasta recibir algunas órdenes y empiezo a ver gente que entraba y salía de las casas aledañas. Me pusieron en la puerta de una casa donde entraba y salía personal militar, incluso armado. Por un pasillo de entrada finita. También había gente de civil. La consigna que me dieron es que sólo esas personas podían entrar en la casa. Suponíamos que era gente del Ejército o la policía u otros organismos, porque entraban con los uniformados a los fondos de las casas que estaban enfrente de la casa en cuestión.”

El dato que confirma que habían tomado buena parte de las casas del barrio permite pensar las dimensiones del terror y da cuenta de las razones por las que todavía muchos de esos vecinos no hablan.

Mientras tanto, dijo, se desplegaban camiones del Ejército, algunos con identificación. Mientras estaba ahí, escuchó la primera explosión “bastante fuerte” y creyó que habían usado esos proyectiles. Corrió a la esquina con otros compañeros, y “vimos mucha cantidad de humo y mampostería tirada en medio de la calle”.

El tiroteo siguió. Luego, otras dos explosiones más tenues. Imaginó granadas de mano. El humo era cada vez más intenso, y el tiroteo continuó treinta minutos. “Al poco tiempo los disparos cesaron –dijo–. Hubo cierta calma y mucha gente se cubría hasta que vimos llegar al personal de Explosivos que revisaban las casas antes de que ingresara otra persona.”

En ese momento entró en escena Mario Bazán, jefe de Enfermería y una persona que con los años fue importante. Bazán trasladó a Elso de puesto y lo ubicó ante el garaje de la casa de Claudia Teruggi, que ya a esa altura estaba tendida en el piso, y de Daniel Mariani, que ese día no estaba.

“A medida que iban pasando los minutos veía que entraba y salía gente. Siempre uno tiene un poco de curiosidad y yo dejaba la puerta abierta como para ver qué estaba pasando. En un momento dejé mi puesto y empecé a entrar y salir de la casa; en una de las incursiones llegué casi hasta el patio del fondo, alcancé a ver que había un cuerpo en el piso con una especie de camisa blanca en un charco de sangre y volví a salir.”

Es en ese momento que vio a quien sacó a la beba de la casa. A pedido de la querella,representada por la abogada Verónica Bogliano, describió varias veces a esa persona que aún no está identificada. Más tarde, la fiscalía le preguntó si suponía que era de la policía o del Ejército. Elso no lo sabe, dijo que el FAL lo usaba el Ejército. Al bebé lo subieron a una camioneta, describió, con un chofer y un acompañante.

–¿Supo qué pasó con el bebé después? –preguntó Bogliano.

–Sí, cuando estábamos en el rancho, en la enfermería. Ibamos a cenar o almorzar con algunos compañeros. Ellos decían que no se explicaban cómo el bebé había salido ileso después de tantas cosas. Era el comentario de todos. Mis compañeros se preguntan cómo pudo ser que haya sobrevivido ¿Dónde estaba escondido? ¿Dónde lo habían puesto?

Aquí es cuando esos soldados citan a Bazán como fuente de la sobrevida de la niña. Dicen que él fue quien dijo que la niña estaba viva. Bazán declaró en el Juicio por la Verdad y murió el año pasado. En su declaración, sin embargo, dijo que la niña estaba carbonizada. Ahora que el dato es distinto, las querellas intentaron ahondar en las supuestas pruebas de esa “carbonización”. ¿Había fuego? ¿Cómo estaban los cuerpos de las cuatro personas que murieron ahí? Elso vio a dos, tumbados en el piso, en charcos de sangre. Uno era varón, otro creyó que era una mujer. Pero además dijo que no hubo fuego: “Cuando entré seguía habiendo humo en la casa. Había unas cortinas no encendidas, pero seguían humeando y el personal del Ejército las sacó al patio para pisarlas. El olor y el humo eran fuertes, pero no puedo decir que haya visto fuego, pero sí mucho humo”.

“Lo buscamos durante años”

Por Alejandra Dandan

“Sabía hace mucho tiempo que había una persona que había visto, pero no sabía ni quién era ni cómo encontrarla ni dónde vivía. Estuve años buscando hasta que aparece esta persona en la casa, los chicos que están ahí lo recibieron y estuvieron hablando. Contó muchas cosas, estaba muy impresionado, pero también muy asustado”, dice Chicha de Mariani a Página/12 después del sacudón que le pegó la declaración del ex conscripto Juan Carlos Elso. “Los chicos entendieron que no quería testificar por miedo y en ese momento no dejó su nombre. Desde entonces, sabiendo que era un soldado lo buscamos no te imaginás cómo durante seis años. Hasta se hizo un allanamiento en el Regimiento 7 a mi pedido para pedir las listas de soldados. Al final, el 10 de diciembre, que es el Día de los Derechos Humanos, llegó una persona diciendo que Elso estaba esperando que lo llamen, que tenía un cargo de conciencia enorme de haber estado bajo el estado de militares siendo conscripto”. Ella no sabe quién es la persona de pelo por el cuello. Igualmente dice: “Pero que la sacan hasta la camioneta y la suben a la puerta del garaje para mí es lo que he esperado 35 años y es lo más valioso que me ha pasado en todos estos años. Yo estaba segura de que se la llevaron viva y que no estaba muerta. Ahora yo me pregunto qué pasa con los que dijeron que la nena estaba muerta: ¿los van a llamar a declarar o siguen con el falso testimonio?”.

Fuente: Pagina 12

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el ex conscripto juan carlos elso testimonió en el juicio circuito camps por el caso clara anahí mariani

“Nos dijeron que el bebé estaba con vida”

El testigo, incorporado recientemente, declaró por teleconferencia desde Bolivia. Imputó al fallecido Oscar Bazán.

He esperado durante años que alguien dijera la verdad”, afirmó Chicha Mariani, tras escuchar el testimonio del ex colimba que presenció el secuestro de su nieta, Clara Anahí cuando apenas tenía tres meses de edad. La niña desapareció luego de que fuerzas conjuntas de la Policía Bonaerense, del Ejército y la Armada, atacaran la casa de calle 30 Nº 1134 y asesinaran a su madre, Diana Teruggi, y a otros militantes de la agrupación Montoneros que se encontraban en la vivienda.
Ayer en horas del mediodía, desde Cochabamba, y en el marco del llamado juicio por el Circuito Camps, el ex soldado Juan Carlos Elso recordó que esa noche cuando regresaron al cuartel y se aprestaban a cenar, “algunos compañeros que pertenecían a la enfermería no se explicaban cómo el bebé había salido ileso después de tanto tiroteo. (…) El Cabo Bazán les había dicho que estaba bien, con vida”.
Se refería al radiólogo Mario Oscar Bazán, quien en ese momento integraba los cuadros del Regimiento 7. Fallecido en noviembre de 2011, Bazán había sido citado como testigo en este juicio, pero se excusó por cuestiones de salud. En su momento, la querella requirió que se incorporara el testimonio que prestó en 2006, en el marco del Juicio por la Verdad. En esa oportunidad, Bazán intentó instalar la versión de que la niña habría fallecido, pero sus dichos fueron señalados como contradictorios por quienes lo interrogaban; entonces entre los que llevaban adelante el ataque mencionó a un hombre que “tenía un jean, pelo largo y barba”.
En la audiencia, Elso volvió a referirse a “una persona de civil con el FAL colgado en el hombro, campera y pantalón de jean, pelo relativamente largo, y barba de un par de semanas –que pasó a su lado– con un pequeño bulto. (…) Era una persona de cabello claro, enrulado (…), medía casi un metro ochenta, de contextura delgada, su cara también bastante delgada”, rememoró.
Apostado en uno de los ingresos a la casa que había sido atacada, el entonces soldado, se asomaba para ver lo que estaba sucediendo y observó cómo este hombre “apareció por el patio y lo estaba tapando. Me di cuenta de que era un bebé (…) por la forma en la que lo tenía tomado y lo trasladaba, y porque lo alcanzó a cubrir con una especie de cortina o de manta color o con motivos verdes. Lo colocaron en una de las camionetas (…) pintadas de azul, una camioneta Ford (…) una vez que lo dejaron en el asiento, subió otra persona más y entre dos salieron con el bebé”, explicó ante el tribunal

Fuente: Tiempo Argentino


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