jueves, 2 de agosto de 2012


Santa Fe:
Se reanuda la Causa Gil

Este jueves 2 de agosto se reanudan en Santa Fe las audiencias por la “Causa Gil” (Amenazas de una autodenominada organización “La Hermandad”, destinadas a entorpecer investigación de delitos de Lesa Humanidad), en la que se juzga e imputa al ex suboficial de la Guardia Rural Los Pumas y ex PCI Juan José Luis Gil. Hechos ocurridos en la ciudad de Reconquista, en el norte provincial.
Tras una reprogramación de testimonios, ante el Tribunal Oral de Santa Fe tendrán que comparecer a partir de las 9 hs de  ese día las siguientes personas:

1)           Jackeline Berzón (Yahoo Argentina)
2)           María Sandoval (periodista)
3)           Raúl Medina (Hospital Reconquista – Hijo de desaparecidos)
4)           Carlos Echegoy (Secretario Gral. SITRAM)

A partir de las 14,30 horas están citados:
   5)  Juan Bernardis (Policía de la Provincia)
   6) Omar Odriozola (Policía de la Provincia)
   7)  Luis Sivoldi (Policía de la Provincia)

Los testigos que estaban originariamente citados para este día (mayoritariamente de la Policía de Seguridad Aeroportuaria), pasan para el día 10 de agosto.

Para el día viernes 3 de agosto están citados:
1) Juan José Blanco (testigo de allanamiento al domicilio del imputado)
2) Jacinto Speranza (intendente municipal)
3) Estela Pietropaolo (docente)
4) Elvira Dieringer (docente)
5) Marcelo Villán (docente)
6) María Angélica Fiant (militante social)

Hasta ahora, en las dos primeras jornadas (12 y 13 de julio pasado), luego del inicio del Juicio y la palabra del imputado, han declarado cinco testigos.



EL TESTIMONIO DE ADRIANA CHAMORRO, QUE RECONOCIO AL MEDICO BERGES

“La situación era infernal”

En el marco de la causa Camps, Adriana Chamorro contó cómo asistió el parto de María Asunción Artigas de Moyano. El hambre, el frío y las torturas que sufrían. Recordó que Jorge Bergés estuvo presente cuando la picanearon y luego la atendió por las heridas.
Adriana Chamorro declaró desde Canadá, donde está radicada, y reivindicó su militancia juvenil.


Por Alejandra Dandan
Desde Canadá, el lugar donde vive después de ser detenida-desaparecida y legalizada como presa en Devoto, Adriana Chamorro describió al médico de policía Jorge Bergés. Primero, la voz, la que escuchó durante su tortura. Luego, los ojos, cuando pasó a revisarla en una de las celdas. Y más tarde, la intervención en el parto de Victoria Moyano, un parto que Adriana siguió de cerca, cuidando a María Asunción Artigas de Moyano durante la gestación, en la misma celda, tomando el tiempo entre contracción y contracción.
Adriana declaró desde Montreal ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, a cargo del juicio por el llamado Circuito Camps. Habló de su secuestro y las torturas en la Brigada de San Justo, supervisadas por aquel médico al que logró conocer por el nombre ya en el exilio. Luego habló de su paso por el Pozo de Banfield y del parto de Victoria Moyano.
“Estábamos desesperados, en un lugar sin luz, esposados las 24 horas del día. Estábamos muertos de hambre, muertos de frío, la situación era realmente infernal”, dijo. Desde fines de marzo hasta octubre de 1978 se habían ido llevando a varios grupos de prisioneros, y dejaron sólo a María Asunción. “Me pusieron a mí en el calabozo con ella –explicó Adriana–. Tenía un embarazo de unos seis meses y como tenía crisis epilépticas vino un médico que tenía barba y bigote, le dio una pastilla y le dijo que se mentalizara de que iba a salir solamente cuando naciera su hija.” En otro momento, pasó el jefe del lugar con otra persona, para presentarle a María Asunción. “Nosotros pensamos que ésa iba a ser la persona que se iba a robar al niño”, dijo Adriana.
Finalmente nació la hija de María. “Todos participamos del parto. Empezó a tener contracciones. Yo golpeaba un lado de la pared para que Eduardo (Corro, alojado en la celda de atrás) contara las contracciones. Cuando terminaban, golpeaba de nuevo para que parara de contar y golpeaba atrás para que el de atrás empezara a contar. Estuvo así alrededor de 24 horas porque las contracciones venían de tanto en tanto, hasta que logramos calcular que se daban durante cuatro o cinco minutos. Ahí llamamos a la guardia. Se la llevaron abajo y nació Victoria, que por suerte está recuperada hoy en día.”
Después, María le contó que el médico que había estado en su parto era igual al que ella había descripto como presente en sus torturas. “Ni Mary ni yo sabíamos cómo se podía llamar –dijo Adriana–. Nosotros lo llamábamos ‘el médico de mi tortura’.”
Enseguida “se la llevan a la nena de Mary, un tipo que viene con delantal blanco. Se la dejan unas horas y ella tiene tiempo de darle el pecho porque quería que de alguna manera la nena recordara cuál era su madre. La trajeron a Mary después, tenía mucha fiebre, tuvo muchos problemas con la leche, me tuve que arreglar yo con eso, sufrió muchísimo, por supuesto tenía una depresión enorme porque le habían quitado la hija”.

El secuestro

A Adriana la secuestraron el 23 de febrero de 1978. Se la llevaron tabicada en el baúl de un auto a la Brigada de San Justo, y en otro auto llevaron a Eduardo Corro, que entonces era su compañero. Alguien a quien llamaban Coronel le dijo amablemente que en ese lugar no debía tener miedo, que no iban a violarla ni a tocarla y si algo de eso sucedía debía decírselo a él.
“En la sala de torturas, primero me golpean las orejas con un palo, me dan patadas –dijo–. Finalmente me hacen desnudar y me ponen sobre el elástico de hierro, me tiran un balde de agua y ponen sobre mí una bolsa de arpillera mojada, me ponen las brazos hacia atrás atados, las piernas abiertas hacia adelante y en el pie me atan un alambrecito o un cable. En medio de una gran cantidad de amenazas y preguntas muy irracionales empiezan a darme picana, que como todos saben es infernal. No podía dejar de gritar porque creo que nadie puede hacerlo, y en los momentos en que paraban me hacían preguntas como: ‘¿En qué idioma le hablaste a tu madre?’.”
La tortura se hacía sistemáticamente, dijo. “En las articulaciones, en los senos, en la vagina en particular, y trataron de hacerme en la cabeza o en la cara. Me quemaron los labios, pero alguien que estaba al lado mío dijo: ‘En la cabeza, no’. Entonces siguieron con otras partes. Al rato, la persona que estaba al lado mío me puso el estetoscopio y dijo: ‘Vamos a parar por un rato’. Yo me dije: ‘Hay un médico acá o alguien que sabe’. Se fueron un rato, luego volvieron y siguieron, hasta que se cansaron... Me sacaron a la rastra porque yo no podía caminar.”
Al otro día, después de un poco de comida y agua, observó por primera vez a la cara al médico que había escuchado en la sala de torturas. “Viene una persona muy amable, yo no tenía el tabique puesto. Se presenta como un médico que me va a curar, se sienta, muy amablemente me dice: ‘¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís?’. Me dice que lo que tenía no era grave. Me mira el pie. A todo esto yo lo miro con gran intensidad. Me mira el labio, me da un polvito para favorecer la cicatrización. Al escucharlo hablar, trato de que hable más haciéndole algunas preguntas. Me doy cuenta de que es la misma persona que había hablado al lado mío en la tortura. Tenía grandes ojos y un gran bigote. Tenía unos ojos castaños muy calmos y el cabello muy ondulado. Al día siguiente vuelve a venir, verifica la lastimadura, me cura y se va. No lo vi más.”
Adriana recordó los nombres de compañeros de celdas, los apodos de los represores: el Eléctrico, el Burro, a quien identificó en su tortura; el Víbora, un oficial; el Tiburón, a cargo de la patota; el Lagarto; el Pato: “Era un zoológico”, dijo. En el final, el fiscal Hernán Schapiro le preguntó por su militancia política. “Por supuesto (que milité), dado que había una dictadura en Argentina –respondió–. Y yo tenía el derecho como todos los ciudadanos de resistir a ese grupo sedicioso que se había hecho cargo del gobierno ilegalmente y que torturaba, mataba, desaparecía... Así que yo formaba parte de una organización que se llamaba Organización Revolucionaria Compañero.”
Ampliación de la acusación

La fiscalía y las querellas del proceso por los delitos cometidos en los seis centros clandestinos que integraron el Circuito Camps evalúan ampliar la acusación por homicidio para los imputados. La opción surgió tras la declaración que efectuaron ayer miembros del Equipo de Antropología Forense, quienes identificaron más de diez cuerpos enterrados en los cementerios de Avellaneda y Lomas de Zamora, entre otros. Como la identificación de esas víctimas surgió tras la elevación a juicio, es posible que en la próxima audiencia se pida la ampliación por el delito de homicidio para algunos de los acusados, el ex gobernador de facto Ibérico Saint Jean, su ministro Jaime Lamont Smart, el ex director de Inteligencia de la Policía Miguel Etchecolatz y su chofer Hugo Guallama, entre otros.

Fuente: Pagina 12

@@@


Testimonio clave en la causa que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Circuito Camps

La fiscalía pedirá ampliar la acusación por secuestro y torturas a homicidio

Miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense declararon ante el TOF Nª1 de La Plata. Certificaron que las víctimas murieron en fusilamientos o arrojados al vacío desde "vuelos de la muerte". Los represores enfrentarán así una pena mayor.

Por: 
En una nueva audiencia del juicio por el Circuito Camps, cuatro integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) dieron precisiones sobre los hallazgos e identificaciones de 26 desaparecidos que son víctimas en el debate, por cuyos casos la querella y la fiscalía adelantaron que pedirán que los imputados sean acusados, además de por secuestros y torturas, por homicidio, delito para el cual la legislación prevé la máxima pena. Los antropólogos certificaron que las causas de esas muertes fueron por fusilamientos y en dos casos en "vuelos de la muerte". También demostraron que en el centro clandestino de detención que funcionó en el destacamento policial de Arana se realizaron cremaciones clandestinas de cadáveres.
Luego de la extensa declaración de los antropólogos del EAAF Patricia Bernardi, Sofía Egaña, Mercedes Salado Puerto y Juan Novile, la abogada Guadalupe Godoy, que representa la querella de Justicia Ya, explicó a Tiempo Argentino que “la prueba que estaba incorporada a la causa se perfeccionó, lo que nos habilita a pedir la ampliación de la acusación de torturas y privación de la libertad a homicidio”. El mismo pedido y por las mismas razones, realizará el fiscal Hernán Schapiro respecto de algunos imputados en la causa, según adelantó a este diario.
Los miembros del EAAF realizaron un extenso informe técnico sobre la recuperación de restos, el análisis forense para la certificación de las causas de muerte y sobre la identificación de cuerpos de desaparecidos, con las que develaron, al menos, tres mecanismos que utilizó la dictadura para el asesinato y desaparición de prisioneros políticos: fusilamientos con enfrentamientos fraguados, vuelos de la muerte y la quema de cadáveres.
En primer lugar, Bernardi explicó el trabajo realizado por el EAAF a pedido de la justicia federal a partir de 1984 en un sector del cementerio de Avellaneda donde hallaron 19 fosas comunes y 18 individuales de las que recuperaron 336 esqueletos. La perito detalló que en ese cementerio identificaron los cuerpos de 13 víctimas de esta causa. Además, contó que en los cementerios de Lomas de Zamora y en el de Villegas en La Matanza hallaron otros cuatro desaparecidos que fueron identificados y cuyos casos también están siendo ventilados en este debate. “Los cuerpos hallados presentan muertes traumáticas con explosión del cráneo”, lesiones compatibles con fusilamientos.
Por su parte, Egaña explicó el trabajo realizado a partir de restos de siete víctimas de la causa que fueron hallados en la Asesoría Pericial de La Plata, donde habían sido acumulados tras ser exhumados en cementerios de Boulogne, Vicente López y Rafael Calzada entre 1983 y 1985. Aunque  los esqueletos estaban “mezclados sin ningún criterio”, lograron determinar que habían sido fusilados junto a otras personas, en enfrentamientos fraguados.
A su turno, Salado Puerto detalló el hallazgo de los cadáveres de dos víctimas que fueron sepultados en el cementerio de General Lavalle luego de que el mar los devolviera a la costa. Ambos presentan rastros de heridas compatibles con el impacto causado por una caída desde gran altura.
En tanto, Novile detalló el trabajo realizado en el campo de Arana en 2006, donde hallaron tres fosas con miles de fragmentos de restos óseos humanos carbonizados y restos de cubiertas de autos quemadas, que certificaron los testimonios que indicaban que en ese centro durante la dictadura se incineraron cadáveres. Los peritos del EAAF pudieron determinar que esos restos quemados pertenecen a al menos 15 personas.
Fuente: Tiempo Argentino
La Agencia de Noticias DH, es autonoma y es editada en la Capital Federal desde diciembre 2007


No hay comentarios:

Publicar un comentario