jueves, 30 de enero de 2014

Redescubrieron la historia de sus padres desaparecidos a través de un legajo "reparado" en Ciencias Exactas. Ahora Mariana Corvalan busca a su hermano






29.01.2014 | Derechos Humanos
La reparación y otra búsqueda

Redescubrieron la historia de sus padres desaparecidos a través de un legajo "reparado" en Ciencias Exactas. Ahora buscan a su hermano.

Por: 

Pablo Taranto

No nos contaban mucho. Guardaron las fotos. Nos criamos con mi abuela materna, y a ella, que estuvo el día del secuestro, siempre le quedó miedo de que nos vinieran a buscar", dice hoy, a los 41 años, Mariana Corvalán. Tiene en sus manos la copia de un expediente que ahora sí explica, al menos en parte, quién era y qué pasó con su papá.
Durante décadas, el legajo de Eduardo Corvalán, trabajador no docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, desaparecido durante la última dictadura cívico-militar, permaneció olvidado en un archivero metálico de Ciudad Universitaria. Su amarillenta foja de servicios consignaba cargo y sueldo desde el año ’63, además de un par de inasistencias injustificadas a principios de los ’70, y se interrumpía abruptamente el 28 de septiembre de 1976, con la siguiente leyenda: "Declarado cesante".
Corvalán y su esposa, Mónica Eleonora Delgado, habían sido secuestrados el 22 de julio en un departamento de la calle Avellaneda, en Caballito. Mariana tenía 4 años; Gabriel, su hermano menor, estaba en la cuna. Como ocurrió en casi todas las reparticiones públicas, a la casa de Eduardo también llegó un telegrama intimándolo a reincorporarse al trabajo. Otro expediente de la UBA conservó la respuesta del abuelo de los chicos, fechada el 9 de agosto: su hijo no pudo recibir la notificación porque fue apresado junto a su mujer por un grupo de personas no identificadas. La farsa siguió luego con citaciones públicas, edictos en la prensa, perversas herramientas burocráticas que al cabo derivaron en la cesantía del empleado de la hemeroteca del Departamento de Física y Ciencias de la Atmósfera de la facultad.
Hoy, una ínfima parte de aquel crimen, su correlato documental, ha sido reparada. A partir de un decreto de 2012 del Poder Ejecutivo, que dispone el relevamiento y la reparación material de los legajos de los empleados de la Administración Pública Nacional desaparecidos, la Facultad de Ciencias Exactas rescató los legajos de los trabajadores no docentes desaparecidos durante la última dictadura. "La verdadera causal de cese fue la desaparición forzada o asesinato como consecuencia del accionar del terrorismo de Estado", es la leyenda que se incorporó, en anacrónica cursiva azul, al de Corvalán, revocatoria de la resolución que dictó la cesantía.
"Los no docentes desaparecidos de la facultad son Carlos Eusebio Montoya, que trabajaba en mantenimiento, y Corvalán, ambos cesanteados por faltar a sus lugares de trabajo", indica el decano Jorge Aliaga, que desde el comienzo de su gestión, en 2006, decidió trabajar en la identificación de cada caso, incluyendo docentes, alumnos y graduados, además de crear una Comisión Permanente de la Memoria del decanato de Exactas. "Lo increíble –agrega– es que las actuaciones se llevaran adelante pese a que los expedientes se inician a partir de notas de los familiares indicando que habían sido detenidos por fuerzas de seguridad y que se desconocían sus paraderos."
El primer paso lo había dado en 1984 el recordado epistemólogo Gregorio Klimovsky, entonces decano normalizador, mediante una comunicación que, con el decreto de "reparación documental" y la decisión de Aliaga, emergió de los archivos. "Cuando buscamos el expediente, descubrimos que Klimovsky ya había fotocopiado los legajos y los había presentado a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), de la que era miembro", cuenta el actual decano.
Pero la reparación no fue sólo documental. La Facultad entró en contacto con los familiares de los desaparecidos. A la esposa de Montoya, que declaró en la causa ESMA y vive en Rosario, le llevarán el legajo reparado. Y los hijos de Corvalán se reencontraron con el pasado de su padre, de quien ignoraban casi todo. Y se toparon con algo más, con una búsqueda que no cesa.
El mes pasado, Gabriel y Mariana Corvalán, ella con Luciana, su beba, en brazos, recibieron el legajo de manos del decano Aliaga. Pocos años antes, antiguos compañeros de militancia de sus padres los habían contactado. "Hasta ahí eran ideas, una imagen medio borrosa que apenas recordábamos, ¿viste como pasa con los próceres? Pero a través de la facultad nos fuimos enterando de todo. Ahora son personas", cuenta Mariana. Supo que Mónica, su mamá, había militado en la JP, y que Eduardo, después de Montoneros había recalado en el ERP-22 de Agosto. Y que leía mucho, que estudiaba Historia, que sugería bibliografía a los estudiantes, que la puerta de la hemeroteca siempre estaba cerrada, y que un día le llevó a su hija un grillo dentro de un frasquito. Enseguida empezaron a aparecer fotos, y en 2009, los restos de su papá fueron identificados en una fosa común del cementerio de Avellaneda. Para entonces, Gabriel y Mariana ya sabían que, cuando la secuestraron, Mónica estaba embarazada de tres meses. Se reencontraron con la historia de sus padres. Ahora buscan a su hermano. 
Fuente: Tiempo Argentino

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